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Estrés, cortisol y linfocitos T CD4 (de

Fragmentos del artículo de Matt Irwin Sida y Brujería Vudú (Sida et Sorcellerie Vaudou)

 

Fuente: http://www.sidasante.com/critique/sesv.htm

 

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Estrés, cortisol y linfocitos T CD4.                (Traducción Superando el Sida)

 

Contrariamente a la confusión reinante sobre el mecanismo mediante el cual el VIH afectaría al sistema inmunitario, es relativamente bien conocido en cambio el mecanismo de inmunosupresión que se produce en los estados de estrés psicológico y físico crónicos. Uno de los cambios principales que se producen en los períodos de estrés es la secreción de las hormonas epinefrina y cortisol que provocan una dramática disminución del número de linfocitos T (en la sangre). La correlación entre la disminución de células T (también llamada “linfocitopenia”) y el exceso de cortisol es tan fuerte que el bajo número de células T constituye un criterio que permite diagnosticar un exceso de cortisol.

He aquí algunos extractos tomados de un manual de fisiología usado en la mayoría de las escuelas de medicina (Guyton 1996):

 

Prácticamente todos los tipos de estrés físico o mental pueden producir en cuestión de minutos un aumento de la secreción de ACTH y, por consiguiente, de cortisol. La secreción de este último se multiplica a menudo por 20. (pág. 966)

El cortisol es un inmunosupresor y entraña una importante disminución de la producción linfocitos, en particular de los linfocitos T. (pág. 964)

El cortisol hace disminuir el número de eosinófilos y de linfocitos en la sangre; este efecto comienza ya en los minutos siguientes a la inyección de cortisol y se acentúa en las horas siguientes. Así, una linfocitopenia o una eosinopenia constituyen un importante medio para diagnosticar una superproducción de cortisol por las glándulas suprarrenales.  Paralelamente, la administración de grandes dosis de cortisol provoca una atrofia significativa de todos los tejidos linfoides del cuerpo...Esto puede provocar a veces una infección fulminante y la muerte en el caso de enfermedades que de otro modo no habrían sido mortales, por ejemplo una tuberculosis fulminante en una persona en la que esta enfermedad había sido controlada. (pág. 965)

 

Esta descripción de muertes que tienen lugar en el curso de infecciones que “de otro modo no habrían sido mortales” recuerda puntualmente lo que sucede en el SIDA y que habitualmente se incluye en la cuenta del VIH.

 

Numerosos estudios han establecido una relación entre los niveles de cortisol y la disminución de los CD4. Algunos han establecido una relación análoga en lo que concierne a la epinefrina. Estas dos hormonas son vertidas a la sangre durante los períodos de estrés; o cuando se las inyecta al ser humano o a los animales de laboratorio, resultando de ello una inmunosupresión (Crary 1983ª, 1983b, Tornatore 1998). Tornatore, por ejemplo encontró reducciones del 70% en el número de CD4 en personas, jóvenes o mayores, a las cuales se había inyectado un análogo sintético del cortisol llamado metilprednisolona. Después de una sola inyección, eran necesarias de 8 a 12 horas para que el número de linfocitos volviera a la normalidad.

Es importante señalar que los estudios han demostrado que este no es el único mecanismo. El cortisol y la epinefrina son producidos por las glándulas suprarrenales, pero cuando se les quita estas glándulas a ratones, estos continúan manifestando una reducción del numero de células T si son sometidos a estrés (Bonneau 1993, Esterling 1987, Keller 1983).

 

Numerosos estudios han mostrado que las personas que testan seropositivas tienen tasas elevadas de cortisol. Algunas manifiestan respuestas disminuidas a los incrementos de la producción de cortisol cuando se las estimula, lo que indica la presencia de un estrés crónico acompañado de una superproducción crónica de cortisol (Membreno 1987, Christeff 1988, 1992, Verges 1989, Azar 1993, Coodley 1994, Lewi 1995, Lortholary 1996, Nunez 1996, Norbiato 1996, 1997). Por ejemplo,  Norbiato et al. (1997) compararon pacientes de SIDA con personas sanas seronégativas. Hicieron dos grupos con los pacientes de Sida, los que tenían una afinidad de los receptores de cortisol normal (AIDS-C) y los que tenían una afinidad débil (AIDS-GR), y compararon esos dos grupos con las personas sanas. Cuando compararon los niveles de cortisol en las orinas de 24 horas después de la inyección de cortisol, constataron que el grupo AIDS-GR tenía 451 microgramos/24h mientras que las personas sanas no tenían más que 79. Las personas con SIDA excretaban alrededor de 6 veces más cortisol que las personas sanas. El grupo roupe AIDS-C tenía niveles de 293 microgramos/24h, o sea 3,7 veces la tasa normal. La tasa de cortisol en sangre era igualmente casi 3 veces más alta en el grupo AIDS-Gr que en las personas sanas. El comentario de los autores del estudio es revelador:

 

En el SIDA, la interacción normal en el eje hipotálamo/hipofisario está alterada. Esto se traduce en una hipersecreción de cortisol que provoca una inmunosupresión. En el caso de la mayoría de los pacientes, este fenómeno persiste durante toda la enfermedad. (pág3262)

9288858666?profile=originalLos niveles más altos entre los indicados son comparables a los que se encuentran generalmente en los pacientes con enfermedad de Cushing. Esta enfermedad se traduce en una superproducción de cortisol que entraña una severa inmunosupresión y da lugar a infecciones oportunistas, trastornos neuropsiquiátricos, el desfallecimiento de los músculos, estados de debilidad y formación de depósitos grasos en la parte superiro de la espalda, la cara y el vientre (Britton 1975, Momose 1971, Robbins 1995, Starkman 1992).

 

Varios estudios han demostrado una conexión entre un nivel alto de estrés y una disminución selectiva de los CD4, a menudo acompañada de un aumento en los CD8. Sin embargo, uno de los problemas que se encuentra cuando se intenta comparar la inmunosupresión debido al estrés y la que se ve en los enfermos de SIDA es que la mayoría de los investigadores no consideran que el número de CD4 constituya un buen indicador del estado inmunitario, y en consecuencia no miden su número. En lugar de esto prefieren medir la capacidad de respuesta de los linfocitos que casi siempre está disminuida en los estados de estrés psicológico crónico (Antoni 1990, Kiecolt-Glaser 1988). Existen sin embargo estudios que examinan las células T en períodos de estrés y vamos a dar cuenta de ellos aquí, empezando por los resultados obtenidos en los primates no-humanos siguiendo después con varios estudios llevados a cabo en humanos.

 

Aislamiento social y nivel de cortisol en primates no-humanos

 

Sapolsky y otros (1997) estudiaron los efectos del aislamiento social y del estatus de oprimido sobre los niveles de cortisol en 12 babuinos salvajes. Encontraron en los seis babuinos más aislados socialmente niveles de cortisol cuatro veces más altos que en los otros seis, lo que constituye una diferencia enorme. He aquí algunos extractos del reporte de los investigadores:

 

L hipersecreción de glicocorticoides (superproducción de cortisol) puede tener efectos deletéreos sobre las defensas inmunitarias, el metabolismo, la fisiología de los órganos de reproducción, la reparación de tejidos y el estado neurológico...

Los datos detallados sobre el comportamiento social de los machos adultos fueron recogidos en los dos meses que precedieron a la anestesia. Esta recogida se inscribía en el contexto de un estudio más extenso, que comprendía varios años, que observaba el comportamiento social del los babuinos adultos machos. Este estudio intentaba examinar las correlaciones entre el estatuto social y la superproducción de cortisol. (pages 1137-8)

Los machos socialmente aislados presentaban una concentración de cortisol significativamente más alta que los machos con buena inserción social (850 mmol/L para los seis babuinos más aislados, 213 mmol/L para los que tenían buena inserción social. (page 1141, figure 1)

En un anterior estudio llevado a cabo en babuinos salvajes, habíamos observado que entre los machos dominantes, los que tenían menos relaciones con las hembras y  menos interacciones sociales con los bebés tenían las tasas de cortisol más altas...Estos estudios no constituyen una demostración de la existencia de una relación causal entre los dos hechos. Sin embargo, estudios llevados a cabo en roedores y primates en cautividad demostraron la eficacia de la inserción social para mitigar las respuestas de cortisol a diferentes factores de estrés, lo que sugiere que nuestros babuinos son hipercortisolémicos porque  ne se benefician de la disminución del estrés que les procuraría una buena inserción social...Esta relación evoca la constatación clásica en medicina del comportamiento de que el aislamiento social constituye un factor notable de riesgo suplementario de mortalidad en todo tipo de enfermedades.(House 1988). Un hallazgo importante que se descubrió gracias a estos estudios es que ninguna forma específica de relación social (matrimonial, amistad, pertenencia a una comunidad), aporta un mejor protección que otra, sino que es el conjunto lo que cuenta.  Paralelamente, no observamos que uno cualquiera de los ocho criterios de integración social permitía predecir el estatus adrenocortical: es considerando en conjunto estos criterios cuando se podía hacer una predicción más precisa. (págs 1141-1142)

 

Algunos de los estudios mencionados aquí arriba por Sapolsky y otros, han sido analizados por Coe (1993). Él pasó revista a las investigaciones sobre el efecto de los factores psicosociales en el sistema inmunitario de primates no humanos. Muchos estudios han mostrado que cuando los simios jóvenes cautivos eran separados de sus amigos o de su su madre, el funcionamiento de sus células T estaba seriamente afectado. Los investigadores intentaron igualmente descubrir por qué algunos simios estaban más afectados que otros y encontraron muchas variables sutiles como los períodos y el método de separación, la edad del mono...podían tener efectos significativos. Medir los factores de soporte social o el estrés psicológico no es cosa fácil. Factores sutiles relacionados con el medio y con los mecanismos internos mediante los cuales la persona se enfrenta pueden tener un impacto importante.

Levine et al. (1996) examinaron los estudios que muestran que las relaciones sociales amortiguan los efectos del estrés. He aquí algunos de sus comentarios:

 

Nuestros estudios iniciales sobre la actividad adrenocortical en el mono ardilla mostraron que la separación de la madre y de su pequeño desencadena  un incremento llamativo de la tasa de cortisol en los dos individuos… Hemos mostrado también que la importancia de este efecto fisiológico depende al menos parcialmente del grado de apoyo social dado a la cría. Cuando la cría permanece con su madre y/o con sus padres, el amortiguamiento social del aumento de cortisol inducido por el estrés es notorio. Aumentos enormes de colesterol se producen cuando la cría es separada de su madre y colocada en un medio nuevo...Aumentos duraderos de cortisol se producen de la misma manera en el caso del adulto y del adulto más joven...(pág 211)

Las separaciones sociales pueden provocar aumentos duraderos de la tasa de cortisol cuando aunque el hecho de estar bien rodeado produce un efecto amortiguador...Desde el primer día de la separación y hasta el 21º día, la tasa de cortisol permanece más alta que antes de la separación. (page 216)

 

Una parte de los trabajos de Levine y otros se refiere más en concreto a las personas diagnosticadas VIH+. Los autores discuten los efectos de la creación de grupos sociales formados nuevamente sobre la base del estrés y niveles de cortisol en el caso de cambios mayores.

 

La novedad, la incertidumbre y la imposibilidad de hacer una previsión constituyen factores conocidos por activar el eje HPA en numerosas especies animales. Un aumento del nivel de cortisol ha sido ya señalado ya en individuos miembros de un grupo de monos-ardillas recién formado. Sin embargo, estudios recientes muestran que los cambios inducidos por la formación de un nuevo grupo dependen del estado socio-psicológico anterior de los monos. (page 218)

 

Estas constataciones son aplicables a los miembros de la comunidad homosexual que presentan una prevalencia más alta del SIDA, que habían constituido una nueva comunidad en Los Ángeles y en algunas otras ciudades. Se aplican igualmente a las personas cuyo número de contactos sociales han sido reducidos o suprimidos o eliminados debido al hecho de haber resultado positivas en los tests.

 

Artículo completo de Matt Irwin -en francés- Sida et Sorcellerie Vaudou

 

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Artículos relacionados publicados en esta página:

 

- Sobre el papel del estrés a la hora de enfermar

https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/el-estres-como-factor-predisponerte-a-enfermar-manuel-garrido-sot

 

- El poder destructor del cortisol 

https://superandoelsida3.ning.com/group/apoyoespiritualytcnicasderelajacin/forum/topics/el-poder-destructor-del-cortisol-producido-por-el-organismo-en-si?edited=1

 

 

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CONTEOS BAJOS DE LINFONCITOS T CD4

 

(Original en inglés http://www.sidasante.com/themes/cd4/milowcd4.htm)


Varias causas y sus implicaciones en un modelo multifactorial de SIDA
Por Matt Irwin – Febrero 2001. (Traducción Superando el Sida)

Matt Irwin es un médico de familia que escribió varios artículos sobre VIH y SIDA mientras atendía la escuela médica de la Universidad George Washington. Tiene también un Máster en Trabajo Social por la Universiad Católica de América. Además de su interés en miradas alternativas del VIH y SIDA, se especializó en promoción de la salud con intervenciones nutricionales, psicológicas, sociales y espirituales. Tiene una consulta cerca de Washington D.C.

Resumen

Los conteos bajos de linfocitos T CD4+ (conteo de CD4) están asociados variedad de situaciones, incluyendo muchas infecciones víricas, bacterianas, parasitarias, sepsis, tuberculosis, coccidioidomycosis, quemaduras, traumatismos, inyecciones intravenosas de proteínas extrañas, desnutrición, sobre-ejercicio, embarazo, uso de corticoesteroides, variaciones diarias normales, estrés psicológico y aislamiento social. Hay también gente completamente sana y que tiene bajo el conteo de CD4 sin razón aparente.

Este documento presenta un breve repaso de varios estudios que documentan recuentos bajos de CD4 en gente que experimenta estas condiciones. El conteo bajo de CD4 es tan común que socava la afirmación más fundamental del VIH, que es que el VIH causa la bajada de los CD4. La vasta mayoría de la gente diagnosticada HIV-positivo ha experimentado, por lo menos, una de las otras causas de bajos CD4, y así no hay forma de saber si el VIH es la causa.

El conteo bajo de CD4 causado por alguna de estas situaciones a menudo cae por debajo de los 200 por milímetro cúbico, que es el nivel necesario para diagnosticar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) en alguien que fue previamente positivo por anticuerpos al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH-positivo). Por ejemplo, alrededor del 30% de la gente con neumonía aguda se le han encontrado menos de 200 CD4. En alguien diagnosticado de VIH-positivo un nivel por debajo de 200 está considerado un signo de extrema inmunosupresión y que el VIH está destruyendo su sistema inmune. A causa de su recuento bajo de CD4 habrían comenzado una severa medicación antimicrobiana para prevenir infecciones, así como a ser iniciado en los inhibidores de proteasa y exterminadores de la cadena de ADN.

Porque muchas de las condiciones que causan bajos CD4, son comunes en la gente diagnosticada VIH-positivo, este documento aconseja cautela con respecto al uso del conteo de CD4 para tomar decisiones de diagnóstico y tratamiento. Esto se hace más urgente desde que alguna de las condiciones, como el estrés psicológico, se incrementan más cuando a la gente se le dice que su recuento de CD4 está bajo, lo que puede causar la caída de los CD4 aún más. El estrés psicológico y el aislamiento social son creados también por el diagnóstico, VIH-positivo, y por el diagnóstico de SIDA, lo cual tiene efectos crónicos en el conteo de CD4. Finalmente, el generalmente aceptado argumento de que el VIH se dirige específicamente a los linfocitos CD4+, está también cuestionado, porque parece que bajos CD4 son una reacción común a muchas clases de estresantes físicos y psicológicos. Otras alteraciones de los parámetros del sistema inmune, las cuales también se piensa que son específicas del VIH, tales como la inversión de los ratios CD4/CD8, se repiten extremadamente bien en los estados que causan bajo conteo de CD4, haciendo imposible distinguir cualquier efecto atribuido al VIH que no pudiera ser también causado por estos otros factores. Cuando varias de estas situaciones se combinan en la misma persona, como es a menudo el caso de gente diagnosticada VIH-positivo, puede ser que el recuento extremadamente bajo de CD4 sea un resultado natural.

Introducción

El conteo bajo de CD4 se considera un marcador de la progresión de la infección por VIH y de SIDA, y ha sido llamado el “sello” de la infección por VIH (Balter 1997). Cuando el equipo de investigadores de Robert Gallo primero propuso que el VIH era una posible causa del SIDA, lo hizo porque se pensaba que infectaba los linfocitos T CD4+. Lo demostraron en el párrafo introductorio de su primerísimo documento sobre el VIH publicado en 1984.

“El desorden subyacente afecta a las células mediadoras del sistema inmune de los pacientes, resultando en absoluta linfopenia y reducidas subpoblaciones de linfocitos T helper (CD4+). Además, antes de la manifestación clínica completa de la enfermedad ocurre el síndrome temprano, “pre-SIDA”, que es frecuentemente caracterizado por inexplicable linfoadenopatía crónica (hinchazón de las glándulas linfáticas, lo que probablemente indica anticuerpos mediadores de la inmunidad hiperestimulados) o leucopenia involucrando a los linfocitos T helper (conteo bajo de CD4). Esto lleva a la inmunodeficiencia grave de los pacientes y sugiere que un subtipo específico de células T podría ser el principal objetivo de un agente infeccioso” (Popovic ete al 1984, page 497).

Aunque esta afirmación ha sido a menudo repetida desde 1984, una clave por la que puede no ser enteramente correcto es que el mecanismo por el cual el VIH supuestamente destruye las células T CD4+ continua siendo difícil de localizar a pesar del gran acuerdo de investigación sobre este tema. Gallo originalmente aseguró que mataba las células T CD4+ como hacen los otros virus, por ruptura directa de la célula, pero esta propuesta tuvo que ser abandonada cuando se comprobó que esto de hecho no sucedía. Desde entonces se han presentado muchas hipótesis diferentes, y se convocó una conferencia en 1997 para intentar resolver la disputa (Balter 1997). Una parte del artículo de Balter (1997) que describe la conferencia, revela cuán difícil resultó ser:

“Pudo haber sido dicho que los investigadores del SIDA conocen el virus que causa la enfermedad, el VIH, dentro y fuera. Tienen aisladas sus proteínas, secuenciado su genoma e identificados los receptores que usa para acoplarse a los linfocitos T CD4 que son el objetivo principal de los virus. Todavía el misterio central del SIDA permanece irresuelto: Cómo causa el virus la grave pérdida de células T CD4, que es el sello de la enfermedad?” (Balter 1997, page 1.399)

Desde que el VIH fuera anunciado como la causa del SIDA en 1984, el conteo de CD4 ha sido generalmente usado para tomar decisiones de diagnóstico y tratamiento, pero el uso del conteo de CD4 ha sido controvertido, y las recomendaciones con respecto a cómo usarlos han cambiado muchas veces a lo largo de los años (Goldman 2000, Hughes et al 1998, Choi et al 1993).

Además del recuento bajo de CD4, la ratio CD4/CD8 se considera también un marcador de la progresión de la enfermedad en VIH y SIDA, y suele encontrarse invertida. Una ratio “invertida” quiere decir simplemente que hay menos células CD4 que CD8, resultando una ratio de menos de 1.Las células CD8 se suelen incrementar, especialmente en los estados menos avanzados de SIDA, y esta combinación de descenso de CD4 e incremento de CD8 se piensa, comúnmente, que ocurre solamente en gente diagnosticada VIH-positivo. Otro hallazgo que es común en gente diagnosticada VIH-positivo es la reducida actividad y función de los linfocitos, moderada en su sensibilidad a antígenos externos. Esto puede llevar a un estado de “anergia”, en el que la piel de la gente no consigue responder cuando los antígenos se inyectan bajo ella. Como este documento demostrará, todos estos cambios son comunes en una amplia variedad de condiciones que normalmente ocurren en gente diagnosticada VIH-positivo.

Hay dos importantes brazos del sistema inmune, uno de los cuales trabaja a través de anticuerpos producidos por las células B y las células plasmáticas, y el otro que trabaja directamente a través de la acción celular y que depende fundamentalmente de las células T CD4+. El primero se llama inmunidad mediada por anticuerpos o inmunidad humoral, y el segundo se llama inmunidad mediada por células. Es el brazo de la respuesta mediada por células del sistema inmune el que se encuentra profundamente suprimido en gente diagnosticada de SIDA. El brazo del sistema inmune mediado por anticuerpos, sin embargo, está normalmente hiperestimulado en las fases tempranas, con “incremento de los niveles de anticuerpos humorales y células plasmáticas” (Fox 1996). El hecho que los niveles de anticuerpos se incremente, es lo que permite, a los tests de búsqueda de anticuerpos de VIH, usar suero que ha sido diluido 400 veces, diferente a otros tests de anticuerpos que normalmente usan directamente suero sin diluir (Abbott Laboratories 1997). En estas fases tempranas los nódulos linfáticos pueden crecer de tamaño y quedar agrandados crónicamente. En las fases finales, sin embargo, ambos brazos del sistema inmune, el mediado por células y el mediado por anticuerpos, empiezan a fallar, y los nódulos linfáticos se atrofian. La única medida comúnmente usada en la práctica clínica, no obstante, es el conteo de CD4, como demuestran las siguientes recomendaciones de diagnóstico y tratamiento (Cecil Textbook of Medicine, Goldman 2000).

- “Con el paso de los años, las recomendaciones de cuándo empezar la terapia para el VIH ha fluctuado una y otra vez, y una tendencia previa a tratar a la mayoría de los pacientes con menos de 500 células/mm3 con zidovudina (AZT) fue modificado a causa de los resultados de un amplio estudio randomizado (el estudio Concorde) mostrando que la terapia temprana con AZT no producía aumento de la supervivencia.” (Godman 2000, page 1.939)

- Cuando el conteo de CD4 en alguien diagnosticado VIH-positivo se encuentra por debajo de 200, se diagnostica SIDA. Este método cuenta normalmente para la mitad de todos los diagnósticos de SIDA y eso es altamente significativo (CDC 1999).

- Hay dos posturas respecto a cuándo empezar la terapia antirretroviral. La más agresiva recomienda empezar cuando los CD4 caigan por debajo de 500, y la segunda es esperar hasta que esté por debajo de 350, a menos que la carga viral esté por encima de 20.000 copias por ml. El enfoque más agresivo es más comúnmente usado en Estados Unidos, y muchos clínicos quieren incluso empezar con medicamentos antirretrovirales, inmediatamente, en todos los pacientes, sin importarles su recuento de CD4.

- Para prevenir la neumonía por pneumocystis carinii (PCP), los antibióticos deberían aplicarse si el conteo de CD4 se encuentra por debajo de 200. La combinación más comúnmente usada es sulfamethoxazole/trimethoprim (SMX/TMP), normalmente referida por su nombre de marca, Bactrim.

- Para prevenir infecciones por hongos, el medicamento antifúngico fluconazol debería iniciarse si los CD4 están por debajo de 200.

- Para prevenir la infección por mycobateria avium complex (MAC), los antibióticos clarithromycin, azithromycin, o rifabutin deberían iniciarse si los CD4 están por debajo de 100.

- Para prevenir infección por citomegalovirus (CMV), puede empezarse con gancyclovir oral, aunque no se dé el nivel de CD4 u otra directriz.

En febrero de 2001 se presentaron nuevas recomendaciones del Instituto Nacional de Salud, llamando a un cambio que requeriría un recuento de CD4 más bajo, 350 o menos, antes de empezar con las drogas antirretrovirales (Garrett 2001). Esto marca una retirada del enfoque “golpea duro, golpea pronto” abogado por David Ho y otros desde 1996, cuando se empezó con la terapia combinada de inhibidores de la proteasa, pero es dudoso que los clínicos las estén siguiendo con alguna continuidad, para recomendar drogas antirretrovirales a pesar de la situación clínica.

Mientras la mayoría de la gente sabe que la bajada de CD4 es común en la gente diagnosticada VIH-positivo, muy poca y ni los clínicos parecen saber lo común que es un conteo bajo de CD4 en gente considerada VIH-negativa. Los estudios muestran que el conteo de CD4 normalmente cae extremadamente bajo, especialmente si una persona sufre ciertas condiciones. Estas condiciones incluyen una variedad de enfermedades víricas, infecciones bacterianas, infecciones parasitarias, sepsis, shock séptico, fallo múltiple de órganos y sistemas, tuberculosis, coccidioidomycosis, quemaduras, traumatismos, transfusiones, malnutrición, sobre-ejercicio, embarazo, variación diaria normal, estrés psicológico y aislamiento social.

Además de la bajada de CD4, ocurren otros cambios en el sistema inmune que son también idénticos a esos vistos en gente diagnosticada VIH-positivo, incluyendo ratio reducida de CD4/CD8, incrmento de células D8, reducción de la función linfocitaria, anergia, incremento del nivel de anticuerpos, atrofia de los órganos linfoides, y supresión general de la respuesta mediada por células. Estos efectos pueden tardar semanas o meses en volver a la normalidad y, si hay infecciones recurrentes, o si hay presentes múltiples factores, el conteo bajo de CD4 tardaría mucho más en corregirse, o puede que incluso permanezca bajo indefinidamente. Finalmente, las drogas usadas en el tratamiento del VIH causan normalmente una inmunosupresión dosis-dependiente así como otros efectos laterales que pueden fácilmente culpabilizar al VIH, y esto ha sido puesto claro con advertencias contundentemente redactadas por los propios fabricantes de las drogas.

Un cierto número de estudios que examinan estos efectos serán revisados aquí, y se hará hincapié si revelan cualquier bajada absoluta de conteo de CD4, bajada de porcentajes, o reducción de la ratio CD4/CD8, ya que éstos son los que a menudo se piensa que son específicos de VIH y SIDA. Esto no quiere decir que sea un repaso exhaustivo, sino más bien destacar los estudios más significativos sobre este tópico.

1) Conteos bajos de CD4 en la unidad de cuidados intentivos.

En 1995, Reeney et al. miraron los CD4 en 102 pacientes consecutivos de la unidad de cuidados intensivos (UCI) que fueron admitidos por varios motivos y todos eran VIH negativos. Los pacientes sufrían de 34 enfermedades diferentes, siendo las más comunes: infarto de miocardio, sangrado severo, fallo renal, traumatismos y enfermedad pulmonar crónica. El 30% de estos pacientes tenía los menos de 300 CD4, y el 41% menos de 400. Los autores no tratan de cuántos tenían por debajo de 200, el nivel que determina un diagnóstico de SIDA, o exactamente cuántos había por debajo de 500, nivel al cual debería iniciarse el tratamiento en alguien que hubiera sido diagnosticado VIH-positivo. Tampoco encontraron que conteos bajos de CD4 estuvieran vinculados con un mal pronóstico. Aquí están los comentarios de los autores sobre sus hallazgos.

“Nuestros resultados demuestran que la enfermedad aguda, sola, en ausencia de infección por VIH, puede estar asociada con depresión profunda de las concentraciones de linfocitos. Aunque pensamos que esta depresión estaría directamente relacionada con la gravedad de la enfermedad, no lo hemos visto en nuestros resultados. La depresión de las células T que observamos era impredecible y no correlaciona con la gravedad de la enfermedad, la tasa de predicción de mortalidad o la de supervivencia. Este estudio fue consecuente con estudios anteriores que habían mostrado similares disminuciones de conteos de células T en subgrupos específicos de pacientes con enfermedad aguda. Estos subgrupos incluían pacientes con infecciones bacterianas, sepsis, shock séptico, fallo múltiple de órganos y sistemas, tuberculosis, coccidiomidomicosis, infecciones virales, quemaduras y pacientes con traumatismos. La mayoría de estos estudios informaron disminución de la población linfocitaria, alguna de las cuales fue severa e incluyó inversiones de la ratio CD4/CD8...”

“En el estudio más amplio realizado hasta la fecha de pacientes hospitalizados, Williams et al (1983) evaluaron subgrupos de células T en 146 pacientes febriles con infección aguda grave... 19 de 45 pacientes tenían un conteo de CD4 de menos de 300 por microlitro.

También encontramos que los recuentos de CD4 estaban relacionados linealmente con el total de las concentraciones de linfocitos, como Blatt et al. (1991) informaron en pacientes VIH-positivos” (Feeney et al. 1995, pages 1682-1683).

Estos investigadores no encontraron que los bajos conteos de células CD4 fueran una buena medida de prognosis, aunque algunos otros informes difieren en este aspecto.

2) Bajos CD4 en Varias Infecciones Humanas

2ª) Neumonía, pielonefritis, abscesos, heridas infectadas, celulitis y sepsis.

En 1983; cerca de un año antes de que el VIH fuera mencionado por primera vez como posible causa del SIDA, Williams et al. publicaron un estudio mostrando conteos de CD4 severamente reducidos en 146 personas consecutivas con infecciones agudas graves que fueron ingresados en su hospital de Nuevo México. Este artículo estaba referido al artículo de Feeney et al. citado más arriba. Las infecciones incluían neumonía, pielonefritis aguda, abscesos, heridas infectadas, celulitis, infección de tejidos profundos y sepsis.

Los autores sólo proporcionaron la media de los conteos de CD4 en la mayoría de los pacientes, excepto en un gráfico de la página 811 que los traza en 45 pacientes de neumonía. Estos revelan que 31 de 45 (69%) tenían menos de 500 células CD4 por mm3, 19 de 45 (42%) tenían por debajo de 300, 13 de 45 (29%) tenían conteos por debajo de 200, 6 de 45 (13%) tenían 100 o menos, y 2 de 45 (4%) tenían valores de menos de 50. La media de CD4 para todas las personas con neumonía fue 574. Aunque las células CD8 estaban ligeramente reducidas, la ratio CD4/CD8 solía estar invertida como se ha visto en el SIDA, y los autores piden precaución en el uso de las ratios CD4/CD8 para evaluar a los pacientes de SIDA: “precaución porque la infección misma a menudo da como resultado, en las células helper-supresoras, ratios de menos de 1.0, sólo con las ratios no se puede definir la presencia de inmunodeficiencia profunda adquirida” (Williams et al. 1983, page 815).

Proporcionan tablas con información clínica y conteos de CD4 de 9 pacientes con infección de tejidos blandos (STI, en inglés) y 12 pacientes con sepsis/infecciones profundas, quienes tenían múltiples anormalidades en las células T. A continuación breves descripciones de todos los casos de estas tablas que tenían los CD4 en menos de 200:

- Mujer de 25 años con “varicela diseminada”, CD4 de 58, “infección de curso rápido, muerte”.
- Hombre de 45 años con sepsis hemolítica streptococcal del Grupo A, CD4 150, “progresión rápida..., muerte”.
- Hombre de 42 años con sepsis por E. Coli, CD4 156, “Múltiples episodios de bacteremia por E. Coli”.
- Mujer de 38 años con abscesso submandibular, CD4 183, “organismo Gram-positivo, corta estancia de 5 dias en el hospital”.
- Hombre de 46 años con peritonitis, CD4 205, que fue diálisis peritoneal a largo plazo.
- Mujer de 58 años con úlceras de decúbito infectadas, CD4 189, “estancia prolongada de 4 meses en el hospital,... organismos E-coli y pseudomonas”.
- Mujer de 75 años con una común colagintis ascendente y piedra en el conducto, CD4 139, “múltiples resultados positivos en los cultivos de sangre”.

Estos ejemplos de casos son notables en que alguno de ellos suena muy similar a gente que muere de SIDA, tal como la mujer de 25 años que muere de varicela diseminada con un conteo de CD4 de sólo 58 células/mm3. Otros, como el de la mujer de 38 años con absceso y conteo de CD4 de 189 que fue alta después de “una corta estancia de 5 días en el hospital” sugiere que mucha gente con los CD4 extremadamente bajos puede conseguir recuperarse rápidamente. También es destacable que el 30% de la gente con neumonía, que es una enfermedad muy común en personas diagnosticadas VIH-positivo, tenían los CD4 por debajo de 200, y el 70% tenía por debajo de 500. Estos autores encontraron alguna correlación entre gravedad de la enfermedad y conteo de CD4; los pacientes con sepsis que se recuperaron también tenían un incremento gradual de los CD4, mientras que lo que murieron permanecieron bajos.

2b) Bajos CD4 en Malaria

La malaria está causada por parásitos de la especie plasmodium, y es extremadamente común en África y en muchas áreas tropicales. En 1999 fue publicado una carta documentando una bajada severa de CD4 en los pacientes africanos con malaria (Chirenda 1999). El autor examinó los conteos de CD4 en 78 pacientes con malaria que eran VIH-positivos, y 19 que eran VIH-negativos. Se sorprendió al encontrar que los casos de malaria VIH-negativos tenían bajadas más severas de CD4 que los VIH-positivos, de media, con 8 de 19 (42%) VIH-negativos por debajo de 200, mientras solamente 31 de 78 (40%) VIH-positivos que tenían los conteos de CD4 por debajo de 200. Siete casos de malaria en VIH-negativos tenían los CD4 por debajo de 100. Estos datos vienen en la Tabla 1. Además, 6 VIH-positivos tenían conteos normales de CD4, y el autor declara: “Uno debe apreciar la hipótesis de que la malaria reduce los CD4 más que la infección por VIH”. El autor no hizo análisis estadístico para probar la significancia estadística, ni hizo mención a la salud general o estatus nutricional de los pacientes, lo cual puede haber contribuido a su severa bajada de CD4, como se examinará más tarde en este documento.

2c) Bajos CD4 por mononucleosis

La monocuelosis, comúnmente llamada “mono”, es una enfermedad viral común, especialmente en jóvenes en edad escolar, y puede durar varios meses. Es causada por un citomegalovirus (CMV) o virus de Epstein-Barr (EBV), y normalmente aparece con resfriado prolongado y síntomas de gripe, inflamación de nódulos linfáticos, y fatiga. En 1981 un grupo de investigadores miró los CD4 y CD8 en diez pacientes consecutivos con CMV mononucleosis aguda, y compararon sus conteos con los de diez voluntarios sanos (Carney et al. 1981). Los CD4 de la gente con mononucleosis estaban significativamente reducidos, con los jóvenes voluntarios teniendo, de media, un 73% más de células CD4 por ml que la gente con mono. Las células CD8 en la gente con mono se incrementaron, y la combinación de bajos CD4 y elevados CD8 resultó en una ratio invertida CD4/CD8 en todos los pacientes. La ratio media fue de sólo 0.2, comparada a la media normal de 1.7 encontrada en los controles. Los CD4 fueron medidos en nueve de diez pacientes, y los tres con CD4 más bajos tenían, 194, 202, y 255 células/mm3. Los autores también hallaron que los linfocitos T de la gente con mononucleosis respondía pobremente a los antígenos, mostrando deprimidas sus funciones. Este documento fue publicado tres años antes de que el VIH fuera anunciado como la causa del SIDA.

Cinco años después, un grupo diferente de investigadores midió varios subgrupos de linfocitos en mononucleosis EBV aguda (Junker et al 1986). Tomaron 17 pacientes consecutivos que habían sido diagnosticados recientemente, les dieron una inmunización diseñada para activar sus linfocitos B, y entonces tomaron muestras de sangre. La inmunización hizo este estudio diferente a cualquier otro de los examinados aquí. No encontraron una bajada de CD4 estadísticamente significativa, pero hallaron bajadas significativas de las ratios CD4/CD8 debido al elevado número de células CD8, con las ratios cayendo por debajo de 1 como ocurre comúnmente en la gente diagnosticada VIH-positivo. También hallaron un incremento de la actividad de las células B con exceso de producción de anticuerpos. Aunque este incremento de la producción de anticuerpos es común en muchas de las condiciones que causan bajada de CD4, los autores asumen que el ocurre porque el EBV infecta los linfocitos. Parece más probable que el incremento de la producción de anticuerpos sea una respuesta normal a una amplia variedad de estresantes físico y psicológicos. Los autores conluyen que “estos estudios demuestran que la infección con EBV afecta a ambos linfocitos, B y T, y causa una base inequívoca transitoria de inmunodeficiencia en pacientes con infección por mononucleosis sin complicaciones.” (Junker et al. 1986, page 436). La inmunodeficiencia fue “transitoria” pero duradera, con ratios CD4/CD8 volviendo gradualmente a la normalidad en el curso de 4 a 6 semanas.

2d) Bajos CD4 en sepsis

En 1986, un grupo de investigadores de Osaka, Japón publicó un estudio donde examinaban varios subgrupos de linfocitos en 9 pacientes consecutivos de la UCI con sepsis (Nishijima et al 1986). Examinaron su sangre a intervalos semanales en cuatro semanas. Los CD4 en estos pacientes estaban marcadamente reducidos, con medias empezando a bajar de 500 y permaneciendo allí durante las 4 semanas completas del periodo del estudio. También encontraron disminuida la función de las células T, especialmente en pacientes que no sobrevivieron, aunque no hubo diferencias significativas en los conteos de CD4 entre los que murieron y los que sobrevivieron. La células CD8 estaban también reducidas en estos pacientes, y aunque las elevaciones de los CD8 en el SIDA se consideran típicas, en casos avanzados de SIDA, los CD8 pueden estar también marcadamente reducidos. A causa de la grave y amenazadora para la vida naturaleza de la sepsis, estos pacientes serían más similares a SIDA avanzado, y el perfil de su sistema inmune es probable que sea similar. Los autores no proporcionaron conteos individuales de CD4, ni presentaron datos mostrando cuántos pacientes tenían CD4 por debajo de 200, pero teniendo una media por debajo de 500 es ya altamente significativo. Las medicaciones antirretrovirales serían iniciadas en este momento si hubieran sido diagnosticados VIH-positivos, de acuerdo con las pautas más ampliamente seguidas.

2e) Bajos CD4 en tuberculosis pulmonar

La tuberculosis es una infección relativamente común en gente diagnosticada VIH-positivo, especialmente cuando se compara con la población general. Es también relativamente común en otras personas que están inmunosuprimidas, como los alcohólicos, los sin-hogar, los usuarios de drogas intravenosas, y gente que sufre de malnutrición. En 1985 un grupo de investigadores en Indonesia examinó los subgrupos de linfocitos en 26 pacientes recién diagnosticados con tuberculosis pulmonar (TB) (Beck et al 1985). Emprendieron el estudio a causa de un informe previo de bajadas de CD4 en pacientes VIH-positivos con TB en el cual los autores asumen que la bajada de CD4 fue debida al VIH. Encontraron que en los pacientes de TB VIH-negativos los CD4 estaban también significativamente bajos, con una media de 748, comparada a los 1.043 en controles sanos. A causa de que las células CD8 estaban directamente incrementadas, también hallaron significativamente bajas las ratios CD4/CD8. Aunque los efectos vistos aquí no fueron tan dramáticos como los estudios revisados previamente, con solamente 5 de 26 pacientes con menos de 500 CD4, los autores aún sintieron que sus hallazgos fueron altamente significativos para gente diagnosticada VIH-positivo. He aquí algunos de sus comentarios:
“En un estudio de SIDA,... Vieira et al, establecieron que era posible, pero altamente improbable, que la tuberculosis o sus tratamientos pudieran alterar el número relativo de linfocitos circulantes siendo los marcadores de CD4... y CD8, pero descartan esta posibilidad porque la severidad de la alteración de la ratio CD4/CD8... Ahora informamos del acontecimiento relativamente frecuente de moderada linfocitopenia de CD4 en pacientes con intratadas, pero aparte de eso, sin complicaciones, TB pulmonares.” (Beck et al. 1985, page 50).

Los autores también comentan sobre similares hallazgos en leprosos, así como en hemofílicos VIH-negativos:

“Moderada reducción en la ratio CD4/CD8 ha sido informada en lepra lepromatosa que revierten a la normalidad bajo quimioterapia efectiva... Es tentador especular que estos cambios son análogos a aquellos que hemos informado en tuberculosis y que son una consecuencia del curso de la respuesta inmune a la enfermedad. De modo interesante, una comparable linfopenia ha sido informada en hemofílicos tratados con factor VIII., de una población aparentemente libre de SIDA, y este cambio ha sido atribuido a la reacción a la transfusión de proteínas extrañas.” (Beck et al. 1985, page 53).

Los informes de los efectos de las transfusiones del factor VIII sobre los conteos de CD4 han sido entretanto confirmados, como se presenta en la sección 3.


2f) Casi todos los virus intefieren con la función linfocitaria.

En 1987 un artículo sumario apareció en la Annual Review of Immunology titulado simplemente, “Los virus perturban las funciones linfocitarias” (McChesney & Oldstone 1987). Este artículo no miraba los conteos de CD4, sino más bien se enfocaba en la capacidad de las células T CD4+ y otras células para proliferar en presencia de un antígeno. Los autores examinaron la evidencia de que una multitud de virus interfiere con la capacidad de las células T CD4+ para proliferar. A continuación algunas citas directas del texto:

“Es ahora conocido que virus con todo tipo de ácidos nucleicos, que abarcan divergentes estrategias de replicación, infectan a los linfocitos. La lista (Tabla 1) de virus que infectan linfocitos no es exhaustiva, sino que indica virus representativos de diferentes grupos taxonómicos. Con escasas excepciones, la disfunción inmunológica ha sido asociada con las infecciones.” (McChesney & Oldstone 1987, pages 280-281).

Los virus listados en la Tabla 1, que infectan linfocitos humanos, son: virus de la Hepatitis B, adenovirus del grupo C, virus del Herpes simple, Cytomegalovirus, sarampión, paperas, virus respiratorio “syncitial” (RSV), virus Vesicular de boca, Influenza A, Parainfluenza, Rubéola, Poliovirus, viros linfocítico de choriomeningitis, virus I y II de leucemia de las células T humanas.

Después de una larga sección enfocada en el virus del sarampión, discuten sobre la clase de virus a los cuales pertenece el VIH, los retrovirus:

“Los retrovirus de la familia Muridae (ratón), aviar (pájaro), felina (gato), y de origen humano son inmunosupresores así como oncogénicos en sus huéspedes. La evidencia de las respuestas inmunes celular y humoral... es independiente de la función transformadora del virus... No hay restricción entre especies, es decir los retrovirus murinos y felinos pueden suprimir la proliferación in vitro de linfocitos humanos y de ratón.” (McChesney & Oldstone 1987, page 287).

Los autores continúan describiendo que no es necesario que sea introducido el retrovirus completo, sino únicamente algunas de sus proteínas, lo que hace que la respuesta depresiva sea aparentemente pasiva no requiriendo ninguna acción por parte de los virus que estamos discutiendo.

“Una proteína estructural 15-kd parcialmente purificada de un retrovirus felino inhibió la proliferación de linfocitos de felino... La inhibición era dosis-dependiente y tuvo lugar cuando la proteína se añadió al 3º o 4º día de cultivo. En contraste, otra proteína estructural, la p27, no produjo inhibición.” (McChesney & Oldstone, 1987, page 287).

Desafortunadamente para los propósitos de este artículo, los autores no tratan específicamente de células CD4.


3) Conteos bajos de CD4 causados por la inyección de proteínas extrañas.

3a) Irregularidades de los CD4 en la hemofilia.

Los hemofílicos eran uno de los grupos de riesgo originales del VIH. Como mencionamos arriba, en hemofílicos que son VIH-negativos se han encontrado bajadas de CD4 así como bajadas de las ratios CD4/CD8, y aparentemente este efecto es causado por inyecciones de factor VIII. Antonaci et al (1988) por ejemplo, encontraron disminución de las ratios CD4/CD8 y también alteración de la función de los CD4 en hemofílicos VIH negativos, estableciendo en sus conclusiones que “Nuestros hallazgos indican una alteración de la función inmune en hemofílicos independientemente de la infección por VIH” (página 318). De modo similar, Madhok et al (1986) hallaron depresión de la inmunidad mediada por células independiente del status VIH. Su resumen contiene los siguientes comentarios:

“No hubo diferencia en la reacción (“skin response”) entre pacientes positivos y negativos al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). En todo el grupo, y en pacientes seronegativos (n=17), hubo una relación inversa entre la exposición al factor de coagulación y la “skin response”). En pacientes seropositivos (n=12) tal asociación no se evidenció. Este estudio muestra que el factor de coagulación concentrado altera la respuesta de la inmunidad mediada por células a un nuevo antígeno en ausencia de infección con VIH.” (Madhok et al 1986, pág. 978).


3b) Irregularidades en los CD4 causadas por inyección de drogas.

Los usuarios de drogas intravenosas son otro grupo con alto riesgo de ser diagnosticados VIH-positivos. En un artículo publicado en 1987 en el periódico AIDS, se encontró una reducción de linfocitos en VIH-positivos usuarios de drogas inyectadas como una función directa de cuántas inyecciones habían recibido (Des Jarlais et al. 1987). Los autores comentan en su resumen:

“La inyección continuada de drogas estaba asociada con la tasa de células CD4 perdidas... Mientras no sea posible distinguir el mecanismo subyacente la relación entre inyección continuada de drogas y pérdida de células CD4, los usuarios de drogas seropositivos deberían ser avisados de que las inyecciones continuadas pueden llevar a incrementar la inmunosupresión relacionada con el VIH.” (Des Jarlais et al. 1987, pag. 105)

Un hallazgo similar en 1991, también publicado en la revista AIDS, descubrió que la reactividad de los linfocitos era mucho mas significativamente reducida en los ADVP que se inyectaban más frecuentemente, independientemente de que fueran o no VIH-positivos (Mientjes et al. 199). Aunque la función de las células CD4 estaba disminuida, no se encontró diferencia en los conteos de CD4 debida a las frecuentes inyecciones. Sin embargo, descubrieron que los ADVP VIH-positivos tenían más bajos los CD4 que los ADVP VIH-negativos. La reactividad de las células T fue un 40-50% más baja en los ADVP que se inyectaban 3 veces al día en los varios meses precedentes cuando se comparó a un grupo similar que no se había inyectado en los meses precedentes, independientemente de su status VIH. Los autores escriben:

“Concluimos que la reactividad de los linfocitos se deprime por las inyecciones frecuentes, tanto en usuarios de drogas VIH-negativos como VIH-positivos”.

Remontándonos a 1980, un artículo en el Journal of Immunology documentaba bajada de linfocitos T en ADVPs de Georgia, Illinois y Massachussets (Mac Donough et al. 1980). Los autores hallaron que los ADVPs en su estudio tenían la mitad de un tercio como mucho de linfocitos T, expresado en porcentaje, en controles de población. Aunque no miraban específicamente los linfocitos-T CD4, se encontró que cuando el total de linfocitos-T era reducido, también lo eran normalmente los CD4 (Kotze 1998). Ellos discuten antes de los hallazgos de los sitios receptores de opiáceos en los linfocitos-T, sugiriendo que los opiáceos intravenosos eran la causa de la bajada de las células T, pero también reconocen la contribución de otros posibles factores:

“Puesto que mayoritariamente la adicción a la heroína callejera incluye el uso crónico de marihuana, barbitúricos, alucinógenos y otras sustancias ilícitas, la hipótesis que se puede proponer es que la depresión del porcentaje de linfocitos-T fue causada por otras drogas o combinación de drogas, o por efecto del uso de drogas en la salud física general y nutrición de los adictos, esto es, el entorno del adicto.” (McDonough et al 1980, pag. 2542).

El hallazgo de que una amplia variedad de estresantes físicos y psicológicos que pueden bajar los conteos de CD4 apoya este argumento multifactorial, en el cual la salud general y la nutrición pueden ser factores que contribuyen significativamente.

Finalmente, un artículo publicado en 1995 en el periódico Immunopharmacology, tuvo una discusión interesante del significado de esta información para los ADVPs diagnosticados VIH-positivos.

“Entre los injustificados efectos colaterales de depresión respiratoria, constipado y dependencia física, están las características inmunosupresoras, particularmente aquellas que afectan a la inmunidad mediada por células”. Las características inmunosupresoras de los narcóticos opiáceos (e.g., morfina) han sido recientemente enfocadas con la aparición del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y el agente causal putativo, el virus tipo 1 (VIH-1), de la inmunodeficiencia humana. Específicamente, existe un vasto reservorio de individuos infectados VIH-1 entre los que abusan de las drogas. Además, evidencias experimentales podrían sugerir que los narcóticos opiáceos pueden incrementar la carga viral en individuos infectados.” (Carr et al 1995, pag. 59).


3c) Irregularidades en los CD4 causadas por la exposición a opiáceos en el útero.

En 1987, un estudio halló que los niños expuestos a drogas intravenosas en el útero, también tienen disminución de la ratio CD4/CD8 y reducción de la función de los CD4, incluso cuando son VIH-negativos (Culver et al 1987).

“La ratio CD4/CD8 disminuye con la edad en los niños expuestos a drogas en comparación con los niños control (P menos de 0.005). ... Nuestros datos demuestran que los niños de madres usuarias de drogas intravenosas tienen diferencias inmunológicas inconfundibles en el nacimiento comparados con niños no-expuestos y que éstas persisten durante todo el primer año de vida. La causa no parece relacionada con infección viral intrauterina, sugiriendo un efecto tóxico directo de las drogas sobre el desarrollo inmunológico del feto.” (Culver et al. 1987. pág. 230).

Estos resultados muestran que las causas multifactoriales de conteos bajos de CD4 son de probable aplicación a todos los grupos de edad incluidos los recién nacidos.


4) Bajos CD4 por heridas y quemaduras.

Varios estudios a lo largo de los años han buscado los efectos de heridas o quemaduras graves sobre los conteos de CD4. Uno de los primeros informes apareció en 1982, en el mismo los autores buscaban el porcentaje de CD4 en 30 pacientes en el centro de quemados de su hospital (Antonacci et al. 1982). Hallaron que la severidad de las quemaduras estaba directamente correlacionada con porcentajes deprimidos de CD4. Los pacientes con más del 25% de su cuerpo cubierto con quemaduras de 3er. Grado tenían los más bajos porcentajes en admisión, 37%, comparado con los noramles que tenían 63%. Descubrieron un patrón similar con las ratio CD4/CD8, pero no informaron sobre conteos absolutos de CD4.

En 1984, un grupo de investigadores decidió buscar subgrupos de linfocitos en pacientes con múltiples traumatismos que no tenían quemaduras (O’Mahoney et al. 1984). Examinaron la sangre de 31 pacientes y compararon sus perfiles linfocitarios en diez controles habituales. La ratio CD4/CD8 estaba significativamente reducida e invertida con una media de 0.96, comparad con 1.82 en los controles. También encontraron reducida la proliferación/blastogénesis linfocitaria en respuesta a los desafíos de antígenos. Mientras en su informe original decían que no encontraban diferencia en los conteos absolutos de CD4, informaron en uno posterior que habían cometido un error en este aspecto: “de vuelta a los datos, notamos que la población de CD4 cambió en relación a la población de CD8 a causa una disminución en número absolutos de las células CD4” ( O’Mahoney et al. 1984, pág. 875). Las células CD8 se incrementaron directamente, como también se observa en los pacientes diagnosticados VIH-positivos.

En 1985, fue publicado un estudio por algunos de los mismos investigadores que buscaron en dos grupos de pacientes con heridas graves, un grupo de 25 pacientes con quemaduras, y un grupo de 21 pacientes con heridas no-térmicas (O’Mahoney et al. 1985). Ambos grupos tenían severamente bajos los porcentajes de CD4, persistiendo hasta 50 días después, cuando concluyó el estudio. También descubrieron que la gente con más bajos porcentajes CD4 tenían más probabilidades de desarrollar sepsis. Aquí están algunos comentarios de los autores:

“La anormalidad más importante parece ser una reducción en las células CD4+ en los pacientes quemados... Un cambio en la ratio de células positivas CD4 a CD8 inmediatamente después de la herida es debido a la reducción en las células CD4+, no a un incremento de las células CD8+.” (O’Mahoney et al 1985, pág. 584).

“Creemos que la anormalidad más importante en los pacientes estudiados es una reducción en las células T auxiliares, en términos del número de células CD4+ circulantes y de reducción en la producción de interleukina 2, observadas ambas en pacientes quemados y heridos no-térmicos. La interleukina 2 se produce por las células T, especialmente las células CD4+ , promueve su crecimiento y estimula la expansión clonal de subgrupos de células T: es de esta manera crucial en la respuesta a antígenos extraños.” (O’Mahoney et al. 1985, pág. 585).

El estudio final que revisamos es también bastante viejo, de 1986, y buscaba en 20 pacientes consecutivos tuvieron cirugía de urgencia debido a traumatismos importantes (Polk et al. 1986). Este fue el único estudio de víctimas de traumatismos donde se dieron números absolutos de células CD4, lo cual lo hace más significativo desde la perspectiva de este trabajo. La figura 7 de la página 289 muestra que 6 de 20 (30%) pacientes tenían los CD4 por debajo de 200 células/mm3, y 13 de 20 (65%) los tenían por debajo de 500. Los autores simplemente afirman: “El total de células T representa lo que se interpreta como respuesta normal y común a la lesión... Todos los pacientes tenían conteos totales bajos de linfocitos en admisión y exhibían mayor caída al 3er día” (Polk et al. 1986, pág. 287). Diez de los pacientes también tenían infecciones importantes, y tres tenían infecciones menores, lo que puede haber contribuido a sus conteos de CD4 extremadamente bajos. Este artículo se distingue en que intenta explicar un mecanismo para las bajadas de los CD4, citando un estudio que apoya la hipótesis de que los niveles incrementados de cortisol son los responsables de la disminución, y que la elevación del cortisol es también una respuesta normal a la lesión. También argumentan que la reducción de los linfocitos CD4+ no representa muerte celular, sino redistribución fuera de la corriente sanguínea y dentro de los tejidos. El argumento de que el cortisol juega un papel clave en las bajadas de los CD4 se encontrará de nuevo en la sección sobre el estrés psicológico.


5) Conteos bajos de CD4 en embarazo humano normal

Se han publicado varios estudios sobre los conteos de CD4 durante el embarazo normal. Más recientemente, Burns et al. publicaron un estudio en 1996, en el que intentaron controlar factores confusos como el incremento del volumen de sangre que ocurre normalmente en el embarazo. Usaron los porcentajes de CD4 a causa de esta variable, y determinaron que “Nuestros hallazgos de células CD4 en mujeres VIH-negativo son consistentes con la mayoría de los estudios precedentes, que demuestran una disminución de los niveles de CD4 durante el embarazo normal” (Burns et al. 1996, pág. 1465). También descubrieron que las mujeres VIH-positivo tenían una disminución más severa que no se corrigió en el post-parto como sucedió con las mujeres VIH-negativas, aunque fallaron en tener en cuenta otros factores que pueden causar bajadas en los conteos de CD4. Éstos no incluyen infecciones que las mujeres pudieran haber sufrido, los efectos traumáticos de las secciones-C que tienen normalmente lugar en las mujeres VIH-positivo para prevenir la transmisión perinatal, o el potencialmente severo estrés psicológico de preocupación por si su bebé será también VIH-positivo, lo cual se puede tomar 18 meses en ser determinado.

En 1989 fue publicado un estudio de embarazo normal en el que se encontraron porcentajes reducidos de CD4 en el 1º y 2º trimestre, así como reducción de las ratios CD4/CD8 en el 2º trimestre (Castilla et al. 1989). Comentan sobre estudios previos en torno a una variedad de cambios en los linfocitos durante el embarazo, afirmando simplemente, “En estos estudios, la variación en el número y proporción de linfocitos CD4+ es la alteración más frecuentemente informada” (Castilla et al. 1989, pág. 104), pero, de hecho, no consideraron ninguna de los factores descritos en el presente informe, tales como infecciones, traumatismos, sobre-ejercicio, variación diaria normal o estrés psicológico. Esto demuestra que incluso clínicos e investigadores que hacen estudios enfocados especialmente a los niveles de CD4 son a menudo desconocedores de cuántas condiciones diferentes causan conteos bajos de CD4.


6) CD4 reducidos por sobre-ejercicio

Aquí solamente será discutido con detalle un estudio, publicado en 1992 (Verde et al. 1992). En un ensayo controlado, se les pidió a diez atletas que sobre-entrenaran tres semanas. Se tomaron muestras de sangre inmediatamente antes de empezar, y al final de las tres semanas, y de nuevo tres semanas después de la vuelta a la normalidad. Los investigadores hallaron disminuciones constante en el porcentaje de células T CD4+, con las más bajos a las 3 semanas después de volver al horario normal de ejercicios. Los autores también encontraron reducciones en la ratio CD4/CD8, aunque éstas se habían normalizado a las 3 semanas del fin de la prueba. Finalmente, los autores también chequearon los niveles de 5 minutos antes y después del ejercicio agudo, y de nuevo hallaron reducciones en los porcentajes de CD4 y en las ratios CD4/CD8, aunque éstas se normalizaron a los 30 minutos post-ejercicio. Es interesante que un estrés tan simple como el sobre-ejercicio durante tres semanas pudiera causar una bajada de los conteos de CD4, y que no se corrigieran en por lo menos tres semanas después de la vuelta al horario normal de ejercicios.

Otros estudios han encontrado incremento de infecciones en atletas, especialmente durante periodos de entrenamiento duro o competición, lo que sugiere la presencia de “inmunosupresión clínicamente relevante en atletas bien entrenados” (Mackinnon 1997).


7) Conteos bajos de CD4 en desnutrición.

Cierto número de estudios han examinado la inmunosupresión resultante de la malnutrición. Como las otras condiciones incluidas en este artículo, la desnutrición causa inmunodeficiencia grave con depleción de las células T CD4+ y reducción de la inmunidad mediada por células. Uno de los estudios más recientes es de India, donde la malnutrición es extremadamente común (Hegde et al. 1999). Los autores hallaron que la reducción en los conteos de CD4 fue un efecto psicológico natural de la desnutrición, y comentan que ambos, VIH y malnutrición, conducen a un estado de anergia con fracaso de la inmunidad mediada por células. También apuntan que el VIH normalmente aparece en conjunción con otros varios estresantes del sistema inmunológico: “anormalidades en los micronutrientes, infecciones concomitantes y factores genéticos son algunos de los componentes de los cofactores que más contribuyen al deterioro de las funciones inmunes en los pacientes de SIDA” (Hegde et al. 1999, pág. 318).

Un artículo del Journal of Nutrition en 1996 también comparó desnutrición y SIDA, diciendo que “la desnutrición proteíno-energética o deficiencias en simples nutrientes que ayudan en el metabolismo del ácido nucleico, llevan generalmente a atrofiar los tejidos linfoides y a las disfunciones en la inmunidad mediada por células” (Beisel 1996, pág. 2.611S). El autor comenta un síndrome de malnutrición causado por una malnutrición llamada “NAIDS”, y afirma que ocurre a menudo en personas diagnosticadas VIH-positivo:

“Las disfunciones inmunológicas asociadas con la desnutrición han sido denominadas Nutrionally Acquired Immune Deficiency Síndromes (NAIDS). Bebés y niños pequeños están en alto riesgo porque tienen un sistema inmune inmaduro e inexperto y una reserva de proteínas muy escasa. La combinación de NAIDS e infecciones comunes de la infancia es la principal causa de mortalidad humana. El NAIDS normalmente puede ser corregido con una apropiada rehabilitación nutricional, pero desde un punto de vista altamente importante para este Taller, SIDA y NAIDS son intensamente sinérgicos... El apoyo nutricional agresivo para niños con infecciones de VIH podría retrasar, o disminuir, el desarrollo del NAIDS y eludiendo el NAIDS mejorarían tanto la calidad como la esperanza de vida.” (Beisel 1996, pág. 2611S).

Después, en el informe, describen algunos de los cambios inmunológicos y cursos clínicos vistos a menudo en malnutrición, lo que suena muy parecido a SIDA.

“Por regla general, la desnutrición proteíno/energética causa atrofia extensa de los tejidos linfáticos, especialmente en los niños. El timo, bazo, amígdalas y nódulos linfáticos están todos afectados, con evidencia de atrofia siendo mayor en las áreas de linfocitos-T de esos tejidos...

“La desnutrición, en cambio, conduce a una variedad de disfunciones del sistema inmune,... lo cual permite el florecimiento de las enfermedades infecciosas. Estos eventos estrechamente relacionados pueden iniciar una “caída en espiral” o un “círculo vicioso” que lleva inexorablemente a la muerte”.
“La desnutrición proteíno/energética causa una marcada represión de la inmunidad mediada por células y de la función de los linfocitos T. Los niños desnutridos muestran anergia con pérdida de las reacciones de hipersensibilidad dérmica retardadas y disminución o inversión de la ratio CD4/CD8... En contraste, el número y función de los linfocitos B aparecen mantenidos. Mientras que la actual producción de anticuerpos se conserva o incluso incrementa durante la desnutrición, resultan dañadas la respuesta de anticuerpos y la afinidad de los anticuerpos.” (Beisel 1996, pág 2612S).

La “caída en espiral” de infecciones oportunistas que “lleva inexorablemente a la muerte” guarda semejanza con una descripción de SIDA. Beisel también pasa revista a efectos similares de deficiencias de nutrientes específicos, tales como la vitamina A y el zinc:

“La deficiencia de nutrientes esenciales únicos con roles importantes en la síntesis del ácido nucleico y del metabolismo parecen causar trastornos en las funciones inmunológicas que son bastante similares a los vistos en desnutrición proteíno/energética... Ambas deficiencias, vitamina A y zinc, están caracterizadas por atrofia del tejido linfoide y depresión de la inmunidad celular...” (Beisel 1996, pág 2613S).

Para dar una idea de cuán prevalente es el problema de la nutrición en el mundo, apunta que la combinación de malnutrición indujo a la inmunosupresión e infecciones en la infancia “es la principal causa de mortalidad humana, produciendo más de 10 millones de muertes al año (i.e. sobre 25.00 muertos por día)” (Beisel 1996, pág 2614S).

Otro artículo publicado un año más tarde, en 1997, da argumentos similares acerca del significado de la desnutrición en el deterioro de la inmunidad (Chandra 1997). Este es el único documento encontrado que da porcentajes de células CD4, aunque no proporciona cifras absolutas de los conteos de células CD4. La figura 3 en la página 462S muestra que el porcentaje de células T-CD4+ en niños normales bien nutridos es en torno al 45%, mientras que el porcentaje en niños malnutridos es de sólo el 25%. Chandra describe los cambios del sistema inmune observados en la malnutrición:

“La nutrición es un determinante crítico de las respuestas inmunes y la malnutrición la causa más común de inmunodeficiencia en el mundo. El trabajo realizado en los últimos 25 años ha confirmado que la inmunidad dañada es un crítico factor adjunto en malnutrición-infecciones asociadas... La atrofia linfocitaria es una característica dramática de desnutrición proteíno-energética... La respuesta retardada de hipersensibilidad cutánea está marcadamente deprimida. No es infrecuente tener completa anergia a una batería de diferentes antígenos. Estos cambios también se observan en deficiencia moderadas. Las reacciones de la piel se restablecen después de una terapia nutricional apropiada durante semanas o meses... la proporción de linfocitos T-auxiliares (células T CD4+) está marcadamente disminuida, y la ratio de células CD4 a CD8 es significativamente má baja que en sujetos de control bien nutridos.” (Chandra 1997, pág 460S-461S)

Desde este artículo se aprecia que no sólo están marcadamente reducidos los porcentajes de CD4 (de 45% a 25%), sino que lleva “semanas o meses” de terapia nutricional para que los efectos de la malnutrición reviertan a la normalidad.

El artículo final a examinar es también un repaso (Harbige 1996). Este informe menciona hallazgos similares a los ya tratados, incluyendo bajadas de los linfocitos CD4+, disminución de las funciones de las células T, y anergia. También menciona el incremento de los niveles de anticuerpos, lo que se aprecia también en personas diagnosticadas VIH-positivo, específicamente IgG, IgM, IgA e IgD en suero. En contraste a IgA en suero, sin embargo, la secreción de IgA disminuye. La principal aportación que este trabajo proporciona y que los otros no hacen, es la mención de infecciones específicas que son particularmente comunes en gente que está malnutrida.

“Entre los muchos organismos infecciosos comúnmente asociados con desnutrición proteíno-energética están los Paramyxovirus (Paperas), Rotavirus, Mycobacterium tuberculosis, E-coli, Shigella, E-histolytica y Pneumocystis carinii.” (Harbige 1996, pág. 289).

Dos de estos organismos, M. Tuberculosis y Pneumocystis Carinii, resultan en diagnosis de SIDA cuando se producen en alguien que ya ha sido diagnosticado VIH-positivo. Pneumocystis Carinii neumonía, o “PCP”, es probablemente la infección simple más comúnmente asociada a SIDA en los Estados Unidos y Europa, mientras que la tuberculosis ha sido siempre muy común en África, y hoy es considerada allí por algunos como una enfermedad común “definitoria de SIDA”.

Esta información concerniente a la inmunodeficiencia inducida por desnutrición e infecciones oportunistas es obviamente significativa en África, donde la malnutrición es común y donde el VIH también se piensa que es más prevalente, pero también puede ser muy significativo para la gente en Estados Unidos y Europa. Ciertos artículos apuntan a la malnutrición como un problema muy común en el SIDA debido a la disminución de ingesta de nutrientes o a la mala absorción (Babameto & Kotler 1997, Keusch & Theaa 1993). Estos problemas con la ingesta de nutrientes puede ser causado por infecciones de la cavidad oral y del tracto gastrointestinal, lo cual es bastante común en gente diagnosticada con SIDA. Las medicaciones antirretrovirales, que causan diarrea y/o vómitos en más de la mitad de la gente que las toma, también tienen el potencial de interferir significativamente con la ingesta de nutrientes. Además, la pérdida de apetito es uno de los síntomas estándar de la depresión, la cual es común en gente diagnosticada VIH- positivo. Hace muchos años que un complejo “giving-in-giving-up” fue descrito como que podía darse en gente que llegara a estar enferma y casi moribunda antes de que su enfermedad progresara. Una enfermedad como el SIDA con la desesperanzada descripción proporcionada a la gente diagnosticada VIH-positivo, junto con el estigma social que la acompaña, podría ser particularmente susceptible a este fenómeno (Engle 1968). A continuación algunas citas de un estudio enfocado sobre la malnutrición en VIH y SIDA, que fue publicado en Gastroenterology Clinics of North America en 1997:

“La desnutrición es una complicación común de la infección por VIH y juega un papel significativo e independiente en su morbilidad y mortalidad. La desnutrición fue una de las más tempranas complicaciones reconocidas de SIDA, y la inexplicable pérdida de peso es una de las más comunes definiciones en el diagnóstico inicial de SIDA que se da a las personas que fueron previamente diagnosticadas VIH-positivo...”

“El desarrollo de la desnutrición en enfermedad clínica se cree generalmente secundario a la enfermedad principal, y la mejoría sólo se cree posible con el tratamiento de la enfermedad principal. Diversos estudios han mostrado, sin embargo, que los efectos de la desnutrición en VIH-SIDA son independientes de la disfunción inmune “per se”...”

“La desnutrición asociada con infección por VIH tiene ramificaciones de largo alcance... Muchos pacientes llegan a estar demasiado debilitados para trabajar continuadamente y llegan a depender de asistencia pública u otra. La pérdida de peso es a menudo el caso inicial en un círculo vicioso de incremento de la fatiga y decaimiento de la actividad física, incluida la capacidad de preparar y consumir comida” (Babameto & Kotler 1997, págs. 393-394).

Los autores no comentan la carga emocional del VIH/SIDA o como esta carga puede reducir significativamente el apetito de las personas, lo que podría añadir intensidad al círculo vicioso descrito más arriba. Finalmente, las infecciones de cualquier tipo producen estrés físico en el sistema, lo que desemboca en pérdida de peso (Scrimshaw &SanGiovanni 1997). Esto es porque las personas dividen sus propios tejidos para usarlos como combustible, resultando en el incremento de la demanda de nutrientes. Un artículo de un estudio que examinó este tema establece: Un trabajo que examinó este tema dice:

“Las infecciones, por muy leves que sean, tienen efectos adversos sobre el estado nutricional. La importancia de estos efectos depende del estado nutricional previo del individuo, la naturaleza y duración de la infección, y la dieta durante el período de recuperación (todos estos factores afectan negativamente a la gente diagnosticada VIH-positivo). En cambio, casi ninguna deficiencia de nutrientes, si fuera suficientemente severa, perjudicará la resistencia a la infección.” (Scrimshaw & SanGiovanni 1997)

Basado en los artículos examinados más arriba, podría argumentarse fácilmente que la comida, el apoyo social y la independencia financiera son soluciones que deberían tener una prioridad mucho más alta en la oferta de ayuda a las naciones pobres. También sugieren que la comida, la independencia financiera y el apoyo social debería tener, asimismo, una mucho más alta prioridad en los programas para VIH y SIDA en las naciones ricas.


8) Variaciones diarias de los conteos de CD4

Solamente un estudio concerniente a las variaciones diarias, o diurnas, en los conteos de CD4, serán aquí examinadas (Malone et al. 1990). Los autores compararon la variación diurna en VIH-positivos y VIH-negativos, hallando una variación significativa en ambos. Descubrieron que las variaciones más grandes ocurrían en la gente VIH-negativa, pero que ambos grupos seguían un patrón que coincide con las fluctuaciones diarias conocidas de cortisol, con niveles mínimos de CD4 entre las 08.00 h. y las 10:00 h., y máximos alrededor de las 22:00. El cortisol tiene una variación diaria con máximos alrededor de las 08:00 h., y como será examinado más adelante en este trabajo, el cortisol también causa conteos bajos de CD4 y linfocitos-T totales. La gentes con línea de fondo más baja de conteos de CD4 tenía muchas menos variaciones diurnas. Una estabilización a la baja de la variación diurna normal de cortisol, junto con una media elevada de niveles de cortisol, se aprecia a menudo en gente bajo estrés psicológico crónico y también es común en gente diagnosticada VIH-positivo. Babameto & Kotler (1997) simplemente afirman: “Las alteraciones endocrinas en la infección por VIH incluyen elevaciones en suero de cortisol y pérdida de la periodicidad diurna normal” (pág. 401). No comentan las causas de esta alteración de los niveles de cortisol, pero el estrés psicológico crónico es una posibilidad dado el estrés asociado a ser diagnosticado VIH-positivo o diagnosticado con SIDA. El estudio de Malone et al sobre la variación de los CD4 descubrió que la gente VIH-negativa tenía una variación media de 506 células/mm3 cada día, mientras que la gente VIH-positiva tenia solamente alrededor de 60 células /mm3 de variación. Los autores advierten que incluso esta variación es importante, sin embargo afirman “3 de 12 pacientes VIH-positivos tenían los conteos de células CD4+ por debajo de 200 células/mm3 por la mañana, pero tenían más de 200 células/mm3 por la tarde” (Malone et al. 1990, pág 150). En otras palabras, por la mañana serían diagnosticados pacientes con SIDA, pero si su sangre fuera controlada por la tarde serían justamente VIH-positivos, aunque con un relativamente bajo conteo de CD4. Hallaron resultados similares para el conteo total de linfocitos, pero las ratios CD4/CD8 no tuvieron cambios estadísticamente significativos. Los autores concluyen que la extracción de sangre para los conteos de CD4 debería ser siempre hecha a la misma hora del día, pero no comentan sobre las relaciones entre el ciclo diurno observado y la variación diurna de cortisol.

(Continúa en Parte II: https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/linfocitos-cd4-y-ratios)

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