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El enigma de los virus lentos (Manuel Garrido Sotelo)

El auge que tuvo dentro de la medicina la teoría de los virus lentos se puede calificar como de auténtica moda, inseparable de la búsqueda de la vacuna contra el cáncer puesta en marcha en los años 70 en los EE UU, inseparable también del Instituto Nacional del Cáncer y de los virólogos que habían quedado vacantes desde la polio, (que fue la última plaga infecciosa sufrida en el mundo occidental), que fueron quienes acapararon esa investigacón.

La gran influencia que esta teoría de los virus lentos llegó a alcanzar en su día queda de manifiesto cuando tomamos cualquier libro de medicina de los años setenta y vamos a ver la causa de una serie de enfermedades como la esclerosis múltiple, el Alzheimer, o el mismo cáncer, siendo muy raro que no se mencione a los virus lentos como una de sus posibles causas.

 

¿Qué son los virus lentos y cuál es el origen de esta teoría?

 

Los virus lentos son virus supuestamente indetectables, que resisten (supuestamente) a todo y que (supuestamente) pueden estar un montón de años desde que infectan a una persona hasta que producen enfermedad. ¿No os suena de algo?

El origen de esta visión hay que situarlo en los trabajos de Gajdusek a finales de los años 50 sobre la enfermedad del Kuru.

El Kuru era una enfermedad crónica del sistema nervioso central, ahora extinta, que se daba en individuos de la tribu fore de Papúa-Nueva Guinea y les causaba la muerte. Los trabajos de Gajdusek pretendían demostrar que se trataba de una enfermedad provocada por un virus lento que se transmitía a través de prácticas rituales caníbales, durante las cuales los cerebros de los muertos, en forma de sopa grisácea, eran comidos por sus familiares (como podéis ver a los virus lentos les encanta el morbo en toda forma posible). Los síntomas del Kuru se manifestaban con extraña tardanza un año o año y medio después, como pudo estudiarse en casos de chimpancés en cautiverio. Duesberg se encargaría años más tarde de tirar por tierra estos supuestos.

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Las razones de la rápida aceptación que tuvo esta teoría hay que buscarlas no en la solidez de los trabajos de Gajdusek sobre el Kuru, que como se podrá ver son una chapuza, sino en el hecho de que este pediatra trabajó varios años para el Instituto Nacional del Cáncer, donde su teoría susció gran interés.

La razón de este gran interés hay que buscarla en que esta teoría permitía implicar a los virus, que son patógenos rápidos (los virus tienen, según Duesberg, tiempos de generación de minutos o segundos, es decir, o te enferman en días o semanas, o bien olvídate), en las enfermedades lentas o crónicas tipo cáncer, o esclerosis múltiple, o Alzheimer.

Esta teoría venía muy bien además en un momento en que la investigación del papel de los virus en el cáncer no estaba dando resultado ninguno y los virólogos que la controlaban no tenían de dónde arañar fondos. La teoría de los virus lentos, por la que a Gajdusek se le concedió el Nobel en el 1976, supuso un balón de oxígeno y una fuente de dinero para unos cuantos años.

 

Duesberg echa por tierra la teoría de los virus lentos

 

Corría el año 1987 cuando Duesberg  publicó su famoso artículo en la revista Cancer Research (*) donde cuestionaba el más que dudoso papel de los retrovirus a la hora de producir enfermedades en el hombre, incluyendo el HTLV de Robert Gallo y el llamado virus del SIDA. De paso Duesberg daba un pequeño vapuleo a los dichosos virus lentos y otros virus fantasmas.

Duesberg ataca en su artículo la creencia, arraigada profundamente, de que supuestos virus lentos producen enfermedades neurológicas como el Kuru, la enfermedad de Creutzfeld-Jakob y el Alzheimer, tras períodos de latencia, (entre infección y enfermedad), de 30 años.

El Kuru es una enfermedad del sistema nervioso, ahora extinguida, que se daba en una tribu de Nueva Guinea y que, según se dijo, se transmitía por canibalismo ritual. Se pretendía que supuestos virus lentos, distintos de los virus conocidos, transmitían esta enfermedad, porque 4 de los 7 chimpancés, a los que se les inoculó intracerebralmente preparaciones de cerebro de enfermos de Kuru, desarrollaron problemas neurológicos al cabo de 1 ó 2 anos. Esto presenta varios defectos, según Duesberg:

1) Nunca se han aislado y analizado uno sólo de estos supuestos virus lentos. Las propiedades atribuidas a estos virus (resisten por lo visto a todo) no tienen precedente. Además, estos virus no son antigénicos, (no provocan la formación de anticuerpos), ni visibles al microscopio electrónico, a pesar de que se afirma que alcanzan cifras de 10E7, (10 elevado a la 7, es decir 10.000.000) dosis letales por mililitro.

2) La hipótesis del virus y el Kuru no explica el porqué de ese largo período de latencia entre la supuesta infección y la enfermedad, ni el porqué esa enfermedad se presenta en un grupo de riesgo específico.

3) Un reciente análisis de los datos originales sobre la supuesta transmisión del Kuru, suscita dudas sobre el virus del Kuru porque la evidencia del canibalismo fue preparada.

Afirma también Duesberg en su artículo que, a pesar de que Gajdusek afirma que, “para cualquiera que tuviera la oportunidad de observar el excepcional síndrome del Kuru, la semejanza de su descripción clínica y el curso del síndrome provocado experimentalmente es notablemente clara”… si tenemos en cuenta que, según se afirma, el virus del Kuru se transmite por canibalismo, entonces no tiene ninguna lógica que para demostrar la teoría de la transmisión oral, se elija la inoculación intracerebral.

En realidad -afirma Duesberg- parece más verosímil que la toxicidad y el trauma inherentes a la inoculación intracerebral de suspensiones de cerebro humano de pacientes con Kuru, con lo que implica de traumatismo, puedan causar enfermedades neurológicas sin necesidad de los virus fantasmas que se dice son los agentes etiológicos, (es decir, causales). Cosa, desde luego, más que lógica.

En definitiva, que los problemas nerviosos de estos monos quizás sean más atribuibles al daño provocado por el propio traumatismo de la inoculación en sí de este extraño material en su cerebro que a supuestos virus fantasmas.

No deja de ser sorprendente que por esta peregrina teoría se le concediera todo un Nobel a su artífice, Gajdusek, en el año 1976. Si tenemos en cuenta que el señor Gajdusek trabajó durante muchos años para el influyente Instituto Nacional de Cancer, con su gran poder mediático, se explica todo.

 

El HTLV de Gallo

 

Del ataque de Duesberg no se libró tampoco el famoso Virus de la Leucemia de Células T, (HTLV), un supuesto virus lento, (concepto que pasa a ser sinónimo de retrovirus), que Gallo intentó colar. Gallo no consiguió demostrarlo ente sus colegas, a pesar de lo cual ese supuesto retrovirus aparece en la mayoría de los libros de texto posteriores a los años 1982 como un hecho demostrado, lo que pone de manifiesto de nuevo el poder del influyente Instituto Nacional del Cáncer, donde Gallo ocupó un lugar destacado como jefe del Laboratorio de Biología de Células Tumorales.

Este supuesto retrovirus no sale mejor parado tras el demoledor ataque de Duesberg, el cual esgrime, entre otros, los siguientes argumentos en contra su supuesta implicación en la leucemia o linfoma de células T:

- Según la Cruz Roja .Americana, hasta septiembre de 1989 no se había informado de leucemia de células T asociada a infección de HTLV-l transmitido a través de transfusiones, aunque unos 65.000 norteamericanos estaban infectados de HTLV-l y cada año se administraban unos 12 millones de donaciones de sangre a millones de receptores en los EE UU. Por tanto, el HTLV-l no puede ser suficiente para producir leucemia.

- Como los virus son patógenos rápidos en potencia, y la leucemia aparece por término medio sólo unos 55 años después de la infecci6n, el HTLV-l no puede ser suficiente para producir leucemia.

- La afirmación del Registro Americano de Linfoma/Leucemia de Células T de que aunque la mayoría de los casos de Leucemia de Células T están asociados al HTLV-l muchos no lo están", así como los informes de leucemias sin virus de Japón y otros países indican que el virus HTLV-l ni siquiera es necesario para la enfermedad,

Duesberg añade en su artículo: Como en los EE UU no se ha registrado ni un sólo caso de leucemia transmitida por transfusión, parece sorprendente que se haya hecho obligatorio desde febrero de 1989, para los miembros de la Asociación Americana de Bancos de Sangre, un test sanguíneo que detecta anticuerpos contra el HTLV-l, lo que eleva el coste de cada una de las aproximadamente l2 millones de donaciones de sangre en los EE UU entre 5 y 11 dólares.

Pero no solamente eleva esta medida el coste de las donaciones de sangre, sino que eleva considerablemente las ganancias del Dr. Gallo, ya que si reparamos en las fechas, vemos que Gallo, tras patentar el test del VIH en el 1984, que como sabemos pasaría a ser obligatorio para toda donación, patentó posteriormente el de su anteriormente descubierto HTLV-l. No son estas las únicas manifestaciones de su extraordinaria vista comercial.

 

El virus del  SIDA

 

Finalmente, en cuanto a la teoría del VIH-Sida, el artículo de Duesberg en la revista Cancer Research no deja ya títere con cabeza, no siendo nada extraño que nadie hasta la fecha haya osado responder.

En palabras de Celia Farber, tras documentarse ampliamente sobre el VIH-SIDA, Duesberg pasó nueve meses escribiendo su artículo para Cancer Research, en el que llegó a la conclusión de que el VIH, lejos de ser un virus mortal, es en realidad inofensivo. “No me importaría que se me inyectase ese virus, es inocuo”, manifestó Duesberg.

Según Celia Farber, el artículo sólo suscitó un silencio de vergüenza. Nadie se atrevió a replicar. Robert Gallo, preguntado por los periodistas para que respondiese a Duesberg, contestó evadiéndose que las afirmaciones de Duesberg eran tan absurdas que no merecía la pena perder el tiempo en responderlas. El resto de la comunidad científica siguió el ejemplo de Gallo e ignoró simplemente a Duesberg y a su artículo.

El pretendido virus de SIDA, el inexistente ente que llaman Virus de la Inmunodeficiencia Humana, es el último capítulo de la moda de los virus lentos, esperamos que sea también el último capítulo de toda una serie de prácticas irregulares, por llamarlo de una manera suave, pero en todo caso ilícitas e inmorales, que campan a sus anchas en el terreno de la salud, en virtud de las cuales la medicina convencional se está convirtiendo en una auténtica amenaza para la vida y para la salud de millones de personas.

 

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(*) Retroviruses as Carcinogens and Pathogens: Expectations and Reality By Peter H. Duesberg      Cancer Research, Vol. 47, pp. 1199-1220, (Perspectives in Cancer Research), March 1, 1987 http://www.duesberg.com/papers/ch1.html

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