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La industria farmacéutica, vanguardia del capitalismo desbocado

Pedro Luis Angosto

18 de Octubre de 2016 (14:59 h.)

Fuente: http://www.nuevatribuna.es/opinion/pedro-luis-angosto/industria-farmaceutica-vanguardia-capitalismo-desbocado/20161018120923132824.html

El expolio que la industria farmacéutica está infringiendo a los sistemas de seguridad social de todo el mundo no tiene parangón en la historia.

Joan Ramón Laporte, Jefe de Farmacología del Hospital Vall d’Hebron y Catedrático de la misma materia en la Universidad Autónoma de Barcelona, lleva desde sus tiempos en la Organización Mundial de la Salud –hoy colonizada por laboratorios y multinacionales gaseosas- clamando contra la medicalización general que promueven las grandes empresas del ramo con el consentimiento de gobiernos e instituciones internacionales.

En una entrevista reciente, Laporte, que es una autoridad mundial en la materia, afirmaba lo siguiente: “Los medicamentos son la tercera causa de muerte tras el infarto y el cáncer, según estudios hechos en EEUU. Cada año mueren 100.000 personas por errores de medicación, y 100.000 por efectos adversos… La industria farmacéutica está medicalizándolo todo. Los laboratorios se inventan enfermedades, convierten la tristeza en depresión, la timidez en fobia social o el colesterol en una enfermedad. Los lobbys farmacéuticos promueven más mentiras que medicamentos…”.

Y en efecto, si hace unos años se consideraba que una persona tenía colesterol alto y por tanto perjudicial para su salud cuando superaba los doscientos sesenta, hoy se estima sin que haya nada demostrado que por encima de doscientos se entra en situación de riesgo. No es que los laboratorios o los gobiernos estén preocupados en extremo por nuestro bienestar clínico, ni que pierdan el sueño analizando los efectos del colesterol sobre nuestras arterias, se trata simplemente de obligar a un porcentaje cada vez mayor de la población a medicarse contra ese lípido absolutamente necesario y sobre cuya maldad hay cada vez más dudas científicas.

Del mismo modo que la industria farmacéutica en complicidad con los poderes estatales y transnacionales trata de medicar al mayor número de personas, de hacernos sentir, tal como dice Laporte, que siempre estamos enfermos, que hemos de tomar pastillas para esto o lo otro para acrecer el mayor negocio del planeta, guiada por su codicia infinita, insaciable y asesina la tal industria ha puesto unos precios a determinados medicamentos en principio eficaces contra la Hepatitis C, la Esclerosis Múltiple o el cáncer que ponen en riesgo de quiebra inminente a todos los sistemas de salud del mundo. Veamos, el tratamiento contra la Hepatitis C ronda los trece mil euros por paciente y año, el de la Esclerosis Múltiple supera los quince mil y el de un cáncer de mama con metástasis los treinta mil.

Partiendo de que la mayoría de las investigaciones para hallar medicamentos adecuados parten de las universidades públicas de todo el mundo sufragadas con los impuestos de los ciudadanos, que sólo cuando el medicamento ha superado las primeras fases es cuando los grandes laboratorios se interesan por ellos de cara a su comercialización y de que los laboratorios que controlan la industria mundial son cinco o seis, estamos asistiendo a un crimen de tal magnitud, a un escarnio tal sobre la enfermedad de millones de personas que es preciso denunciar y combatir con todas las armas que se dispongan.

No hay ningún medicamento en el mundo cuyo coste de fabricación, incluido el periodo de investigación, supere los veinte euros, de hecho La India, que ha antepuesto los intereses de sus enfermos a los de las multinacionales, ha declarado ilegales –tal como afirma Médicos Sin Fronteras- las patentes farmacéuticas y lleva años reproduciéndolas con altos índices de calidad a precios infinitamente menores, aunque eso sí, España prefiere no comprar los genéricos hindúes para no molestar a las multinacionales y seguir colaborando con esos piratas que están haciendo con la enfermedad y el dolor de millones de personas, el mayor negocio que han contemplado los siglos.

Si a esos datos sumamos que muchas de las grandes compañías de fármacos están muy relacionadas con las corporaciones que fabricaban armas de destrucción masiva, que se inventan enfermedades para colocar sus medicamentos tal como ocurrió con el Tamiflú de Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa con Bush, y la temidísima gripe aviar que causó menos muertos que cualquier gripe normal, nos encontramos ante una evidencia más, aunque de un calibre descomunal, de que al capitalismo no le importa nada, que desprecia la vida y sólo se mueve por almacenar montañas de dólares al precio que sea y a costa de lo que sea.

Está claro que si los gobiernos que dirigen los sistemas de salud de los Estados siguen tratando con guante de seda a las multinacionales del medicamento –ahí también tienen papel destacado las puertas giratorias- en pocos años las farmacias hospitalarias sólo dispondrán de aspirina y agua oxigenada para tratar cualquier patología. El expolio que la industria farmacéutica está infringiendo a los sistemas de seguridad social de todo el mundo no tiene parangón en la historia y lejos de disminuir va a más porque, como en otros muchos aspectos de la vida, enfrente no hay nadie a quien temer en una sociedad cada vez más narcotizada y ajena a los peligros inminentes que se ciernen sobre ella.

Ante este orden de cosas, ante el abuso disparatado de quienes juegan con la salud de las personas, considero absolutamente necesario que los Estados creen su propia industria e incumplan sistemáticamente las patentes de los medicamentos que son necesarios para curar o mejorar la vida de quienes padecen enfermedad. Los Estados democráticos no nacieron para proteger los intereses bastardos de industrias que parasitan del interés general, sino para combatirlas y derrotarlas.

La investigación farmacológica sólo debe tener un objetivo, la salud de quienes toman sus productos, por tanto nunca puede ser un negocio tal como hoy está concebido. Si no somos conscientes de esto, estaremos amparando, una vez más, la destrucción de todo aquello que heredamos de las luchas de nuestros mayores contra los dueños de todo. Es menester, vital, recuperar el sentido ético de la existencia, del comportamiento, y ello implica combatir con denuedo a quienes intentan en este o en cualquier orden de la vida, que regresemos al siglo XIX, a aquellos años en que pedir Libertad, Justicia, Dignidad, Fraternidad o respeto a los Derechos Humanos eran considerados por los gobiernos delitos de imposible perdón.

El capitalismo está desmadrado, no cree que los trabajadores tengan derecho a un salario digno, ni al descanso, ni a la salud, ni a una vejez digna, sus representantes –es lo que son los actuales gobiernos “democráticos”- sólo hablan de recortes, de bajar impuestos a los que más tienen, de desregular las relaciones laborales, de tratados de libre comercio para seguir rebajando la calidad de vida de las personas, de proteger las patentes farmacéuticas, bélicas e informáticas. Están construyendo un mundo absolutamente terrible sobre las ruinas de otro mucho más justo que apenas había comenzado a caminar. El capitalismo, si no nos enfrentamos a él con todas nuestras fuerzas, hará imposible la vida del hombre sobre el planeta en un espacio de tiempo muy corto. Es hora de despertar.

 

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Una sociedad enferma lucra, incluso, con las enfermedades

Mientras la salud (o las enfermedades) de los pueblos sean un negociado de mercachifles en el que estén prendidos como vampiros muchos aboratorios, universidades, instituciones gubernamentales, hospitales y médicos... mientras existan personas y pueblos enteros sin seguridad médica... mientras reinen los hábitos y las manías patológicas que inoculan las mafias publicitarias en contra de la salud pública... viviremos una injusticia monstruosa que se ha naturalizado como parte del decorado miserable de las sociedades divididas en clases. Todos los días, durante las madrugadas, las filas de personas a las puertas de los hospitales, en espera de una consulta, padecen listas enormes de violaciones a los derechos humanos mientras, por ejemplo, la industria farmacéutica (13 de los 20 más voraces) instalada en Puerto Rico, recibe beneficios fiscales caimánicos y mueve saludables fortunas en el orden de 60 000 millones de dólares.

El capitalismo entrena a los médicos, a las enfermeras y a los trabajadores de la salud como se entrena a un ejército de mercenarios vendedores de análisis cínicos, estudios diagnósticos, cirugías, medicamentos y terapias. Las materias y reflexiones humanísticas, la conciencia social, brillan fulgurosamente por su ausencia y precariedad. Les uniforman las cabezas con aspiraciones y sueños burgueses (estereotipados hasta las náuseas) para que exhiban impúdicamente su lealtad convenenciera a los negocios de dueños de los laboratorios que ya antes entrenaron a sus jefes. "Pfizer es actualmente la mayor compañía farmacéutica, y se reporta 45 mil millones de dólares de rentabilidad. Las empresas multinacionales entre ellas Glaxo Smith Kline, Merck & CO., Bristol-Myers Squibb, AstraZeneca, Aventis, Johnson & Johnson, Novartis, Wyeth y Eli Lilly, acapararon el 58,4% del mercado alrededor de 322 mil millones de dólares en ganancias".[1]

Hay que ver los desplantes de prepotencia y petulancia que pasean muchos jefes de sección, de guardia, de departamento... en cada clínica, hospital o laboratorio frente a las enfermeras, los estudiantes y los trabajadores que deben aprender primordialmente a convertir su humillación en buenas calificaciones, diplomas, nombramientos especiales o premios... como la asistencia a congresos, la publicación de "papers" y los regalitos de los laboratorios. No nos asustan, ni silencian, los medicuchos que se envuelven con enjambres terminológicos y estadísticos par inmolarse en el reino de la erudición archi-especializada y donde no sólo no se aceptan las denuncias más obvias sino que éstas son vistas como desplantes de "mal gusto". De esos bonzos demagogos, tecnócratas y burócratas, están repletas las academias y asociaciones de especialistas... y muchos hospitales. No todos, claro... claro.
Pero. Muchos estudiantes son adiestrados con excelencia "técnica" para sustentar la servidumbre de clase que justifica el negocito y justifica también algunas dádivas de la filantropía médica que, con su ética mesiánica, beneficia a algunos pobres en hospitales para pobres y con burocracia para pobres.

¿Es esto muy exagerado?

Los médicos, las enfermeras y los trabajadores de la salud suelen ser amaestrados para que adopten, como suyas y originales, ideas reaccionarias y conductas mediocres. Su heroicidad se reduce a ser serviles y mansos con el negocio y llevar al reino de su individualismo las glorias de las cuentas bancarias y los bienes terrenales. Su heroicidad tiene por alma mater una vanidad inmisericorde entrenada diariamente en el campo de concentración a que someten a sus "pacientes" y a los familiares de ellos. Muchos "doctorcitos" se hacen pagar su magnanimidad con agradecimientos eternos, y halagos, gracias a extorsionar a todo mundo con el viejo truco de regatear información, hablar con tono didáctico y condescendiente, jugar a que el tiempo nunca les alcanza y sacarse de la manga soluciones milagrosas. Muchas bajo el método de la escopeta... algún perdigón le pegará a la perdiz. Cuantos más medicamentos ensayen... mejores regalitos mandarán los laboratorios. Existe un ranquin internacional de premios en hoteles, líneas aéreas y merchandising variopinto. Lo aprenden los médicos, las enfermeras y los trabajadores de la salud desde las primeras lecciones.

Sueñan con infectarnos la vida con saliva de burócratas serviles a la carnicería neoliberal son "doctores" de inoculados de epidemia usurera entre los mercados farmacéuticos caldo infecto de la demagogia neoliberal el peso de la miseria y el crimen, el hambre, el desempleo, la injusticia galopante. Nosotros lo pagamos. Ellos se autonombran "doctores" para esconder su prepotencia y suficiencia de ignorantes funcionales indolentes a la miseria, desnutrición, hospitales destruidos, escuelas desvencijadas, podredumbre y hediondez a diestra y siniestra.
Depresión, mal humor, desesperanza, hartazgo, tristeza, melancolía rabia... furia... odio. Cansancio y soledad, trabajadores humillados. Ancianos victimados con indolencia... enfermos carcomidos por la burocracia. Los niños miran atónitos el futuro que les heredamos. Es una Monstruosidad. Vivimos infestados de negligencia. Los más pobres están más desprotegidos, no están bien alimentados, no pueden ir al doctor, imposible pagar medicamentos y en general no tienen posibilidad de atender su salud. No es poca cosa.

Nosotros sabemos que la guerra contra la medicina corrupta debe ser una guerra contra el capitalismo también. El negocio de los laboratorios farmacológicos ha sacado una tajada monstruosa. Y no hemos visto lo peor. Sabemos que las corporaciones fabricantes de medicamentos son dueñas de la seguridad de miles o millones de personas. Reina el cinismo. Sabemos que la crisis sanitaria expresa la irracionalidad capitalista. Los monopolios imponen sus negocios como si fuesen políticas de salud e imponen condiciones de mercado para especular con medicamentos y precios. Son dueños de la salud de millones de seres humanos.

¿Y el pensamiento ético en materia de salud?

Está claro que la pachanga obscena de comerciar con las enfermedades, al alcanzar sumas millonarias en cualquier moneda, requiere gerentes gubernamentales encargados de legalizar la tranza e idear mecanismos creativos para sacarle más jugo a las víctimas. Por eso construyen hospitales cuyo sello de clase garantiza un modelo de consumo perfecto para el nivel de corrupción alcanzado por los "doctorcitos" y sus compinches. Por ejemplo construyen hospitales para consumir los mil y un productos que, encarecidos a precio de gobierno, mejor convengan a las empresas proveedoras; por ejemplo gastarán a manos llenas los impuestos de los pueblos para congraciarse con empresas fabricantes de aparatologías y artículos de toda índole, para, recurrentemente, tapizar la ruta de las entregas con diezmos a granel para los intermediarios; por ejemplo pondrán salas de espera, quirófanos, habitaciones, pasillos, oficinas y salas de urgencias... al servicio de la lógica "fordista" aplicada a la atención médica. Todo esto tributario de desentenderse rápido de los "pacientes" para que no engorden los gastos que pudieran amenazar la pachanga de las corruptelas. Hoy, en la obscenidad extrema del sistema de corrupción médica, los pacientes son obligados a llevar a los hospitales sus sábanas, tenedores, agua, vendas y bacinicas...no hay muchos médicos protestando por eso.

Muchos médicos, y sus compinches, gustan de celebrar cifras de eficiencia y atención a los pacientes. Se embriagan en estadísticas exitosas que desbordan gráficas powerpoint, libros, tratados y enciclopedias. Si cada página editada con guarismos triunfalistas implicara a una persona atendida con eficiencia...no habría crisis sanitaria en el mundo. Y la medicina habría dejado de ser una industria burguesa para ser un derecho socialista inalienable.

En la cúspide del alma mater en los médicos medicamentalizados (es decir con la mente puesta en ayudar a vender medicamentos muchos de ellos innecesarios) están los laboratorios farmacéuticos anudados todos en una red multinacional de inversionistas que, cómo en todo comercio, rigen sus tareas por las leyes capitalistas de la oferta y la demanda. ¿Nos sorprendería saber cuántas veces han inventado epidemias, pandemias y contagios para hacer circular millones de vacunas, jeringas, pastillas, cremas o ungüentos? La base material capitalista de esta industria mundial sustenta una cúspide ideológica -metodológica- vestida de "ciencia" en la que se han protocolizado operaciones técnicas con operaciones financieras donde los que ganan son los dueños del negociado. ¿Se ofenderán mucho con este retrato?

¿Es poco filosófico?

No son pocos los médicos que viven de mentir y de mentirse. Fabrican fantasías y explicaciones desopilantes para ganar la "confianza" de sus pacientes-clientes. Si hubiese una colección mundial sobre las fantasías inventadas por muchos médicos sobre el comportamiento del organismo humano, y su relación con los químicos prescritos, tendíamos una enciclopedia del horror monumental. La "filosofía" burguesa de la "industria de salud" ha producido durante su historia un monstruo insaciable enredado con las más deplorables anécdotas de corrupción e impunidad. Lo que menos les importa es la erradicación de las enfermedades porque tal cosa disminuye los ingresos farmacéuticos. No importa que muchos de los productos "médicos" (de quirófanos, farmacias, hotelería hospitalaria y toda la parafernalia) no tengan eficacia probada... lo importante es cubrir las metas mensuales en materia de ventas y cobros. Es esa su "filosofía" y punto.

Su "filosofía" no se compromete con una lucha efectiva contra las enfermedades que agobian a los trabajadores, lo que importa son las regalías y el secuestro de las patentes para gozar de exclusividad en el usufructo de una enfermedad y más si se vuelve epidemia. Sin importar (hay casos de infamias insondables) cuán tóxicas sean para las personas las medicinas, las operaciones o los tratamientos, ni sus consecuencias colaterales, las enfermedades asociadas ni la muerte (que el capitalismo también ha convertido en negocio).

Su "filosofía" también consiste en invertir millonadas, para esconder bajo el tapete, los planes de negocios relativos a la investigación que ellos llaman "científica". No es el bien social lo que determina inversiones ni lo que determina las políticas sanitarias... es descarnadamente, la búsqueda de beneficios financieros privados para un puñado de monopolios alcahueteados por los gobiernos serviles. Si para eso hay que manipular y falsificar datos, si para eso hay que publicar revistas, organizar congresos y entregar "premios nobel"... no se detendrá una industria tan pesada. No tendrá pruritos metodológicos o morales, una industria deshonesta que se disfraza con la palabra Ciencia para esconder su "filosofía" de los negocios.

La lista de ligerezas y errores con que se maneja la fabricación industrial de medicamentos es enorme. Hay denuncias y debates que generalmente se esconden porque afean el panorama. La industria farmacéutica tiene controles sobre la inmensa mayoría de publicaciones especializadas y las revistas de divulgación científica. La industria farmacéutica gasta fortunas en publicidad y en regalos para sus médicos favoritos. Se trata de una dictadura del negocio farmacéutico.

Los médicos son la tercera causa de muerte en los EE.UU.: causan 250.000 muertes por año.[2] No todos, claro, no todos.

¿Está todo tan mal?

Contamos con Cuba, por ejemplo. Algunas tareas indispensables para superar las patologías generadas por la industria médico-farmacéutica del capitalismo deberían pasar a estas horas por la expropiación, sin pago, y bajo control obrero, de todo el negociado obsceno que hoy deambula impunemente por el mundo. No hay alternativas. El capitalismo es un delito[3] y una maquinaria infernal de producir crisis ecológica, enfermedad y muerte. A estas horas es preciso reformular todas nuestras concepciones teórico-metodológicas en materia de salud y de políticas socialistas de salud. Aprovechar los mejores logros, los que son realmente útiles y liberarlos de las garras del capitalismo. Reformular nuestras ideas y preconcepciones sobre el organismo humano sus interdependencias con la naturaleza toda, su desarrollo y su situación actual. Reformular la investigación científica y los principios mismos de la actividad médica adaptados a la realidad concreta y las urgencias de esta etapa. Transformar los modelos de enseñanza y la educación médica en todos sus niveles. A estas horas es inexcusable garantizar la salud y los servicios en condiciones que permitan soberanía política en políticas concretas, democracia médica revolucionaria, erradicación del rezago médico y de las enfermedades de la pobreza. Prevención socialista y planificación, educación y la cultura de la salud, empleo digno para los trabajadores de la seguridad social... afincar una Filosofía socialista de la salud que privilegie la vida digna como un derecho concreto e inalienable. Vincular el problema de la salud con la preservación de los ecosistemas. Garantizar condiciones materiales de existencia, justas y democráticas. Los más avanzados descubrimientos de la medicina no pueden ser propiedad privada de un puñado de capitalistas. El movimiento obrero debe exigir su nacionalización inmediata al lado de la nacionalización de los grandes bancos, los latifundios y los monopolios que someten nuestras vidas a la dictadura del Capital. Sólo una economía socialista planificada racionalmente podrá desarrollar la riqueza de los conocimientos en materia de salud para ponerlos realmente al servicio de la humanidad y su desarrollo. Eso será realmente curativo.

[1] http://www.militante.org/medicinas-laboratorios-monopolios-y-nuestra-salud
[2] http://www.bibliotecapleyades.net/ciencia/ciencia_industryweapons02.htm
[3] Antonio Salamanca http://www.aporrea.org/ideologia/a97634.html
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Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía remitente: sabarva@gmail.com

 


 

 

 

 

 

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