Fuente: http://www.omsj.org/get-involved/take-action
En Junio de 1981 el Congreso de los Estados Unidos se disponía a destinar fondos para los corruptos e incompetentes investigadores del cáncer, (corrupt and incompetent cancer researchers).
Al mismo tiempo una minoría de hombres gay empezaron a enfermar (began to get sick) debido a las letales consecuencias de la promiscuidad y abuso de drogas.
Cuando los portavoces conservadores culparon al modo de vida Gay de la enfermedad, (the gay lifestyle), el Presidente Reagan presionó para que se encontrara una cura para la que rápidamente se convertiría en una enfermedad política.
Frente a un recorte de fondos y a un potencial desempleo científicos como Roberto Gallo y Anthony Fauci (Anthony Fauc) lo agradecieron.
Saliéndose olímpicamente de lo que es el protocolo científico establecido, la revista Science publicó cuatro artículos de Gallo, sin que ninguno de ellos hubiera demostrado de modo concluyente (1, 2, 3, 4) la causalidad del VIH y sin que otros científicos hubiesen tenido tiempo de evaluar críticamente la evidencia presentada. A pesar de que Gallo y la secretaria del INH, (Ministerio de Salud y Asuntos Sociales), Margaret Heckler, (told the press), lo dijeron a la prensa en 1984, nadie ha demostrado que el vih ataque a ninguna célula o cause SIDA. Algunos científicos, incluidos El Perth Group, buscan todavía pruebas de que el VIH exista.
Debido a la dudosa reputación como científico de Roberto Gallo, al abandono de la estricta disciplina científica y a los letales e irracionales efectos de la política VIH en los estados Unidos, OMSJ apoya la petición a los editores de Science para que eliminen de su publicación el informe de Gallo o que expliquen por qué los mantienen depublish Gallo’s reports.
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En aquellos cuatro artículos Gallo anunció en 1984 el descubrimiento del VIH. Son uno de los mayores fraudes científicos de la era moderna, hasta el punto de que el gobierno de Estados Unidos tuvo que crear en 1992 un departamento especial, la Oficina de Integridad de la Investigación para investigar este y otros fraudes parecidos en la investigación.
Aquellos artículos de Gallo no sólo fueron investigados por la Oficina contra el fraude científico sino que, además, fueron minuciosamente analizados por otros tres departamentos oficiales más, entre ellos el servicio secreto. Las conclusiones no dejan lugar a dudas: Gallo es un impostor.
No obstante, del fraude sólo se tuvo en cuenta una parte del mismo, provocado por el pleito entre Francia y Estados Unidos por los derechos económicos sobre los tests que diagnostican el SIDA. Lo que hay que contar es la sustancia misma de la falsedad científica de Gallo: el descubrimiento del VIH, al que él llamó entonces HTLV-III.
La investigación que dio lugar a los artículos de Gallo sobre el VIH fue realizada por su jefe de laboratorio, Mikulas Popovic, mientras Gallo impartía conferencias por Europa. Sobre la base de sus investigaciones, Popovic redactó un artículo, cuya remisión a "Science" quedó pendiente del retorno de Gallo. Cuando éste volvió y leyó el artículo que Popvic había preparado, emitió el siguiente juicio: “Este resumen es demasiado trivial para un posible artículo innovador en 'Science'”. Los resultados de la investigación no respondían a las expectativas que Gallo había depositado. Había que adaptar la realidad a sus deseos, manipulando el artículo de Popovic, modificando el título, tachando lo que no concordaba con sus previsiones y añadiendo varias páginas de su invención.
El borrador de Popovic no mencionaba que sus investigaciones hubieran tenido por objeto “aislar un nuevo virus”. El artículo manipulado por Gallo y finalmente publicado en "Science" tampoco aborda el aislamiento de un nuevo virus, aunque lo proclama en el título. No pudieron encontrar ningún virus simplemente porque no lo estaban buscando. El problema es que muchos científicos, como muchas personas, sólo leen los titulares de los artículos de las revistas. La letra pequeña es sólo para los que realmente estudian e investigan.
Gallo no sólo no encontró ningún retrovirus sino que borró una mención bien clara de Popovic en sentido contrario: “A pesar de los esfuerzos intensivos de investigación, aún no se ha identificado el agente que causa el SIDA”. La conclusión final de Popovic era que el cultivo que él produjo “abre la posibilidad” para nuevos estudios detallados, una frase que Gallo sustituyó por la de “Nuestros hallazgos sugieren que un retrovirus de la familia HTLV puede ser el agente etiológico del SIDA”, y luego, para seguir defendiendo su tesis, mencionaba “nueve hallazgos”, con sus respectivas referencias, que nada tenían que ver con los experimentos que había hecho Popovic.
Cuando vio la catarata de manipulaciones de Gallo, Popovic lo tuvo claro. Si la falsificación trascendía, un personaje como Gallo con muchos padrinos en las altas esferas, le responsabilizaría a él de aquello. Entonces decidió protegerse enviando una copia del expediente a su hermana, que vivía en Austria. Gracias a su previsión, que se demostró acertada, hoy conocemos los pormenores del engaño y a su único responsable: el laureado doctor Gallo, que no pudo descargar sobre nadie su propia responsabilidad, aunque lo intentó.
Como en las películas de gangters, un engaño conduce a otro; algunas falsedades se perpetran para tapar a las anteriores y Gallo envió al Laboratorio de Microscopía Electrónica muestras de sus cultivos celulares que supuestamente contenían el nuevo virus para que se obtuviesen las correspondientes imágenes a fin de ilustrar el engaño en la revista. Si alguien inserta una foto de un virus, ¿cómo dudar de que existe? Trataba de rematar el engaño.
A la petición de Gallo, el director del laboratorio de microscopía, Matthew A. Gonda, respondió con una carta en la que decía: “El Dr. Gallo deseaba estos micrógrafos para publicar porque contenían partículas HTLV [...] Y me gustaría puntualizar que las ‘partículas’ [...] son desechos de una célula degenerada. No se han observado en parte alguna del precipitado partículas libres entre las células ni ‘partículas semejantes-a-virus’ extracelulares. Las pequeñas vesículas extracelulares [...] son por lo menos un 50% más pequeñas que las partículas maduras de HTLV vistas de tipo I, II o III. Insisto: estas vesículas pueden ser encontradas en cualquier precipitado celular”.
Para alejar cualquier duda, el microscopista concluía agregando de forma clara: “No creo que ninguna de las partículas fotografiadas sea de HTLV I, II o III”. A pesar de la rotunda expresión de Gonda, "Science" publicó el 4 de mayo de 1984 el fraude de Gallo con micrografías atribuídas a Gonda y descritas, inequívocamente, como el nuevo virus HTLV-III.
Cuando se conoció el engaño, Gallo tuvo que abandonar su cargo en los Institutos Nacionales de Salud, donde había trabajado durante 30 años, pero pudo fundar el Instituto de Virología Humana con 7.000 millones de pesetas proporcionados por el Estado de Maryland y el Ayuntamiento de Baltimore.
La ciencia es la única actividad humana en la que el fraude se recompensa: en 2000 a Gallo le concedieron el Premio Príncipe de Asturias de Investigación; en 2007 percibió más de 220 millones de euros de Bill Gates en concepto de subvenciones para el desarrollo de nuevos fármacos contra el HIV. El VIH es un negocio redondo.