Excelente artículo de la Dra Margarida Abreu, censurado por el diario digital portugués O Observador, publicado por Médicos Pela Verdade y compartido en facebook por Fernando Bandres.
(Traducido del portugués por Superando el sida)
Introducción
La doctora Margarida Abreu reflexiona, con un lenguaje lleno de sentido común, sobre la supuesta pandemia y el modo irracional de manejarlo por parte de las autoridades políticas y sanitarias de la mayoría de los países, siguiendo las directrices de otros que permanecen en la sombra.
LOS PUNTOS SOBRE LA ÍES
Por la Dra. Margarida Abreu
Punto 1
La respuesta emocional de los seres humanos al miedo los vuelve irracionales y los lleva a emprender acciones profundamente dañinas, para ellos mismos y para los demás. Lo que nos distingue del resto de animales que habitan este planeta nuestro no es el miedo, sino la inteligencia. Es lo que nos lleva a observar los hechos, a interpretarlos y a aprender de ellos. Es lo que nos hace mirar un problema y tratar de entender cuál es la mejor forma de solucionarlo. Es lo que nos permite aprender de los errores para que, en circunstancias similares, no los volvamos a repetir.
Esa misma inteligencia es responsable de nuestro sentido común.
El miedo, en cambio, nos lleva a actitudes irreflexivas, irracionales, paralizantes, mucho más dañinas que beneficiosas. Fue el miedo que, a lo largo de la historia de la humanidad, llevó a los seres humanos a quemar vivos a otros seres humanos en hogueras, fue el miedo lo que llevó a la gente a tapar con vida a otras personas, fue el miedo lo que llevó a los niños a denunciar a sus padres, a los hermanos a denunciar hermanos, amigos para denunciar amigos.
Fue el miedo lo que impidió la evolución de muchas sociedades y llevó a otras, incluso, a retroceder en su libertad y prosperidad. Ya deberíamos haber aprendido que la propagación del miedo y el terror es una mala estrategia, paraliza y anula a los seres humanos para ser lo que son: seres inteligentes, sociales, cariñosos, compasivos.
Desgraciadamente, la estrategia de sembrar el terror comenzó con la que se suponía era la organización mundial que velaría por nuestra salud y bienestar. Y casi todos los países, sumisos a una única orden, hicieron lo que se les ordenó hacer. Todos, con una excepción, cumplieron con la OMS.
Aunque existe una gran variedad de países alrededor del mundo, con condiciones socioeconómicas-culturales y de salud completamente diferentes. Todos cedieron al miedo y todos impusieron miedo. La historia de la humanidad y todos los errores cometidos en países y culturas sometidos al terror, eran completamente irrelevantes.
El viaje por este camino nos ha llevado a donde estamos ahora. Seres humanos paralizados por el miedo, incapaces de pensar, con la personalidad totalmente anulada, familias separadas o rotas, amigos contra amigos, desempleo, abandono, infelicidad, niñez y adolescencia perdidas, nuestra esencia como seres humanos destruida.
¿Y porque? Porque hay una nueva enfermedad. Porque existe la Covid19. ¿Pero ella justifica todo esto?
Vamos entonces a los hechos, a los puntos sobre las íes.
Vamos a la verdadera realidad, no a la realidad que los medios de comunicación nos transmiten a diario y que la DGS nos transmiten subrepticiamente, con su boletín diario de una sola enfermedad y unos únicos muertos.
Lamento mucho que nuestra DGS, máxima autoridad nacional que tiene el deber de velar por nuestra salud como pueblo, sea el principal responsable en Portugal, del mantenimiento del miedo y el terror, contribuyendo activamente a la percepción distorsionada que la población tiene de la realidad.
Desde el 1 de enero de 2020 al 31 de octubre de 2020, 100.107 personas murieron en Portugal (ver: mortalidad física) de las cuales 2.507 con Covid19, es decir, 39 veces más personas con otras enfermedades murieron que con Covid19.
Sin embargo, quien escuche el boletín diario de la DGS se hará a la idea de que en Portugal solo hay una enfermedad mortal, Covid19.
Y la situación es tal que nuestros políticos rinden homenaje a los muertos con Covid19, dando a entender, perversamente, que son mucho más que los demás cuando son, hasta ahora, alrededor del 2,5% de todos los fallecidos en Portugal durante el año 2020. Y ahí, nuevamente, la población quedará convencida de que en Portugal solo se muere por Covid19. Cuando un número o frase se quitan de su contexto, se transmite la información que se quiere transmitir y no lo que realmente está sucediendo.
Como ejemplo, el 31 de octubre de 2020, 369 personas murieron en Portugal, de las cuales 39 con Covid19. En otras palabras, del total de muertes que ocurrieron ese día, alrededor del 10% fueron con Covid19 y alrededor del 90% fueron con otras enfermedades. Pero, una vez más, al hablar solo de los fallecidos con Covid19, se sigue dando a entender a la población que no hay más muertes. Caemos en la absurda situación de personas que huyan de las consultas, pruebas y tratamientos necesarias para las enfermedades que realmente tienen y que necesitan ser tratadas y controladas, por miedo a una enfermedad que tal vez nunca se presente y que, caso de presentarse, se trate de una enfermedad benigna para la gran mayoría de la población.
Nos parecemos a esas multitudes que huyen de un estadio de fútbol presas del pánico que, mueren muy pocas por el hecho que las asustó, pero ue mueren a cientos atropelladas en la huida.
Punto 2.
De las 369 personas que murieron el 31 de octubre, 329 tenían 65 años o más y 40 tenían menos de 65 años. De los que murieron con Covid19, 9 tenían entre 60 y 80 años y 30 tenían más de 80 años. En el mundo real, los seres humanos no viven hasta los 200 años.
En el mundo real, la enfermedad y la muerte son parte de la vida. En el mundo real, la esperanza de vida media en Portugal es de 83,5 años para las mujeres y 78 años para los hombres, con una media global de 80,9 años.
Esto significa que la gente vive, por término medio, hasta esas edades. Convertir la muerte, en estos grupos de edad, en una gran noticia, como si fuera una aberración de la naturaleza, no es vivir en el mundo en que todos vivimos, es vivir en un mundo utópico e imaginario.
La muerte es una fatalidad y un evento triste que deja tristeza a los que quedan. Pero es un evento inherente a la condición humana. El ser humano, por mucho que le desagrade, es mortal. Negar esta realidad es contribuir a la destrucción de la sociedad, porque en un intento por evitar la muerte a toda costa, nos estamos enterrando todos en vida.
Nos convencieron de que podíamos detener la progresión de un virus respiratorio, nosotros que no podemos DEJAR DE RESPIRAR.
La divulgación diaria repetida del número de muertes por una causa determinada es perversa y constituye, en mi opinión, un delito sostenido de violencia psicológica grave, con efectos que se superponen por completo a los que se ven en la violencia psicológica contra ancianos u otros seres humanos. Esa violencia pública y cotidiana debía detenerse ahora. Y ya llegamos tarde.
Nunca se ha anunciado el número de muertes diarias por accidentes cerebrovasculares, o por infartos, o por neumonía, o cánceres, o SIDA o cualquier otra causa (que, como se describió anteriormente, es casi 40 veces más que con Covid19). Nunca se lleva el conteo, anunciando diariamente, el número de nuevas personas con estas enfermedades. Y eso está bien. Este tipo de datos se utiliza habitualmente para estudios sobre la salud de las poblaciones. Hasta este año, nunca se habían utilizado para sembrar el terror y el miedo en las personas.
Punto 3.
La tasa de letalidad (porcentaje de muertes por Covid19 en relación con el número de casos confirmados) ha ido disminuyendo desde abril. La tasa de letalidad el 30 de abril fue del 4%. La tasa de letalidad el 31 de octubre era del 1,77%. Pero nadie habla ni anuncia esto tampoco. La enfermedad afecta a más personas, pero en relación a los afectados, el porcentaje de personas que mueren es menos de la mitad que en abril.
Punto 4.
La enfermedad es una enfermedad mayoritariamente benigna. El 96,6% de los denominados "casos confirmados" se recuperan en casa. El 3,4% se encuentra en un entorno hospitalario, con un 2,9% en planta y un 0,5% en UCI.
Para cualquier profesor, una nota del 96,6% en un examen es muy buena nota. Sé que estamos hablando de una enfermedad y no calificando un examen, pero aún así nos da una idea de cómo se comporta la enfermedad para la gran mayoría de las personas.
Y el 96,6% se está recuperando en casa, no porque su estado clínico les obligue a estar en casa, sino porque el Covid 19 es una enfermedad que la OMS ha obligado a aislar en casa. Muchas de estas personas no tienen más que pérdida del olfato, resfriado o tos. Una situación que, en ningún otro momento de la historia de la humanidad, obligó a nadie a faltar a la escuela o al trabajo.
Cabe señalar que muchos de los llamados "casos confirmados" de una enfermedad que dan positivo para Sarscov2 y dan negativo después de 14 días o más, nunca han tenido, durante todo ese tiempo, la enfermedad en sí. Nada, cero síntomas. Increíblemente, "casos confirmados de enfermedad" sin haber estado nunca enfermo.
La perversión que la OMS ha instituido en la práctica actual de la medicina es impresionante. Considera casos confirmados de una enfermedad, basándose únicamente en el resultado positivo de una test que no puede identificar, con certeza, aquello que está buscando, siendo completamente indiferente a esta definición si la persona estaba realmente enferma o no.
Y la misma OMS determinó que todo aquel que dé positivo tiene prohibido salir de casa mientras la misma prueba siga siendo positiva, siendo indiferente si, en algún momento de ese tiempo, realmente se enfermó.
La estrategia de "testar, testar, testar”, también fue difundida por la misma OMS, la que debería velar por nosotros y que es en gran parte responsable de que nos encontremos en la situación en la que estamos. En consecuencia, esta estrategia, profundamente perversa, dio lugar a esquemas de abuso de un test no inventado para esa finalidad, en individuos asintomáticos, que podrían, caso de resultar positivos en él, ser considerados enfermos, sin presentar ningún síntoma de enfermedad. Personas que se han visto obligadas a aislarse en casa, así como sus contactos. Algo nunca visto. Y así decenas, cientos de personas fueron enviadas (y siguen siéndolo) a casa, sin enfermarse, muchas de ellas nunca llegaron a estar, esperando que pasaran los días, encarceladas en su propia casa. Como si nuestra vida no fuera demasiado corta para permitirnos desperdiciarla así.
Y así, se cierran los servicios hospitalarios, las urgencias de los centros de salud, los mostradores de los bancos, las guarderías, las aulas, las empresas, etc., le duela a quien le duela.
Y así, la gente se ve privada de su libertad, como si la libertad fuera un bien superfluo y prescindible, algo que nadie necesita.
Como si ser libres fuera un lujo y no un derecho fundamental que nos asiste cuando nacemos y del que únicamente podemos ser privados ante un delito que hemos cometido y que un tribunal determine.
Como si ser libre no fuera una condición necesaria e indispensable para ser feliz. Y así, nuevamente, el miedo hace más daño y mata más que el evento que lo desencadenó.
Punto 5.
Pero lo que más me duele son los niños. Ya hemos tenido enfermedades terribles, asociadas a una alta mortalidad infantil, como fue el caso del sarampión, la difteria, la tos ferina, entre otras, y aún así el mundo no se ha detenido.
El Covid19 prácticamente no afecta a los niños y los que se enferman tienen una enfermedad equivalente o incluso menos grave que una gripe.
Y nosotros, por nuestro miedo, por esta idea utópica de que podemos ser inmortales si tomamos ciertas medidas, estamos destruyendo la infancia de nuestros hijos, convirtiéndolos en seres humanos, que en el inicio de sus vidas, en seres humanos traumatizados, asustados, asustados, sin alegría de vivir.
Estamos privando a nuestros adolescentes de la interacción saludable de los jóvenes, con sus grupos de amigos, con las primeras citas. Desde los 18 años somos adultos de por vida, pero solo tenemos 18 años, para ser niños y para ser jóvenes adolescentesm, una sola vez en la vida.
Privar a nuestros hijos de esto es privarlos de una experiencia única e imposible de repetir más adelante en la vida. Incluso podemos estar contribuyendo a la destrucción de su felicidad a largo plazo.
Lo que nos distingue de otros animales es la inteligencia y con la inteligencia viene el sentido común.
Vivamos nuestras vidas, como hicimos siempre hasta ahora. Tomemos conciencia de que para morir de esta o de cualquier otra enfermedad o situación, basta con estar vivos. Y era así antes de que existiera Covid19 y siempre seguirá siendo así.
Por eso tenemos la obligación de cultivar el cariño y la unidad. Por eso tenemos la obligación de cuidar a los nuestros: nuestros hijos, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestra familia, nuestros amigos.
Estamos en riesgo, pero la vida es un riesgo. Siempre fue en la adversidad que la gente se unía para cuidarse unos a otros, para superar obstáculos. Y ahora, en la adversidad, nos dicen que nos separemos y enfrentemos a todos como enemigos potenciales. Va contra toda la esencia del ser humano.
Continuar obstinadamente por este camino que ha traído tanta infelicidad y destrucción es, a mi modo de ver, una falta de inteligencia. Sí, hay una enfermedad nueva, grave y mortal para algunos. También hay muchas enfermedades antiguas, también graves y mortales para muchos.
Y estamos todos nosotros y toda la vida que hay en nosotros. Si seguimos así, no pasaremos de ser unos simples muertos en vida.
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