graves (2)

Fuente: http://www.naiz.eus/es/hemeroteca/gara/editions/2016-03-13/hemeroteca_articles/por-la-aplicacion-de-los-derechos-humanos-de-las-personas-privadas-de-libertad-gravemente-enfermas

 

Los alcaldes de las principales ciudades vascas (Donostia, Iruñea, Gasteiz y Errenteria), Eneko Goia, Joseba Asiron, Gorka Urtaran, Julen Mendoza, han suscrito la siguiente petición:

 

Creemos que una sociedad que vulnera el principio máximo de la dignidad humana es una sociedad quebrada en lo humano y con enormes carencias democráticas. El mantenimiento en prisión de una persona gravemente enferma e incurable sin las debidas condiciones para el tratamiento de su enfermedad atenta contra su dignidad.

Los que suscribimos el presente escrito lo hacemos desde una firme convicción que compartimos: la defensa de todos los derechos humanos de todas las personas. Derechos de los que todas las personas somos titulares, también aquellas privadas de libertad.

Además, nos une a los cuatro alcaldes de diferente ideología el hecho circunstancial de contar en nuestros municipios con personas presas que se encuentran gravemente enfermas, o aquellas otras que ya han superado los 70 años de edad. Son estas circunstancias, y el hecho de que sus derechos no están siendo respetados, las que nos llevan, en ejercicio de nuestra responsabilidad y desde una óptica estrictamente humanitaria, a trasladar nuestra posición y a solicitar la excarcelación de estas personas, así como de cuantas otras se pudieran encontrar en la misma situación.

Cuatro son las razones que nos llevan a sostener esta posición: la primera, el respeto a la dignidad de las personas, incluida la de aquellas que se encuentran en una situación de privación de libertad. Creemos en una sociedad donde los poderes públicos sean los veladores del respeto a la dignidad humana de todas las personas, porque creemos que una sociedad que vulnera el principio máximo de la dignidad humana es una sociedad quebrada en lo humano y con enormes carencias democráticas. El mantenimiento en prisión de una persona gravemente enferma e incurable sin las debidas condiciones para el tratamiento de su enfermedad atenta contra la dignidad de esa persona.

La segunda de las razones reside en nuestra posición firmemente contraria a la aplicación de penas inhumanas, no solamente en su establecimiento o fijación, sino también en el devenir de su ejecución. La permanencia de una persona gravemente enferma e incurable en una situación de privación de libertad no solo supone romper el principio del respeto a la dignidad humana, sino también supone en muchos casos una doble pena sobre la persona, porque el sufrimiento, y por ende el castigo sobre esta persona privada de libertad, crece exponencialmente en comparación con cualquier otra persona recluida.

La tercera, el estricto cumplimiento de la legalidad aplicable a estas situaciones, y que en estos casos no se está produciendo por consideraciones que exceden el ámbito de lo estrictamente jurídico.

Y por último, creemos que la denegación de la excarcelación de una persona presa gravemente enferma e incurable rompe el principio de la resocialización de la pena privativa de libertad. La memoria anual de la Fiscalía General del Estado de 1991 señalaba que en los supuestos de enfermedad grave e incurable «las penas privativas de libertad ya no pueden cumplir su fin primordial de procurar la reinserción social del penado». Solo la función punitiva y de castigo de la pena puede explicar la presencia en prisión en situación de preagonía, carece de sentido orientar a la reinserción a quien solo hubiera de salir de prisión para agonizar y morir.

Dicho esto, este principio de resocialización adquiere todavía una mayor dimensión en una situación de construcción de la paz y de la convivencia en la sociedad vasca. Sin duda alguna, y desde una perspectiva política, porque ayuda a la consolidación de la paz y elimina sufrimiento innecesario que solo hace dificultar la construcción de una nueva sociedad.

Pero también, y desde una perspectiva jurídica, porque han desaparecido las razones que la Administración del Estado pudiera entender de riesgo para la seguridad ciudadana, y porque el derecho no puede abstraerse de esa nueva realidad social, y se ha de interpretar de acuerdo a ella. Por tanto, no debiera existir impedimento político ni legal alguno para la excarcelación de las personas presas con enfermedades graves e incurables y aquellas que han cumplido los 70 años de edad.

Finalizamos manifestando nuestro firme compromiso por seguir trabajando no solamente por la defensa de todos los derechos humanos para todas las personas, sino también por responder a ese anhelo de la sociedad de construir un nuevo escenario democrático, de paz y convivencia.

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SIDA, un repaso a ciertos sucesos y hechos relevantes

En noviembre de 1997, a raíz de la publicación en algunos medios de ciertas informaciones polémicas que ponían en duda los actuales puntos de vista oficiales sobre el Sida, (desde la idoneidad de los tratamientos hasta la propia existencia del virus VIH), el diputado del BNG, Francisco Rodríguez Sánchez, dirigió una interpelación parlamentaria por escrito a la Mesa del Congreso de los Diputados para conocer la postura de las autoridades sanitarias españolas sobre el particular.
Ese mismo año, a iniciativa de una publicación española, se enviaron cartas a distintos organismos oficiales relacionados con la sanidad, (desde el propio Ministerio de Sanidad al Consejo General de Colegios Médicos), indagando por la existencia de pruebas sobre la existencia del VIH.
No hubo respuesta a dichas cartas y la respuesta dada al diputado del BNG consistió en una reafirmación en lo que es catecismo oficial de creyentes desde hace 25 años: “que el virus por supuesto existe”, que “se puede aislar de los enfermos”, “pudiéndose incluso medir su cantidad mediante ciertas técnicas”, que los tratamientos son “eficaces y recomendables”, etc., y que “no tenía sentido ningún debate público sobre estos hechos tan evidentes”.
Pero se da la casualidad de que, entre los que no parecen tener las cosas tan claras como las autoridades sanitarias, están precisamente las propias compañías farmacéuticas que fabrican y comercializan los tests con los que supuestamente se detecta la infección por VIH a las personas.
Estas compañías, como que deben saber muy bien las dificultades que entraña la detección de un virus sobre cuyo aislamiento existen importantes lagunas científicas, han decidido curarse en salud y lavarse las manos, nos imaginamos que ante posibles demandas judiciales, al extremo de advertir, en los prospectos de instrucciones de los tests, de la imprecisión de estos tests a la hora de detectar el VIH.
Pero es aún más interesante, por las importantes implicaciones que tiene, la explicación que dan para esta falta de sensibilidad de los tests de VIH.
Recordemos que los principales tests que se vienen usando para la detección del VIH son el test ELISA y el test Western Blot, que detectan supuestamente anticuerpos contra el VIH. Otro test usado muy frecuentemente es el test de “carga viral”, que mide supuestas cantidades de virus VIH.
Así, la compañía Abbott, uno de los fabricantes del test ELISA, declara: “La prueba ELISA sola no puede ser usada para diagnosticar Sida, incluso si la investigación propuesta con muestras reactivas sugiere una alta probabilidad de que los anticuerpos VIH-1 estén presentes” (Abbott 1997).
Por su parte el prospecto de uno de los kits de W. Blot, test considerado en España como el test de confirmación y prohibido en el Reino Unido por poco fiable, advierte:”No usar este test como única base para el diagnóstico de la infección por VIH” (Epitope Organon-Teknika).
De forma parecida, el prospecto que acompaña al tan frecuentemente usado test de “carga viral” advierte: “El Amplicor VIH-1 Monitor test no está previsto para ser usado como un test de exploración para el VIH ni como un test de diagnóstico para confirmar la presencia de infección por VIH” (Roche 2003).
Habrá quien piense que esas advertencias, por lo que respecta al test ELISA y al W. Blot, obedecen al hecho de que, en España y otros países, es necesario, para el diagnóstico de infección por VIH, dar positivo en ambos tests, sin embargo parece que los tiros no van por ahí, la explicación de Abbot va mucho más allá, estableciendo de forma clara e inequívoca: “En la actualidad no hay estándar reconocido para el establecimiento de la presencia o ausencia de anticuerpos anti VIH-1 en sangre humana. Por tanto la sensibilidad fue calculada basándose en los diagnósticos clínicos de Sida y la especificidad en donantes aleatorios” (Abbott 1997).
¿A qué se refiere la compañía Abbot cuando reconoce que “en la actualidad no hay estándar reconocido para el establecimiento de la presencia o ausencia de anticuerpos anti VIH-1 en sangre humana”? Abbot sencillamente está admitiendo la invalidez de los tests para detectar el VIH pues, al admitir que no existe estándar reconocido está reconociendo que falta el requisito indispensable para que estos tests sean mínimamente fiables Y es que en medicina clínica el único método válido para establecer la sensibilidad y especificidad –la validez en suma- de los tests virales indirectos, como es el caso de los tests de anticuerpos, es la comparación de los resultados del test con el estándar adecuado, que no es otro que la propia detección del virus en la sangre fresca, sin cultivar, de supuestos portadores o enfermos. Es decir, antes de usar en la población esos tests, debemos antes validarlos, asegurarnos de que son fiables, lo que implica que debemos comprobar que se encuentra el virus en un porcentaje significativo de las personas que han dado positivo a esos tests. De otro modo, ¿Cómo íbamos a poder asegurar que las personas que dan positivo a esos tests tienen el virus?
El único estándar válido, no solo para los tests de anticuerpos, sino para todos los tipos de tests virales indirectos, (sean tests que detectan antígenos –proteinas del virus- sean tests que detectan secuencias genéticas del virus, como el test de “carga viral”, o sean tests que detectan anticuerpos), es la identificación del propio virus VIH en la sangre de las personas.
El reconocimiento por parte de Abbott de que no hay estándar reconocido, o –lo que es lo mismo- el reconocimiento de que no se encuentra virus en la sangre fresca de las personas, (ni siquiera para poder hacer estas elementales comprobaciones de los tests con los que precisamente se le diagnostica a las personas la condición de “portador” o “infectado” por el VIH), supone algo inaudito en unos tests que se han venido usando durante más de 20 años para diagnosticarle infección por VIH a muchos miles de personas, algo que muy posiblemente abra la puerta a muchas demandas judiciales.
¿Y porqué no se encuentra el virus en las personas? ¿Tiene lógica que hablemos de un virus que se transmite por sangre pero que al mismo tiempo sea imposible encontrarlo en la sangre de las personas, con la tecnología actual, presupuestos millonarios y un ejército de investigadores en la labor?
Inevitablemente acude a la mente lo sucedido hace años durante la Conferencia Internacional de Sida de Ginebra, cuando el Dr. Ho, una de las eminencias mundiales del VIH, reconoció ante las preguntas del periodista Huw Christie que, después de más de 20 años, no existía una sola fotografía al microscopio electrónico del VIH, tomada a partir de la sangre fresca de enfermos o supuestos portadores.
Al no haberse hallado nunca el VIH en la sangre fresca de ningún ser humano, con o sin Sida, no sólo nos encontramos ante un argumento incontestable en contra de que este supuesto virus sea el causante de ningún proceso transmisible, (la primera condición de las enfermedades transmisibles es que el supuesto agente causal debe ser hallado en todos y cada uno de los casos de la enfermedad, en su sangre fresca o tejidos sin cultivar, se entiende), sino que nos encontramos ante un argumento muy sólido en contra de que este supuesto virus exista, (salvo que asumamos que es un virus invisible o que produzca la enfermedad por control remoto).
Y acude nuevamente a nuestra memoria otro suceso singular, del cual los medios de comunicación se cuidaron muy bien de no informarnos: el famoso “Juicio por la sangre contaminada”, de Gottingen, Alemania, que tuvo lugar en 1995-97. En ese juicio, el virólogo Stefan Lanka invitó al tribunal a que “encontrara un solo científico que fuera capaz de comparecer para declarar bajo juramento y simplemente demostrar que el VIH existía y causaba el Sida”. A pesar de que el juicio había sido anunciado por los medios a bombo y platillo, de repente cesó toda información. ¿Qué pasó? Pues que, como el tribunal tuvo ocasión de comprobar, tal científico, capaz de comparecer para declarar bajo juramento que el VIH existía y causaba el Sida, todavía no había nacido, a pesar de los miles de ellos que acuden a los congresos de Sida y de los miles que viven del cuento del VIH.
Estos hechos no hacen más que corroborar los datos y argumentaciones que desde hace años se vienen presentando contra la Hipótesis VIH-Sida por parte de investigadores de mucho prestigio, como el retrovirólogo Peter Duesberg, (quien ya planteó en 1987 el carácter no infeccioso del Sida), o el epidemiólogo Gordon Stewart, (quien señaló hace años que la epidemiología del Sida no correspondía a la de ninguna epidemia infecciosa), o la biofísica australiana Eleni Papadopulos-Eleopulos, (quien llamó la atención en varias ocasiones –la primera en 1988- acerca de que el supuesto virus VIH no había sido aislado), o el Premio Nobel de Química de 1993 e inventor de la PCR, el bioquímico Kary Mullis, (quien denunció la imposibilidad de encontrar las simples referencias científicas de los supuestos trabajos que demuestran que el VIH causa el Sida). Y más de 2000 investigadores que, desde hace más de 15 años, piden un debate científico sobre el tema.
Pero he aquí que ya no son sólo estos científicos, llamados “disidentes”, sino las propias compañías farmacéuticas que fabrican y venden los tests que determinan la condición de VIH+ o “infectado”, las cuales vienen decirnos también, en su propio lenguaje y desde su propio ángulo”, que todo esto del virus del Sida nunca estuvo más en el aire.

YO TAMBIEN SOY SEROPOSITIVO

En medio de este vergonzoso panorama, la decisión de las autoridades sanitarias españolas de proceder a la realización de registros, (Registro Nacional de Sida y Registro Nacional de VIH), donde se incluyan por ley tanto a las personas considerados “enfermas de Sida” como a las supuestamente “infectadas por el VIH”, en los que se incluyen datos personales sin garantías de secreto o anonimato, supone ya el toque final en cuanto a violación de derechos elementales de las personas se refiere.
Y si bien consideramos a la mayoría de la sociedad como una víctima de la manipulación informativa, somos conscientes de que tuvo también su parte a la hora de que lo que constituyen una serie de prejuicios morales y sociales disfrazados de ciencia fuesen rápidamente aceptados como hechos incuestionables. La sociedad tragó muy rápidamente con la idea de un virus afectando sobre todo a ciertos colectivos de personas porque esos colectivos ya no eran bien vistos y en una época en que el ejercicio de la medicina debería regirse por principios científicos, por el respeto a las personas, por el humanismo en suma, hemos resucitado la figura del “apestado bíblico”, lo cual supone un retroceso de siglos.
Basta por tanto de caras largas y de lacitos rojos, basta de velitas y de hipocresía, la realidad es que la etiqueta de VIH+ está llevando a la muerte, por una gran variedad de caminos que no tienen nada que ver con estar infectado por un virus, a millares de personas.
Es ahora cuando reclamamos solidaridad auténtica y apoyo decidido por parte de la sociedad, ahora en que está en juego también su salud y su bienestar: el conjunto de prácticas ilícitas, manipulación informativa, sobornos y corrupción en distintos estamentos sanitarios que hacen posible que el Sida exista, son un auténtico peligro para todos. El Sida no es más que la punta del iceberg de la corrupción imperante hoy en día en las instituciones que tienen que ver con la salud y que ocasiona no sólo que no se busquen auténticas soluciones a la mayoría de los problemas que nos aquejan, (desde el cáncer a las alergias), sino que se creen nuevos problemas de salud con la propia actuación médica, al tiempo que se inventan nuevos peligros y amenazas.






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