El camelo de la Gripe "A"

INVESTIGACIÓN / MILLONARIOS DEL MIEDO
EL CAMELO DE LA GRIPE 'A'
«Nos han tomado el pelo», sentencia un ex vicepresidente, español, de la OMS. «Queremos sacar a la luz toda esta
enorme operación de intoxicación», agrega un experto alemán. Ya hay
médicos de renombre investigados por posible corrupción. Todas las
cifras son disparatadas. Las del enriquecimiento de algunas
farmacéuticas y los millones gastados por los gobiernos en vacunas
inútiles. La gran farsa de la pandemia empieza a desmoronarse
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PACO REGO
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No bese. No dé la mano a nadie. No meta los dedos en la pila de agua bendita para santiguarse. Huya de los que estornuden. No suba a un
autobús. No viaje. Vaya con mascarillas a todas partes. No pique del
plato del amigo. No utilice ropa ajena... Prepárese.

Fue la receta de supervivencia, aderezada con terror, que nos vendieron en 2009. Hemos vivido los últimos seis meses conforme a un
«plan metódicamente diseñado» -dicen los expertos a Crónica- que
pronosticaba escuelas cerradas, miles de empresas paralizadas por la
baja de plantillas, urgencias hospitalarias colapsadas, sin oxígeno ni
vacunas para todos. Desde España a las Antípodas nos retrataron un
mundo venidero de calles desiertas y morgues improvisadas. Al menos 150
millones de personas, cifró alegremente la Organización Mundial de la
Salud (OMS), iban a morir desde junio a diciembre del año pasado,
cuatro veces más que por la gripe del 18, la mayor pandemia de la
Historia mundial. Pánico puro y duro.

«Nos han tomado el pelo, empezando por la OMS y los laboratorios», dispara el internista Pedro Caba, ex vicepresidente de la Organización
Mundial de la Salud, el español que más lejos ha llegado en el
organismo encargado de velar por la salud mundial. «La fórmula es
sencilla: crea el problema, infunde todo el temor posible y luego vende
la solución. No falla».

En España los voceros de la pandemia hablaban de miles de familias mutiladas por la pérdida de algún ser querido. Nadie estaba a salvo. A
día de hoy han muerto 272 personas. Excepto dos, las demás arrastraban
patologías antes de contraer la gripe A. En total, muchas menos que los
3.000 ó 4.000 que cada año fallecen por la gripe estacional en España.
El coste de la alarma -infundada, según advertían desde el principio
varios estudios avalados por prestigiosos epidemiólogos- ha sido alto
en todos los aspectos. 333 millones de euros se gastó el Gobierno de
Zapatero en la compra compulsiva de vacunas y antivirales. Eso sin
contar el gasto sanitario (aún sin especificar) que supuso la avalancha
de consultas en hospitales y centros de salud, tanto públicos como
privados.

El negocio del miedo funcionó a la perfección. Las farmacéuticas, que facturan 700.000 millones de dólares al año, casi cuatro veces el
presupuesto anual de España, destinan la mayor parte de sus ingresos,
el 35%, a la promoción y marketing mundial de sus productos.

Al calor de la pandemia se han vendido en España alrededor de 15 millones de mascarillas, unos 25 millones de envases de desinfectante
de manos, otro tanto de guantes de látex, un número indeterminado de
kits antigripe... Y se esperaba vender aún más. Pero el pánico se fue
diluyendo a partir de octubre pasado. La pandemia anunciada se
esfumaba. La farsa parecía servida. En todo este tiempo han muerto unas
14.000 personas en los 208 países donde el virus de la gripe está
presente.

La OMS se enfrenta a una crisis de credibilidad sin precedentes. A las farmacéuticas se las acusa de promover el fiasco para enriquecerse.
Prestigiosos especialistas son señalados como corruptos. Los gobiernos
se resisten a explicar los motivos reales que les llevaron a gastar
cientos de millones en unas vacunas y antivirales «inútiles» contra la
gripe A. «Lo pagaremos muy caro», opina Caba, «y no por el dinero
despilfarrado».

EL «DR. GRIPE». Wolfgang Wodarg, epidemiólogo alemán de 62 años y presidente la Comisión de Salud del Consejo de
Europa, ha puesto la diana en los lobbies farmacéuticos. Los acusa de
orquestar una psicosis mundial perfectamente diseñada en torno a la
gripe A para enriquecerse. «En abril, cuando llegó la primera alarma de
México, me sorprendieron mucho los datos que avanzó la OMS para
justificar la declaración de pandemia. No había ni 1.000 enfermos y ya
se hablaba de pandemia del siglo. No había nada que la justificase», se
despachaba el jueves de la semana pasada en el diario francés
L'Humanité. «Lo único que importaba» -continúa- «y que condujo a la
formidable campaña de pánico, es que la gripe A constituía una
oportunidad de oro para los laboratorios cuyos dirigentes sabían que
les tocaría el premio gordo en caso de que se declarase una pandemia».

Wodarg, quien a pesar de las presiones ha abierto una investigación -«Queremos sacar a la luz todo lo que ha podido contribuir a esa enorme
operación de intoxicación»-, afina aún más: «Un grupo de personas de la
OMS está relacionado de manera muy estrecha con la industria
farmacéutica... Sin llegar hasta la corrupción directa, que estoy
seguro de que existe, los laboratorios tenían mil maneras de ejercer su
influencia sobre las decisiones [de la OMS]. He podido comprobar, por
ejemplo, que Klaus Stöhr, que era el jefe del departamento de
epidemiología de la OMS en la época de la gripe aviar, y que por tanto
preparó los planes destinados a hacer frente a una pandemia, se
convirtió en un alto ejecutivo de la empresa Novartis [una de las
mayores empresas de vacunas, contratadas también por España]. Y existen
vínculos parecidos entre Glaxo, Baxter, etcétera, y miembros
influyentes de la Organización Mundial de la Salud».

En esa nómina de elegidos por los laboratorios para presionar a la OMS y a Gobiernos con el fin de que apoyaran la declaración de pandemia
y así aumentar sus ventas y beneficios estaría, según fuentes
consultadas por Crónica, el hombre que detectó el virus de la gripe
aviar y el de la gripe A: Albert Osterhaus, 61 años, virólogo de fama
mundial y director del prestigioso departamento de Virología del Centro
Médico Erasmus de la Universidad de Rotterdam (Holanda).

El Dr. Gripe, como le bautizaron sus colegas, sería una pieza clave de la ola de histeria orquestada. Presidía el Grupo Europeo de Trabajo
sobre la Gripe A que asesoraba a la OMS cuando el organismo guardián de
la salud mundial declaró el estado de pandemia en todo el planeta (11
de junio de 2009), a pesar de que entre los pronósticos y la realidad
las cifras distaban un abismo. Por ejemplo, en Nueva Zelanda, uno de
los países donde se puso más el foco, de los 18.000 muertos previstos,
sólo fallecieron 17. «Y lo mismo se puede decir de Australia o Canadá.
Pero nadie hizo caso de los números reales. No interesaba contar la
verdad. Estaban en juego cientos de miles de millones de dólares»,
añade el doctor Juan Gérvas, experto en salud pública, quien ha seguido
al detalle la evolución del virus H1N1.

La verdad, en el caso del asesor de la OMS, Albert Osterhaus, estaría escrita en su cuenta corriente. «Él es el nexo de una red
internacional conocida como La mafia farmacéutica», según el periódico
online The Market Oracle, especializado en asuntos financieros. La
sospecha de que ha utilizado su influencia y prestigio científico para
favorecer los intereses de laboratorios, ha calado incluso en el
Parlamento holandés. De hecho, ha abierto una investigación y rastrea
el origen del dinero ingresado por Osterhaus en 2009, pues las cuentas
bancarias del virólogo habrían engordado sustancialmente a medida que
el miedo a la pandemia se extendía.

PLAN DIABÓLICO.«Ésta es una crisis de salud pública planificada al detalle. La OMS se atrevió a modificar incluso la
definición de pandemia para poder lanzar una alerta máxima mundial
cuando sólo había 1.000 infectados en México. Es algo inaudito,
desproporcionado e irresponsable. Un obsceno ejercicio de ruido al que
han contribuido ministros de sanidad, presidentes de gobiernos,
farmacéuticas, medios de comunicación y, como buque insignia de todo el
tinglado, la propia OMS», denuncia Pedro Caba. «Antes la OMS la
financiaban los países miembros, de acuerdo a su PIB. Cuando muchos de
ellos dejaron de pagar porque no tenían dinero suficiente ni para salir
ellos adelante, el organismo entró en crisis. Entonces llegaron los
laboratorios cargados de dólares, en plan salvador, y poco a poco se
fueron haciendo con más y más poder. ¿Qué ha pasado ahora? No hay que
ser una lumbrera para deducirlo», zanja el doctor Caba.

El plan de ahora, describe a Crónica una fuente sanitaria, fue diseñado teniendo en cuenta el fiasco, en cuanto a pronóstico, de la
gripe aviar, en 2005. El «ensayo planificado» de lo que vendría
después. La OMS, ayudada entonces por científicos a sueldo desplegados
por universidades, fundaciones, ministerios y centros de investigación
de todo el mundo, intentó hacer creer a todos que la muerte estaba
próxima y tenía alas. Llegó a pronosticar hasta 150 millones de
fallecimientos debido a la gripe aviar. La primera gran pandemia del
siglo XXI, pregonaban machaconamente.

España, como otros muchos países, entró al trapo. Se hizo con 10 millones de antivirales (el famoso Tamiflú de la farmacéutica suiza
Roche, a la que luego comprarían cinco millones de dosis más para hacer
frente a la gripe A). Pero sólo se usaron 6.000 dosis. El marketing del
miedo había funcionado bastante bien en todo el planeta. Roche y Glaxo,
productor del otro antiviral, el Relenza, subieron como la espuma en
los mercados. Aunque el holocausto anunciado era una farsa. Ganaban
8.800 millones de dólares en bolsa, en 2005. Y eso que, en todo el
mundo, sólo 440 personas se infectaron y 262, entre más de 6.000
millones de habitantes, murieron. No hubo ni un solo fallecimiento en
España por gripe aviar. Sólo murió un pato en el País Vasco (julio de
2006). Aquella ola de histeria nos costó 63 millones de euros, a los
que hay que sumar 1,8 millones para acondicionar el laboratorio del
Ejército donde se custodiaba y encapsulaba una parte de los
antivirales, y 3,3 millones más en publicidad. Un escándalo.

Los laboratorios aprendieron la lección. La eficacia de los antivirales mencionados estaba (y está) en entredicho por la mayoría de
expertos. Pero ahora, con la gripe A ya en boca de todos, según el plan
ideado, el siguiente paso consistía en explotar al límite el miedo
inoculado a golpe de propaganda cuando la gripe de las aves. En juego
estaba un negocio mundial estratosférico: 4.000 millones de euros sólo
en vacunas, la mayor parte de los cuales fue a parar a las gigantes
farmacéuticas Novartis y GlaxoSmithKline.

España, según confirmó a este suplemento el secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, contrató en principio la compra de 37
millones de dosis, dos por persona. «Lo que recomendó la OMS»,
justifica Olmos. En total, 265 millones de euros. «Hicimos un contrato
con Glaxo y Novartis conforme a que si fuera suficiente una sola dosis,
ellos anulaban una parte del pedido», añade. Al final se compraron 13
millones de vacunas, de las que sólo se utilizaron algo más de dos
millones, por las cuales se pagaron 93 millones de euros. Ahora se
busca dónde colocar el resto. Una parte de los casi 11 millones de
dosis sobrantes podría ser cedida a países en desarrollo y, la otra,
vendida (se negocia con Polonia) a menos de la mitad de su precio.

LA SUBASTA. Todos se han pillado los dedos. Francia, con 95 millones de vacunas, la que más. Ha empezado a vender y
subastar sus excedentes (se estiman unos 80 millones). Sus primeros
clientes, Qatar y Egipto, ya han comprado 2,3 millones de dosis. El
Gobierno de Nicolás Sarkozy, al que ciudadanos, médicos y científicos
piden también explicaciones, compite con Holanda, Reino Unido y
Alemania por colocar las que le sobran en mercados como México,
Bielorusia, Polonia o la República Checa. Y España, como Italia o
Canadá, tampoco descarta poner a subasta parte de sus vacunas y
antivirales.

FOSAS COMUNES. 60.000 muertos, 10 veces más que la común allí, calcularon en Reino Unido. Y a medida que pasaban los días,
la cifra más alarmista fijaba en 700.000 los fallecidos. El Gobierno
británico, en un informe elaborado, curiosamente, a principios de 2009
cuando en la calle todavía nadie hablaba de pandemia, resaltaba la
necesidad de establecer fosas comunes «para hacer frente al creciente
número de víctimas de la gripe porcina», y de construir depósitos de
cadáveres, como medida temporal.

También se sugería que los cementerios y crematorios contratasen mano de obra extra para cubrir la creciente demanda. La locura se
completaba con contenedores «inflables» con el fin de proporcionar un
espacio funerario adicional. A finales de agosto de 2009, sólo había
contabilizados oficialmente 44 muertes. Ésa era la realidad. El mal,
sin embargo, ya estaba hecho.

SIN DEFENSAS. «¿Para qué todo este gasto?, se pregunta indignado el médico Pedro Caba. «Las vacunas sobrantes hay que
tirarlas. No sirven. Lo que necesitan esos países no son vacunas
inútiles, sino bocadillos de jamón». «En cifras absolutas la mortalidad
ha sido menor que nunca», añade el doctor Juan Gérvas. «¿Por qué no han
hecho caso a los datos? La vacuna contra la gripe estacional fue inútil
en el hemisferio Sur (el nuevo virus desplazó casi por completo a todos
los demás), y no existía vacuna contra la gripe A. Fue un invento.

Dice más: «Sabíamos que los antivirales tienen efectos adversos graves. ¿Por qué, entonces, tanta propaganda? Ya a primeros de julio de
2009 se publicó una primera proyección de la mortalidad por gripe A.
Concluía que era menor que por la gripe estacional. Todo esto tiene que
saberlo la población. Tiene que saber, por ejemplo, que muchísimas
mujeres han abortado innecesariamente por los tratamientos y el pánico.
Porque el miedo, hábilmente administrado, es peor que la enfermedad.
Ése es el problema, el miedo».

<«DOCTRINA DEL SHOCK».O, como explica la periodista canadiense de investigación Naomi Klein, «una nueva manera
de hacerse inmensamente rico a costa de la alarma global». Ésta es la
idea que planea con fuerza sobre la gripe A. «Estamos en manos de las
farmacéuticas», dice el doctor Antoni Trilla, jefe de Epidemiología y
Medicina Preventiva del Hospital Clínico de Barcelona. «No se puede
depender exclusivamente de los laboratorios. Se ha hecho mucho daño. La
gente ya no se fía. ¿Qué pasará cuando haya una pandemia de verdad?
Nadie se lo creará y tal vez los muertos se cuenten por millones».


fuente: www.elmundo.es

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