¿Está convirtiéndose la llamada medicina científica en una pseudociencia? (Miguel Jara)
Leo que hay una farmacia en Madrid que se niega a vender homeopatía. Y me parece muy bien pues cada uno ha de vender lo que desee. Lo que me llama la atención es el argumento que esgrime el propietario para tal negativa: no recomienda el uso terapéutico de “pseudomedicinas que no hayan demostrado científicamente su eficacia en el tratamiento, prevención y diagnóstico de enfermedades”. Tendrá poco que ofrecer en su establecimiento, digo.
Lo primero que olvida Jesús Fernández, el propietario de la botica, es mencionar la seguridad de los fármacos, dice “eficacia” pero creo que debemos tomar un medicamento si se cumplen tres requisitos: si es necesario, seguro y efectivo. El asunto no es baladí pues un fármaco es, por lo general, un producto tóxico que se supone que se toma para una indicación precisa (y legalizada), a la dosis más ajustada posible y durante el menor tiempo que se pueda.
Para ello, en efecto, el medicamento ha de ser efectivo pero también seguro o para ser más riguroso porque seguro casi no hay ninguno, que la relación entre el bien que nos puede proporcionar y los posibles daños que nos haga esté justificada, sea positiva.
Entiendo que Jesús lo que quiere transmitir es que hay una medicina basada en la dispensación de medicamentos cuya eficacia, seguridad e indicaciones han sido previamente comprobadas con métodos científicos.
Pero aquí es donde está la falacia y el farmacéutico debería saberlo. Hoy la producción de medicamentos está en manos, casi en su totalidad, de compañías privadas que tienen un interés legítimo en ganar mucho dinero vendiendo tratamientos.
El problema está en que son ellos quienes hacen los ensayos clínicos y demás pruebas con las que quieren demostrarnos (bueno, a nosotros los potenciales consumidores no, a las agencias reguladoras de medicamentos que son quienes les conceden, o no, los permisos para vender el producto) que su remedio es muy necesario, eficaz y seguro.
Pero todo ese proceso de investigación y desarrollo del fármaco no es transparente. No hay modo de confiar en su honestidad porque está protegido legalmente para que sea secreto, secreto comercial lo llaman. Los laboratorios que abastecen de fármacos a la medicina llamada científica porque se hacen pruebas que muchas veces responden a criterios científicos, sólo enseñan las pruebas que realizan con los medicamentos (y las personas que se prestan a participar en sus ensayos) a las autoridades; las que estas les piden, NO TODAS.
Los laboratorios encontraron así hace ya mucho tiempo la grieta en el que podía ser un muro regulatorio para proteger la salud pública no tan fácil de saltar.
Esto es un fraude científico que he denunciado en ni se sabe cuántas ocasiones y medios. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS), nada sospechosa de estar a favor de las “pseudociencias” -pues sufre un creciente proceso de privatización a manos también de las propias Big pharma-, clama contra ese fraude que supone ocultar datos de los ensayos clínicos.
El debate sobre cómo se hacen los ensayos clínicos está hoy abierto en la comunidad científica de mentalidad abierta valga la redundancia. Hay una campaña internacional denominada Clinical trial impulsada por Ben Goldacre, médico y colaborador habitual en grandes medios de comunicación, que pretende convencer a las farmacéuticas de que publiquen todos los resultados de sus ensayos clínicos para así que investigadores independientes puedan utilizarlos para comprobar su veracidad o para seguir investigando otros tratamientos.
Este médico, que también ha escrito un libro muy crítico con la homeopatía, cuenta en su texto Mala farma todas las malas prácticas de la industria farmacéutica con los ensayos clínicos, en los que se basa, no lo olvidemos el marketing de los medicamentos.
Y escribo marketing porque queda claro tras leerlo que es lo que es; poca Ciencia y mucha estrategia de venta. Es ciencia convertida en marketing y es corrupción. NO HECHOS AISLADOS sino corrupción sistemática que impide que conozcamos realmente qué tomamos cuando ingerimos un medicamento.
Consentida además por las agencias reguladoras que en parte se financian con el dinero que los laboratorios pagan durante el proceso de regulación de sus tratamientos y que presentan numerosos conflictos de interés.
Todo esto Jesús ha de conocerlo. Por eso no deja de sorprenderme que se califique -no es el único que lo hace sino que hay una corriente de fanatismo cientifista en la misma línea- a una parte de la realidad sanitaria de “pseudociencia” cuando la corriente hegemónica de la medicina, la meritoria Medicina Basada en la Evidencia (en pruebas), la MBE, está convirtiéndose en pseudociencia.
Tal es así que reputados médicos, farmacéuticos y divulgadores científicos están pidiendo a los políticos que hagan algo para frenar las prácticas “oscuras” de las grandes farmacéuticas.
La corrupción sistemática de la investigación científica por la industria farmacéutica y por esto aludía yo al principio de este post a la importancia de citar la seguridad de los fármacos, está detrás de la epidemia de iatrogenia o daños provocados por el sistema sanitario y los tratamientos, a la que asistimos de manera silenciosa.
El médico danés Peter C. Gøtzsche, uno de los “padres” de la MBE, que en breve viene a Madrid y por lo tanto Jesús puede conocerle, explica y documenta en su libro Medicamentos que matan y crimen organizado. Cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud, cómo hemos llegado a una situación en al que sólo en USA mueren cada año 200.000 personas por los daños de los fármacos.
Y como podéis comprobar en los últimos años son muchos los profesionales sanitarios que han publicado libros advirtiendo del citado fraude sanitario.
La iatrogenia es la tercera causa de muerte en el mundo hoy porque hemos caído en la trampa de la industria médica de creer que la ciencia es suya, la medicina también y que todo lo que nos ofrece tiene un aval científico.
Por no alargarme mucho, Jesús, si lo necesitas te hago un post con los numerosos medicamentos que seguro que tienes en tu farmacia que se supone que cuentan con pruebas científicas en su haber sobre seguridad y eficacia pero que carecen de la tan mencionada “evidencia científica”. Sin acritud.
Y sí, creo que urge combatir la pseudociencia y favorecer una Ciencia libre e independiente que trabaje en favor de las personas, de la salud pública.