El tema del sida, para la gran mayoría de las personas, no es un tema agradable, de hecho tiene tales connotaciones que la mayoría de las personas tiene una especie de rechazo a querer leer sobre él. Es por tanto bastante frecuente que muchas de las personas que han sido diagnosticadas como VIH+ sean bastante reacias a querer leer.

Si bien en un primer momento las personas quieren saber más sobre qué tan grave es, las posibilidades de supervivencia, las alternativas de que disponen, cómo mantener la salud, etc., ante la ausencia de otra salida que no sea el consumo de los tóxicos tratamientos, pronto dejan de leer. No sólo se deja de leer, sino que es bastante frecuente que las personas, ante cualquier noticia aparecida en los medios sobre el tema, pasada una cierta curiosidad inicial, tengan la tendencia a “desconectar”.

Muchas personas que hemos pasado por esa situación, pensamos que este “no querer saber” es una defensa inconsciente ante una situación que no te deja salidas, (me refiero a las explicaciones habituales sobre el sida que nos ofrecen médicos especialistas y medios en general), para qué querer saber más, si todo es deprimente y desesperanzador.

Este “no querer saber”, de hecho, fue algo que muchos de nosotros practicamos durante años, debido sobre todo a que no teníamos la posibilidad de acceder a otras explicaciones sobre el sida y no cabe duda que esta actitud desempeñó un papel beneficioso a la hora de mantener una mínima esperanza, ante la certeza de nuestra muerte en x tiempo, nosotros oponíamos una actitud vaga de rechazo, de duda, de quién sabe.

Muchos ahora nos damos cuenta de lo positivo que fue para nosotros esa actitud, ese “no querer saber” en realidad se trataba de no querer creer en algo que ahora vemos que es una gran mentira, construída a base de suposiciones, basadas a su vez en otras suposiciones.

Andando el tiempo, cuando tuvimos la posibilidad de conocer otras explicaciones sobre el sida, que nos ofrecían científicos como Duesberg, o médicos como el Doctor Roberto Giraldo, empezamos a leer con un inesperado y desconocido interés. Todo encajaba por fin, nuestra supervivencia de más de 20 años sin necesidad de esos tóxicos fármacos, el hecho de que la mayoría de los que los consumieron no sobreviviera, (me refiero al período del empleo masivo y a altas dosis del AZT), no hacía más que confirmarlo.

En la actualidad, a pesar de que muchas personas diagnosticadas VIH+ tienen a su disposición una información objetiva y sensata que vuelve a poner las cosas en su sitio, persisten en esa actitud de “no querer saber”. Eso no tiene mucha lógica, pues si bien hay que decir que el no querer saber, como hemos dicho, puede en un momento dado ejercer un efecto beneficioso, se privan de conocer una información que además de ser perfectamente comprensible, lógica y objetiva, es una información que ejerce un efecto inmediato sobre la salud, porque devuelve la esperanza y vuelve a poner, como digo, las cosas en su sitio. Esto no elimina el estigma social, pero ya es un gran alivio para las personas, pues, peor que el hecho de que la gente te discrimine, es que tú mismo te hundas y te automargines, no hace falta que nadie te derrote si tú mismo te derrotas.

Es posible que las personas que nos dedicamos a la tarea de que otros conozcan otras explicaciones sobre el sida pequemos a veces de un exceso de palabras técnicas o lenguage rebuscado, algo que es cierto sobre todo en el caso de profesionales como los médicos, pero debemos hacer un esfuerzo por llegar a tener, como en otros aspectos de nuestra vida, “pocas ideas y claras”, en vez de muchas y confusas.

Lee, pues, con atención e interés, utiliza tu sentido común. Si no eres amigo de la lectura, mira y escucha con atención los numerosos videos que existen sobre el tema, con entrevistas a médicos y testimonios de personas, es importante que te vayas haciendo tus propias ideas sobre el tema, el único modo de combatir la intoxicación psíquica producida por 25 años de publicidad y propaganda sobre el sida y el VIH.

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