Llevo más de 20 años en contacto con personas a las que los médicos han etiquetado como “vih+”,  etiqueta que es interpretada, en nombre de una estrafalaria teoría que recuerda la creencia medieval sobre las andanzas y fechorías del diablo, como que esas personas son portadoras de un virus letal que a su vez pueden contagiar y que las llevará a morir “de sida”, salvo que tomen una medicación experimental y tóxica, que en su mayoría procede de la quimioterapia del cáncer, que llaman antiviral.

Al estar en contacto todo ese tiempo con las personas etiquetadas vih+, estas me cuentan lo que les pasa, cómo son tratadas por los médicos, cómo respiran los médicos ante los diferentes problemas de salud que tienen, las decisiones que  toman, cómo actúan ante determinadas situaciones, o cómo suelen actuar muchos médicos, o cómo actúan en algunos casos.

A menudo pensamos que el miedo, el pánico, es una exclusiva de aquellas personas que, como resultado de creer en la información que los médicos y las autoridades sanitarias difunden, han resultado positivos en esos fraudes de tests relacionados con el vih. No se suele hablar, por lo que resulta menos conocido, del miedo y el pánico que afecta a los mismos profesionales que en un momento dado deben atender a las personas que se etiquetan como vih+, bien realizando intervenciones quirúrgicas, o practicando distintas pruebas más o menos invasivas, así como los daños que de ello se derivan.

Según los testimonios narrados por las personas a lo largo de más de 20 años, la cantidad de lesiones y daños “accidentales” que se producen no es pequeña, algo incomprensible pues las medidas higiénicas habituales que se recomiendan con cualquier persona son suficientes para evitar cualquier posible contagio según la misma visión del vih-sida, sin embargo es relativamente frecuente, por lo que se ve, que las personas etiquetadas resulten con daños, en muchos casos irreparables, como consecuencia del nerviosismo, el miedo y el desconcierto de muchos profesionales sanitarios cuando tienen que atender a una persona etiquetada como vih+.

El caso que quiero comentar aquí, que hace años me narró con pelos y señales la persona que lo sufrió, (esta no es otra que nuestro compañero Suso, fallecido hace unos años), merecería figurar, como muchos otros que se dan con frecuencia con las personas etiquetadas vih+, en una antología de disparates médicos.

Hace como unos 15-20 años, como consecuencia de un accidente de circulación, Suso sufrió una fractura de los huesos de una pierna y acudió al hospital. Todo transcurre normalmente hasta el momento en que se le ocurre decir que es vih+, momento en que se produce un auténtico caos, al punto de que donde había un problema que desde el punto de vista médico no ofrecía mayores dificultades, ni en su diagnóstico, (pues se trataba de una simple fractura de los huesos de una pierna, puesta en evidencia por el correspondiente examen radiográfico), ni en cuanto a la forma médica de proceder (se trataba simplemente de actuar como se actúa ante cualquier fractura, reducir la fractura, es decir, alinear los huesos, cosa que se lleva a cabo generalmente bajo anestesia, y proceder a la correspondiente inmovilización del miembro, una actuación que debe ser hecha sin mayor demora)...el resultado resultó inimaginable.

¿Qué sucedió? Pues que, con la excusa de que no se disponía de unos “guantes especiales”, que había que solicitar a Madrid, nadie osó tocarle, algo que resulta bastante surrealista, si bien nadie debería extrañarse de nada pues, si existe un campo donde se alcanzan las más altas cotas de surrealismo puro y duro, ese campo es el del VIH-SIDA.  

Pasan los días... pasa una semana...pasan varias semanas y Suso esperando en vano a ser intervenido y que le reduzcan la fractura, intervención que no debe ser demorada demasiado tiempo por el peligro de que, al ponerse en marcha el proceso de regeneración ósea, el hueso acabe soldando en una posición torcida, como al final sucedió.

A un nivel administrativo o legal la cuestión no fue menos esperpéntica. Suso, visto el panorama, pidió el alta médica con el correspondiente informe médico, sin que ningún facultativo quisiera firmársela, es muy posible que por temor a hacerse de alguna forma responsable de todo aquel desaguisado médico.

¿Cómo fue al final la salida de Suso del hospital? Pues pasado un tiempo de espera en esa especie de limbo jurídico-sanitario, no recuerdo ahora exactamente si fue un mes o dos, Suso, cansado  y asqueado del menú de comidas hospitalario, adoptó la costumbre de irse a comer a uno de los numerosos restaurantes que había al lado del hospital, algo que al parecer suponía una gravísima violación de las sagradas reglas del hospital y por lo cuál Suso fue expulsado del hospital.

En resumen: Suso entra en un hospital con una fractura y sale al cabo de un mes o dos con los huesos de la pierna que habían soldado en ángulo, mediante el veloz y expeditivo procedimiento, que contrasta con toda la inacción y pasividad médica habida hasta ese momento, de expulsión por "incumplimiento de normas hospitalarias. El hecho de salir sin informes médicos le supuso a Suso, además, perder la indemnización del seguro de accidentes, pues ya sabéis cómo son los seguros cuando tienen que indemnizar, que se agarran con uñas y dientes a la excusa más nimia para evitar tener que pagar.

Entra también dentro de lo que hay que ver para creer el doloroso método al que tuvo que recurrir Suso un tiempo después para “arreglar el entuerto”, nunca mejor dicho lo de entuerto. Pasado un tiempo, un buen día y forma previamente planificada, tras ingerir su buena dosis de alcohol, se sentó cómodamente en una silla, estirando el muslo y pierna rectos y apoyando el pie en otra silla; luego le dijo a un amigo, a quien había explicaco previamente el asunto, que se sentara de golpe encima de la pierna, a la altura de la rodilla...Todo fue después acudir de nuevo a un hospital, distinto del anterior, con su fractura de huesos de la pierna “bien fresquita”... el resto sucedió todo de modo favorable pues, al omitir mencionar nada sobre su etiqueta de vih+, le atendieron como a cualquier persona (cualquiera que no esté etiquetada como vih+, se entiende), es decir, bien, con arreglo a los principios médicos más elementales.

Aunque casos como el de Suso no son en absoluto la regla, sí que son relativamente frecuentes, según  los testimonios que las personas narran, las lesiones o secuelas debidos al nerviosismo de los médicos en distintos tipos de intervenciones, lesiones irreversibles como ceguera provocadas por rayo laser, o hemorragias que obligan a extirpación de parte de la matriz en joven tras intervención motivada por un sangrado de lo más insignificante, daños y sufrimientos innecesarios en intervenciones odontológicas, daños y complicaciones en cirugías rectales como abcesos y fistulas que acaban en problemas cronificados...daños causados por excesivas radioterapias en personas etiquetadas...medicaciones excesivas o injustificadas, o no debidamente controladas...

Lo que sí da para pensar es que si en una situación, como una simple fractura, se produce tal despropósito en la actuacion médica, imaginemos lo que puede pasar en situaciones que por su naturaleza entrañan más dificultades, por pequeñas que sean, bien en su diagnóstico, o bien en su tratamiento...

Y luego, como suele suceder, habrá personas que todavía se pregunten por qué mueren, o de qué mueren las personas etiquetadas vih+, sean disidentes o no disidentes, ¿De verdad no se imaginan por dónde van los tiros?

El surrealismo existe y está aquí, se llama VIH-SIDA.

 

 

 

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Respuestas

  • De parada cardiorrespiratoria.

    agua de mar dijo:

    ¿y de qué murió Suso?

  • ¿y de qué murió Suso?

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