INMUNODEFICIENCIA ADQUIRIDA Y SIDA
- Sida, inmunodeficiencia adquirida, ¿Algo nuevo?
- ¿En qué consiste la inmunodeficiencia adquirida y qué causas la provocan?
- ¿Es lo mismo inmunodeficiencia adquirida que Sida?
- ¿Qué tiene la enfermedad del Sida de inmunodeficiencia adquirida?
- ¿Dónde y en qué circunstancias surgió la idea del virus del Sida?
- ¿Qué condiciones debe reunir un problema para poder ser considerado infeccioso?
- ¿Cómo se fue fabricando la idea del Sida infeccioso?
---------------------------------------------
Sida, inmunodeficiencia adquirida, ¿Algo nuevo?
La palabra Sida, iniciales de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, se crea en 1982 en los EE UU a raíz de la aparición, sobre todo en jóvenes homosexuales, de ciertos problemas de salud poco frecuentes que denotaban grave inmunodeficiencia. Sida hace referencia pues a inmunodeficiencia adquirida, que es el debilitamiento o fracaso del sistema inmune frente a las infecciones, por causas que influyen en nosotros después del nacimiento, caso de ser por causas anteriores al nacimiento hablaríamos de inmunodeficiencia congénita.
La idea clave aquí es la inmunodeficiencia adquirida, ahora bien, existen dos formas de ver la inmunodeficiencia adquirida:
- Una, como consecuencia de la acción de un virus mutante que destruye lentamente las células del sistema inmune. Este es el Sida que todo el mundo conoce. Este punto de vista, que a medida que te informes irás comprobando que se basa más en creencias y prejuicios que en pruebas científicas, es el resultado de unas circunstancias muy especiales que analizaremos, dónde y en qué momento surge, qué estaba pasando en ese momento en los EE UU, quiénes fueron los artífices de esa idea, en qué “pruebas” se basaron para afirmarlo, etc.
- Pero hay otra forma de ver la inmunodeficiencia adquirida de la que es posible que apenas hayas oído hablar, aunque es la más sencilla y lógica, correspondiéndose además con lo que la medicina ya sabía desde antiguo, añadido a lo que ahora se sabe. La inmunodeficiencia adquirida, al igual que la inmunodeficiencia congénita, figura desde hace muchos años, al igual que sus causas, en libros de medicina, como mínimo desde décadas antes de surgir la idea del Sida infeccioso. Por lo tanto podemos decir que el sida, entendido como su propio nombre indica, no es nada nuevo y las causas que se conoce desde antiguo que pueden provocar inmunodeficiencia adquirida son muchas, no siendo necesario ningún virus prodigioso para que se produzca, para comprobarlo basta con ojear cualquier tratado de Patología o de Medicina Interna anterior a 1984. Algunas de estas causas conocidas que provocan inmunodeficiencia, en especial ciertas drogas y fármacos, las volveremos a encontrar, ¡Y de qué forma! en el momento del nacimiento del Sida.
La inmunodeficiencia adquirida es en sí un síndrome. La palabra síndrome en medicina hace referencia a una alteración funcional provocada por varias causas, (síndrome = varias causas), mientras que lo que se llama Sida, a pesar de que incluye en su definición la palabra síndrome y en tanto se considera un problema producido por una única causa, el virus VIH, nunca puede ser considerado un síndrome y habría que llamarlo propiamente enfermedad del Sida.
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida propiamente dicho es un concepto mucho más amplio que lo que se llama SIDA y no es ningún fenómeno nuevo, de hecho, si tenemos en cuenta que su principal causa es la desnutrición, el hambre, casi puede decirse que es tan antiguo como el hombre, en cambio lo que se conoce como SIDA, es algo realmente novedoso y no es ningún síndrome en realidad, como ya dijimos, de ahí que en adelante usaremos la expresión inmunodeficiencia adquirida, a secas, para referirnos al síndrome, conocido desde antiguo, de inmunodeficiencia adquirida y emplearemos la expresión SIDA o más propiamente enfermedad del SIDA para referirnos a la supuesta inmunodeficiencia causada por el supuesto virus VIH.
¿En qué consiste la inmunodeficiencia adquirida y qué causas la provocan?
La inmunodeficiencia adquirida se puede definir, como ya dijimos, como el debilitamiento de la capacidad de nuestro organismo para hacer frente a las infecciones, todo ello debido a una serie de causas que van a actuar tras el nacimiento.
El modo como se pone de manifiesto que una persona tiene inmunodeficiencia, sea del tipo que sea, es la presencia de infecciones, frecuentes o graves, según el grado de inmunodeficiencia. Ahora bien, es preciso aclarar que aunque la inmunodeficiencia se manifiesta por la presencia de infecciones, en la mayoría de las ocasiones la presencia de una infección no tiene porqué indicar que se tenga inmunodeficiencia, para que se dé una inmunodeficiencia clara son necesarias una o varias causas actuando durante mucho tiempo, hasta que se llega al colapso del sistema inmune.
Otra forma usual de conocer la presencia de inmunodeficiencia es la disminución de cierto tipo de células inmunológicas o glóbulos blancos, los linfocitos T4 ó CD4. Esta forma de determinar el estado inmunológico se ha revelado cada vez más discutida a medida que se ha ido observando que su disminución por debajo de determinado nivel es mucho más frecuente en la población general que no es seropositiva de lo que en un principio se pensaba.
Las causas que pueden provocar inmunodeficiencia adquirida son múltiples y variadas, desde el mero agotamiento físico hasta las radiaciones, de hecho, los médicos han visto que la presencia de infecciones, que es el modo de manifestarse la inmunodeficiencia, es algo frecuente en una gran variedad de enfermedades y situaciones, por ejemplo, en personas con diabetes, con anemia grave, con problemas de tiroides, de hígado, de riñón, etc., al punto de que se puede afirmar en líneas generales que todo aquello que debilite de modo importante nuestro organismo en general o cualquier órgano vital en particular, va a dar como resultado una disminución de nuestra capacidad para combatir las infecciones.
De entre las numerosas causas de inmunodeficiencia destacan la desnutrición, (el hambre) y las causas tóxicas, (ciertas drogas y medicamentos).
Se expone a continuación una relación de las causas más conocidas desde antiguo que provocan el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, empezando lógicamente por esas que hemos mencionado.
La desnutrición.
La desnutrición, el hambre, es con mucho la principal causa de inmunodeficiencia adquirida actualmente en el mundo, la que más muertes provoca por inmunodeficiencia en individuos de todas las edades, siendo la primera causa mundial de muertes en niños y bebés. Si nos paramos un poco a pensar en qué zonas o áreas geográficas del mundo se da la mayor cantidad y variedad de enfermedades infecciosas nos vienen rápidamente a la mente esos lugares donde el hambre, la pobreza y las guerras son moneda corriente. Se puede decir por tanto, hablando desde un punto de vista médico estricto, que la principal causa de Sida, (entendiendo estas siglas por lo que realmente significan y no por el significado que se le atribuye habitualmente), actualmente en el mundo es el hambre,.
La infección y la desnutrición, según la literatura médica, van siempre juntas y cada una agrava a la otra.
Enfermedades comunes como el sarampión o la tuberculosis, o problemas como una simple diarrea, que prácticamente ya no constituyen ninguna amenaza para nosotros, causan una gran mortalidad en zonas de hambre endémica.
Hay un tipo de enfermedad que todo el mundo relaciona con el Sida-VIH, que se conoce con el nombre de neumonía por neumocistis carini, esta neumonía ya era conocida desde antiguo, los médicos la habían visto, entre otras situaciones, en personas muy desnutridas, (la padecieron por ejemplo los niños judíos del “guetto” de Varsovia en la Segunda Guerra Mundial).
Las personas que consumen habitualmente drogas como heroína, cocaína, crack, anfetaminas y por supuesto los alcohólicos, a menudo sufren importante desnutrición y por tanto inmunodeficiencia.
Drogas
Se conoce desde antiguo el papel debilitante de la inmunidad de numerosas drogas, habiéndose visto una mayor frecuencia de infecciones, prácticamente de todo tipo, en personas con dependencia a heroína, cocaína, crack, anfetaminas y alcohol. Otra droga, de uso más reciente y que merece una consideración especial por sus devastadores efectos sobre el sistema inmunitario, son los nitritos inhalables, “poppers”, de uso prácticamente exclusivo en ambientes “gays”.
Heroína.- Publicaciones médicas que datan ya de 1909, refieren estos síntomas en usuarios de opiáceos intravenosos: “Adelgazamiento, sudores nocturnos, propensión a infecciones bucales, propensión a tuberculosis, endocarditis,…”
Estudios más actuales en usuarios de heroína “seronegativos” revelan que tanto sus recuentos de T4, como las cifras totales de glóbulos blancos, están a menudo muy por debajo de lo normal, al igual que sucede con los usuarios “seropositivos”, lo que demuestra que la heroína, por sí misma, produce inmunodeficiencia.
Además, a menudo la inyección de heroína no es estéril, lo que conlleva la posibilidad de septicemia, (infección de la sangre), y otras infecciones como hepatitis, infección por citomegalovirus, etc.
A todo ello se suma el efecto sobre la inmunidad producido por un sinnúmero de sustancias con las que se rebaja o “corta” la heroína, cuya pureza generalmente no llega ni al 5%.
Cocaína y crack.- Problemas como fiebre, adelgazamiento y propensión a problemas pulmonares, (bronquitis, neumonía, tuberculosis), se ven a menudo en consumidores asiduos de estas sustancias.
Anfetaminas y derivados como la metanfetamina, (“cristal”, “speed”).- Afectan a la nutrición y al descanso, causan estrés y provocan agotamiento físico.
Consumo abusivo de alcohol.- Es conocido desde antiguo que los enfermos de cirrosis alcohólica tienen infecciones con más facilidad. Por otra parte, el alcohólico sufre desnutrición crónica con graves carencias vitamínicas, sobre todo ácido fólico y B12, debido a que el alcohol interfiere en su absorción, necesarias para la maduración de las células sanguíneas, es por ello que a menudo tienen disminución de todos los tipos de glóbulos blancos.
En 1986 el prestigioso Journal of the Medical Association informó sobre estas disminuciones de góbulos blancos, incluidos los T4, en los alcohólicos. El artículo concluía diciendo que, por diversas razones, (evidentemente se refería al abuso y no al consumo moderado), “el alcohol debe ser considerado como una droga inmunosupresora”, (palabra esta que lo dice todo).
“Poppers”.- Son líquidos volátiles, cuya composición química son nitritos, (de amilo, de butilo, etc.), usados como afrodisiacos sobre todo en ambientes “gays”. Inhalados antes de las relaciones, relajan la musculatura anal, aliviando la sensación dolorosa, facilitando con ello la penetración anal y prolongando el orgasmo. Los nitritos son agentes oxidantes muy poderosos que reaccionan con muchas moléculas de nuestro organismo, incluso el agua, de ahí que sean de las sustancias que han sido más estudiadas por sus efectos cancerígenos, siendo además muy debilitantes de la inmunidad.
El uso de “poppers” entre gays alcanzó proporciones epidémicas a principio de los años 80 en los EE UU, coincidiendo con los principios de la era del Sida, de hecho, los primeros 5 casos de la historia del Sida, es decir, los que están considerados como los 5 primeros enfermos de Sida de la historia, eran todos consumidores asiduos de estos tóxicos.
Bebés nacidos de madres adictas a heroína, o crack, o anfetaminas o alcohol.- Se deben incluir obligadamente dentro de este apartado de exposición a drogas-tóxicos por razones obvias, no tiene nada de extraño que estos niños tengan inmunodeficiencia, entre otros problemas, si fueron expuestos en el vientre materno durante meses a estos tóxicos que la provocan.
Medicamentos
En cuanto a los medicamentos que pueden producir inmunodeficiencia, hay que decir que son muchos los fármacos cuyo uso más o menos prolongado pueden provocarla de una u otra forma. Destacaremos algunos, como los fármacos de quimioterapia del cáncer, el uso prolongado de corticoides (derivados de la cortisona) y el uso intensivo o prolongado de antibióticos, (algunos en especial).
Fármacos de quimioterapia de cáncer.- Este tipo de fármacos figuran desde antiguo como una de las causas más importantes de inmunodeficiencia. Al igual que las radiaciones ionizantes, los fármacos de quimioterapia de cáncer, también llamados citotóxicos, (es decir, venenos o tóxicos celulares), afectan a la producción de todos los tipos de células sanguíneas, tanto glóbulos rojos, como plaquetas y glóbulos blancos o leucocitos, recordemos que estos últimos, entre los que están los linfocitos T4 ó CD4, son las células de la inmunidad. La neumonía por neumocistis y el sarcoma de Kaposi ya eran conocidos desde antes de la era del Sida, ya que eran relativamente frecuentes en los enfermos de cáncer que recibían quimioterapia o radioterapia.
Se sabe también que son mutágenos, es decir, que pueden provocar cánceres, así como es sabido que afectan de manera especial a los tejidos del embrión en formación, pudiendo provocar malformaciones. Es debido a su gran toxicidad, (no distinguen entre la célula sana y la célula cancerosa, afectando a todas ellas por igual), por lo que se usan en los enfermos de cáncer por períodos muy cortos.
Llegados a este punto es cuando debemos detenernos, porque resulta que la mayoría de los fármacos que se les da por tiempo indefinido a las personas consideradas seropositivas, (incluido embarazadas y bebés), para “matarles el virus”, es decir, la mayoría de los fármacos llamados “antivirales”, son fármacos de esta clase. ¿Tiene alguna lógica que, para matar un virus que causa inmunodeficiencia, usemos unos productos que desde antiguo son conocidos por provocarla? Pero dentro de este absurdo el caso del AZT es todavía más escandaloso.
El AZT, también llamado Zidovudina, (el tristemente célebre Retrovir), en un fármaco que se investigó en los años 60 del siglo pasado para ver su posible utilidad en el cáncer, pero su elevada toxicidad hizo que se dejara de lado. Sorprendentemente, 20 años más tarde sería rescatado del baúl y tras un ensayo clínico, que hoy sabemos que fue fraudulento, fue aprobado por la FDA, (organismo de los EE UU encargado de la aprobación de alimentos y medicamentos), para su uso por tiempo indefinido en los enfermos de Sida. Es decir, lo que no servía siquiera para usarse por períodos cortos en los enfermos de cáncer, porque era demasido tóxico, fue aprobado 20 años más tarde para su uso indefinido en los enfermos de Sida. Este fármaco, la droga más tóxica que se aprobó jamás para consumo humano a largo plazo, se estuvo administrando a miles de personas a dosis muy altas durante años. No dejó prácticamente supervivientes tras años de uso continuado en las personas, es decir, prácticamente todos los que consumieron este fármaco un mínimo de años, fármaco que se anunció en su día como “el único fármaco con capacidad de prolongar la vida de los enfermos”, han fallecido
El AZT se sigue utilizando, a menos dosis, combinado con otros tóxicos de la misma familia, (Ddc, Ddi, 3Tc, D4t, etc), dentro del llamado “cóctel antivírico”, también llamado HAART, iniciales que corresponden a “tratamientos de alta eficacia”, (lo que no deja de ser una ironía), que consta de dos fármacos de la familia del AZT más un llamado “inhibidor de proteasas”.
Todos estos fármacos carecen de estudios previos “contra placebo”, es decir, estudios que demuestren que son mejores que no tomar nada y al no haber estudios previos sobre su beneficio, con quien se experimenta directamente es con las personas.
Uso prolongado o intensivo de antibióticos.- Es conocida desde hace décadas la capacidad de debilitar la inmunidad, facilitando la aparición de enfermedades oportunistas, que entraña el uso prolongado o intensivo de antibióticos. Entre otros efectos los antibióticos destruyen la llamada flora intestinal, una gran cantidad de microorganismos beneficiosos que todos albergamos en nuestro intestino y que constituye una poderosa barrera contra los gérmenes.
Hay ciertos antibióticos que producen además una importante reducción de ciertas vitaminas, ácido fólico, vitamina B12, por ejemplo, necesarias para la producción y maduración de los leucocitos o glóbulos blancos, con la correspondiente disminución de todos los tipos de ellos, tal es el caso del Septrim.
Nunca se usaron los antibióticos para prevenir infecciones, sino para tratarlas cuando las hay, sin embargo la era del Sida inauguró la costumbre de dar antibióticos durante semanas y meses para “prevenir” infecciones, como la neumonía por n. carini, con la excusa de que los linfocitos T4 ó CD4 están bajos, sin tener en cuenta que el uso prolongado de estos dispara la aparición de infecciones oportunistas.
Tratamientos prolongados a base de corticoides, (derivados de la cortisona).- Son conocidos desde antiguo también por su capacidad de mermar la inmunidad y facilitar las infecciones oportunistas, incluso la famosa neumonía por n. carini, la cual ya había sido vista tras su uso prolongado.
Infecciones
Hemos visto que la inmunodeficiencia provoca una mayor presencia de infecciones, pero las mismas infecciones, en especial las víricas, debilitan a su vez la inmunidad.
Transfusiones de sangre y derivados
Se sabe desde hace décadas que las transfusiones de sangre y derivados debilitan la inmunidad, antes de la era del Sida ya era un hecho conocido que las personas que recibían transfusiones sanguíneas desarrollaban con frecuencia neumonías.
En cuanto a los hemofílicos, que deben recibir periódicamente transfusiones de ciertos derivados sanguíneos, siempre fue un hecho conocido que desarrollan infecciones con frecuencia y que su expectativa de vida, aunque ha aumentado con los años, es menor que la del resto de la población.
Factores físicos como las radiaciones ionizantes
Neumonías por neumocistis y sarcomas de Kaposi, típicas enfermedades que se identifica con el Sida, ya habían sido observados hace muchos años en personas que recibían radioterapia contra el cáncer.
Factores psicológicos
Es un hecho conocido que emociones sostenidas como la ansiedad, el miedo, la depresión y el estrés pueden influir poderosamente en nuestra salud y provocar distintos grados de inmunodeficiencia, quizás una de las razones sea el aumento en nuestro organismo del cortisol, (hormona similar en sus efectos a la cortisona), que se produce en estas situaciones.
Son conocidos los riesgos de enfermar que tienen las personas poco tiempo después de sucesos muy estresantes, (que se lo pregunten a las compañías de seguros), como fallecimiento de un cónyuge o familiar directo, (padre, madre, hijo, etc.), separaciones, conflictos, graves pérdidas económicas, etc.
Por otra parte, hay hechos que prueban que aquello que creemos, o lo que esperamos que suceda, puede llegar a tener consecuencias fatales para nuestra salud. Lo que se llama “muerte vudú” es la muerte que se produce en horas o días, después de ser maldecidos por el chamán, en personas de ciertos ámbitos culturales donde todos los miembros comparten la firme creencia en el poder del chamán. Idéntico fenómeno se produce en nuestra sociedad moderna, donde la creencia en la ciencia y la medicina se ha convertido en un dogma de fe y la función del chamán es ejercida por doctores en bata blanca. Se ha visto que personas sanas, a las que por error les dicen que tienen cáncer, llegan a morirse en meses. Y para acontecimientos traumáticos, uno en especial de efectos devastadores, un señor en bata blanca que dice con cara seria mientras mira un papel, “Verá, es usted seropositivo”.
De ahí que la mejor vacuna contra las creencias nefastas, como el mito del virus del Sida, sea una buena dosis de información objetiva y sensata, como la que estás leyendo, la cual debe ser leída y releída las veces que haga falta, masticada, digerida y asimilada.
Resumiendo, antes de que surgiera la idea de un virus que provoca inmunodeficiencia, ya eran conocidas por la medicina numerosas causas que la provocaban, sin embargo, con la entrada en escena del VIH no sólo se han relegado al olvido estas causas, sino que se pretende incluso presentar la inmunodeficiencia adquirida como si fuese un fenómeno nuevo, nunca visto antes, de ahí el ampuloso nombre de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida para designar a la supuesta inmunodeficiencia causada por un nuevo y letal virus. Es como si los médicos hubiesen sufrido un ataque de amnesia repentina con respecto a las viejas causas que provocan inmunodeficiencia, algo incomprensible, ya que incluso admitiendo que el virus VIH existiese y produjera todos esos males que se le atribuyen, no habría porqué olvidarlas, en tanto que son causas reales de inmunodeficiencia y aún con virus siempre son factores agravantes que es preciso corregir.
En realidad, la experiencia demuestra que estas causa que hemos mencionado son las causas auténticas, y no un virus diabólico, los auténticos “factores de riesgo” a evitar para prevenir o curar la inmunodeficiencia, pues no existe prácticamente ninguna inmunodeficiencia grave donde no esté presente, sola o combinada, alguna de estas causas, tratamientos del Sida incluidos.
¿Es lo mismo inmunodeficiencia adquirida que Sida?
Decir Sida y decir inmunodeficiencia adquirida debería ser lo mismo pero, como ya habrás podido comprobar, la diferencia es grande y aunque la enfermedad del Sida tiene algo que ver sin duda con la inmunodeficiencia, lo que tiene que ver no es tanto como se piensa, ni por causa de lo que se piensa, evidentemente.
- mientras que la inmunodeficiencia adquirida es un problema crónico, conocido desde antiguo y producido por numerosas causas, el concepto de Sida es una idea nueva que atribuye la causa de la inmunodeficiencia adquirida única y exclusivamente a un virus, lo que no tiene mucha lógica pues de aparecer una nueva causa que provoca inmunodeficiencia esa nueva causa sería en todo caso una causa más, a añadir a las anteriores causas conocidas.
- mientras que la inmunodeficiencia adquirida es corregible y curable en la medida en que se corrijan sus causas, se considera la enfermedad del Sida como algo incurable.
- por otra parte, la inmensa mayoría de las personas que presentan inmunodeficiencia grave actualmente en el mundo, (pensemos en los desnutridos del mundo o en los alcohólicos), no están catalogadas como “enfermas de Sida”, ni pertenecen siquiera a los llamados “grupos o prácticas de riesgo del Sida”,
- al mismo tiempo, hay personas catalogadas por la medicina como “enfermas de Sida” que no tienen rastro de inmunodeficiencia y lo mismo sucede en la inmensa mayoría de los supuestos infectados al cabo de 15-20 años como mínimo, sin necesidad ninguna de tomar antivirales.
- otra diferencia fundamental entre la inmunodeficiencia adquirida y la enfermedad del Sida es que para morir de una grave inmunodeficiencia adquirida no es necesaria mayor intervención médica, ya que basta, entre otras muchas cosas, con no tener qué comer, es decir, basta con que uno se exponga durante un tiempo a las causas que la producen, en cambio para tener Sida es condición necesaria la intervención de la medicina y de los médicos, siendo imprescindible creer toda esa historia y dar positivo en el test de VIH, (no hay muertos de Sida seronegativos), lo que ha motivado que cada vez más personas estén convencidas de que la principal “práctica de riesgo” para morirse de Sida sea dar positivo en el test mal llamado de VIH y creer firmemente que se está infectado.
¿Qué tiene entonces la supuesta enfermedad del Sida de inmunodeficiencia?
Para entender qué es lo que tiene la enfermedad del Sida de inmunodeficiencia, debemos entender antes cómo se hace para catalogar a una persona como “enferma de Sida”. La cosa es bien simple:
Los expertos oficiales del Sida han elaborado una lista de 30 enfermedades, (enfermedades todas ellas antiguas y que se dan tanto en personas en personas seropositivas como en seronegativas), una persona es considerada “enferma de Sida” o “caso de Sida” si presenta alguna de las enfermedades incluidas en esa lista y da positivo en el test de VIH. Ejemplo:
Tuberculosis + Test positivo = Sida.
Tuberculosis + Test negativo = Tuberculosis.
Neumonía + Test positivo = Sida.
Neumonía + Test negativo = Neumonía.
Es decir, lo que decide si un problema determinado es Sida o no, no es la presencia o ausencia de inmunodeficiencia, (medida por la tasa de linfocitos T4 ó CD4 por ejemplo), que sería lo lógico, sino el resultado positivo del test de VIH, como si dar positivo en el test implicara tener ya inmunodeficiencia, cosa que está muy lejos de ser cierta.
Esta forma peculiar de definir el Sida provoca que en todos los casos declarados de Sida “esté presente” el VIH, (identificado mediante el test de VIH positivo), independientemente que exista o no inmunodeficiencia. Pero resulta evidente que esta supuesta correlación del 100% entre el Sida y el VIH es una consecuencia de aplicar la definición, es decir, si la “presencia del VIH” es una condición indispensable en la definición de Sida, nunca habrá casos de Sida donde el VIH no esté presente, así de simple.
Sin embargo, la forma correcta de probar una correlación natural entre el Sida, (entendiéndolo como inmunodeficiencia), y el virus VIH, (suponiendo que el virus existiera y el test fuera fiable), debería ser lógicamente tener por un lado los casos de inmunodeficiencia, medidos por la cifra de Cd4 por ejemplo, y luego proceder a ver en cuántos de estos casos está “presente” el virus VIH. Ni que decir tiene que esto último ni se hace ni se ha hecho nunca. Lo que se hace en cambio es otra cosa: los casos de Sida se incluyen dentro del apartado epidemiológico de “infección por VIH”, es decir, sólo se contabilizan como casos de Sida aquellos casos que han dado positivo en el test de VIH. Esta forma de proceder deja fuera del Sida a los casos en que existe inmunodeficiencia, medida por la correspondiente disminución de los CD4, pero el test es negativo, problema que se resolvió escondiendo estos casos bajo la alfombra, es decir, no llamando Sida a estos casos sino inventando un nuevo nombre para ellos, (Linfocitopenia de CD4 Idiopática, es decir, disminución de linfocitos por causa desconocida).
Pero, tal como se desprende del examen del test, (ver apartado correspondiente al test), no existe ninguna prueba que indique que el haber dado positivo en el test de VIH sea indicio de infección por VIH o de presencia de inmunodeficiencia presente o futura. Ni siquiera existen pruebas sólidas que el test positivo indique necesariamente algo patológico, pasado, presente o futuro, siendo algo de sobra conocido que la inmensa mayoría de las personas VIH+ no desarrollan inmunodeficiencia al cabo de varios lustros).
A lo anterior se debe añadir que, salvo contadas excepciones, el hecho de desarrollar cualquiera de las enfermedades de esa lista tampoco tiene porqué implicar necesariamente que se tenga inmunodeficiencia, pues aunque la lista incluye enfermedades en las que lo más probable es que la haya, (por ejemplo, la neumonía por neumocistis carini), también incluye otras, (adelgazamiento, diarrea, demencia, sarcoma de Kaposi, tuberculosis, candidiasis, etc.), cuya presencia no tiene porqué implicar necesariamente la existencia de una inmunodeficiencia, una persona puede perfectamente ser declarado un caso de Sida, (para lo que basta tener una tuberculosis y dar positivo en un test que da positivo en numerosas situaciones, como la misma exposición a la tuberculosis o haber pasado una gripe el mes anterior), mientras que sus cifras de linfocitos CD4 están dentro de la normalidad, es decir, son casos de Sida sin inmunodeficiencia.
Todo hace pensar que si elaboráramos otra lista distinta de “enfermedades del Sida” con todas las enfermedades que nos vinieran a la cabeza, tuvieran que ver o no con el sistema inmune y acordáramos llamarles Sida si coincidieran con el resultado positivo del test de VIH, no tendríamos al final menos casos de Sida de los que ahora tenemos, ahora bien, ese Sida no tendría menos que ver con la inmunodeficiencia que la actual lista, (casi el 40% de los enfermos catalogados de Sida lo son por presentar enfermedades que, a pesar de estar incluidas en la lista de enfermedades definitorias del Sida, ni siquiera tienen que ver con el sistema inmune, como el sarcoma de Kaposi, el linfoma, el adelgazamiento extremo, la demencia o la diarrea).
¿Dónde y en qué circunstancias surgió la idea del virus del Sida?
Cuando hablamos del nacimiento del Sida, nos referimos lógicamente al nacimiento del Sida como la idea irreal y paranoica que es, ya que no existen pruebas de su existencia biológica real, es decir, nunca se demostró la existencia de una epidemia causada por un virus que provoque inmunodeficiencia. Hubo sí, está documentado tanto desde el punto de vista histórico como desde el punto de vista médico, (y nos estamos refiriendo a los EE UU, donde surgió el sida), un aumento brusco de casos de inmunodeficiencia a finales de la década de los 70-principios de los 80, como consecuencia del consumo epidémico de ciertas drogas, así como de antibióticos, lo que algunos tomaron como el comienzo de una epidemia infecciosa causada por un nuevo virus que destruía la inmunidad. Por otra parte, no hace falta ser epidemiólogo para ver que no existen, ni de lejos, las condiciones para poder hablar de epidemia infecciosa, (crecimiento explosivo en la población no inmunizada, reparto aleatorio entre los sexos, etc.), menos aún de pandemia, (epidemia global).
A pesar de que se han hecho circular muchas idioteces acerca del lugar donde nació el Sida, que si el mono verde, que si los africanos esto o lo otro, lo cierto es que los primeros casos de lo que se llama Sida se van a dar en los EE UU, siendo imposible que el Sida pudiera haber nacido en otro lugar del mundo que no fuera ese país. ¿Por qué? Porque sólo allí se daban las circunstancias especiales que lo hicieron posible.
¿Qué circunstancias hicieron posible el nacimiento de la idea del virus del Sida?
Se puede decir que la idea del virus Sida fue el resultado de diversas circunstancias, entre las que destacan:
1) - La aparición en jóvenes gays, hacia finales de 1980-principios de 1981, de ciertos problemas de salud que denotaban inmunodeficiencia, de hecho, el primer nombre que se usó para denominar estas patologías no fue el de Sida, sino el de GRID, iniciales de lo que en inglés sería Inmunodeficiencia Relacionada con Gays. Esos problemas serían relacionados con otros problemas iguales o parecidos de otros grupos, (heroinómanos, hemofílicos, etc.), pegándolos todos bajo una causa común, un supuesto virus al que acabarían llamando VIH.
2) - A la vista de esos problemas, agentes pertenecientes al Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, (CDC), organismo de los EE UU encargado del control de las enfermedades infecciosas y que ya había protagonizado en el pasado numerosos episodios de alarmismo, en vez de ser prudentes y esperar a realizar las investigaciones oportunas, difunden desde el principio la idea de su posible origen infeccioso, creando en los EE UU una ola de pánico de grandes proporciones.
3) - A los 3-4 años, el 23 de abril de 1984, el científico Robert Gallo, virólogo alto cargo en el Instituto Nacional del Cáncer, con un buen historial de corrupto, declara en una rueda de prensa multitudinaria, (sin que se hubiera publicado nada sobre el particular en los medios científicos), haber descubierto el virus del Sida.
Pero antes de analizar estas circunstancias, es importante que conozcamos algo sobre el momento histórico en que se produce todo esto, algo sobre lo que estaba pasando en ese momento en los EE UU.
¿Qué sucedía en los EE UU en el momento en que nace el Sida? Algo sobre la “Década de los 70”
El fenómeno del Sida se da al final de una época muy especial, (todas las décadas tienen algo de especial pero esa en los EE UU lo fue un poco más), la llamada “década de los 70”, época de reivindicaciones y protestas, (contra la guerra de Vietnam, contra la discriminación racial, etc.). En esa época cayeron muchos tabús referentes al sexo, irrumpiendo con fuerza ideas como “el amor libre”, el “haz el amor y no la guerra”, (es la época del movimiento “hippie”, no olvidemos), produciéndose una especie de “revolución sexual”.
Hay también un aumento espectacular en el consumo de drogas, primero “marihuana”, LSD y cocaína y más tarde “crack” y heroína.
Nada que no sepamos, pues los efectos de esa época, que se resumen un poco en la frase tópica “sexo, droga y rock and roll”, se vivirían años más tarde en otros países, entre ellos el nuestro, pero hay algo de esa época que la convierte en algo muy especial en los EE UU y es que esa es la época del movimiento “gay”.
Uno de los episodios más impresionante de esa época fue la salida a plena luz de los millones de hombres y mujeres de la comunidad homosexual americana. A comienzos de los 70 se había producido un éxodo de “homosexuales” hacia las grandes ciudades como N. York, Los Angeles, S. Francisco, Chicago, etc., pero fue San Francisco, ciudad de tradición especialmente tolerante, la ciudad que se iba a convertir en la capital “gay”, no sólo de los EE UU sino del mundo entero. En el mismo centro de esta ciudad se constituiría la primera colonia exclusivamente gay del mundo, el barrio de El Castro, una pequeña ciudad dentro de la ciudad, donde un gay podía hacer su vida a plena luz, ir a cualquier sitio, el banco, al médico, etc., prácticamente sin tratar con nadie que no fuese gay.
Aunque la gran mayoría de los homosexuales americanos se mantenía dentro de la moderación, no puede decirse lo mismo de la que, sin ánimo de moralizar, podría bien calificarse como “una minoría desmadrada”. El Castro de San Francisco se convirtió en un auténtico supermercado del sexo y las “hot houses” se convirtieron en los lugares de moda. Estas “hot houses” o “bath houses” eran clubs especiales, con saunas, salas de baile, alcobas privadas, salones de orgías, etc. Las había con piscina, con cámaras de tortura sadomasoquistas equipadas con toda suerte de utensilios. Estos clubs proliferaron por todos los EE UU, sólo en S. Francisco había una decena.
Para entender un poco desde el punto de vista sanitario este desmadre, baste decir que una encuesta de 1975 del Instituto Kinsey reveló que, entre los gays que acudían a estos lugares, el 45% había tenido en 12 meses más de 500 compañeros sexuales y el 25% más de 1000. Muchos revelaron haberse entendido en una noche con 20 ó 30 compañeros.
Estas, digamos “hazañas en la cama”, eran posibles gracias a una serie de sustancias químicas como los “poppers”, sustancias cuyo uso, como ya dijimos antes, llegó a alcanzar proporciones epidémicas a mediados de los 70 en Norteamérica, años antes del comienzo de la supuesta epidemia de Sida. El Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas informó que, sólo en 1979-1980, más de 5 millones de personas en los EE UU habían consumido nitritos inhalábles, es decir, poppers, al menos una vez por semana.
Todos estos excesos tenían que reflejarse por fuerza en las estadísticas sanitarias, así, un informe de 1973 del Departamento de Salud indicaba que dos tercios de los homosexuales había sufrido, como mínimo, de alguna enfermedad venérea y aunque los responsables de las mismas eran una minoría, producían del 50 al 60% de todos los casos de sífilis y blenorragia del país. En 1978 otra estadística señalaba que en 3 años el número de hepatitis e infecciones intestinales se había duplicado. En 1980, el Departamento de Salud de la ciudad de San Francisco señalaba que entre el 60 y el 70% de los homosexuales de esa ciudad estaban infectados con el virus de la hepatitis B.
Pero entre los heterosexuales la cosa no andaba mejor, en 5 años, del 1971 al 1976, el número de casos de blenorragia en el país prácticamente se duplicó, y solo hablamos de los casos declarados. Con respecto a la sífilis, de 1960 a 1980, el número de casos aumentó en un 300%.
Por lo que respecta a las estadísticas referentes al consumo en esta época de drogas, (duras, blandas y de todo tipo), que omitimos por no aburrir, solo decir que andaban por el estilo.
No hay que ser precisamente un Marañón para darse cuenta de que tras unos cuantos lustros de auge tal de factores inmunodebilitantes, (drogas, infecciones, antibióticos, etc.), lo más lógico es que se produzcan problemas de inmunodeficiencias, graves en muchos casos y por si todavía persisten dudas sobre ello, veamos lo que opinaban ciertos médicos acerca de lo que estaban observando en sus consultas por aquellos años.
Con todo, la idea de un virus que pudiera ser causa de inmunodeficiencia, (una causa más en todo caso), es una idea que en principio no deberíamos descartar. Bien, entonces lo que hay que hacer simplemente es investigarlo.
¿Qué condiciones debe reunir un problema para poder ser considerado infeccioso?
Las condiciones que deben reunir las enfermedades para que puedan ser consideradas como infecciosas o transmisibles fueron establecidas hace más de cien años por Robert Koch, el descubridor del bacilo de la tuberculosis que fue quien las ideó, es por eso que en su honor se llaman “Postulados de Koch”).
La primera condición que debe cumplir una enfermedad para poder considerarse transmisible, también llamada “Primer Postulado de Koch”, es sin duda la más importante y dice que “se debe encontrar un microbio o agente infeccioso común en todos y cada uno de los casos de esa enfermedad”. Hay dos condiciones o “Postulados” más, pero no entraremos en ellos pues son consecuencia del primero.
Posteriormente Koch añadió un pequeño requisito al primer postulado o condición y es que, además de poder encontrarse un microbio o agente infeccioso común, el microbio en cuestión “debía ser encontrado en cantidad suficiente y abundante, y distribuido en los órganos y tejidos de tal forma que pudiera explicar el desarrollo de la enfermedad”. De nuevo Koch nos sorprende aquí con su lógica, ya que si vemos cuatro microbios bajo una uña eso no implica que tengamos una infección en la mano, lo que concuerda con el hecho de sobra conocido de que el 99,9 % de los microbios viven en nosotros sin matarnos ni enfermarnos siquiera.
En resumen, la única forma de poder decir que un problema es infeccioso o transmisible es que identifiquemos un microbio, sea bacteria, virus o lo que sea, en todos y cada uno de los casos de la enfermedad, que cumpla ciertas condiciones y no hay otro modo, que se sepa.
Lo más importante de los Postulados de Koch es su lógica, a pesar de su antigüedad, es por eso que siguen siendo hoy en día tan válidos como hace más de 100 años, o por lo menos mientras aquellos que pretenden desautorizarlos, (como es el caso de los defensores del VIH, que los han calificado como el “Neanderthal de la Medicina”), no nos muestren otros mejores, cosa que de momento no han hecho. Y es que no basta para descalificar unos principios con decir que “son muy antiguos”, de hecho, la que es (o debiera ser al menos), la primera norma a tener en cuenta por los médicos, “Lo primero no dañar”, tiene más de 2000 años de antigüedad, y a pesar ello sigue siendo hoy en día tan válida como cuando fue establecida por Hipócrates, el Padre de la Medicina tal como la entendemos.
Pero cuando se examina todo lo relativo al nacimiento de la idea del Sida, es decir, la forma como surgió y como se impuso a la población esta idea de la epidemia infecciosa de Sida, las razones que se adujeron, el alarmismo creado, etc., cuesta trabajo creer que pudiera darse tanta chapuza científica, tanta irresponsabilidad y falta de prudencia, es como si existiera una gran necesidad de una especie de plaga divina. Además, una causa infecciosa no sólo interesaba al parecer al CDC de Atlanta, también interesaba a ciertos virólogos destacados del influyente Instituto Nacional del Cáncer, como el Dr. Robert Gallo. Pero no cabe duda de que dentro de la sociedad norteamericana de aquel momento había un sector de la población que no acababa de ver con buenos ojos el auge del fenómeno gay, de ahí que la idea de un virus afectando sobremanera a este colectivo que transgredía los convencionalismos sociales tocantes al sexo, simbolizaba una especie de castigo, prueba de ello es el nombre con que en los hospitales americanos empezaron a conocerse aquellas patologías y que lo dice todo: “The Wrath of God”, es decir, “la cólera de Dios”, (“el castigo divino de los viciosos”). Pero vayamos a los comienzos.
¿Cómo se fue fabricando la idea del Sida infeccioso?
Está documentado que antes de que se produzcan los primeros 5 casos que pasan por ser “los primeros casos registrados de la historia del Sida”, (5 casos de neumonía por neumocistis en 5 jóvenes gays, descubiertos por el inmunólogo Michael Gottlieb en la Clínica Universitaria de Los Angeles a finales de 1980), esta neumonía, al igual que el sarcoma de kaposi, venía en aumento desde hacía una década.
La neumonía por neumocistis carini, aunque era conocida por los médicos desde 1911, era muy poco frecuente y hasta entonces sólo se había visto en enfermos muy inmunodeprimidos, (por grave desnutrición, o tras recibir quimioterapia o radioterapia, etc.), era la primera vez que se veía en gente joven aparentemente sana, (veremos que en realidad no era tan sana). En el primer informe oficial sobre estos 5 casos, que aparece en junio de 1981, consta que, “los 5 tenían un grave historial de enfermedades sexualmente transmisibles y los 5 inhalaban sustancia tóxicas”, (una referencia más clara a los poppers no puede haber).
A principios de 1981 se detecta la aparición, también en jóvenes gays, de un tumor de piel llamado sarcoma de Kaposi. Este raro tumor de piel, conocido por la medicina desde 1876, había sido visto casi siempre en hombres, a menudo unido a inmunodeficiencia aunque no siempre. En los primeros estudios epidemiológicos que realizó el CDC se vio una estrecha correlación, de prácticamente el 100%, entre la aparición de esta especie de tumor de piel y el consumo de nitritos inhalables, (“poppers”).
-----------------------------------------
Sobre la construcción del mito del sida infeccioso puedes consultar los siguientes artículos:
- La construcción del mito 1ª parte https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/la-construccion-del-mito-del
- La construcción del mito 2ª parte https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/construyendo-el-mito-del-sida
- Disparates de antología para la historia https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/disparates-de-antologia-para-la-historia-como-construyo-el-cdc-el
- El nacimiento del mito, el contexto donde nace https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/el-contexto-historico-del-nacimiento-del-mito-del-sida-manuel-gar