ENFOQUE ALIMENTARIO E INMUNITARIO DEL SIDA

 

                                         Doctora Catherine Kousmine

 

Después de la Segunda Guerra Mundial se generalizó cada vez más el consumo de grasas calentadas en su preparación hasta 160 ºC y 200 ºC con lo que se alteraban y quedaban muertas. El consumo de aceites vírgenes, que se consumían crudos y eran de uso diario antes de 1940, casi desapareció, por desconocimiento de la importancia fundamental de ese gesto tradicional que consistía en mezclar, una o dos veces al día, un poco de aceite virgen a los alimentos servidos en el plato.

 

La transformación de la calidad de los aceites

 

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo racionamiento y temor a la hambruna. Se invitó a las almazaras (lugares donde se prensaba las materias primas de las que se obtiene el aceite), a producir más aceites a partir de los granos o frutos disponibles. Mediante una presión en caliente, el rendimiento aumentó casi el doble. Las nuevas técnicas proporcionaron productos impecables desde el punto de vista comercial, más estables y con mayor tiempo de conservación.

Terminada la guerra, raros fueron los productores que volvieron a las antiguas técnicas de presión en frío, es decir por debajo de los 40ºC, y sin adición de disolvente.

El mercado mundial se empobreció peligrosamente en ácido cis-cis linoleico, forma biológicamente activa de la vitamina F. Resulta así un estado de carencia, que se manifiesta por una multiplicación y multiplicidad de enfermedades degenerativas, difíciles de dominar de otro modo que no sea mediante el aporte abundante de vitamina F biológicamente activa y la supresión de grasas técnicamente desnaturalizadas, a las que pertenecen, en la particular las grasas llamadas vegetales, formadas por moléculas extrañas a la naturaleza, y por las margarinas que provienen de ellas.

La carencia de vitamina F se manifiesta por una piel anormalmente rugosa, seca, con fácil descamación, presente hoy en día en la mayor parte de nuestros contemporáneos, seguida de una sed exagerada debido a pérdida excesiva de agua o transpiración.

La vitamina F se encuentra en todas las membranas celulares y asegura su estanqueidad normal. Además, es la materia prima a partir de la cual se producen las prostaglandinas PGE; la PGE2 sirve para la defensa contra los agentes agresores, y la PGE1 vigila que esta defensa se adapte a la necesidad momentánea y no sea excesiva, lo que provocaría, en los casos extremos, la muerte celular.

Por cierto que esta protección contra el mundo exterior, tanto respecto a la estanqueidad como a la reacción de defensa, es indispensable para mantener el equilibrio inmunitario.

La destrucción sistemática de la vitamina F biológicamente activa, debía, de ese modo, llevar necesariamente a la multiplicación de las enfermedades de la inmunidad.

 

El desequilibrio inmunitario está en la base de las enfermedades degenerativas

 

Estudiando las enfermedades degenerativas modernas, llamadas de la civilización, me he convencido de que en su base había siempre un desequilibrio inmunitario y que respondían todas favorablemente a idénticas medidas terapéuticas que tendían a restablecer este equilibrio. Este tratamiento intenta suprimir todos los excesos y todas las carencias alimentarias, comenzando por las de la vitamina F: incluye un amplio aporte de diversos catalizadores, naturales y farmacéuticos, la supresión de la acidosis metabólica, la normalización de la función intestinal, debido a que este órgano, en ausencia de las cantidades normales de vitamina F, se convierte en fuente permanente de intoxicación.

De este modo he logrado repartir las enfermedades degenerativas en grupos según el desorden inmunitario que las caracteriza:

   Grupo I: inmunidad deficiente, en niños o adultos que pasan de una infección benigna a otra, por lo general en las vías respiratorias (rinitis, faringitis, sinusitis, anginas, bronquitis) o en las vías urinarias (cistitis de repetición).

   Grupo II: inmunidad exuberante en los alérgicos y reumáticos.

   Grupo III: inmunidad desviada o perversa, en los fenómenos de tumores, benignos primero, malignos después.

   Grupo IV: inmunidad aberrante, en las enfermedades autoinmunes, en las que determinado tejido que ha fijado una toxina o un virus es considerado como extraño por el organismo, que tiene que destruirlo (esclerosis múltiple, esclerodermia, lupus que afecta a los riñones o al cerebro, miopatías, algunas diabetes, etc.).

   Grupo V: el de la inmunidad perdida. Era entonces interesante ver cómo reaccionarían los enfermos de Sida a este mismo tratamiento, y si era posible, también con ellos, normalizar las respuestas inmunitarias.

 

Caso 1: Niña de dos años y medio.

 

El 14 de enero de 1986 trajeron a mi consulta a una niña de aproximadamente dos años y medio, cuya madre había fallecido de a causa del sida a comienzos de 1985. Había llegado a Suiza el 6 de agosto de 1985. El análisis dio VIH1 positivo y fue atendida por el servicio médico universitario. Recibió un tratamiento basado en antibióticos y perfusiones bimensuales de inmunoglobulinas. Su estado no dejó de agravarse, y el médico advirtió a su madre adoptiva que cabía esperar un desenlace fatal para las próximas semanas.

     Llegó a mi consulta el 14 de enero de 1986.

     Peso: 10,8 kg (déficit de 500 gr en relación a su talla).

     Talla: 82 cm (déficit de 12 cm en relación con la talla normal).

     Numerosos glóbulos rojos en el sedimento urinario.

     La niña estaba prostrada, agotada.

Lo que más llamaba la atención era la extraordinaria sequedad de su piel que, especialmente en las piernas, estaba arrugada, con estrías muy finas, como en los ancianos. Tenía todo el cuerpo sembrado de minúsculas pápulas, con aspecto de ser un sarcoma de Kaposi. Sometidas a biopsia el 5 de febrero, es decir después de tres semanas de haber iniciado mi tratamiento, sólo se encontró tejido cicatricial.

Desde hacía varias semanas sufría de diarreas y de tos, con roncus y sibilancias en ambos pulmones, y crisis de fiebre de 40ºC. El hígado y el bazo se podían palpar a 4 cm por debajo de las costillas; los ganglios linfáticos estaban ligeramente hinchados.

En 1923, en clase de fisiología, el ya fallecido profesor Arthus nos quiso demostrar la acción impresionante de la vitamina B1 en la avitaminosis experimental del palomo. Había sido alimentado con arroz blanco, refinado, el que compramos habitualmente en las tiendas de alimentación. El animal yacía inerte, tendido sobre un costado, y parecía a punto de morir. El profesor le inyectó una fracción de miligramo de vitamina B1 farmacéutica. Dos o tres minutos después el palomo se irguió y agitó las alas. Esta experiencia fue tan impresionante que hoy, 65 años más tarde, aún la recuerdo.

La niña con sida se parecía a esta experiencia más que a ninguna otra cosa.

 

La niña vuelve a la vida

 

Se sabe que el retrovirus del sida bloquea el crecimiento de los niños. Era el caso de mi pequeña enferma con su déficit de talla de 12 cm. Aquí es preciso aclarar que la Dra. Kousmine creía en los tópicos referentes a la supuesta e inexistente infección por vih, incluída la falacia de que afecta al crecimiento, cosa falsa a todas luces, lo que afecta al crecimiento y a muchas más cosas es la quimioterapia del cáncer, usada bajo el nombre de antivirales.

Su crecimiento volvió a activarse desde el primer mes de tratamiento, a un ritmo muy acelerado 1,5 cm el primer mes, 15 cm en diez meses y medio. Después se hizo más lento, 6 cm en nueve meses. Todos estaban admirados al ver la rapidez con que volvía a la vida. Después de un mes de tratamiento, y por primera vez en toda su vida, la niña empezó a correr.

La diarrea desapareció en cuanto se hicieron las lavativas vespertinas, seguidas de la instilación de 10 ml de aceite de girasol prensado en frío, y 5 ml de vitamina F. Esto cada atardecer durante dos semanas, y luego dos veces a la semana. La infección de las vías respiratorias, que había comenzado el 20 de diciembre de 1985, presente aún el 14 de enero de 1986 a pesar de los antibióticos, desapareció el 4 de febrero de 1986. El bazo volvió a su volumen normal, y luego le tocó al hígado. En octubre de 1986, aunque todavía anémica (64% de hemoglobina), la niña aparenta buena salud. Las salmonellas presentes en las heces, a pesar de los desinfectantes intestinales, han desaparecido por fin después de un tratamiento con Bioflorin, normalizador de la flora intestinal. Los glóbulos rojos desaparecieron del sedimento urinario.

En julio de 1986 las perfusiones de gammaglobulina se espaciaron a la cadencia de una al mes.

En diciembre de 1987, su hermano adoptivo tuvo una gripe fuerte con fiebre. Por primera vez la pequeña no se contagió al estar en contacto con él, se había restablecido su capacidad inmunitaria.

El 15 de marzo de 1987, la niña va a la escuela con toda normalidad, y su estado de salud es del todo satisfactorio.

Es el único caso infantil que he podido observar. Ha sido una suerte haber tenido la posibilidad de tratar un caso de “sida puro”. Los otros diez casos que vinieron después, uno de una mujer embarazada, y los otros nueve, todos de chicos homosexuales, la mayor parte fumadores, con historia de enfermedades venéreas y algunos drogadictos.

 

Caso 5: un enfermo condenado a corto plazo

 

Un enfermo de 40 años, con el sida en el mismo estadío que la niña, vino a mi consulta el 2 de julio de 1987, un año y medio después de ser diagnosticado como “seropositivo”.

A partir de ese momento se siente cada vez peor, (¡Qué extraño!), tiene un estado subfebril, la tez gris, ha perdido 10 kg en seis meses. En mayo de 1987 aparecen en su piel numerosos tumores pequeños, muy firmes, hemorrágicos; el mayor, en el pómulo derecho, mide unos 15 mm. Se trata de helangiosarcomas de Kaposi. El 2 de julio contamos treinta en su cuerpo, de los cuales tres en el paladar. Tiene tos. La radiografía pulmonar revela manchas sospechosas de ser sarcomas de Kaposi. Desde hace cinco o seis años tiene agrietadas las comisuras de los labios, testimonio de una carencia de vitamina B o de hierro. El 12 de junio de 1987 deja definitivamente de trabajar.

Desde el 15 de junio recibe inyecciones diarias intramusculares de interferón (35 millones de unidades). Reacciona con un aumento de fiebre de 39,5ºC. A pesar del tratamiento los tumores se duplican en 15 días.

Su alimentación es muy desequilibrada desde hace años. Por la mañana desayuna con un bocadillo de jamón y margarina; a mediodía, cinco días a la semana como en un restaurante (alimentos preparados con grasa llamada vegetal y con aceites refinados); por la noche se contenta con pan, queso o carne.

Es decir, abundante aporte de carne, de grasa vegetal y otros aceites sin vida. Ninguna fuente de ácido linoleico biológicamente activo. Muy escasas verduras y frutas frescas, nada de cereales integrales. Bebe 10 tazas de café y fuma un paquete de cigarrillos al día.

Al no tener cubierta su necesidad de vitamina F, su piel es extraordinariamente seca y su tez es gris. Le prescribo un tratamiento el de de julio de 1987, pero sólo lo comienza el 10 de julio. Entre el 10 y el 22 de julio, la piel comienza a ponerse sedosa en algunos sitios, la lengua aparece limpia, el pequeño tumor de la mejilla sufre una regresión. No aparece ningún tumor nuevo.

Su aspecto mejora. El 30 de julio le suspenden el tratamiento con interferón por juzgarlo inútil. Del 12 al 27 de agosto tiene que ser hospitalizado: fiebre de 40, 5; neumonía por pneumocystis, tratada con el tratamiento de rigor, (septrim intravenoso). Pierde 3,5 kg. Mi tratamiento se suspende durante ese período. Irradiación de los focos pulmonares en un campo que mide 20 por 20 cm. Disminución de la tos.

A partir del 5 de septiembre, Retrovir, 1.600 mg diarios en 4 tomas. Los primeros días se siente mejor, pero muy pronto hay que reducir la dosis a 1.000 mg diarios porque no lo tolera bien.

En cinco semanas, a pesar de las transfusiones, el número de glóbulos rojos ha caído de 4 millones a 2 millones. En enfermo no volvió a mi consulta; murió el 28 de junio de 1988. Es evidente que mi tratamiento no puede ser eficaz en ese estadio, y sobre todo en paralelo con las medicaciones actuales tan agresivas, de las cuales la primera, el interferón, produce accesos de fiebre diarios, agotadores, y el segundo, el Retrovir, …

Entre los otros casos, había un mujer embarazada, a la que vi una sola vez y que prefirió abortar, (que era lo que se aconsejaba hace años).

 

Sesenta meses de observación

 

Vamos a considerar primero los casos 2, 3, 4, 6, 7 y 8, que en conjunto suponen 60 meses de observación (es decir, 5 años).

Se trata de tres hombres, que no llegan a los 30 años, otros tres, entre 39 y 53, todos homosexuales.

El caso 2 sigue un régimen lactovegetariano desde hace años.

Después de leer mis libros, los tres más jóvenes han coqueteado más o menos con la crema Budwig. El caso 4 durante mucho tiempo comía en el restaurante universitario. Los tres eran grandes fumadores, pero sólo bebían un poco de cerveza o de vino.

Los tres mayores comían regularmente en restaurantes de 4 a 7 veces por semana. No son fumadores, beben más alcohol (vino), pero sin excesos.

De los seis, dos han tenido sífilis, uno hepatitis B; entre los mayores, dos han sufrido una o dos veces de blenorragia.

Todos tienen la piel anormalmente seca, pero nunca tanto como los casos 1 y 5.

Hemos comenzado el tratamiento con todos con uno o dos días de ayuno, a base de frutas y verduras, seguido por tres o cinco días de frutos crudos, a fin de cambiar la flora intestinal.

Durante dos semanas seguidas se les ha practicado lavativas vespertinas, seguidas de la instilación en el intestino de 60 ml de aceite de girasol tibio, que quedaba retenido durante toda la noche, lo que se reveló como el método más rápido de revitaminización con vitamina F (las inyecciones intramusculares están actualmente retiradas de la venta).

A partir de la segunda semana, comenzaron a alimentarse como aparece en mis libros: crema Budwig en el desayuno, cereales completos cada día, mucha fruta y verdura, en parte cruda. El único cuerpo graso: aceites ricos en vitamina F, en crudo, totalmente prensados en frío y sin disolventes. Abstención temporal de carne (de dos a tres meses). Ninguno tuvo problemas intestinales; su piel se volvió más sedosa, sin llegar a ser completamente normal, durante el corto período de observación.

Los casos 7 y 8 eran portadores de sarcomas de Kaposi desde hacía siete a ocho meses. El caso 7 tenía varios sarcomas importantes en ambos tobillos, y siete grupos de sarcomas muy pequeños en la espalda; estos últimos desaparecieron casi por completo en dos meses de tratamiento; los de los tobillos se redujeron, dejaron de crecer, y luego desaparecieron después de cinco sesiones de radioterapia local (último control el 30 de agosto de 1988).

No hubo ninguna pérdida de peso inquietante durante los sesenta meses de observación. El caso 2, demasiado flaco, recuperó 6 kg en 17 meses. Todos tenian una polimicroadenopatía, que no se agravó en ninguno de ellos, y que en algunos sufrió una regresión.

Entre las cosas positivas, hay que mencionar en el caso 2 la desaparición de una coloración rojo-violácea en forma de mariposa en las mejillas, base de la nariz y centro del mentón, análoga a la que se da en los casos de lupus eritematoso. Calambres vespertinos en los miembros inferiores, muy dolorosos, desaparecieron totalmente en el caso 6 durante el cuarto mes de tratamiento; igual sucedió con las jaquecas del caso 8, a partir del segundo mes.

En el caso 3, las uñas, deformadas desde hacía siete años y hendidas en el centro en ambos pulgares, señal de mala salud, se normalizaron lentamente a partir del décimo mes de tratamiento.

Cuando vinieron por primera vez, la lengua la tenían todos más o menos sucia, blanca o amarilla, poco después estaba limpia.

Estas observaciones se refieren todas a un tiempo demasiado corto. Sin embargo, con excepción del caso 5, que siguió con tratamiento oficial agresivo, (era en la época de uso en exclusiva de AZT y otros fármacos de quimioterapia de cáncer), y que muy pronto hubo que darlo por perdido, los seis enfermos declararon sentirse mucho mejor, menos cansados, o incluso sentirse en plena forma y capaces de volver a hacer deporte. Ninguno empeoró.

 

Otros dos casos

 

El 16 de febrero de 1988 vinieron otros dos amigos, los dos con sida, los dos de 33 años y los dos ATS.

Uno de ellos había sido un antiguo paciente mío, cuyo historial aún conservaba en mi archivo. Su madre me lo había traído a los 9 años debido a su falta de resistencia frente a infecciones menores: se sucedían las anginas, las otitis, bronquitis, bronconeumonías, diarreas…A los dos años le habían extirpado vegetaciones adenoides, y a los 12 años las amígdalas.

Su madre siguió escrupulosamente mis indicaciones alimentarias; mejoró y lo perdí de vista. Desde 1964 a 1973 fue alimentado correcta. De 1973 a 1984 hizo prácticas y luego ejerció como ATS en el hospital; comía allí. Contrajo una blenorragia dos veces, a los 24 y a los 26 años.

A partir de 1980 comenzó a probar toda clase de drogas. Primero marihuana y hachís, en 1985 el LSD, etc. A los 19 años fuma 20 cigarrillos, poco después 30 al día.

En 1985 se encuentra con su actual compañero, un pariente lejano y que, como él, no goza de muy buena salud. Los dos marchan a la India por un año, y allá se recuperan en un ashram. En 1986 vuelven a Suiza y son acogidos en un centro religioso, que sigue mi sistema alimentario, introducido por uno de mis discípulos. La vida está reglamentada: seis horas de gran esfuerzo físico  al aire libre, tres horas de meditación. Le gusta y se siente muy bien. En noviembre-diciembre 1986 y enero 1987 vive en un monasterio católico, donde la alimentación es malsana, a base de conservas y mucha grasa saturada. Sufre de estreñimiento y se siente mal.

En febrero de 1987 vive en su casa, tiene una alimentación correcta, se siente mejor y vuelve al instituto religioso, donde se come con normalidad. Se siente bien hasta octubre de 1987, cuando comienza a tener fiebre, sufre grandes diarreas; el 22 de diciembre 1987 se hace examinar por un centro médico, que confirma la existencia de sida en él y en su compañero.

Lo hospitalizan y recibe Retrovir a razón de 1.600 mg diarios, durante un mes. Debido a la hemólisis (destrucción de glóbulos rojos), causada a menudo por este fármaco altamente agresivo (70% de los casos), los médicos controlan su fórmula sanguínea cada semana, pero no detectan nada. El Retrovir, de tan mala fama, es soportado perfectamente en presencia de una dosis correcta de alfa linoleico en la alimentación. Desaparece la diarrea. Se reduce la dosis a 800 mg diarios (que es la dosis que le prescriben de mantenimiento, ¡a continuar durante toda la vida!), el 24 de enero de 1988.

El 16 de febrero de 1988, cuando lo examino, tiene la piel sedosa, excepto en los pies y las manos. Es el único del grupo cuyos ganglios no se han inflamado.

La historia de su amigo es análoga: como su compañero, ha probado todas las drogas, cocaína y “majhoun” marroquí incluidos. Diagnosticado como seropositivo el 23 de diciembre 1987, ha sido declarado “portador sano” y lo dejan ir sin tratamiento. Su piel está completamente seca y áspera. Sus ganglios están hinchados. Se queja de dolores muy agudos de tipo reumatoide en la nuca. Tiene mayor carencia de vitamina F que su amigo y, para mí, está más enfermo que él. Primera consulta el 16 de febrero 1988. El 21 de junio se siente perfectamente bien. Los dolores en la nuca (Bechteren), han desaparecido. Los ganglios están normales.

 

Errores de comportamiento

 

Los enfermos de sida homosexuales (y no sólo ellos, evidentemente), tienen en común la ausencia de una familia estructurada, la falta de alguien que cuide de que la alimentación sea equilibrada. Prácticamente todos comen en restaurantes, y los de más edad una o dos veces los días laborables. Actualmente son muy pocos los restaurantes que hayan renunciado a la utilización de las grasas llamadas vegetales, de las margarinas que provienen de ellas, y de los aceites prensados en caliente para cocinar o aliñar las ensaladas, (aceites refinados).

¿Cuándo habrá algunos que, habiendo comprendido el problema, corrijan su forma de proceder y lo anuncien al público, en beneficio de todos y especialmente de los enfermos de sida que viven solos? Hay tiendas dietéticas en las que es posible comprar lo necesario para que la alimentación sea sana. La mejor ayuda a los enfermos de sida es el restablecimiento de una inmunidad natural, y esta no puede existir sin un aporte suficiente de vitamina F biológicamente activa.

Cuando se compara el comportamiento del retrovirus del sida con el de otros virus que pululan por doquier, los del sarampión, varicela, paperas, poliomielitis, etc., queda uno asombrado por su poca virulencia, por la escasa reacción de defensa que suscita, y que se traduce en el tiempo tan largo de enfermedad no aparente. (Como ya hemos indicado, Kousmine no llegó a tener conocimiento de que toda la teoría del virus del sida es un completo fraude).

La vitamina F es indispensable para que funcione el sistema inmunitario.

Un poco más de energía por parte del atacado y ese virus sería vencido por sus macrófagos, al parecer. Pero para que se despliegue esta energía, es indispensable que funcione el sistema inmunitario, y para que lo haga correctamente, es indispensable la presencia de la vitamina F. Sin vitamina F en cantidad suficiente, la puerta queda abierta a cualquier manifestación de desequilibrio inmunitario, y esto es lo que sucede con los enfermos de sida.

De nuestros nueve enfermos adultos, tres eran portadores de tumores malignos, sarcomatosos; cinco tenían una eosinofilia más o menos marcada, (aumento en los eosinófilos, un tipo de leucocitos relacionados con fenómenos alergicos), que en dos de ellos llegaba del 10 al 20% (lo normal está entre el 2 y el 4%); uno tenía sarcoidosis mediastínica, dos tenían micosis, etc.

Ningún otro grupo social acumula de momento tantos errores de conducta, (en referencia a errores en la alimentación, hábitos toxicos y regimen de descanso), como los enfermos de sida.

Sin embargo, pudimos comprobar que no había necesariamente paralelismo entre los valores analíticos encontrados en los niveles de linfocitos T4 por ejemplo y las lesiones clínicamente comprobadas. En la mayoría de nuestros enfermos el número de linfocitos T4 era bajo, tanto en valor absoluto como en porcentaje, y sin embargo el de los linfocitos T8 y los índices de betamicroglobulinas aumentaban. En el caso 7, aunque clasificado como sida avanzado, con sarcomas de Kaposi, ¡los marcadores eran normales! (con cifras de T4 de l.112/mm3), los valores para los linfocitos T8 apenas habían aumentado en porcentaje y estaban dentro de lo normal en cifras absolutas: 782 (normal entre 302 y 1.005).

(En esta enfermedad, según Kousmine no sólo cabe imaginar la existencia de una inmunidad deficiente sino que también cabe en lo posible que el sistema inmune reaccione de modo exagerado, convirtiéndose en hiperérgico, atacando al propio organismo, lo que se llama autoinmunidad).

Este razonamiento fue el que me llevó a prescribir a todos los enfermos de sida aceite de onagra, a razón de 6 a 8 cápsulas o perlas de 500 mg al día, con el fin de favorecer en ellos la producción de prostaglandina de paz PGE1 (con acción frenadota de los fenómenos inflamatorios), mediante el aporte de ácido gammalinolénico preformado y frenar así la prostaglandina de guerra PGE2.

El tiempo que llevamos de observación es demasiado corto, pero cuando esos jóvenes vienen a la consulta cada trimestre y me dicen:”Me siento muy bien”, “estoy en plena forma”, “he podido volver a practicar todos mis ejercicios”, o después de cuatro meses de tratamiento en los casos de sarcomas de Kaposi: “No me han salido nuevos bultos”, siendo así que en los cuatro meses precedentes habían aparecido 35, que su cara ya no es de color gris sino que tiene un aspecto resplandeciente, todo esto significa una promesa muy hermosa.

 

Mi forma de proceder

 

Para concluir, vuelvo a explicar cuál es mi forma de proceder con mis enfermos.

Hay que centrar el esfuerzo, por una parte, en la aliementación, y, por otra, en la función intestinal.

Eliminar todas las grasas y sólo prescribir aceites prensados en frío, (o vírgenes), obtenidos sólo por compresión, sin adición de disolventes, ricos en vitamina F activa y bajo control.

Después de dos días de ayuno a base de zumo de frutas y verduras,  alimentarse durante cinco días exclusivamente de frutos crudos (y eventualmente de frutas no jugosas, plátanos, dátiles, etc.). Luego, y esto de por vida, seguir las reglas alimentarias indicadas en mis libros. Abstenerse de carne durante tres meses.

Desde el primer día y durante 15 días, hacerse cada noche un lavado intestinal evacuador, seguido por una instilación de 60 ml de aceite de girasol virgen, templado, que debe conservarse toda la noche (puede efectuarse mediante una jeringa grande de plástico de 100 ml, o una pera de goma para lavativas de bebés). Estas instilaciones de aceite deberán realizarse luego una vez a la semana, hasta conseguir una piel sedosa hasta la punta de los piés.

Aporte abundante, al menos dos veces a la semana, de vitaminas por vía intravenosa.

Las necesidades de sus cuerpos enfermos son mayores que las de las personas que gozan de buena salud, y nunca se cubren por la sola alimentación. Suministrarles vitamina C, de 1 a 10 gr al día (las dosis muy altas, según las enseñanzas de Pauling, deberán reservarse para los afectados por el sarcoma de Kaposi). Complejo vitamínico B. Vitaminas A y E. Magnesio. Ostras liofilizadas en cápsulas (POP) debido al conjunto de oligoelementos propios del agua marina que contienen; o bien algas marinas en polvo, por la misma razón. Aceite de onagra en cápsulas de gelatina o perlas, de 500 mg, 6 a 8 al día.

Vigilar el pH de la orina y regularlo a lo largo del día entre 7,0 y 7,5 mediante citratos alcalinos, a fin de facilitar la eliminación de metabolitos de desechos ácidos, siempre presentes en exceso en los enfermos crónicos.

Por supuesto que los enfermos de sida deben seguir las reglas elementales de la higiene, tener un mínimo de ocho horas y media de reposo nocturno; pasar un mínimo de una hora diaria, o siete horas a la semana, al aire libre, y practicar deportes, sin excederse.

 

Infundir esperanza

 

La desesperación que sufren los enfermos de sida es muy grande. Se encuentran rechazados por la sociedad, que les tiene miedo, e incluso por sus amigos. Firmemente convencidos de lo que “les espera” a corto o medio plazo, están alertas a cada síntoma que aparezca.

De modo que cuando ven que su estado mejora, les produce un bienestar extraordinario, que les infunde ánimo y esperanza, lo que en sí mismo ya es curativo y aumenta la inmunidad.

En algunos casos será útil recurrir a un psicoterapeuta.

En el caso de la niña, se trataba de un caso “puro”, sin ninguna de las complicaciones psicológicas del adulto, y la mejoría ha sido rápida y espectacular. ¿Cuáles será, a largo placo, los resultados en adultos que han acumulado errores alimentarios con toda clase de intoxicaciones y enfermedades? Sólo el futuro no lo podrá decir.

 

(Del libro “El método Kousmine, por la Asociación Médica Kousmine, edit. Urano, 1989)

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Más info sobre el método Kousmine:

http://superandoelsida.ning.com/profiles/blogs/como-aumentar-las-defensas-con

http://superandoelsida.ning.com/group/labuenaalimentacin/forum/topics/enfoque-alimentario-e-inmunitario-del-sida-dra-catherine-kousmine

http://superandoelsida.ning.com/group/labuenaalimentacin/forum/topics/contenido-en-acidos-grasos

http://superandoelsida.ning.com/group/losempollones/forum/topics/los-bacilos-y-el-intestino-dr-philippe-gaston-besson-asociacion-m (Los bacilos y el intestino)

http://superandoelsida.ning.com/group/terapiasalternativas/forum/topics/higiene-intestinal-y-lavados-rectales-dr-philippe-gaston-besson-a (Higiene intestinal. Técnica lavados rectales)

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