(El Método Kousmine, Asociación Médica Kousmine, Editorial Urano, págs. 105-118)

¿Qué? ¿Que tengo que hacerme lavados rectales?...¿Cuántos? ¿Dos veces a la semana durante varios meses?...¿Es que no hay en la actualidad medicamentos tan eficaces que eviten esta práctica humillante de un lavado rectal de dos litros? ¿No es cierto, doctor? O si no, podría utilizar esos pequeños lavados evacuadotes que se venden en las farmacias. ¿No es así?

Esta es una de las clásicas frases que escuchamos en consulta cuando llegamos al cuarto pilar del tratamiento de la doctora Kousmine: los lavados rectales.

 

Es cierto que las lavativas formaban parte, junto con las sangrías, de las principales armas terapéuticas que utilizaban los médicos en tiempos de Molière. Es cierto que esto puede chocar a algunos pacientes que, con una enfermedad crónica degenerativa que les hace sufrir, no entienden por qué deberían además martirizarse haciéndose lavados rectales. Y, en un primer momento, parece muy comprensible. Pero cuando hayan comprendido el porqué y el cómo del lavado, que hayan comprendido que se trata de una técnica muy sencilla y sobre todo eficaz, que les ayudará, como complemento del tratamiento, a estabilizar su enfermedad hasta el punto de dejar de sufrir por ella, verán que han juzgado de forma demasiado apresurada –como suele suceder a menudo- antes de conocer lo que se les pide.

 

Función del intestino

 

Nuestros sentidos nos ponen en contacto sobre todo con el mundo exterior. La superficie corporal que nos pone en contacto con ese mundo es inferior a 2 metros cuadrados. Por el contrario, no tenemos conciencia de hasta qué punto estamos en contacto con nuestro medio interior, y en especial con el contenido de nuestro tubo digestivo y nuestros intestinos. La superficie de estos últimos es de aproximadamente 50 metros cuadrados.

 

Esto quiere decir que nos debería importar lo que sucede en nuestros intestinos, y en especial en el colon. Este es un órgano excretor, que por consiguiente no secreta jugos digestivos. Constituye la última etapa del tránsito digestivo. Su función principal es la de conducir hacia el exterior los elementos no asimilables por el organismo. Pero su función principal es absorber el agua con el fin de concentrar las materias fecales. “El mecanismo de concentración de las materias fecales es de un precisión asombrosa. Para que la deposición tenga una consistencia normal, es preciso que sea reabsorbido un 86% del agua. Si se reabsorbe el 88%, la deposición es demasiado dura, y con un 82% de reabsorción se vuelve demasiado fluida, explica la Dra. Kousmine.

 

La mucosa que cubre el intestino está formada por una sola capa celular de unas 25 a 30 milésimas de milímetro de espesor. Inmediatamente detrás de este revestimiento se encuentran los capilares sanguíneos y linfáticos. Es decir, las materias contenidas en el intestino delgado sólo están separadas de la sangre de los capilares por una membrana muy fina, frágil, que se renueva cada dos días.

 

El estado del intestino y las consecuencias sobre la salud.

 

La mayor parte de los enfermos que nos visitan y que padecen enfermedades crónicas degenerativas, presentan problemas intestinales desde hace muchos años, mucho antes de que se declarase la enfermedad que los llevó a ver al médico. El principal síntoma es el estreñimiento crónico, que los lleva a utilizar laxantes. La finalidad de los laxantes –incluidos los compuestos de plantas-  es la de estimular químicamente las membranas del intestino, obligándolas a funcionar. Por consiguiente, el colon se debilita cada vez más, volviéndose así dependiente de los laxantes. Son muy pocas las personas que tienen un tránsito intestinal normal.

Pero vamos al grano: ¿Son graves las perturbaciones intestinales crónicas? Sí, y por muchas razones:

 

     1.  El intestino necesita de 18 a 24 horas para eliminar los restos de los alimentos ingeridos. Basta el menor problema en el tránsito para que se depositen desechos en las paredes intestinales, que poco a poco las irán tapizando en algunos lugares. Según Irons: “Estos depósitos de materias fecales pueden alcanzar de 5 a 7 cm de espesor y adquirir la consistencia de un neumático (!). A la larga, estos desechos pueden impedir la absorción y la penetración en el organismo de las vitaminas y sales minerales.  De esta forma, los problemas intestinales crónicos pueden estar en el origen de una carencia en la nutrición, independientemente de la calidad de ésta o de la cantidad de vitaminas absorbidas”.

Sería una pena que mientras uno se preocupa por corregir la forma de alimentarse y toma vitaminas, limite su eficacia simplemente por descuidar los lavados.

 

     2.  El exceso de mucus oculta síntomas alérgicos. En estos últimos años se ha demostrado que demasiadas proteínas alimentarias podían ser las responsables de muchos problemas físicos y psicológicos. El consumo excesivo de un alimento es una de las principales causas de alergias alimentarias. Cualquier alimento consumido a diario puede provocar alergias, sobre todo si se tiene la impresión de que no se puede prescindir de él…Esto es particularmente cierto para los alimentos deficientes desde un punto de vista nutritivo (chocolate, harina y azúcar blancos, colorantes…). El cuerpo secreta entonces mucus para protegerse contra esas sustancias irritantes.

Esta capa de mucus intestinal reduce la absorción de las sustancias alergenas, protegiendo de este modo al individuo, pero es entonces cuando las alergias ocultas reemplazan a las reacciones alérgicas manifiestas que podrían sobrevenir con la ingestión de un alergeno.

 

     3.  Otra consecuencia es la irritación de las paredes intestinales por el estancamiento de las materias, lo que produce inflamación y espasmos. Esto va a perturbar aún más el tránsito y agravará las carencias en materia de nutrición.

 

     4.  Pero la consecuencia más grave es, sin duda, el envenenamiento crónico debido a las toxinas, ligado al desarrollo de los gérmenes patógenos. Se produce así una verdadera autointoxicación.

 

La mala alimentación actual, con exceso de carne y azúcar, la mala masticación ligada a comidas apresuradas, son responsables de materias intestinales ricas en proteínas mal digeridas, propicias al desarrollo de una flora microbiana agresiva. Esta flora produce toxinas y gases nocivos.

 

El exceso de mantequilla y de grasas animales, y sobre todo de vegetales artificiales y muertos, así como la carencia de aceites vírgenes ricos en ácidos grasos poliinsaturados, vuelven más frágiles las membranas de todo el organismo, y en especial las del intestino, que, como ya lo hemos visto, son particularmente frágiles.

 

“Cuando la delgada membrana del intestino conserva su estructura normal, estamos lo bastante protegidos contra la reabsorción eventual de microbios y toxinas, pero cuando nos alimentamos mal, esta delicada membrana se vuelve anormalmente porosa y deja pasar gran cantidad de bacterias y venenos. El hígado, que recibe la sangre, y los ganglios linfáticos, a los cuales llega la sangre que proviene de los intestinos, funcionan como filtros. Si logran detener y neutralizar los gérmenes y las toxinas, no sucederá nada, pero si están crónicamente desbordados, aparecerán enfermedades graves” (doctora Kousmine).

 

Por lo tanto, no es sorprendente que las personas que sufren de problemas digestivos crónicos experimenten paulatinamente algunos síntomas como fatiga, insomnio, problemas nerviosos y mentales, dolores menstruales, artritis. El mal funcionamiento del tránsito intestinal puede incluso desembocar en enfermedades cardíacas, cáncer, reumatismos graves, alteración degenerativa del tejido nervioso, etcétera.

 

“Si no limpia su intestino, nunca gozará de buena salud! Nunca logrará liberarse de sus enfermedades crónicas” (Irons).

 

Alimentación e intestino

 

Ante todo, hay que beber lo suficiente. De lo contrario las deposiciones serán demasiado secas y se producirá un estreñimiento.

 

Los alimentos enemigos del intestino

 

El azúcar blanco. Favorece la proliferación bacteriana en el intestino, y en particular la flora colibacilar. Favorece la producción de ácido oxálico, generador de reumatismos.

 

El alcohol. Según estudios recientes realizados en Noruega, sería el responsable de algunos cánceres de colon y del recto.

 

La carne. Carece de fibras de celulosa. Al ser mal masticada, es mal digerida y es así responsable de putrefacciones intestinales. En los países grandes consumidores de carne ha aumentado el número de cánceres de colon.

 

Las grasas saturadas (grasas animales, aceites corrientes, margarinas…). Las grasas saturadas estimulan anormalmente la producción de bilis, lo que provoca una mayor producción de ácidos biliares. Además, la abundancia de grasas saturadas modifica la flora intestinal y aumenta su nivel de bacterias, que tienden a favorecer la conversión de las sales biliares en sustancias cancerígenas. Las grasas vegetales sólidas, (margarinas), extrañas a la naturaleza, aumentan la necesidad de vitamina F (ometas 3 y 6) y perturban los procesos inmunitarios.

 

El gluten. “En los granos de trigo crudo, de cebada, de centeno, de avena o de trigo sarraceno, el gluten se halla equilibrado gracias a la vitamina E; cuando el grano se muele para hacer la harina y se cuece, la vitamina E se destruye. El gluten forma entonces una sustancia pastosa y pegajosa que se adhiere a la pared intestinal. Retarda el tránsito de los alimentos, favorece las putrefacciones intestinales e impide la absorción de las vitaminas del grupo B” (doctor Soleil).

 

Las harinas refinadas. Favorecen el endurecimiento de las deposiciones, especialmente si la alimentación es pobre en alimentos naturales: frutas y hortalizas.

 

Crema de leche y mantequilla. Provocan que la pared del intestino se vuelva porosa y permeable a las bacterias que se encuentran ahí.

 

Alimentos favorables al intestino

 

Las grasas no saturadas (aceites totalmente prensados en frío). Refuerzan la impermeabilidad de la pared intestinal.

 

Las fibras vegetales ricas en celulosa. La celulosa hace las veces de lastre para el bolo alimenticio que atraviesa el intestino. Es una materia sólida que no es asimilada por el organismo, pero que estimula el intestino y permite su buen funcionamiento.

 

“Desde hace algunos años, varios trabajos epidemiológicos han llamado la atención sobre los riesgos de una alimentación desprovista de fibras. Su ausencia hace que el tránsito intestinal se haga notablemente más lento, lo que favorecería la aparición de divertículos en el colon. Por lo demás, existe una correlación muy significativa entre la frecuencia creciente de cánceres de colon en los países industriales y la alimentación pobre en fibras. La prevención de esta dolencia parece, pues, que pasa por un consumo de fibras vegetales” (doctor A. Mossé)

 

Pero aunque la forma de alimentarse sea la causa principal de un mal funcionamiento del intestino, no basta con una buena alimentación. En efecto, una persona que se alimenta mal durante años ha estropeado su intestino, y no basta con modificar sus hábitos alimentarios para resolver el problema.  Ninguna afección crónica podrá desaparecer en tanto que colon no quede totalmente limpio mediante lavados rectales regulares durante un tiempo suficiente, lo que sólo el médico podrá juzgar en función de los criterios clínicos que ha enseñado la doctora Kousmine.

 

Las deposiciones normales

 

Cuando el intestino está sano, hay que hacer de vientre dos veces al día, y las deposiciones deben tener una buena consistencia.

 

“La materia fecal normal debe tener la forma de una salchicha de 15 a 20 cm de longitud por 4 cm de grosor” (doctora Kousmine).

 

Su color varía en función de la alimentación. De color pardo en caso de alimentación carnívora, es más clara en caso de régimen lacto-vegetariano. La deposición debe salir fácilmente, sin esfuerzos y sin tardanza.

 

“Las heces normales están formadas principalmente por la descamación del epitelio intestinal, por una masa más o menos importante de bacterias, por sustancias de las que el organismo se desprende mediante la bilis, por jugo pancreático y por desechos excretados a través de la mucosa intestinal. Contiene además fibras vegetales formadas por celulosa y lignina, muy resistentes a la acción de las bacterias. Es homogénea, con excepción de restos vegetales duros y no digeribles, como la piel de las uvas o de las almendras, y restos vegetales mal masticados” (doctora Kousmine).

Cuando la alimentación es correcta, las deposiciones casi no tienen olor.

 

 

Técnica del lavado rectal

 

Al comienzo ha de hacerse una o dos veces a la semana, durante 2 a 3 meses, según lo que indique el médico.

 

Material:

 

  1. Un irrigador de 2 litros, con tubo de goma, cánula y llave de paso.

 

  1. Una pera para lavado rectal de bebé, de 60 ml.

 

Es importante la forma de proceder:

Preparar una tisana de manzanilla, haciendo hervir durante 10 minutos 5 bolsitas, o bien 8 sumidades floridas en 2 litros de agua. Dejar enfriar hasta una temperatura conveniente (35º C – 37º C).

Ponerse a cuatro patas en la bañera, la cabeza hacia abajo y el trasero levantado (si no se ve posible, tenderse boca abajo y a lo ancho de la cama, dejando que cuelgue la mitad superior del cuerpo), el irrigador a unos 50 cm aproximadamente por encima del nivel del ano, procurando evitar el sifón por un tubo generalmente demasiado largo.

Después de haber introducido la cánula, abrir la llave de paso y dejar que salga todo el líquido antes de cualquier evacuación. Es importante respirar con el abdomen, y hacerse masajes en el vientre durante todo el tiempo que esté entrando la infusión, a fin de evitar los espasmos dolorosos durante el lavado.

Con una mano, darse masajes sobre el colon en la parte más baja del abdomen, sobre una superficie de 6 a 7 cm. Utilice sus dedos como si estuviese practicando escalas en el piano, o como si estuviese amasando pan. Presione con fuerza la mano cuando encuentre alguna bola o parte rígida: son los depósitos de materia fecal que deben ser eliminados. Continúe con el masaje alrededor del ombligo, y luego en el lado derecho hasta llegar a las costillas. Vuelva a comenzar del mismo modo hasta que hayan entrado los dos litros. Si se producen calambres, espasmos o necesidad intempestiva de evacuar durante el lavado, asegúrese ante todo que el agua esté a temperatura conveniente. Un agua demasiado caliente o demasiado fría provoca indefectiblemente espasmos dolorosos o desagradables. O también, practique la respiración abdominal llamada “del cachorro”, análoga a la que se les enseña a las parturientas. Mientras más deprisa se respire, más rápidamente desaparece el espasmo.

 

Terminado el lavado, se puede evacuar de inmediato el líquido, lo que se produce en varios períodos a lo largo de una veintena de minutos (aproximadamente).

 

A continuación llenar la pera con 4 cucharadas de las de sopa (60 ml) con aceite de girasol de primera presión en frío, previamente temaplado a 35º C – 37º C. Introducir la cánula en el ano e inyectar el aceite comos si se tratara de un “supositorio líquido”. El organismo guardará el aceite, no lo expulsará. Por esto es preferible realizar tanto el lavado como la instilación del aceite por la noche, al acostarse, para así conseguir una mayor permanencia del aceite en el organismo.

 

Al cabo de un cierto número de lavados, el aceite deja de ser absorbido por el organismo y es devuelto, en todo o en parte, por la mañana. Se continuará entonces con los lavados sin la instilación del aceite.

 

Este lavado puede hacerse cada día durante una semana, o incluso durante 10 días al comienzo de ciertos tratamientos que necesitan una acción terapéutica inmediata y rápida. Es el caso, por ejemplo, de un cáncer agudo de rápida evolución, de una crisis de esclerosis múltiple, o de una crisis de poliartritis crónica evolutiva.

 

Si se logra dominar la crisis, o si la patología en cuestión no necesita una intervención urgente, el lavado ha de hacerse de manera sistemática dos veces por semana, con toda regularidad, incluso aunque el enfermo no presente problemas digestivos manifiestos.

 

La duración debe determinarla el médico especialista en función de ciertos criterios clínicos: aspecto de la lengua, regularización del tránsito intestinal, estado general, etc.

 

Por lo general, se necesitan de dos a cuatro meses de lavados regulares para conseguir una acción terapéutica palpable.  Los lavados pueden interrumpirse entonces, de acuerdo con el médico que lo atiende, pero el paciente deber reiniciarlos espontáneamente en caso de reaparición de ciertas perturbaciones:

 

         ---  Recaída evolutiva en la enfermedad,

         ---  heces de mal olor,

         ---  reaparición de trastornos intestinales: estreñimiento, diarrea,

         ---  hinchazón debida a gases, gases hediondos,

         ---  no seguimiento de la alimentación sana, hasta entonces seguida fielmente.

 

Por ejemplo, en caso de invitaciones donde, por conveniencia social, no se puede rehusar la alimentación ofrecida, en casos de aniversarios, de fiestas de familia, etc. Conviene entonces realizar un lavado al día siguiente, junto con una monodieta de manzanas crudas o de arroz.

 

Al cabo de cierto tiempo, ya no es necesario continuar con los lavados. Pero entonces hay que cuidar de reiniciarlos durante algún tiempo en cuanto se manifiestan los síntomas citados anteriormente. En efecto, indican en el intestino la presencia de una flora microbiana de putrefacción, que es patógena y que puede ser el anuncio de una nueva crisis evolutiva de la enfermedad si el intestino no es liberado rápidamente.

 

Los lavados rectales son de una importancia capital en el tratamiento de la poliartritis crónica evolutiva; antes de comenzar una cura a base de vacunas es indispensable haber hecho una buena limpieza intestinal. De lo contrario, se corre el peligro de tener una recaída durante el tratamiento, ligada a una hiperestimulación inmunitaria (fenómeno de escape).

 

 

Otra técnica: la irrigación del colon

 

La irrigación del colon consiste en un lavado con mucho agua de todo el colon mediante un aparato conectado al agua corriente y provisto de un filtro. El agua es introducida en el colon por el  recto mediante una cánula de doble circuito, que permite que el agua entre y salga sin que la persona tenga que moverse.

Las irrigaciones de colon tienen como finalidad permitir una limpieza del colon con agua a la temperatura del cuerpo, y además reforzar el tono muscular de las paredes intestinales. Esta irrigación dura aproximadamente una hora y necesita varias decenas de litros de agua.

Al circular el agua por todo el colon, esta irrigación limpia y desintoxica profundamente sus mucosas y libera el colon de desechos que se acumulan en él a veces durante años.

 

           (El Método Kousmine, Asociación Médica Kousmine, Editorial Urano, págs. 105-118)

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- Los bacilos y el intestino (AMK, Asociación Médica Kousmine)

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- Enfoque alimentario e inmunitario del sida (Dra. Kousmine)

http://superandoelsida.ning.com/group/labuenaalimentacin/forum/topics/enfoque-alimentario-e-inmunitario-del-sida-dra-catherine-kousmine

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