Introducción:
Continuando con la publicación de "La invención del virus del Sida" en Español, presentamos este extracto del Capítulo II, donde Duesberg continúa su racconto histórico sobre las enfermedades a las que erróneamente se le atribuyeron causas infecciosas. El miedo a la infección parece ser un trauma que acompaña al ser humano desde siempre, y este factor ha sido explotado tanto por los "cazadores de virus" como por cada gran campaña que se ha lanzado en las políticas de salud de los últimos tiempos. Abundaremos en este tema en los capítulos siguientes. Pero en primer lugar, ¿Cómo se distingue una enfermedad infecciosa de una no infecciosa ? Los postulados de Koch, un standard que lejos de haber sido abolido o superado, siguen siendo un patrón básico. Aquí su historia.
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Extracto del Capítulo II "La gran cacería de las bacterias"- Peter Duesberg
"Las sociedades preindustriales fueron marcadas por epidemias frecuentes y mortales de todas las enfermedades infecciosas concebibles, desde gripes y neumonías hasta tuberculosis y viruela. Aunque las enfermedades infecciosas eran comunes en épocas anteriores, la gente estaba desconcertada por estas extrañas condiciones que podrían pasar de un individuo a otro. Así, durante los varios siglos en el que las infecciones dominaron la mortalidad humana, mitos que van desde la posesión de espíritus malignos hasta la inhalación de miasmas se ofrecieron como explicaciones.
No fue hasta el siglo XVII que una persona usó la tecnologìa de fabricación de lentes para descubrir la existencia de microbios. Antonio van Leeuwenhoek, un conserje holandés con vocación para construir microscopios en su tiempo libre, encontró un inmenso número de pequeños organismos unicelulares, ahora conocidos como bacterias en la saliva humana. Las pequeñas criaturas existian no solo en cuerpos de humanos y animales sino incluso en el agua de ríos y lagos. El descubrimiento de Leeuwenhoek atrajo la atención de científicos establecidos en aquel momento, pero nunca supusieron que estas bacterias podían causar enfermedades y las consideraron meras curiosidades. Tampoco tenían ningún motivo para culparlas de alguna enfermedad, porque todavía no existían las reglas lógicas para probar tales ideas.
Solo dos siglos después, el descubrimiento de Leeuwenhoek dio origen a la teoría de los gérmenes para las enfermedades. Un profesor de química francés llamado Louis Pasteur fué convocado por un grupo de cerveceros locales que le pidieron que determinara por qué algunos depósitos fermentaban y otros no. Aprendió a través de sus experimentos que la levadura, un tipo de hongo microbiano, era el organismo que producía el alcohol y que las bacterias podrían tanto prevenir la fermentación, como hacer que los alimentos contaminados se descompongan.
Médicos y científicos en toda Europa pronto hicieron la conexión lógica con las enfermedades, y la hipótesis de que tales gérmenes pudieran causarlas se convirtió en un tema generalizado de discusión. Joseph Lister, por ejemplo, ganó fama como el médico que popularizó las técnicas quirúrgicas antisépticas a raìz de la creciente fama de Pasteur. E Ignaz Semmelweis de la Universidad de Viena dedujo correctamente que las manos y las ropas lavadas libres de gérmenes, eliminaban la fiebre infantil en la cama.
Aún así, nadie había demostrado que una enfermedad infecciosa particular era causada por la bacteria correspondiente. Muchos doctores destacados de hecho, se negaban a creer que la enfermedad pudiera resultar de microbios transmisibles. Aunque finalmente resultaron estar equivocados, su saludable escepticismo, sin embargo, jugó un papel científico crítico, obligando a los primeros cazadores de microbios a formular estándares objetivos para acusar o culpar de cualquier enfermedad a un germen dado. La importancia de tal prueba no se puede subestimar: Muchas enfermedades no son infecciosas, pero algunas han sido falsamente atribuidas a inofensivos microbios pasajeros a lo largo de los siglos XIX y XX.
Tales errores se pueden evitar fácilmente solo cuando los científicos aplican cuidadosamente los estándares lógicos. Para 1840, Jakob Henle, profesor de la Universidad Goettingen de Alemania, sugirió públicamente que las enfermedades infecciosas serían resultado de algún organismo vivo invisible que podía ser transmitido de persona a persona. El problema, como Henle había observado, era que para demostrar que el "contagio" causaba la enfermedad, este organismo tendría que ser aislado y cultivado fuera del cuerpo humano.
En la Universidad de Praga, otro profesor de alemán llamado Edwin Klebs llevó este razonamiento un paso más allá durante la década de 1870. No solo se debía extraer y cultivar el microbio fuera del cuerpo enfermo, sino que debería ser capaz de causar la misma enfermedad cuando se inyecta en otro animal. Para muchos médicos europeos, esta propuesta ciertamente tenía sentido lógico. Pero sin ningún ejemplo probado por algun experimento, la mayoría de los médicos prefirieron suspender su juicio sobre la teoría de los gérmenes.
En este punto, un médico alemán llamado Robert Koch, entró en la refriega. Fundó su investigación sobre los resultados de Casimir Joseph Davaine de Francia, que había demostrado que la sangre de las vacas con ántrax podía transferir la enfermedad a otras vacas si eran inyectadas con la misma sangre.
Al estudiar la cepa de bacteria que se encuentra más fácilmente en el ganado con ántrax, Koch quería probar la tesis de que los microbios pueden propagar enfermedades. Por lo tanto, se vio obligado a encontrar alguna forma de cultivarlos bajo su microscopio. Desarrolló así un método de crecimiento de bacterias en el líquido ocular de ganado sacrificado y rápidamente demostró su punto.
Koch inoculó ratones con estos cultivos bacterianos y descubrió que enfermaban mientras sus cuerpos se llenaban de bacterias mortales. Habiendo planeado inicialmente estudiar las bacterias simplemente por su propia naturaleza, Koch en cambio publicó un artículo en 1876 anunciando audazmente que había demostrado que un bacilo era la causa del ántrax. Koch se convirtió así en la primera persona en cumplir los criterios de Edwin Klebs. Las bacterias del ántrax eran grandes, fáciles de aislar, y generalmente causaban enfermedades en animales en lugar de los humanos. Entonces su creciente interés siguió en el campo de la enfermedad humana y comenzó su trabajo con el estudio de las infecciones en heridas abiertas. Observando muestras de varios animales y personas, informó que apenas se podían encontrar bacterias en organismos sanos, mientras èstos abundaban en la sangre de los animales enfermos. Los resultados de Koch lo llevaron a agregar ahora una tercera condición clave a los otros puntos propuestos por Klebs:
“Para probar que las bacterias son la causa de las enfermedades infecciosas, sería absolutamente necesario demostrar que las bacterias esten presentes sin excepción y que su número y distribución sean tales que los síntomas de la enfermedad se expliquen completamente” [cursiva en el original].
En otras palabras, un microbio no puede ser comprobado científicamente como el culpable de causar una enfermedad, a menos que cada individuo enfermo tenga grandes cantidades de ese germen creciendo en los tejidos dañados de su cuerpo. Una sola excepción a esa regla sería suficiente para proclamar al microbio inocente de crear tal enfermedad.
Un problema importante con el cumplimiento de tales estándares de prueba radica en la dificultad de cultivar preparados puros de cualquier especie de bacteria. En el libro de Koch de 1878 sobre sus experimentos de infección en heridas, se describen sus intentos de purificar los cultivos para que otras bacterias contaminantes no fueran culpadas de causar la enfermedad. Recién en 1881 Koch finalmente publicó un artículo describiendo una nueva técnica para el cultivo puro de bacterias. El método utilizaba un plato, que luego mejoró y nombró “placa de Petri”, en honor a su asistente, que permitía a los científicos separar o "clonar" bacterias individuales fácilmente haciendolas crecer aparte unas de otras. Finalmente, las herramientas de la caza de microbios, tanto experimentales como lógicas, estaban en su lugar.
Sin embargo, el atractivo de encontrar microbios individuales en un paciente con el nuevo método de Koch resultó ser una bendición mixta. Muchos de sus seguidores triunfalmente afirmaron como bacterianas muchas enfermedades que no lo eran – e incluso algunas no eran infecciosas - sin nunca verificar el título o la cantidad de bacterias en estas enfermedades. Muchos de estos supuestos patógenos microbianos luego demostraron ser inofensivos - parásitos normales tanto de personas sanas o enfermas – al someterse a los postulados de Koch para distinguir microbios inofensivos de patógenos. El problema de confundir microbios inofensivos con patógenos alcanzó proporciones epidémicas en la historia reciente, ya que las técnicas moleculares hipersensibles que se han inventado, permiten la detección de virus y microbios latentes, muertos e incluso defectuosos que han sido catalogados como culpables. (Ver capítulo 6.)
Koch centró su atención en la tuberculosis, el principal asesino infeccioso de humanos en aquel momento. En unos meses, consiguiò aislar y cultivar un bacilo de los pacientes con tuberculosis. De acuerdo con su investigación :
“En todos los tejidos en los que el proceso de tuberculosis hubiera sido recientemente desarrollado y estuviera progresando más rápidamente, estos bacilos deben ser encontrados en grandes cantidades ... Tan pronto como el pico de la erupción del tubérculo haya pasado, los bacilos se vuelven más raros.”
Habiendo cumplido las dos primeras condiciones de prueba, pasó a mostrar que los conejillos de indias inyectados con bacterias purificadas se enfermaban de tuberculosis. Cuando completó la prueba, publicó su histórico artículo de 1882 donde describe los experimentos.
En 1884, Koch escribió su artículo clave sobre tuberculosis, en el que expuso los tres criterios para probar que un microbio es culpable de causar una enfermedad especifica:
- Primero, el mismo germen debe encontrarse creciendo abundantemente en cada tejido enfermo de cada paciente.
- Segundo, el germen debe aislarse y cultivarse en el laboratorio.
- Tercero, el germen purificado debe causar la enfermedad nuevamente en otro anfitrión.
Estas tres reglas juntas se conocen como los postulados de Koch
La fama siguió rápidamente el trabajo de Koch, todos los científicos y médicos se subieron a su carro. Durante las próximas dos décadas, se encontraron varias nuevas bacterias y se demostró su culpabilidad de inducir más de una docena de enfermedades importantes, incluyendo difteria, tétanos, intoxicación alimentaria, algunos tipos de neumonía y sífilis. Pero en la prisa y popularidad de esta nueva caza de microbios, el descuido científico llevó a muchos investigadores a culpar prematuramente a bacterias recién descubiertas, que no satisfacían estos postulados ahora universalmente aceptados.
Incluso el propio Koch era parcialmente culpable de esto, porque él también mantenía una ambición demasiado entusiasta en encontrar bacterias para casi todas las enfermedades. En su estudio del cólera, por ejemplo, aisló la bacteria correcta, pero no pudo encontrar un animal que se enfermara cuando se le inyectaba el microbio. Sin embargo, lo declaró la causa del cólera utilizando correlaciones estadísticas, en lugar de probar con otras especies animales para cumplir con el tercer postulado.
Incapaz de distinguir en ese entonces un animal que estaba vacunado por infección natural , de uno que era susceptible de infectarse, Koch pudo haber testeado su bacteria del cólera en animales inmunes. En este momento, los cazadores de microbios apenas empezaban a entender cómo funcionaba la vacunación.
Ya que la inmunología estaba en su infancia, Koch nunca usó la vacuna artificial como un medio inverso para realizar su prueba (por ejemplo, renderizando un animal resistente a un microbio por vacunación). Resulta que los científicos desde entonces han producido cólera en conejos, perros y conejillos de india, mientras estos animales fueran no inmunizados. Mientras que Koch tuvo suerte en sus primeros logros tanto él como otros pronto cometieron numerosos errores al acusar o identificar bacterias que causaban enfermedades.
Sin embargo los éxitos condujeron a una variedad de avances y desarrollos tecnológicos en medicina, incluidos el descubrimiento de los antibióticos para matar bacterias, el desarrollo de nuevas vacunas contra varios microbios, y un mayor énfasis en la higiene. Los gobiernos comenzaron a aplicar medidas de saneamiento público y vacunación, - principalmente después del nombramiento de Koch en la Oficina Imperial de Políticas de Salud de Alemania -, que pronto se extendieron por todo el mundo industrializado. La nutrición y el nivel de vida también mejoraron entre las naciones industriales durante el mismo período de tiempo. El hecho es que mientras existen aún controversias sobre la importancia de cada condición para detener epidemias particulares, las epidemias como tales han desaparecido en gran medida, y la intervención médica contra los microbios es ampliamente reconocida por esto. De hecho, ningún otro descubrimiento médico ha tenido o logrado tanta aclamación históricamente.
Naturalmente, entonces, los científicos han mantenido un ojo ambicioso en hallar nuevos microbios, con la esperanza de encontrar las causas de enfermedades inexplicables, lo cual es a menudo, el boleto a la fama y la fortuna. Pero cuando los estándares científicos como los postulados de Koch son dejados de lado en la carrera por el reconocimiento, los desastres médicos generalmente alcanzan un alto impacto.
Humanos y animales, ya sean sanos o enfermos, son anfitriones de varios cientos de microbios, la gran mayoría de los cuales no causan daño alguno. Algunos incluso pueden ser beneficiosos, como la E. Coli y otras bacterias que pueblan los intestinos y ayudan a la digestión. Pero sin utilizar el rigor del método científico, un investigador puede, como veremos a continuaciòn, aislar fácilmente cualquiera de estos microbios inofensivos y culparlo erròneamente de una enfermedad, incluso si la enfermedad no es infecciosa".