Inteligencia Emocional e Inmunodeficiencia
La medicina occidental enfoca la vida y la salud como características del cuerpo físico, por lo tanto enfoca su sistema terapéutico fundamentado en ese cuerpo.
Los enfoques alternativos reconocen que la vida en este planeta precisa de la energía eléctrica para evidenciarse y ejecutarse, (no se habla de que sea la esencia de la vida). La célula, elemento fundamental en el funcionamiento vital, mantiene su función por la estabilidad de su potencial eléctrico de membrana, de despolarizarse y repolarizarse.
El funcionamiento del cuerpo físico obedece a la circulación de energía eléctrica que en él se da, certificable por laboratorio con el electrocardiograma, el electro encefalograma, electromiograma y otros.
El descubrimiento del electromagnetismo, fundamento de todo el desarrollo tecnológico actual, en donde hay que reconocer los aportes de Nikola Tesla, nos aproxima a la comprensión de las energías sutiles que se presentan en los cuerpos vivos, permitiendo una mirada más racional de las visiones energéticas alternativas, aceptando el término de “anatomía sutil” y encuadrándolo dentro de la teoría de campos magnéticos, asociados al funcionamiento eléctrico del organismo.
Un término tradicional para denominar estos campos es el de “aura”; algunos hablan de varios niveles, la mayoría asociándolos a las características emocionales actuales y otros a actitudes mentales. En 1939 un electricista ruso, Semyon Davidovich Kirlian, empezó a fotografiar el halo que se formaba entre el cuerpo y un aparato de electroterapia, emanación que presenta una correspondencia con los campos áuricos. Su invento es la llamada fotografía kirlian.
Concomitante con el aura se pueden observar unos centros de energía en la línea media corporal, tradicionalmente denominados “chacras”. Centros energéticos responsables de la conexión de los campos magnéticos o áuricos, con el cuerpo físico y en relación con las glándulas endocrinas. Estos chacras se encargan de transmitir, estímulos de las situaciones emocionales y mentales, a las glándulas.
Las respuestas bioquímicas de las glándulas endocrinas a esos estímulos como el pánico, la ira, la angustia, la depresión, se manifiestan en el cuerpo físico por las reacciones del sistema nervioso autónomo o neurovegetativo. Todas estas reacciones evidencian la conexión entre las glándulas endocrinas y aquellos centros.
En estas reacciones orgánicas se da indudablemente un sentido de inteligencia (de: inter—entre y legere—leer: leer entre, escoger, discernir), que no se debe confundir con el mero entendimiento racional, sino que abarca también el entendimiento intuitivo (leer desde adentro). La fisiología animal muestra una fuerza desde adentro que mantiene su funcionamiento, igualmente una planta evidencia un impulso interno que la lleva a funcionar armónicamente. En las plantas y los animales, como en los humanos se da una fuerza que los induce a moverse, a reaccionar, porque en todos se da emoción que tiene un carácter magnético, en cuanto que atrae o repele (emoción de: ex – afuera y movere - mover: remover, sacar, sacudir). Esa fuerza tiene un sentido coherente en sí misma e independiente del manejo de la razón, a esa coherencia se llamará inteligencia emocional.
Este sentido de inteligencia se puede asociar con el término resonancia, que se ha usado corrientemente en la acústica, para indicar la transmisión de la vibración de un cuerpo a otro, sin que medie un contacto aparente; se aplica en aparatos musicales para comprobar su afinación, vibración que se transmite no solo a la misma nota sino a sus octavas[1]. Se puede entender la resonancia también como el entendimiento entre dos o más sujetos-objetos (seres), que transmiten y comparten sus vibraciones. Esa comunicación con el entorno la realiza el humano por medio de los sentidos y estos son, simplemente, sensores de frecuencias, solo que cada sentido cambia de frecuencia desde las más lentas (el tacto) hasta las más elevadas (la visión). Es reconocido que el universo es vibratorio, ya no es concebido más como una máquina predecible y de compartimentos fragmentados, sino como un tejido dinámico de acontecimientos interrelacionados, interdependientes de nexos y pautas, de complejidades crecientes; esa resonancia se da desde las partículas subatómicas hasta las grandes galaxias, se llega a hablar de la consciencia del átomo y la microzima[2], como se habla también de la inteligencia galáctica.
En ese universo se da una interconectividad, a pesar de la distancia, que hace que todos los miembros de un grupo aporten a la memoria colectiva, que se transforma y traspasa a través de la denominada resonancia mórfica. Esto hace que cualquier individuo del grupo, se encuentre influenciado e influenciando esa memoria. Esto significa que lo que se imagina, dice o realiza, como individuo o como grupo, puede ejercer influencia sobre otros, aún cuando no tomen conciencia de eso.
Los términos mente o inteligencia mineral, vegetal, reptílica son aceptados en algunos medios y son manifestaciones de resonancia. Se evidencian en las experiencias de Masaru Emoto[3] y en el efecto Backster[4]. Se las llama mente porque son procesadoras de un tipo de información muy específica para cada una de ellas, lo que supone una acción inteligente. También pueden entenderlas como etapas de un proceso evolutivo. Estas inteligencias circunscritas se toman como una proyección de esa inteligencia mayor, que ordena todo este cosmos.
El desarrollo del universo no se abstrae de una directriz inteligente, ya lo expresaba Albert Ainstein «Lo más incomprensible del mundo es que sea comprensible». Es decir, que si la inteligencia humana va comprendiendo los fenómenos cósmicos y descifrando sus códigos en formulaciones matemáticas es porque en las leyes del universo no caben ni el azar ni la casualidad.
Esa inteligencia mayor, que tiene un papel integrador, abarca desde el macrocosmos hasta el microcosmos, donde queda integrado el ser humano. De estas situaciones se entiende la aparición de muchas cosmogonías tratando de dar explicación a lo observado y a lo que no se puede observar. Se pueden clasificar en tres las principales tendencias: el materialismo, el espiritualismo y el idealismo, que enmarcan las ciencias, las religiones y las filosofías. Cada una es una visión desde un punto de vista y si se aferra a uno solo, se priva de observar las visiones que se logran desde los otros. Que se da un proceso de desarrollo es innegable y que esa inteligencia directriz del proceso, no es algo que derrama su energía y sabiduría sobre un mundo expectante, sino que es algo latente que se da en el interior del mundo mismo y del ser humano, es evidente.
Hablar de inteligencia emocional referida a la vida humana y de su aspecto resonante, compromete a hablar del aspecto psíquico, que alude a unas funciones no reducibles al mero funcionamiento orgánico. En este psiquismo se debe admitir al menos dos actividades evidentes no cuantificables, que son la fuerza de las emociones y la acción del pensamiento, a las que se les reconoce un papel inteligente. A la función racional siempre se le ha reconocido un papel de inteligencia, para algunos el máximo.
Platón hace una analogía del cuerpo físico, del aspecto emocional y del aspecto mental con un coche, el caballo que lo tira y el cochero que lo guía. La emoción es la fuerza que induce al movimiento en el cuerpo físico y en la mente está el poder del discernimiento para conducir esas emociones armónicamente y así evitar alteraciones orgánicas.
El humano por su estado evolutivo se escapa en mucha parte de la programación instintiva que se da en el reino animal, para que ejercite el discernimiento de su inteligencia mental, que debe fijar los parámetros del accionar emocional; esta acción se debe inducir por la educación, promoviendo habilidades como la autorregulación, la persistencia y la capacidad de automotivarse.
Para Goleman las emociones son impulsos que llevan a la acción y a planes instantáneos para enfrentarnos a la vida. Así estudia la manera como cada emoción prepara al organismo para una respuesta distinta. Sin embargo, las tendencias biológicas a actuar están moldeadas por la experiencia de la vida y de la cultura. En nuestras decisiones y acciones los sentimientos cuentan tanto, o más, como el pensamiento. La emoción es un fenómeno resonante que se transmite a otras personas y a grupos y se ve en el efecto de masas, lo que evidencia un carácter magnético de la emoción. Si los individuos de una sociedad enferman, esa sociedad está enferma. Esto confirma, no solo el carácter magnético y de resonancia, sino la teoría del holograma, la representación del todo en las partes. Un ejemplo de ello, es el organismo humano que en su totalidad es un holograma; actúa como un macrosistema en relación con otras representaciones en miniatura, como la cavidad oral, la cara, el cráneo, las manos, los pies, el abdomen, el pulso radial, la oreja, la nariz entre otras.
El sentido holográfico es reconocido en casi todas las culturas tradicionales, todos resonamos con todo. La Medicina Tradicional China fundamenta desde la cosmogonía hasta la fisiología, su enfoque holístico y holográfico, en cinco movimientos o elementos, cuya esencia está presente en cada partícula del universo y en cada persona. Las propiedades de estos elementos tienen correspondencia con los órganos y entrañas, con los sabores, colores, sentidos, planetas, estaciones, y con las manifestaciones psíquicas; es un fenómeno de resonancia, de lectura en el interior: inteligencia.
Los campos áuricos mantienen ese sentido de interconectividad, manifestación de inteligencia. El más cercano al cuerpo físico es reconocido como cuerpo astral, donde se identifican las emociones y se observan los chacras como proyecciones en la ubicación de las glándulas endocrinas.
El primer Chacra es reconocido como el asiento de la Energía Fundamental, Kundalini o Energía Espiritual Sensible y se asocia con las gónadas, glándulas endocrinas responsables de la procreación, acción que nos ubica en este planeta. Reconocido también como chacra raíz. Esta función se presenta como un impulso instintivo en la condición animal, para mantener las especies, en la gran mayoría su programación es involuntaria, inclusive para buscar la pareja. En los humanos es un impulso que empieza a permitir la intervención del pensamiento racional, intervención que no está siendo beneficiosa para la mayoría, pues en lugar de ser fuente de armonía y potenciación de otros aspectos del ser, lleva a desajustes personales y sociales que desestructuran la convivencia armónica, por la promoción egoísta del placer, que induce a la violencia.
Luego de ser procreado, ese ser precisa ser protegido, por las condiciones de indefensión en que se nace. Esa función de protección permanece durante toda la vida y le corresponde al segundo chacra, el cual se ubica al mismo nivel de las glándulas suprarrenales, de ahí la asociación con los miedos, que generalmente se perciben en la zona del chacra y desencadenan la actividad de estas glándulas.
Una vez protegido el ser que nace, viene la función de fortalecer su organismo, que se realiza con la alimentación. Este tercer chacra se reconoce como el “plexo solar”, toda la alimentación del humano está condicionada por el sol. Está ubicado en la zona de las principales glándulas digestivas. Las emociones que se asocian, tienen que ver con las decisiones, las que a veces se manifiestan como ira o su opuesto la abulia, pero también son la base de la socialización como impulso primario, el agrupamiento instintivo donde se comparte el alimento. El estímulo excesivo de este centro, induce al fortalecimiento para imponerse sobre los otros, decisiones extremas que provocan la violencia. Aparece la imagen de poder, no como servicio, sino como dominación.
Estos tres primero centros se asocian a las necesidades primarias de supervivencia, manejadas por el cerebro reptílico.
El cuarto chacra está asociado al timo, que es donde se producen las primeras células que identifican el organismo, los linfocitos T, que se ordenan con una función inmunológica. Este centro energético es reconocido como el asiento del yo, donde radica la identidad de la persona, semejante y en condiciones iguales a las personas que lo rodean, a otros yo. Debe trasmutar la tendencia egoísta que promueven los centros anteriores para la supervivencia de la especie, inducida por el condicionamiento reptílico.
En este cuarto centro está la base de la solidaridad, que arranca de la consciencia de ser un sujeto que está avanzando; para esto es preciso que afirme su identidad, lo cual solo se logra con una sólida interioridad. Por esto mismo se reconoce como el centro del amor, de la armonía; función que se refuerza por su papel resonante, al ser el chacra alrededor del cual giran todos los demás. Función que algunas culturas han canalizado para inducir la culpabilidad, situación que ha deteriorado el sentimiento de autoestima, factor primordial desencadenante de inmunodeficiencia.
La inmunidad no solo radica en la protección de los agentes agresores externos, es más el mantener el equilibrio de su fisiología, la homeostasis del organismo. Y esto no se logra con acciones externas, es más el producto de una adecuada valoración de la identidad solidaria, de un verdadero sentimiento de autoestima y de estima hacia el otro yo.
La inmunodeficiencia es el resultado de no asumir la propia identidad, donde indudablemente tiene un papel importantísimo la educación, que no son los principios explícitos que se inculcaron, sino el estilo de vida que se llevaba al concebir y al acompañar a ese ser los primeros años de la vida. En el adulto recuperar la inmunidad no está en lamentar y reclamar a sus ancestros, está en reconocer su papel cocreador, reconociendo su identidad, que más que algo limitado por el espacio y el tiempo, es un código de vibración que alcanza hasta las frecuencias máximas de la luz.
En los cuatro centros superiores está el papel principal de la curación, asumir la identidad, expresarla, conducirla y mantener la conexión de su identidad con una causa suprema, reconociendo que hay identidades semejantes.
El hombre enferma entonces porque olvidó vivir esta vida y disfrutarla, porque ha perdido esa interrelación armoniosa consigo mismo, con los otros, con su entorno, con su universo; consecuencia de vivir desde el tener y no desde el ser y de asumir un estilo de vida en el que la pérdida de identidad se hace evidente; de ahí las manifestaciones patológicas que se le presentan en lo psíquico y en consecuencia en su cuerpo físico.
La Antigua Tradición Oriental señala que energéticamente el psiquismo viaja por los mismos canales de la energía defensiva.
La energía defensiva es la “que permite tener una relación con el exterior…su función básica es definir la identidad del sujeto…tiene el papel, también, de dinamizar los sistemas defensivos que se conocen en occidente como el sistema leucocitario”[5]
Si el psiquismo se altera, la energía defensiva también lo hace. Cuando un ser está en dificultad de relación con su entorno y no asimila lo que está ocurriendo (psiquismo alterado), la energía defensiva se pone en alerta, para fortalecer esa identidad y delimitar el espacio, buscando que el sujeto en su proceso homeostático, mantenga su posición y con ello, las condiciones internas constantes y necesarias para la vida y continúe cumpliendo en armonía con su misión.
El asiento de la identidad y el soporte de los sentimientos que confluyen en el llamado centro de la sinceridad, son características de este cuarto chacra. Esos sentimientos deben llegar a ser expresados para lograr un verdadero compartir que genere armonía. La zona de la expresión donde se centra la emisión de la palabra y también de los gestos y ademanes, con los que expresamos cosas que verbalmente no logramos, se encuentra en el quinto chacra, que está ubicado en relación a la glándula tiroides, la cual manifiesta el estado del metabolismo energético del organismo.
De la adecuada expresión resulta el arte, sea sonoro o visual. Cuando no se llega a la expresión armónica es frecuente que se desencadenen patologías de la tiroides. Este centro tiene un papel muy importante en la acción terapéutica, la cual indiscutiblemente es un arte, a la que se pueden integrar todas las demás artes.
La solución armónica de la situación de la enfermedad individual y social que se vive actualmente, no se alcanza con la acción belicosa de los medicamentos ni con el accionar militar de los estados. Es la expresión del arte que lleva a sanarte. Arte es la expresión armónica de las vibraciones, sanación sería la armonización de las vibraciones de la persona, desde las sutiles hasta las densas.
La hipófisis coordina la función de las otras glándulas, se conecta con el sexto chacra, el asiento de lo mental, se le atribuye la función de la razón pero también radica allí la intuición. Algunos lo reconocen como el tercer ojo y le atribuyen la percepción de lo extrasensorial; debería estar conectado con el cuarto chacra para lograr el funcionamiento armónico del ser, en tanto vincula el amor a su disfrute mental, al humor, aportando al desarrollo de la autonomía.
El séptimo chacra se asienta en correspondencia con la glándula pineal, también es relacionado con el tercer ojo. La realización de la función de este último chacra se logra cuando se han desarrollado armónicamente las funciones de los demás chacras. Si se activa sin que se hayan activado los anteriores, se le atribuye la causa de los desequilibrios mentales. Es el responsable de la conexión con otras dimensiones; la salida mental astral se realiza por ese centro y es muy importante en la función sanadora en asocio con el sexto. Es la conexión con la chispa vitalizadora que se asienta en el primer chacra (kundalini); su ascenso armónico es la función trascendente de esta vida, es el contacto con la Inteligencia mayor.
Ese ascender para contactar las frecuencias más elevadas, la Luz, implica una acción personal, autónoma, individual con sentido solidario, que se traduzca en una acción regeneradora y por lo tanto, inmunoestimulante.
Esa acción individual debe conducir a la recuperación de la identidad, mediante un proceso de introspección para reafirmar la autoestima, que lo lleve a reconocer desde el interior, su papel activo - integrador en el holograma; cumpliendo así una función armonizadora. En ese reconocimiento el ser siente que es un reflejo de la esencia máxima que le da sentido a todas las esencias.
Todo es fluir. No reconocer ese fluir lleva al estancamiento, a la enfermedad. La Emoción permite la expansión de ese movimiento interno, tanto de armonía o de desequilibrio. Todo movimiento lleva a cambios y está en sus manos direccionarlos. No hay enfermedades, hay enfermos y la acción terapéutica debe surgir de cada ser.
Siguiendo el sentido holográfico, si el individuo enferma la sociedad enferma; es una situación cíclica. Salir de ese círculo requiere, en las primeras etapas de la vida y en los procesos de enfermedad en general, de una acción educativa integradora, desde todos los planos que promuevan la responsabilidad del individuo por su destino; educación creativa que facilite la canalización de las fuerzas emocionales con un sentido armonizador. Aunado a esa acción educativa, se necesita la disposición, la conciencia y la aspiración personal por vivir en el gozo y, como consecuencia lógica, en salud, de acuerdo con el diseño Creador.
¡Gracias!
Bibliografía
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- BERGSON, Henri. La evolución creadora. Madrid: Espasa Calpe S.A. 1973.
[1] Las notas del mismo nombre, pero con una frecuencia mayor o menor.
[2] Partículas microscópicas, luminosas al microscopio de campo oscuro, elemento fundamental en la generación y mantenimiento de la vida.
[3] Japonés reconocido por las fotografías de cristales de agua, después de ser sometidos estímulos en su ambiente.
[4] Cleve Backster, poligrafista norteamericano, quien usó el polígrafo para evidenciar las respuestas de las plantas a estímulos mentales humanos.
[5] PADILLA CORRAL, JOSÉ LUIS. El Arte del Soplo. Escuela Neijing.
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