Mito (9)

¿Qué causa realmente el SIDA?

Actualmente hay más de 35 enfermedades rebautizadas como SIDA, y se supone que todas están causadas por un único virus (inactivo). Lo que hace unos 10 -15 años se consideraba un neumonía normal, ahora si se asocia al VIH , es SIDA. Ese mismo criterio se aplica a la candidiasis, la tuberculosis, el sarcoma de Kaposi y el carcinoma cervical. En África, las personas que sufren de la «enfermedad de la delgadez» y tienen anticuerpos del VIH se consideran enfermas de SIDA. Si fallecen a causa de esa enfermedad, obviamente tienen que haber muerto de SIDA. Esta simple lógica puede sonar coherente a cualquiera que sea lego en la materia.

Por otra parte, si a un africano se le diagnostica la «enfermedad de la delgadez» sin que esté infectado de VIH y después muere, no se considera que el SIDA sea la causa de su muerte. Cabe destacar que hay al menos tantos casos de muerte de la enfermedad de la delgadez sin VIH que con él, y que está comprobado que el retrovirus VIH no puede ocasionar la desnutrición celular, que es la principal característica de esta enfermedad. Si el VIH no puede considerarse responsable de las enfermedades del SIDA , ¿cuál es entonces la causa de esta patología?

Las drogas

Antes del descubrimiento del SIDA el mundo indutrializado experimentó un fuerte aumento del consumo de drogas, desde hachis, marihuana y drogas llamadas psicodélicas, como LSD, PCP, MDA, hasta heroína, cocaína, nitrito amílico y butílico, anfetaminas, barbitúricos, cloruro de etilo, opio, setas alucinógenas y otras droga «de diseño». En 1974 eran cinco millones los noteamericanos que habían tomado cocaína, y tan sólo once años después, la cifra había llegado a superar los 22 millones.En 1990, la American Drug Enforcement Administration (DEA, organismo estadounidense encargado de luchar contra el tráfico y consumo de drogas ) había confiscado 100.000 kilos de cocaína, en comparación con los apenas 500 kilogramos en 1980. En tan sólo una década, el número de víctimas por sobredosis de cocaína pasó de 3.000 en 1981 a 80.000 en 1990, un incremento de 2,400%. El consumo de anfetaminas también se incrementó enormemente. En 1989, DEA incautó 97 millones de dosis, frente a los dos millones de 1981. También los afrodisíacos llegaron a ser muy populares en la década de 1970. Hacia 1980, cinco millones de estadounidenses tomaban regularmente nitritos amílicos, o 'poppers'.

Este espectacular aumento del consumo de drogas abrió paso a la epidemia de SIDA. Cualquier médico que ha visto la destrucción física y mental de un drogadicto sabe perfectamente que las drogas pueden ocasionar mucho más daño a una persona que simplemente matarla. Se sabe que las drogas pueden destruir las funciones vitales de un individuo, incluso su sistema inmunitario. Las cifras anteriormente citadas no representan de ningún modo el consumo global de drogas por parte de la población, pero indican , sin lugar a dudas, que el abuso de drogas puede desempeñar un papel esencial, e incluso el más importante, a la hora de provocar enfermedades relacionadas con el SIDA. La mayoría de los toxicómanos tienen p24 en la sangre. Es más que probable que una prueba de VIH les convierta en paciente seropositivos que «necesiten» seguir un tratamiento con fármacos antisida, que resultan caros y son potencialmente devastadores.

Hasta hace poco, el consumo de drogas se ceñía sobre todo a hombres jóvenes de 25 a 44 de edad, y también, el SIDA se padecía más en esta franja de edad. Nueve de cada diez enfermos de SIDA eran hombres y el 90% de las personas detenidas por posesión de drogas eran también hombres. De ellas , el 75 % tenían de 25 a 44 de edad y un 72 % del total de los casos de SIDA en hombres se daba exactamente en ese mismo grupo de edad. ¿Pudo tratarse de una mera coincidencia?

Entre 1983 y 1987, la tasa de mortalidad entre los hombres de ese grupo aumentó como promedio a 10.000 por año y lo mismo ocurrió en ese período con la cifra de muertes por SIDA. En la década de 1980, las muertes por sobredosis se duplicaron en los hombres de este grupo de edad, mientras que los decesos por intoxicación de la sangre - un efecto indirecto de la inyección intravenosa - se cuadruplicó. Lo mismo ocurrió entre los pacientes de SIDA del mismo grupo de edad y durante el mismo espacio de tiempo.

En la actualidad hay muchas mujeres que consumen drogas duras. Tres cuartos del total de casos de SIDA entre heterosexuales y dos tercios del total de casos de mujeres con SIDA son toxicómanos que usan jeringuillas.Dos tercios de los niños nacidos con SIDA tienen madres que se inyectan drogas. Estas cifras no incluyen a los que toman drogas por inhalación o por vía oral.

Sin embargo, el mayor porcentaje de los casos de SIDA, se sitúa entre homosexuales muy promiscuos de 25 a 44 años de edad. Este grupo no sólo consume un gran número de drogas, sino que además toma antibióticos, antifúngicos, antivirales, como AZT (zidovudina), ddI (didanosina), ddC ( zalcitabina), d4T(estavudina), aciclovir y ganciclovir, por nombrar algunos. Numerosos estudios americanos han confirmado que más del 95 % de pacientes de SIDA , homosexuales y varones, suelen admitir que consumen drogas duras e inhalan Popper. Los pacientes con SIDA sufren deterioro, ya latente, del sistema inmunitario, locual es consecuencia , en muchos casos , de años de consumo de drogas. Si no existiera ese deterioro previo es muy improbable que sufrieran enfermedades relacionadas con el SIDA. Si los individuos que pertenecen a estos grupos de riesgo se realizaran la prueba del SIDA, lo más probable es que diera positivo, debido al gran número de anticuerpos que su organismo ha producido para contrarrestar las enfermedades causadas por las drogas, el semen, la sangre, y los virus, etc.

¿Por qué los niños tienen SIDA?

Los hijos de madres drogadictas son los grandes perjudicados. Dos tercios de todos los bebés con síntomas de SIDA, independientemente de que sean seropositivos o no, son hijos de madres que consumen drogas por vía intravenosa; un elevado porcentaje de los demás tienen madres drogadictas que no se inyectan la droga. La heroína es la droga que más se consume por vía intravenosa. Los toxicómanos presentan síntomas de pérdida de glóbulos blancos que son el sostén principal del sistema inmunitario, además de inflamación de ganglios, fiebre, pérdida de peso, disfunciones cerebrales, demencia y una notable vulnerabilidad a las infecciones. Los heroinómanos fallecen a menudo de neumonía, tuberculosis y otras infecciones oportunistas, así como de síndrome de desgaste. En todas estas enfermedades, la proteína p24, generalmente aceptada como prueba de la infección por el VIH, está presente en abundancia. Si bien la p24 no es exclusiva del VIH, sino que es común a la mayoría de las enfermedades infecciosas, aquellas que han sido catalogadas como enfermedades relacionadas con el SIDA.

Lo que es más triste es que los niños estén indefensos frente a la intoxicación por drogas. Estudios recientes han demostrado que las mujeres embarazadas que fuman transmiten al feto los agentes cancerígenos del tabaco. Resulta difícil imaginar que puede suceder en el tierno cerebro de un embrión expuesto a la heroína que su madre se inyecta directamente en la sangre, una sangre que tambíen es la suya.

Muchos hijos de madre cocainómanas nacen con un gran retraso mental y son vulnerables a padecer tuberculosis y enfermedades pulmonares. Las principales drogas experimentales son tan tóxicas que su uso regular puede ocasionar demencia, graves infecciones bacterianas, y la destrucción total del sistema inmunitario. No cabe duda de que las drogas pueden disminuir mucho más las funciones inmunológicas, un fenómeno típico del SIDA, que un simple virus inactivo.

Los antibióticos.

Gran parte de los pacientes que padecen SIDA tienen también un largo historial de ingesta de antibióticos. Los antibióticos pueden ser un importante cofactor de desarrollo de SIDA en homosexuales varones muy promiscuos que dependen de estos fármacos para combatir las numerosas enfermedades venéreas y los parásitos a que se exponen debido a unas prácticas sexuales antihigiénicas. Muchos homosexuales han recibido recetas de antibióticos en blanco de manos de sus médicos junto con el consejo de tomarlos antes de cualquier acto sexual. Algunos de ellos han estado tomando fármacos tóxicos, como la tetraciclina durante nada menos que 18 años hasta que su sistema inmunitario sucumbiese ante los devastadores efectos secundarios que produce.

Este medicamento en concreto origina una extrema sensibilidad a la luz solar que puede llevar a quemaduras irreparables en la piel. Las personas afectadas sufren a menudo el trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés), una tipo de depresión que se deriva de la falta de exposición a la luz del sol. Se sabe que este fármaco altera las funciones básicas del metabólismo, lo que puede originar prácticamente cualquier tipo de enfermedad. Es además un potente inmunosupresor y tal vez una de sus peores secuelas sea la desnutrición de las bacterias beneficiosas de los intestinos. La eliminación de esta bacterias da pie a infecciones causadas por hongos y otras bacterias, que al final se propagan por todo el cuerpo y causan continuos brotes de síntomas de diversas patologías.

Entre otros medicamentos de uso común podemos nombrar flagyl y la hidroxiquinolina, ambos utilizados para combatir la diarrea causada por amebas y que pueden producir graves efectos de alucinaciónes y depresión.

Los corticosteroides, las sulfamidas , y el Septra se prescriben para otras diferentes dolencias, pero todos tienen graves efectos secundarios. Originan graves trastornos digestivos, y si se agravada con una dieta deficiente en nutrientes, como es común entre homosexuales muy promiscuos, destruyen sistemáticamente las defensas del cuerpo frente a las enfermedades causadas por bacterias virus y parásitos. Y así es como hombres jóvenes anteriormente fuertes y sanos, cada vez sufren más infecciones oportunistas que aceleran indicios de envejecimiento similares a los que únicamente se encuentran en personas ancianas y frágiles.

Transfusiones de Sangre.

Los factores de riesgo anteriormente mencionados causan el 94 % de la totalidad de los casos de SIDA en los Estados Unidos, un país representativo de otras naciones industrializadas. Sin embargo, el 6 % restante no parece corresponder a ninguno de esos factores de riesgo. Más de la mitad de este pequeño porcentaje «contrajo» el SIDA a través de transfusiones de sangre, lo cual para la mayoría de las personas podría ser un claro indicio de que el VIH es la causa del SIDA.

Sin embargo, un análisis más detenido de las estadísticas de supervivencia del SIDA revela que más de la mitad de las personas que reciben transfusiones mueren en el primer año después de recibirla. Lo mismo se aplica a los pacientes que no están infectados por el VIH. Los grupos de riesgo de las transfusiones de sangre fallidas se circunscriben a las personas muy jóvenes o muy ancianas, y a aquellas que están gravemente heridas.

En circunstancias normales, una personas sana nunca recibe una transfusión de sangre, que suele aplicarse únicamente a personas que ya sufren enfermedades de larga duración o pacientes que han pasado por una intervención quirúrgica. La anestesia de por sí tiene un efecto inmunodepresor, y lo mismo se puede decir de los antibióticos administrados después de la cirugía para evitar infecciones microbianas. Cuando un paciente recibe un trasplante, tiene que tomar esteroides y otros medicamentos para prevenir el rechazo del nuevo organismo. Hay muchos receptores de órganos que tienen que tomar estos fármacos de por vida, pero como estos medicamentos malogran el sistema inmunitario, a menudo esos pacientes fallecen al cabo de poco tiempo por causas "ajenas". Los médicos no suelen atribuir esas muertes a los efectos secundarios de los medicamentos , y dicen a los familiares de las víctimas que hicieron todo lo posible por salvar la vida de sus seres queridos. Sin embargo, si esos mismos problemas, ocurren en pacientes seropositivos, se considera que la causa de su muerte es el SIDA. Por consiguiente, las víctimas pasan a formar parte de la «pruebas estadística » de que el SIDA puede transmitirse por la vía de las transfusiones de sangre.

En Estados Unidos, de los más de 20.000 pacientes hemofílicos, que dependen de las transfusiones de sangre, hay muy pocos que se consideren enfermos de SIDA, a pesar de que más de tres cuartas partes de ellos están infectados con el VIH debido a las transfusiones. La tasa de mortalidad de los hemofílicos, en efecto, nunca han sido tan baja como lo es hoy en día.

Se ha demostrado que las transfusiones de sangre puede dar lugar a falsos positivos en las pruebas de VIH. En un estudio publicado en la revista The Lancet, se observó la presencia de grandes cantidades de anticuerpos contra el VIH en la sangre de los pacientes inmediatamente después de recibir una transfusión, cantidades que después fueron disminuyendo. Uno de los voluntario sano a quien se le inoculó sangre seis veces consecutivas en intervalos de cuatro días dio un resultado seronegativo tras la primera inoculación, pero en cada una de las transfusiones posteriormente se produjo un aumento de anticuerpos contra el VIH.

El argumento de que el VIH puede transmitirse mediante transfusiones de sangre, por consiguiente, sólo pude ser en todo caso parcialmente cierto. Como muestras el experimento anterior, las transfusiones de sangre pueden producir realmente un material retrovírico humano idéntico o similar al VIH. Esto no significa en absoluto que pueda desarrollarse automáticamente una enfermedad de SIDA, como consecuencia de una transfusión «la mayoría de los hemofílicos no desarrollan el SIDA». No obstante, si el sistema inmunitario está ya seriamente dañado o debilitado , por otros factores, como el consumo de drogas o una intervenció quirúrgica, las transfusiones pueden aumentar el riesgo de desarrollar una enfermedad inmunodeficiente grave o bien el SIDA.

Si, como se ha demostrado en las investigaciones realizadas, una transfusión de sangre puede hacer que el cuerpo genere anticuerpos contra el retrovirus humano VIH, es engañoso afirmar que la sangre contaminada con VIH es la única responsable de una infección por este virus en un receptor de sangre.

[Extracto del libro Ending the AIDS Myth "Acabar con el mito del SIDA" por Andreas Moritz]

Fuente del artículo: ezinearticles.com

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Con motivo de haberse cumplido el año pasado 30 años de la aparición de los que se consideran como los primeros casos de la Historia del Sida, publicaremos una serie de artículos para que las personas conozcan un poco las circunstancias históricas y sociológicas en las que nació, así como otros aspectos relacionados con la con la construcción del mito del SIDA.

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El Sida, como todos saben, se originó en los EE UU a principios de la década de los 80, siendo imposible que pudiera originarse en ningún otro lugar del mundo, ¿Por qué? Porque sólo allí se daban las especiales circunstancias que hicieron posible ese disparate. Veamos estas circunstancias.

 

La década de los 70, una época especial

 

La década de los setenta en los EE UU fue un período especial en muchos sentidos, muchos lo viviríamos aquí en España cinco, diez o veinte años más tarde, fue una época de reivindicaciones y protestas, contra la guerra de Vietnam, contra la discriminación racial, etc., etc.; cayeron tabús e irrumpieron con fuerza ideas como el amor libre, el “haz el amor y no la guerra” y el no menos tópico “sexo, droga y rock and roll”, produciéndose una especie de revolución sexual. Se produjo también en esa época un espectacular aumento en el consumo de drogas, como la marihuana, el LSD, las anfetaminas, cocaína y más tarde el crack y la heroína.  Pero sobre todo en los EE UU fue la época del movimiento gay. Vamos a centrarnos en esa importante comunidad, pues ningún episodio de aquella liberación fue más impresionante que la salida a plena luz de los diecisiete millones de hombres y mujeres de la comunidad homosexual americana, lo haremos siguiendo prácticamente al pié de la letra al escritor francés Dominique Lapierre, en su documentado libro “Mas grandes que el amor” (1).

 

El auge del movimiento homosexual

 

Según este escritor, a raíz de ciertos actos represivos y siguiendo las consignas de sus líderes, se produce, a comienzos de los setenta, una migración de homosexuales hacia las grandes ciudades como N. York, Los Ángeles, S. Francisco, Chicago, etc., pero fue San Francisco, ciudad de tradición tolerante, la ciudad que se convertiría en la capital gay, no sólo de los EE UU sino del mundo entero. En el mismo centro de esta ciudad, en el barrio de El Castro, se constituiría la primera colonia exclusivamente gay, una pequeña ciudad dentro de la ciudad, allí un gay podía llevar una vida a plena luz, ir a cualquier sitio, al banco, al médico, de compras, etc., sin encontrar a nadie que no fuese gay. Había incluso sinagoga gay, templo protestante gay y sacerdote católico gay, que celebraban matrimonios gays. El “Día de la Liberación Gay” se reunían en San Francisco doscientas cincuenta mil personas, toda la América homosexual se daba cita allí, desde las “Taxistas Lesbianas de San Francisco”, hasta los “Cowboys gays de Nevada”, o los Indios Americanos Gays”, “Judíos Gays” o “Inválidos Gays”…

 

Una minoría “desmadrada”

 

Pero si bien la mayoría de los homosexuales americanos se mantenía dentro de la moderación, no puede decirse lo mismo de una “minoría desmadrada”. El Castro de San Francisco, nos cuenta Lapierre, se convirtió en un auténtico supermercado del sexo. El “último grito” del sexo liberado, tanto en San Francisco como en otras ciudades, lo constituyeron las llamadas “baths houses”, unos clubs especiales, con saunas, salas de baile, alcobas privadas, salones de orgías, etc., las había con piscina, con cámaras de torturas sadomasoquistas equipadas con toda suerte de utensilios. Los “Continental Baths” de N. York ofrecían un espectáculo permanente de “varietés” y en cuanto a la legendaria “Hot House” de San Francisco, podía acoger, en sus tres mil metros cuadrados y cuatro pisos, a varios cientos de clientes a la vez. Las “baths houses” se multiplicaron por todos los EE UU, sólo en San Francisco había una docena.

Lapierre cita en su libro una encuesta de 1975 del Instituto Kinsey, la cual revela que entre los gays que acudían a esto lugares, el 45% había tenido, en 12 meses, 500 compañeros sexuales, y el 25% más de 1000. Muchos gays revelaron haberse entendido con veinte o treinta compañeros en una sola velada. Diversas sustancias químicas, como los “poppers”, favorecían estos records en la cama.

He empleado la expresión “minoría desmadrada” para referirme a ese pequeño sector de la comunidad gay, (a los que Lapierre se refiere finamente como “afectados por una verdadera explosión de la líbido”), porque refleja con bastante propiedad la realidad, y se debe dejar claro que la inmensa mayoría de ese enorme colectivo de 17 millones queda fuera de toda duda, de la misma forma que el gran colectivo de los deportistas no tiene nada que ver con los problemas que aquejan a aquellos deportistas que se dopan. Se sabe que es en esa minoría de gays donde se van a producir, en los comienzos de lo que se llama sida, la práctica totalidad de las muertes. No me anima ninguna finalidad moralista ni pretendo cuestionar el legítimo derecho de las personas a relacionarse cómo y con quien ellas desean, pero tenemos el deber de hablar claro para todo el mundo, (cosa que no se hizo en el pasado, como nos confirma el Dr. Sonnabend).

Aquella minoría de gays estaban literalmente destruyéndose, con unos excesos y errores que estaban socavando su inmunidad. Combinaron durante años, lo supieran o no, toda una serie de factores debilitantes de la inmunidad, de hecho, las primeras víctimas del sida tenían todas un montón de antecedentes médicos de enorme interés. Y aquí, lo de sus relaciones sexuales, su naturaleza o su número, es en sí lo de menos, aunque fue después en lo único en que pareció insistirse, (aunque sólo fuera para mostrarnos el medio mediante el cual “contrajeron el virus”).

 

Los “poppers”

 

Pero detengámonos un momento en estas sustancias, cuyo uso llegó a alcanzar proporciones epidémicas a mediados de los 70 en los EE UU, unos años antes del nacimiento del sida. Como dato indicativo, el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas informó que en 1979-1980 más de 5 millones de personas en los EE UU tomaron nitritos inhalados (“poppers”), al menos una vez a la semana (2).

El uso de “poppers” es algo que ha sido casi por entero exclusivo de los homosexuales. Son pequeños frascos, (al final se vendían ya por botellas), que contienen una mezcla de isobutil nitrito y otros sustancias químicas. Cuando se inhala, un poco antes del orgasmo, parece aumentar y prolongar la sensación placentera. Los “poppers” facilitan la penetración anal, aliviando la sensación dolorosa. Producen adición, al menos psicológica.

Los nitritos inhalables, (alquilnitritos, amilnitritos, butilnitritos), producen relajación de la musculatura lisa, (coo la existente en las arterias y arteriolas del corazón), es debido a esta razón por la que se han recetado para la angina de pecho y el dolor cardíaco, por la vasodilatación que producen, bien es cierto que a dosis muy inferiores que las usadas cuando se emplean como afrodisíacos. Entre otros efectos nocivos, (volveremos más adelante sobre estas sustancias), está el ser unos potentes agentes cancerígenos, íntimamente ligados con el sarcoma de Kaposi (3).

 

El escenario desde el punto de vista sanitario

 

Todos estos excesos tenían que reflejarse forzosamente en las estadísticas sanitarias y así, cita Lapierre en su libro, una estadística del Departamento de Salud de 1973 indicaba que 2/3 de los homosexuales habían sufrido, como mínimo, de alguna enfermedad venérea y, aunque los responsables de las mismas pertenecían a una minoría, producían entre el 50-60% de todos los casos de sífilis y blenorragia de los EE UU. En 1978 otra estadística señalaba que, en tres años, el número de hepatitis e infecciones intestinales se había duplicado. En 1980, el Departamento de Salud de San Francisco precisaba que entre el 60 y 70% de los homosexuales de S. Francisco estaban contaminados con el virus de la hepatitis B.

Pero entre los heterosexuales la cosa no andaba mejor. En 5 años, del 1971 a 1976, el número de casos de blenorragia prácticamente se duplicó, y sólo hablamos de los casos declarados. Con respecto a la sífilis, de 1960 a 1980 aumentó en un 300%.

 

Opiniones de médicos de aquella época ante aquel panorama

 

El Dr. Joseph Sonnabend, que sería pionero en el estudio del sida y que más tarde crearía y presidiría la Fundación Americana para la Investigación del Sida, está considerado uno de los mayores expertos de los EE UU en enfermedades infecciosas. En el año 1977, el Servicio de Sanidad de la ciudad de N. York le encargó de la enseñanza en su departamento de enfermedades venéreas. En el año 1979 abriría una consulta en pleno centro del barrio gay de N. York. En declaraciones hechas a Lapierre, recordando aquello, confiesa: “Era una locura, numerosos médicos se habían instalado en aquel sector particularmente expuesto. Cuidaban en cadena casos de blenorragia, de sífilis, de infecciones parasitarias. En aquella época los antibióticos eran  la panacea. Con una o dos inyecciones de penicilina se curaba la sífilis. Y sólo costaba veinticinco o treinta dólares. No se hacía ninguna investigación profunda y la misma idea de investigación era totalmente ajena a los médicos. Lo más trágico era su negativa a hacer un papel educador con sus pacientes. La menor sugerencia, la menor advertencia sobre los peligros que les hacía correr su estilo de vida podía ser tomada por un juicio de moralidad. Era la mejor manera de perder la clientela. De todos modos, lo mismo si se trataba de médicos que luchaban sobre el terreno que de los responsables del Centro de Control de Enfermedades Infecciosas, en Atlanta, y del Departamento Federal de Salud, todo el mundo consideraba que era inútil, e incluso fútil, tratar de modificar el comportamiento de la población; que la única actitud realista era curarlos lo antes posible. Preferían decir a la gente: Continúen hundiéndose, nosotros nos ocuparemos de los daños”.

Sonnabend fue testigo aquellos años de finales de los 70 de cómo las infecciones venéreas clásicas deban paso a nuevas patologías, como por ejemplo, hepatitis víricas, erupciones gigantes de herpes genital, o infecciones de virus especialmente agresivos como el citomegalovirus, que atacaba los pulmones y el tubo digestivo. Pero era sobre todo el carácter repetitivo de esos problemas lo que al Dr. Sonnabend le parecía más grave. Algunos pacientes tenían historiales de 10 ó 15 blenorragias, otros padecían de herpes repetidos y otros vivían con los ganglios permanentemente inflamados. Según el Dr. Sonnabend, saltaba a la vista que el cuerpo humano no podía resistir tantos ataques sin que algo fallase, él estaba cada día más convencido de una cosa: el sistema inmune se estaba desmoronando.

Otro médico que por aquel entonces desempeñaba su trabajo en medio de una clientela donde predominaban los gays, era Joel Weisman, un médico internista de Los Ángeles. Weisman gozaba del favor de los gays porque él mismo lo era. Al igual que el Dr. Sonnabend, Weisman manifiesta haber atendido en aquella época, (a partir de 1977-78), a cada vez más hombres jóvenes que sufrían de fiebre muy alta, de sudores nocturnos, de diarreas, de toda clase de infecciones parasitarias y sobre todo de ganglios muy aumentados, como huevos de paloma, en el cuello, axilas e ingles. Había casos de mononucleosis, hepatitis, numerosos casos de herpes y bastantes infecciones venéreas. Él también curaba y callaba.

 

Reflexiones desde el punto de vista médico y del sentido común

 

Es de suponer que en aquellos tiempos centenares de médicos estuvieran presenciando en sus consultas decenas de casos similares. Pues bien, es en este medio, en esas circunstancias espaciotemporales, donde se va a producir el nacimiento de uno de los mitos más falaces y destructivos de toda la historia de la medicina: el Sida, pero el Sida “moderno”, el que conocemos hoy en día, ese que está causado supuestamente por un virus mutante y prodigioso, porque lo que es el sida como inmunodeficiencia adquirida, a secas, ya era conocido desde mucho tiempo antes y se venía dando desde hacía décadas en los EE UU y en cualquier parte. Este viejo sida, ni siquiera deberíamos referirnos a él en singular, sino en plural, pues había muchos, así por ejemplo:

-         El sida de los desnutridos, el que siempre ha existido en zonas como África, el sida del hambre, las guerras y la pobreza.

-         El sida de los alcohólicos, el alcohólico, como es sabido, es un inmunodeficiente por varias razones: porque su hábito conlleva una desnutrición crónica, con carencia de ciertos nutrientes necesarios para la formación y maduración de los leucocitos (células de la inmunidad).

-         El sida de los que reciben derivados sanguíneos periódicamente, como es el caso de los hemofílicos, enfermedad de pronóstico muy severo hace más de 20 años, cuyo horizonte de vida ha aumentado considerablemente tras la introducción de derivados sanguíneos purificados.

-         El sida de los toxicómanos: el de los heroinómanos, el de los consumidores habituales de cocaína, el de los consumidores de crack, etc.

-         El sida de los recién nacidos de madres con habituación a drogas, desde madres adictas a la heroína, a la cocaína, los “niños del crack”, etc.

-         Los sidas debidos a ciertos medicamentos, como los citostáticos o fármacos de quimioterapia del cáncer, el consumo prolongado de corticoides o el consumo intensivo de antibióticos.

-         Etc., etc.

Todos ellos son sidas, bien es cierto que reversibles y curables en la mayoría de los casos, siempre que no lleguemos a un punto de no retorno por la prolongación en el tiempo, su intensificación o la combinación de varias causas juntas.

Estas patologías se irían agravando, apareciendo procesos aún más serios todavía, que denotarían una claudicación total del sistema inmune, todo ello en los años siguientes, se empezaría entonces a hablar del sida, para acabar finalmente atribuyéndosele todo el mal a una especie de virus “Rambo”, al que le serían atribuidas unas propiedades totalmente fuera de lo común, un hipotético ente, jamás visto, el “virus VIH”.

Aunque analizaremos los elementos más relevantes que dieron como resultado la actual visión del virus del sida, se perfila ya con claridad, para todo aquel que tenga dos dedos de frente, una cuestión: ¿Es necesario un virus prodigioso para explicar el derrumbamiento del sistema inmune con este panorama? Todavía más: ¿Cabe esperar que alguien puede mantenerse sano de esta forma? Se nos pintaría después esta situación de otra forma, la de unas personas que estaban “sanas” y tuvieron la “mala pata” de pillar por ahí un virus letal, como el que pilla una gripe o unas ladillas. No hay nada más falso, como veremos.

Pero la idea de un virus del sida para explicar todas estas enfermedades y muertes fue en su día muy bien aceptada por la mayoría de los líderes gays. Por otro lado, un virus igualitario afectando a todo el mundo parecía ser en aquel momento una salida “políticamente correcta”, que evita la toma en consideración de la propia responsabilidad y el papel que las personas jugamos en nuestra salud.

 

El problema de la inmunodeficiencia dentro de su contexto histórico

 

Los usuarios asiduos de las “baths houses”, con su politoxicomanía en muchos casos, su promiscuidad favorecida por “poppers”, que entrañaba toda una colección de infecciones, (que iban a precisar del correspondiente uso de antibióticos), no presentaban en realidad ningún nuevo sida, sino el de siempre, sólo que con un grado e intensidad mucho mayor, como corresponde a una mayor intensificación de las causas que lo originaban. Quizás fuera esa una de las causas por las que durante años no se realizó ninguna investigación médica profunda, como señaló Sonnabend, a pesar de la amplitud del problema. Hay que esperar a que se empiecen a presentar casos que ya demuestran un desmoronamiento del sistema inmune para que se empiece a dirigir la atención de los investigadores hacia lo que estaba pasando.

La década de los 70 en los EE UU representa un auge, sin precedentes en la historia médica, de ciertos factores inmunodebilitantes, conocidos la mayoría de ellos por la medicina desde hacía muchos años. El hecho de que algunos de estos factores fueran factores médicos, (antibióticos, por ejemplo), explica también la poca importancia concedida a los mismos en los textos de medicina. Los médicos tradicionalmente hemos sido siempre muy poco críticos con los daños que nosotros mismos provocamos. Y cuando se empiece a hacer una investigación un poco más profunda del fenómeno que años más tarde acabará conociéndose como sida, no será esta, como tendremos ocasión de comprobar con escandalosa claridad, una investigación marcada por la objetividad que debe presidir toda investigación, sino que será una investigación marcada por el sensacionalismo y ¿Cómo no? Por los intereses.

¿A quién le puede interesar encontrar una causa infecciosa para el sida? Pues a los que viven de las enfermedades infecciosas, por lo que no debemos extrañarnos cuando veamos que el CDC, Centro para el Control de las Enfermedades Infecciosas de Atlanta, juegan un papel destacado y determinante desde el primer momento, manipulando los datos de un modo descarado a favor de una causa infecciosa viral. Paralelamente, ¿A quién le pueden interesar los virus? Pues a los virólogos que viven de ellos y después de la fracasada búsqueda de la vacuna del cáncer de los años 70, estos, que habían sido quienes habían acaparado los cuantiosos fondos federales para esa investigación, no sólo no veían un dólar, sino que había un ejército de ellos en situación de disponibilidad, llamémosle paro. Uno de estos “cazadores de virus”, (expresión del Dr Duesberg para referirse a los virólogos), como veremos, jugaría un papel clave en todo este asunto, el influyente y nada escrupuloso Robert Gallo.

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(1)   Dominique Lapierre, “Más grandes que el amor”, edit. Planeta/Seix Barral, 1993. Este libro, aunque está escrito desde la perspectiva de un escritor que nunca dudó de la validez del planteamiento oficial del Sida, contiene los testimonios de todas aquellas personas que jugaron un papel relevante en la construcción del mito, salvo indicación expresa en contra proceden de este libro la mayoría de las declaraciones de médicos y personajes que se citan en este artículo.

(2)   Duesberg, Peter, “Sida adquirido por consumo de drogas y otros factores de riesgo no contagiosos”, Rev. Medicina Holística, núm 33-34, pág. 179.

(3)   John Lauritsen, “Poppers and AIDS”, New York Native, 12 agosto 1985.

 

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En este artículo no se quiere tratar de quién forma parte de esos grupos, integrados por personas de diferentes procedencias e ideologías, sino de situar su origen dentro de la historia del sida y analizar el papel que han desempeñado en el afianzamiento del mito del sida infeccioso.


Antes de abordar ese tema, conviene tener presente quién dicta, a nivel mundial, las estrategias a seguir con respecto a la “epidemia de Sida”, en todos los ámbitos, que no es otro que el CDC, (Centro para el Control de Enfermedad), de Atlanta, (EE UU). Pues bien, la idea inicial de crear este tipo de grupos y asociaciones, así como de dar dinero a otros grupos y asociaciones de todo tipo ya existentes, procede también del CDC.

Cuando se analiza la actuación del CDC en la historia reciente, nos encontramos con el llamado “Programa de asociaciones”, pero ¿Qué es este Programa de Asociaciones? Pues muy sencillo, cada vez que el CDC, a lo largo de su historia, se ha visto en la necesidad de difundir un determinado mensaje sanitario entre la población, lo que ha hecho sencillamente es eso, dar dinero a grupos o asociaciones, o crear otros nuevos, para difundir esos contenidos.

De ahí que una de las primeras cosas de las que el CDC se preocupó en los EE UU, ya desde los comienzos de la era del Sida, fue de la creación de estos grupos. El esquema de destinar una gran cantidad de dinero público, que proviene del bolsillo del contribuyente, a la creación de grupos y asociaciones que difundirán el mensaje del sida infeccioso, al igual que otras pautas que se refieren a la lucha contra la epidemia a nivel mundial, (reparto de jeringas estériles y condones, recomendación de hacerse el test, recomendación de los fármacos antivirales, etc.), que es el esquema que los CDC de Atlanta pusieron en marcha en los EE UU, fue adoptado, de un modo mimético, en el resto de los países del mundo.

Otra fuente de financiación de los grupos y ongs antisida en todo el mundo la constituyen las generosas donaciones y contribuciones de la industria farmacéutica, algo que también se inició en los EE UU a principios de la década de los 80 y de lo que ofreceremos a continuación ejemplos, siendo adoptado posteriormente en el resto de los países, eso explica a la perfección el papel que vienen desempeñando estos grupos en el negocio farmacético de los tratamientos antivirales, con su actitud de apoyo incondicional a los fármacos antivirales que dicen combatir el virus, (ni una sola crítica en cambio por su parte hacia las irregularidades que rodearon la aprobación del AZT, sino todo lo contrario –vociferaron para que fuera suspendido el ensayo clínico y se diera el AZT a todo el mundo- ni a la gran mortalidad que provocó), proclamando sin cesar “el derecho” de todo el mundo a ser tratado con estas drogas y sin que parezca preocuparles mucho el hecho de que sean experimentales y tóxicas. El Dr Peter Duesberg, pofesor de Biología Molecular de la Universidad de California Berkeley, en su libro, Inventing the AIDS virus, (Regnery Publishing, Inc. Washington, DC., 1996), ofrece una buena panorámica, en este sentido, de los ingentes recursos, económicos y humanos, puestos en marcha a principios de la “era del Sida” en los EE UU, tras la proclamación del “descubrimiento” del virus del sida por Robert Gallo, con la exclusiva finalidad de difundir entre la población la idea del sida infeccioso, (y aquí es donde se enmarca el activismo de estos grupos antisida y ongs, aunque habría que llamarlas ogs, es decir, organizaciones gubernamentales, por su fuente de financiación, que no es otra que el bolsillo del contribuyente).

 

El sida después de la declaración de Robert Gallo de abril de 1984

 

Es en esos años que siguen a la declaración de Gallo cuando se elaboraron las líneas generales y la estrategia de lo que sería la lucha contra el sida a nivel mundial, algo que es interesante conocer (fue tratado en un extenso artículo, publicado en nuestra página, llamado “La construcción del mito del Sida infeccioso”, http://superandoelsida.ning.com/profiles/blogs/construyendo-el-mito-del-sida), porque esas medidas que se adoptaron en los EE UU en esos años serían copiadas en el resto de los países, entre ellos el nuestro, por absurdas que puedan parecer cuando ahora las analizamos.

En 1986 la Academia Nacional de Ciencias de los EE UU (NAC) nombró un comité para enfrentarse al problema del sida, presidido por David Baltimore, un destacado e influyente virólogo. El comité de la NAC, constituído por ventitrés prestigiosos científicos, diseñó un ambicioso programa con fondos crecientes y supervisión central, con el fin de crear un amplio consenso en los EE UU, unificando los esfuerzos de los científicos y la sociedad entera en la guerra del sida. El programa era más ambicioso aún que el de la guerra de la polio o incluso que el de la lucha contra el cáncer y permitiría la adopción de medidas extraordinarias que habitualmente pueden encontrar resistencia por parte de la población.  El CDC se destacó, según Duesberg, como la principal agencia gubernamental de salud primera línea contra la epidemia, difundiendo las “medidas de prevención” entre la población, pensando más como activistas, que como investigadores. Lo esencial de su labor era, en palabras de un oficial del CDC, “persuadir a la población para que viera el sida como un problema infeccioso”. El CDC cuenta en la actualidad con un presupuesto anual de 2000 millones de dólares.

 

Creación y financiación de grupos y asociaciones por el CDC.

 

Pero había un problema que limitaba la influencia del CDC en la opinión pública y es que estos mensajes estaban asociados siempre a las siglas del CDC, por lo que este organismo decidió aumentar su influencia en el público de modo indirecto, es decir, por medio de otras organizaciones. Es así como se destinaron diez millones de dólares a los gobiernos de los estados para ser distribuidos en las nuevas sedes locales creadas para el control del VIH.
El dinero iba acompañado de las correspondientes instrucciones según las directrices del CDC.

El CDC, reconociendo la influencia de ciertas organizaciones de base y asociaciones privadas en sus respectivos ámbitos, estableció vínculos con ellas solapadamente a través de subvenciones. Comenzó con la importante USCM, la cual se vió beneficiada con fondos crecientes que servirían para ayudar a grupos ya existentes contra el sida o para la creación de otros nuevos. Según Duesberg, a principios de los 90, unos 300 grupos habían sido creados, directa o indirectamente, por el CDC. Apretar el botón en la sede local del CDC en Atlanta o Georgia suponía la actuación al unísono de toda una amplia gama de asociaciones privadas y de grupos de “activistas” del sida. A cualquiera le daría la impresión de ser algo completamente espontáneo. La mayoría de estos grupos de activistas contra el sida eran grupos de homosexuales, a través de los cuales el CDC llegó a influir por completo en la comunidad homosexual norteamericana. Mientras financiaba la creación de estos grupos de activistas, el CDC dirigió su dinero e influencia a otros grupos cívicos con influencia en otros sectores de la sociedad. Decenas de millones de dólares se destinaron a la Cruz Roja Americana, dentro de un acuerdo de cooperación que dió al CDC un inmenso control sobre esta institución. A su vez, la rama americana de la Cruz Roja presionaría a la Cruz Roja Internacional y a la Media Luna Roja, con el fin de difundir la doctrina del VIH/Sida en todo el mundo. La influencia del CDC se extendió, a golpe de talonario, a un sinfín de asociaciones, desde asociaciones de maestros, empleados municipales, grupos religiosos, etc. También formó una asociación con la Asocación Americana de Personas con Sida, grupo que patrocinaría una reunión anual de todo tipo de grupos de activistas del sida.

 

El papel de ciertas compañías farmacéuticas

 

Otra fuente muy importante de fondos para la guerra del Sida fue Burroughs Wellcome, la compañía fabricante del AZT, la cual se sumó a estos esfuerzos en 1987. La compañía Wellcome ha suministrado dinero a la mayoría de las organizaciones y grupos de los EE UU relacionados con el sida, unas dieciséis mil según Duesberg, desde las asociaciones que sostienen la investigación hasta los grupos más radicales, con fama de feroz independencia, como el grupo ACT UP. Muchas de ellas, con fama de radicales, fueron calmando sus críticas a medida que el dinero empezaba a llegarles. En el lugar más destacado del stablishment del sida se situaba la American Foundation for AIDS Research (AmFAR) o Fundación Americana par la Investigación del Sida. Fundada en 1985 por Michael Gottlieb, el médico que describió los primeros cinco casos de sida y Mathilde Krim, una investigadora que participó en la guera del cáncer y que ahora desempeñaba, como otros muchos cientificos de aquella guerra, un papael destacado en la guerra del sida. La AmFAR alcanzó notoriedad gracias a sus conexiones con Hollywood, sirva de ejemplo el caso de Elisabeth Taylor y Bárbara Streisand, las cuales sirvieron de reclamo a la hora de difundir el mensaje del sida y de organizar campañas de recogida de fondos. Burroughs Wellcome contribuyó con la suma de un millón de dólares en 1992, así como contribuyó con grandes donaciones la Fundación Bristol-Myers- Squibb, ligada a la compañía farmacéutica del mismo nombre y fabricante del Ddi (Videx).

 

El papel de ciertos grupos de activistas homosexuales

 

Dentro de los grupos más radicales del activismo del sida en los EE UU se encontraba Project Inform de San Francisco y el ya citado antes y muy conocido, ACT UP. Project Inform fue fundado por el activista Martin Delaney, quien empezó criticando el uso del AZT en el sida. Martin Delaney había escrito un libro, “Estrategias para la supervivencia”, en colaboración con otro autor, donde advertía a los hombres gays de los desastrosos efectos de los “poppers”, así como de la cocaína, heroína y anfetaminas, (de elevado consumo en aquella época), recalcando los efectos inmunodepresores de estas drogas. La donación de 150.000 dólares por parte de la compañía Wellcome y otros 200.000 por parte de Bristol-Myers-Squibb, cambió radicalmente el modo de pensar de Delaney, al extremo de convertirse en un feroz crítico de la postura de Duesberg en periódicos y revistas. Otro tanto aconteció con Larry Kramer, conocido activista de los derechos de los homosexuales americanos, el cual pasó de tener una postura muy crítica con el estamento oficial del sida, (en un principio ni siquiera reconocía la existencia del sida), a difundir las consignas del CDC en cuanto a prevención y tratamiento, AZT incluído. Kramer había fundado en 1982 el Gay Men´s Health Crisis, GMHC, pues bien, un exdirector ejecutivo de este grupo reconocíó al escritor John Lauritsen que el grupo había recibido fondos de la compañía Wellcome, si bien evitó decir la cantidad. Kramer fundaría otro grupo más radical en 1987, ACT UP, grupo que se encargaría de presionar a la FDA, el organismo encargado de la aprobación de drogas y alimentos en los EE UU, para que se aprobaran más fármacos contra el sida. La compañía Wellcome desarrolló estrechas relaciones con el grupo, el cual fue promocionado para asistir asiduamente a las conferencias internacionales sobre el sida, (esas macroconferencias, auténticos festivales de las empresas farmacéuticas, que se vienen celebrando cada dos años). En la Novena Conferencia Internacional, celebrada en Berlín en 1993, unos 300 miembros de ACT UP viajaron y se alojaron en hoteles con piscina, con los gastos cubiertos por la compañía Wellcome, así mismo un representante de ACT UP de Londres reconocíó que su grupo había recibido 50.000 libras de la firma.

La Novena Conferencia de Berlín fue pródiga en cuanto a las amenazas e intimidaciones, que llegaron a la agresión fisica, protagonizadas por miembros de ACT UP, el propio servicio de orden de la conferencia y el mismo Martin Delaney, contra un pequeño grupo de disidentes, periodistas y participantes críticos. El propio Robert Gallo sorprendió a propios y extraños cuando, para hacer frente a las incómodas preguntas de los periodistas echó mano nada menos que de sus guardaespaldas. “¿Desde cuándo un científico acude a los congresos rodeado de guardaespaldas?”, se preguntaría más tarde Joan Shenton, directora de Meditel, una productora independiente de televisión que ha ganado importantes premios por sus trabajos sobre el sida en el Reino Unido.

El mismo fenómeno de “institucionalización del VIH” que se dio en los EE UU (donde sólo falta el “Ministerio para el VIH”), se reprodujo fielmente en el resto de los países: comisiones nacionales, fundaciones privadas, grupos antisida subvencionados tanto con fondos públicos como privados,…La guerra contra el sida ha creado una multitud de semi-funcionarillos que, bajo la apariencia de activismo espontáneo y defensa de los derechos de los “infectados”, repiten las consignas oficiales y actúan de acuerdo a los intereses de las farmacéuticas y no de los colectivos que dicen defender.

Un ejemplo de los extremos hasta dónde llega ese activismo lo refirió Michael Callen, un superviviente de sida de 12 años, que se esforzó por infundir esperanza a los enfermos de sida, encontrándose con la inesperada oposición de estos activistas a su mensaje de esperanza, ((hemos publicado unos comentarios sobre su libro “Sobreviviendo al Sida en nuestra página, http://superandoelsida.ning.com/profiles/blogs/sobrevivir-al-sida-1 ). La razón aducida era que, si se decía que el sida no era fatal, dificultaría la consecución de más fondos gubernamentales para luchar contra el sida. Al mismo tiempo se puede argumentar que la falaz afirmación de que el sida es fatal, facilita el empleo de unos caros y tóxicos fármacos que de otro modo nadie tomaría.

 

 

 

Leer más…

El material de este artículo, sobre todo lo referente a los sucesos acaecidos en los EE UU despues de la rueda de prensa de Robert Gallo de abril de 1984, procede prácticamente en su totalidad de los capítulos correspondientes del libro Inventing the AIDS virus, del Dr Peter Duesberg, (Regnery Publishing, Inc. Washington, D.C., 1996).

La primera parte de la construcción del mito del SIDA, desde la aparición de los primeros casos en 1981 hasta la rueda de prensa de Gallo en 1984 se ha tratado en el artículo http://superandoelsida.ning.com/profiles/blogs/la-construccion-del-mito-del


Introducción


La gran mayoría de las personas está convencida de la existencia de la “epidemia de sida”, se supone que la “epidemia” surgió en un momento dado en algún sitio (Gallo y cía han sugerido África) y se “propagó” a todo el mundo; por otra parte, vistos los enormes presupuestos destinados a la “investigación del VIH”, se considera que el “virus del sida” es algo muy conocido y estudiado; al mismo tiempo, la importancia concedida por los medios de comunicación, la preocupación de las autoridades de los distintos países, mueven a pensar que estamos ante algo real.
 
Pero los últimos sucesos acontecidos con motivo de la gripe A, con sus importantes implicaciones, alertan de lo factible que es, hoy en día, crear psicosis mundiales de epidemia sin causa objetiva que las justifique que no sean los intereses económicos.

Por si el ejemplo de la gripe A no bastara, en este artículo se ofrece una panorámica de los ingentes recursos, económicos y humanos, pero sobre todo propágandísticos, puestos en marcha a principios de la “era del Sida” en los EE UU, con la exclusiva finalidad de difundir entre la población la idea del sida infeccioso y mientras todo eso sucedía, en medio de rimbombantes declaraciones de prestigiosos organismos, se pasaban alegremente por alto los aspectos científicos más elementales.

En el período de tiempo que transcurre desde que surgen en EE UU los primeros casos que darán origen al nacimiento de la idea del sida infeccioso, (principios de los 80), hasta que se impone a nivel mundial esa visión, se pueden distinguir dos etapas, la primera, desde los primeros casos hasta la rueda de prensa de Gallo (abril de 1984), la segunda, a partir de la rueda de prensa, abarca hasta que la idea del sida se impone a nivel mundial.

 

El sida hasta la declaración de Gallo (desde los primeros casos a abril del 1984)

Se ha tratado ese primer período en otro post, si bien lo que sigue es un pequeño resumen. Esa etapa de los comienzos del Sida fue tratada de manera magistral, en una conferencia impartida en julio de 2002 en Barcelona, por el Dr Roberto Giraldo, eminente médico colombiano, especialista en enfermedades infecciosas y que dedicó años al estudió de las inmunodeficiencias. En su conferencia, el Dr Giraldo trazó un recorrido plagado de referencias por los artículos publicados en las principales revistas científicas, así como en las publicaciones de distintas instituciones sanitarias americanas, en el período que va desde que el inmunólogo Mikel Gottlieb ve, en la clínica universitaria de Los Angeles, los cinco famosos casos de neumonía por neumocistis carini, hasta que Gallo anuncia el “descubrimiento” del virus del sida (1).
El Dr Giraldo puso de manifiesto el hecho de que la idea del sida infeccioso se difundió en los EE UU ya desde la aparición de los primeros casos, a pesar de que todos los indicios sugerían un origen multifactorial, (sobre todo causas tóxicas, es decir, drogas). No había ningún dato objetivo, ninguna investigación, que apuntara hacia una causa infecciosa, para poder hablar de una causa infecciosa es indispensable encontrar un agente infeccioso común en todos los casos de la enfermedad y mientras esto no se haya realizado, es una temeridad sugerir siquiera esa posibilidad.

De ese modo, en contra de lo que sería una actuación mínimamente prudente y haciendo gala de una grave irresponsabilidad, el CDC de Atlanta, que ya había protagonizado en el pasado numerosos episodios de alarmismo, (el último de los cuales, la epidemia fantasma de gripe porcina del año 1976 que jamás se presentó), difundió la idea de que se trataba “muy probablemente” de un problema de naturaleza transmisible, es decir, infeccioso.

Cuando años más tarde Robert Gallo declara haber descubierto el virus del sida, (sería a partir de ahí, en todo caso, cuando se podría hablar de problema infeccioso), ya existía una psicosis generalizada de epidemia en la sociedad americana, que había sido fabricada años antes a base golpes de prensa.

Recordemos que la misma conferencia de prensa, donde Gallo anunció su supuesto descubrimiento, se hizo sin publicaciones previas en los medios científicos además de otras irregularidades de sobra conocidas, entre las que destaca el robo de la muestra del supuesto virus a Montagnier, (de cuyas declaraciones años más tarde se pudo deducir que no hubo aislamiento viral alguno, por lo que no se puede hablar de robo de virus). El “affaire” de quién había descubierto el “virus” ocupó los titulares de los periódicos y encubrió lo que debería haber sido más importante, es decir, ¿Qué era exactamente lo que Montagnier “había descubierto”? ¿Era o no un virus? Y si era un virus, ¿Era la causa del sida? Todo eso pasó a un segundo plano, no tenía importancia, después de todo, la gente ya estaba convencida de que el sida era un problema infeccioso, hacía años ya que el pánico campaba por los hospitales, (en muchos de ellos ni siquiera se admitía a toda cuanta persona pudiera ser sospechosa de sida). Por supuesto, el diagnóstico era realizado “a ojo”, pues el llamado test del sida o de VIH no se puso en marcha hasta el año 1985, es decir despúes de la declaración de Gallo).

 

El sida después de la declaración de Robert Gallo

Es en esos años que siguen a la declaración de Gallo cuando se elaboraron las líneas generales y la estrategia de lo que sería la lucha contra el sida a nivel mundial, algo que es interesante conocer porque esas medidas que se adoptaron en los EE UU en esos años serían copiadas en el resto de los países, entre ellos el nuestro, por absurdas que puedan parecer cuando ahora las analizamos.

En 1986 la Academia Nacional de Ciencias de los EE UU (NAC) nombró un comité para enfrentarse al problema del sida, presidido por David Baltimore, un destacado e influyente virólogo. Este comité, tras estudiar las “pruebas” de Gallo-Montagnier, llegó a la conclusión de que “la evidencia de que el virus VIH causa el sida es científicamentes concluyente”.

Según el Dr. Peter Duesberg, de cuyo libro Inventing the AIDS virus están tomados muchos de los contenidos de este trabajo, la Academia convertía la hipótesis de Gallo en un dogma de fe, siendo la primera vez en su historia que la Academia llegaba a una conclusión tomando como base una creencia, pues Gallo no tenía pruebas, ni él las proporcionó, ni ningún otro lo hizo.

Lo que el comité de la NAC hizo, según Duesberg, fue seleccionar los artíclos de Gallo para llegar a sus conclusiones, pero desgraciadamente para el Comité, en una investigación de tres años se demostró que los artículos de Gallo habían sido fabricados sencillamente en cuanto a las cifras de sus correlaciones. El otro argumento clave esgrimido por el comité fue que “el sida debía ser infeccioso porque algunos de los receptores de transfusiones habían desarrollado enfermedades como neumonía”. Pero de nuevo se trataba de estudios sin ningún tipo de control, nunca realizaron un estudio en el que cien hemofílicos con anticuerpos fueran comparados con otros cien sin ellos, para ver la incidencia de enfermedades en los dos grupos, la cual parece ser similar. Tampoco se hizo ningún estudio que comparara cien usuarios de drogas intravenosas seropositivos con otros cien seronegativos, o cien hijos de madres toxicómanas seropositivos con otros cien seronegativos. Todo parece indicar, según Duesberg, que la incidencia de enfermedades incluidas en la definición de sida es similar en seropositivos y seronegativos en cada llamado “grupo de riesgo”.

Con estos supuestos, el comité de la NAC, constituído por ventitrés prestigiosos científicos, diseñó un ambicioso programa con fondos crecientes y supervisión central, con el fin de crear un amplio consenso en los EE UU, unificando los esfuerzos de los científicos y la sociedad entera en la guerra del sida. El programa era más ambicioso aún que el de la guerra de la polio o incluso que el de la lucha contra el cáncer y permitiría la adopción de medidas extraordinarias que habitualmente pueden encontrar resistencia por parte de la población.

El estamento investigador se incrementaría con fondos sin precedentes, oficiales de salud podrían adoptar medidas de emergencia, se implicaría en la guerra del sida a las agencias de las Naciones Unidas y a los gobiernos extranjeros.

El Instituto de Medicina y la Academia Nacional de Ingeniería patrocinarían el proyecto y los fondos para llevarlo a cabo procederían de importantes fuentes, como la Carnegie Corporation of New York, la Jhon D. y Catherine T. MacArthur Foundation, la Andrew W. Mellon Foundation y la Fundación Rockefeller.

Varios miembros de Servicio de Inteligencia de Epidemias del CDC, como David Fraser o Thomas Grayston, que pasó a presidir el Grupo de Trabajo de Epidemiología, así como otros importantes miembros del CDC participaron en esta comisión. Burroughs Wellcome, (ahora Glaxo-Wellcome-Smith-Klein), fabricante del AZT, así como Hoffman-La Roche, fabricante del Ddi, enviaron cada una un representante.

El comité pretendía la movilización de la nación entera en esta guerra. Según las instrucciones de la NAC, el comité evaluaría métodos de control y lucha contra el sida, redactaría un documento delineando las estrategias, instaría al Congreso para la adopción de medidas, haría recomendaciones a la comunidad científica, a los médicos, a los organismos estatales y locales, a las corporaciones privadas y al público. Naturalmente, todo aquel que no cooperara con los objetivos del comité sería tachado de “contraproducente”, cuando no de “irresponsable” o de “peligroso”.

 

Confronting AIDS, la Biblia del estamento del Sida


En agosto de 1986 el Comité publicó, bajo el título de “Confronting AIDS”, un libro cuyas recomendaciones serían adoptadas universalmente como un anteproyecto de la guerra del Sida a nivel mundial. Este libro hacía recomendaciones en cuatro áreas: amplio programa de investigación, financiamiento público, medidas de salud pública y esfuerzos paralelos en el extranjero.

En el terreno de la investigación científica el Comité alardeaba del “descubrimiento del VIH” y su “indudable identificación como la causa del Sida” como un supuesto triunfo y un ejemplo de investigación bien fundamentada.

Aquellos científicos que estaban esperando alguna evidencia científica de la “indudable indentificación” del VIH como causa del Sida, recibirían como respuesta la afirmación “ex catedra” aparecida en la edición de 1988 de Confronting AIDS: "El comité cree que la evidencia de que el VIH causa el Sida es científicamente concluyente”. El Comité no tenía nada más que ofrecer que su creencia en Gallo, Montagnier y otros “descubridores del VIH”.

Fue basándose en esta suposición que se delinearon las futuras necesidades de la investigación: se estudiaría la estructura genética del VIH por parte de los biólogos moleculares, (al no haber sido aislado el virus como Dios manda, eso quiere decir que se estudiaría lo que Gallo-Montagnier entendían como “virus VIH”), los bioquímicos analizarían las funciones de las “proteínas virales”, (es decir, lo que Gallo-Montagnier entendían por tales), los virólogos examinarían cada detalle del proceso infeccioso, se desarrollarían más tests para el VIH, se investigaría con animales, etc. Vastas sumas de dinero serían empleadas para hacer seguimientos de las personas “infectadas”, los farmacólogos se ocuparían de desarrollar una serie de drogas para destruir el virus, (el Comité sugería ya específicamente el AZT, Ddi, Ddc, entre otras) y, por supuesto, tendrían que inventarse vacunas contra el virus.

Todo el programa estaba encarrilado en una dirección, el VIH, ningún dinero iba destinado a la investigación de otras posibles hipótesis y si bien el Comité elaboró una lista de “posibles cofactores” que podrían contribuir al Sida, sobre todo agentes infecciosos como los citomegalovirus u otros microbios, lo cierto es que apenas se concedía importancia a otros factores como la desnutrición, vieja causa conocida asociada a la inmunodeficiencia adquirida, (como que es la primera causa objetiva a nivel mundial a la hora de provocar muertes por inmunodeficiencia), ni mención siquiera al abuso de drogas.

Siguiendo a Duesberg prácticamente al pié de la letra, este documento no consiguió aclarar las dudas de una serie de investigadores que, después de la conferencia de Gallo, habían puesto en duda, en privado, la hipótesis viral.

El documento, según refiere Duesberg, también sugería que los fármacos que se estaban probando para el tratamiento del sida no iban a precisar de los controles habituales apropiados, sobre todo grupos “placebo”, una recomendación que se utilizaría más tarde para la aprobación del DdI, el Ddc y, con toda seguridad, los que vinieron después. Esto, traducido al lenguaje llano quiere decir que esos fármacos tóxicos, (todos ellos eran fármacos de quimioterapia del cáncer), no iban a precisar de unos estudios mínimos que demostraran si eran mejores que no tomar nada. Si no eran precisos esos estudios, conclusión, ¿Con quienes se experimentaría? Con los enfermos, al fin y al cabo, como ya se había anunciado que el sida era un mal “incurable”,…Por supuesto, las muertes provocadas en años sucesivos por estos fármacos, sobre todo por el AZT, solo o asociado con el Septrim o Bactrim, serían cargadas a la cuenta del virus.

Más tarde, el Comité haría un llamamiento para incrementar a un billón de dólares el presupuesto federal para la “investigación del sida”. Gran parte de ese dinero, como se recomendaba, fue utilizado para atraer a gran número de científicos hacia la “causa del VIH”.

En cuanto al financiamiento público, el Comité calculó los costes del cuidado médico para cada paciente, decidiendo que estos costes fueran en el futuro financiados con fondos públicos. Para ello el Comité se dirigía a la población, la cual “tenía la obligación ética de asegurar que todas las personas recibiean cuidados médicos adecuados”.
Por “cuidados adecuados” se entendía, puesto que la infección por VIH se consideraba fatal y sin tratamiento, el proporcionar drogas tóxicas como el AZT o simplemente confortar a los enfermos hasta la muerte.

En el apartado de medidas de salud pública, cualquier acción destinada a detener el virus estaba justificada, incluso si causaba pánico en la población,
o si estimulaba el uso de drogas ilegales o afectaba a las libertades y derechos civiles. El Comité hacía hincapié en los programas de educación y en la difusión de la práctica del test y como ejemplo de lo que entendía por
“educación”, la recomendación del uso de condones y de jeringas estériles para la administración de drogas.

Dado que las embarazadas podían “transmitir el VIH”, el Comité aconsejaba a las mujeres con riesgo de infección por VIH que consideraran aplazar el embarazo, también se recomendaban tests de VIH disponibles con facilidad para toda la población, eso sí, sobre una “base voluntaria”.

Medidas más radicales podrían ser adoptadas por el Comité. Donald Francies, un destacado oficial del CDC, en un discurso ante sus colegas, proponía cinco pasos para incrementar la autoridad del CDC, estos incluían:

- Dotar al CDC de un “status especial” que lo volviera inmune al control de los electores con una legislación especial que lo protegiera de cualquier control político.

- Garantizar los necesarios cuidados de salud a los “infectados”, como un medio de tenerlos identificados y controlados.

- Tolerar el uso de droga, como un modo de prevenir el intercambio de
jeringas usadas. Se incluía la prescripción de metadona o heroína como un modo de eliminar las actividades peligrosas que rodean a las drogas. Francis llamó incluso a esto “inyección sana”. Pero, se pregunta Duesberg, ¿Qué pasa si la heroína por sí misma causa sida? Pues que en ese caso, los contribuyentes estarían financiando la muerte de los adictos, (por si no lo hicieran ya al financiar su intoxicación masiva con los costosos y tóxicos fármacos).

- Mayor intervención federal a la hora de producir vacunas.

- Centralizar lo relativo al sida en una autoridad, en una palabra, aumentar
la autoridad y el poder de control del CDC. El organismo llevaría un registro central con las identidades de los “infectados”, obtenida por medio de cualquier fuente imaginable, desde los hospitales, clínicas de enfermedades venéreas, consultas de médicos, incluso cárceles. Se registrarían también todos los contactos sexuales de los “infectados”, tarea nada fácil si tenemos en cuenta que algunos de los homosexuales decían haber tenido cientos o miles.

Pasando por encima de cualquier autoridad local elCDC abogaba por incrementar los programas educativos en las escuelas, eliminando cualquier resistencia por parte de los padres.

En cuanto a los esfuerzos paralelos en el extranjero, el Comité, a través de su publicación Confronting AIDS, recomendaba extender estos esfuerzos a las otras naciones, lo que implicaba la colaboración en la investigación con científicos extranjeros, así como la puesta en marcha de programas de salud, distribución de condones incluída, en esos países. Se recomendaba incrementar la ayuda a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la puesta en marcha de medidas de salud pública. Ese mismo año la OMS publicó un libro que diseñaba el plan de acción contra la epidemia, el cual incluía cuarentenas, inmunizaciones masivas, restricciones a los viajeros, etc.

El Comité propuso también la creación de una comisión presidencial para supervisar la lucha contra el sida, la cual desde 1989 ha sido patrocinada por el Congreso y la Presidencia, repitiendo las mismas consignas de Confronting AIDS.

Todas estas recomendaciones serían llevadas a la práctica con verdadero entusiasmo, según Duesberg, con un auténtico espíritu de situación de guerra y, claro, una guerra pide acción y no reflexión sosegada.
Al mismo tiempo y para prevenir cualquier discrepancia con estos planes, el stablishment se preocupó desde el primer momento de prevenir cualquier oposición, toda la nación sería llamada a participar, los que no se unieran serían tildados como “apáticos” y los que hicieran demasiadas preguntas sobre la hipótesis del virus serían etiquetados como “negativos” o cosas peores.

El Instituto Nacional de la Salud (INH), suministraría también billones de dólares a la investigación del VIH, con lo que muchos científicos tuvieron fácil acceso a subvenciones, mientras que otros muchos aprenderían que no era nada conveniente plantear preguntas si querían acceder a ellas. La consecuencia de esto es que la inmensa mayoría de los científicos se alistaron, sin mayor vacilación, bajo la bandera del VIH.

El CDC se destacó como la principal agencia gubernamental de salud primera línea contra la epidemia, difundiendo las “medidas de prevención” entre la población, pensando más como activistas, (más bien agitadores, hay que decir), que como investigadores. Lo esencial de su labor era, en palabras de un oficial del CDC,“persuadir a la población para que viera el sida como un problema infeccioso”.

 

Creación y financiación de grupos y asociaciones por el CDC

 

Pero había un problema que limitaba la influencia del CDC en la opinión pública y es que estos mensajes estaban asociados siempre a las siglas del CDC, por lo que este organismo decidió aumentar su influencia en el público de modo indirecto, es decir, por medio de otras organizaciones. Es así como se destinaron diez millones de dólares a los gobiernos de los estados para ser distribuidos en las nuevas sedes locales creadas para el control del VIH.
El dinero iba acompañado de las correspondientes instrucciones según las
directrices del CDC.

El CDC, reconociendo la influencia de ciertas organizaciones de base y asociaciones privadas en sus respectivos ámbitos, estableció vínculos con ellas solapadamente a través de subvenciones. Comenzó con la importante USCM, la cual se vió beneficiada con fondos crecientes que servirían para ayudar a grupos ya existentes contra el sida o para la creación de otros nuevos. Según Duesberg, a principios de los 90, unos 300 grupos habían sido creados, directa o indirectamente, por el CDC. Apretar el botón en la sede local del CDC en Atlanta o Georgia suponía la actuación al unísono de toda una amplia gama de asociaciones privadas y de grupos de “activistas” del sida. A cualquiera le daría la impresión de ser algo completamente espontáneo. La mayoría de estos grupos de activistas contra el sida eran grupos de homosexuales, a través de los cuales el CDC llegó a influir por completo en la comunidad homosexual norteamericana.

Mientras financiaba la creación de estos grupos de activistas, el CDC dirigió su dinero e influencia a otros grupos cívicos con influencia en otros sectores de la sociedad. Decenas de millones de dólares se destinaron a la Cruz Roja Americana, dentro de un acuerdo de cooperación que dió al CDC un inmenso control sobre esta institución. A su vez, la rama americana de la Cruz Roja presionaría a la Cruz Roja Internacional y a la Media Luna Roja, con el fin de difundir la doctrina del VIH/Sida en todo el mundo.

La influencia del CDC se extendió, a golpe de talonario, a un sinfín de asociaciones, desde asociaciones de maestros, empleados municipales, asociaciones en defensa de las minorías,..hasta grupos religiosos.
También formó una asociación con la Asocación Americana de Personas con Sida, grupo que patrocinaría una reunión anual de todo tipo de grupos de activistas del sida.

 

El papel de ciertas compañías farmacéuticas

 

Otra fuente muy importante de fondos para la guerra del Sida fue Burroughs Wellcome, la compañía fabricante del AZT, la cual se sumó a estos esfuerzos en 1987, una vez que esta droga fue aprobada para su empleo en
los enfermos de sida y como un modo de proteger sus intereses. La compañía Wellcome ha suministrado dinero a la mayoría de las organizaciones y grupos de los EE UU relacionados con el sida, unas dieciséis mil según Duesberg, desde las asociaciones que sostienen la investigación hasta los grupos más radicales, con fama de feroz independencia, como el grupo ACT UP. Muchas de ellas, con fama de radicales, fueron calmando sus críticas a medida que el dinero empezaba a llegarles.

En el lugar más destacado del stablishment del sida se situaba la American Foundation for AIDS Research (AmFAR) o Fundación Americana par la Investigación del Sida. Fundada en 1985 por Michael Gottlieb, el médico que describió los primeros cinco casos de sida y Mathilde Krim, una investigadora que participó en la guera del cáncer y que ahora desempeñaba, como otros muchos cientificos de aquella guerra, un papael destacado en la guerra del sida. La AmFAR alcanzó notoriedad gracias a sus conexiones con Hollywood, sirva de ejemplo el caso de Elisabeth Taylor y Bárbara Streisand, las cuales sirvieron de reclamo a la hora de difundir el mensaje del sida y de organizar campañas de recogida de fondos. Burroughs Wellcome contribuyó con la suma de un millón de dólares en 1992, así como contribuyó con grandes donaciones la Fundación Bristol-Myers- Squibb, ligada a la compañía farmacéutica del mismo nombre y fabricante del Ddi (Videx).

 

El papel de ciertos grupos de activistas homosexuales

 

Dentro de los grupos más radicales del activismo del sida en los EE UU se encontraba Project Inform de San Francisco y el ya citado antes y muy conocido, ACT UP. Project Inform fue fundado por el activista Martin Delaney, quien empezó criticando el uso del AZT en el sida. Martin Delaney había escrito un libro, “Estrategias para la supervivencia”, en colaboración con otro autor, donde advertía a los hombres gays de los desastrosos efectos de los “poppers”, así como de la cocaína, heroína y anfetaminas, (de elevado consumo en aquella época), recalcando los efectos inmunodepresores de estas drogas. La donación de 150.000 dólares por parte de la compañía Wellcome y otros 200.000 por parte de Bristol-Myers-Squibb, cambió radicalmente el modo de pensar de Delaney, al extremo de convertirse en un feroz crítico de la postura de Duesberg en periódicos y revistas.

Otro tanto aconteció con Larry Kramer, conocido activista de los derechos de los homosexuales americanos, el cual pasó de tener una postura muy crítica con el estamento oficial del sida, (en un principio ni siquiera reconocía la existencia del sida), a difundir las consignas del CDC en cuanto a prevención y tratamiento, AZT incluído. Kramer había fundado en 1982 el Gay Men´s Health Crisis, GMHC, pues bien, un exdirector ejecutivo de este grupo reconocíó al escritor John Lauritsen que el grupo había recibido fondos de la compañía Wellcome, si bien evitó decir la cantidad. Kramer fundaría otro grupo más radical en 1987, ACT UP, grupo que se encargaría de presionar a la FDA, el organismo encargado de la aprobación de drogas y alimentos en los EE UU, para que se aprobaran más fármacos contra el sida. La compañía Wellcome desarrolló estrechas relaciones con el grupo, el cual fue promocionado para asistir asiduamente a las conferencias internacionales sobre el sida, (esas macroconferencias, auténticos festivales de las empresas farmacéuticas, que se vienen celebrando cada dos años). En la Novena Conferencia Internacional, celebrada en Berlín en 1993, unos 300 miembros de ACT UP viajaron y se alojaron en hoteles con piscina, con los gastos cubiertos por la compañía Wellcome, así mismo un representante de ACT UP de Londres reconocíó que su grupo había recibido 50.000 libras de la firma.

La Novena Conferencia de Berlín fue pródiga en cuanto amenazas e intimidaciones que llegaron a la agresión fisica, protagonizadas por miembros de ACT UP, el propio servicio de orden de la conferencia y el mismo Martin Delaney, contra un pequeño grupo de disidentes, periodistas y participantes críticos. El propio Robert Gallo sorprendió a propios y extraños cuando, para hacer frente a las incómodas preguntas de los periodistas echó mano nada menos que de sus guardaespaldas. “¿Desde cuándo un científico acude a los congresos rodeado de guardaespaldas?”, se preguntaría más tarde Joan Shenton, directora de Meditel, una productora independiente de televisión que ha ganado importantes premios por sus trabajos sobre el sida en el Reino Unido.

 

Los medios de comunicación

 

Los medios de comunicación han sido desde el principio otro de los grandes objetivos del CDC en la guerra del sida. Para hacerse con su control el CDC fundó grupos como la National Association of Broadcasters, la principal asociación dentro de los profesionales de la radio y tv de los EE UU, con unas 6000 emisoras de radio y televisión. Muchos políticos y periodistas, cuando no consultan sobre el sida al CDC lo hacen a estas asociaciones, pensando ingenuamente son independientes.

Mediante estos métodos irregulares, el CDC se ha asegurado unos medios de comunicación dóciles y sin capacidad crítica, lo que le ha servido para promover el miedo al sida entre la población. De este modo, al CDC le fue factible ir alargando periódicamente el supuesto “período de latencia” del virus, (tiempo que está sin producir la enfermedad), desde 10 meses al principio, dos años después, luego 5 años, luego 10 y finalmente 20 ó 30 años. Del mismo modo, el CDC ha conseguido crear la ilusión del aumento de casos de sida mediante el procedimiento de redefinir periódicamente el sida, es decir, incluyendo periódicamente nuevas enfermedades dentro de la definición de sida, de esa forma, al ir ampliando la definición de sida con la inclusión de nuevas enfermedades, aumentan automáticamente los casos de sida. En circunstancias normales, unos medios de comunicación mínimamente críticos habrían hecho preguntas.

La censura directa, tanto en los medios de comunicación como en las publicaciones científicas, es otro de los aspectos analizados ampliamente por Duesberg en Inventing the AIDS virus, un libro que debiera ser de obligada consulta para todo aquel, profano o académico, que quiera documentarse un mínimo en el tema del sida.

Cada vez que en estos últimos 15-20 años ha surgido algún dato o cuestión que ponía en duda la visión oficial del virus del sida, el stablishment del sida ha desplegado todo tipo de medios para ahogar el debate científico, de ahí que sea tremendamente difícil que versiones científicas críticas sobre el sida lleguen al público. A pesar de todo, como ha sido reconocido por los propios expertos oficiales, la llamada disidencia del sida no deja de crecer.

El mismo fenómeno de “institucionalización del VIH” que se dio en los EE UU (donde sólo falta el “Ministerio para el VIH”), se reprodujo fielmente en el resto de los países: comisiones nacionales, fundaciones privadas, grupos antisida subvencionados tanto con fondos públicos como privados,…La guerra contra el sida ha creado una multitud de semi-funcionarillos que, bajo la apariencia de activismo espontáneo y defensa de los derechos de los “infectados”, repiten las consignas oficiales y actúan de acuerdo a los intereses de las farmacéuticas y no de los colectivos que dicen defender. Un ejemplo de los extremos hasta dónde llega ese activismo lo refirió Michael Callen, un superviviente de sida de 12 años, que se esforzó por infundir esperanza a los enfermos de sida, encontrándose con la inesperada oposición de estos activistas a su mensaje de esperanza. La razón aducida era que, si se decía que el sida no era fatal, dificultaría la consecución de más fondos gubernamentales para luchar contra el sida. Al mismo tiempo se puede argumentar que la falaz afirmación de que el sida es fatal, facilita el empleo de unos caros y tóxicos fármacos que de otro modo nadie tomaría.

Otro ejemplo de manipulación del miedo de la población ocurrió en 1993, cuando un importante artículo científico concluyó que el sida no se estaba expandiendo en la población general y permanecía confinado, en su mayoría, en los mismos grupos de riesgo que al principio. A pesar de que era una evidencia que los propios oficiales del CDC no podían negar, David Rogers, vicepresidente de la Comisión Nacional del Sida, denunció el artículo porque, (textualmente), “inducía a los norteamericanos a no tener miedo”. Pero lo cierto es que, según se desprende de los propios datos oficiales y a pesar de los mensajes que hablan de la expansión de la epidemia entre los heterosexuales, el sida ha permanecido confinado, al menos en sus tres cuartas partes, en los mismos grupos de riesgo que al principio de la llamada epidemia. El mismo Lluc Montagnier admitió abiertamente hace unos años, en unas declaraciones hechas al periodista francés Djamel Tahi contenidas en el video “Sida, la duda”, que “no ha habido una cadena de transmisión que se haya establecido. Luego no hay transmisión heterosexual importante y pienso que no la habrá” y en el
mismo sentido se pronunció en el verano de 2008 el director de ONUSIDA.

 

Desde hace más 25 años, todo dato, observación o estudio científico que no encaja con el dogma oficial del sida infeccioso es hábilmente silenciado, tergiversado o censurado rápidamente, con la excusa de ser un mensaje “peligroso para la población”. Así sucedió cuando empezaron a aparecer casos de sarcoma de Kaposi seronegativos o cuando empezaron a surgir evidencias de “sida sin VIH”, así como otros importantes eventos, como el juicio de Gottingen, que echan por tierra la visión oficial del sida. Una de las mejores estrategias del stablishment del sida, vista su incapacidad para defenderse con argumentos en debates libres y abiertos, es, además de la censura y las presiones bajo cuerda, el silencio.

Manuel Garrido Sotelo, para Superando el Sida

Santiago 24 de febrero de 2010

(1) Las caóticas consecuencias del mito de la transmisión del sida”,

Dr. Roberto Giraldo, Barcelona, julio 2002, vídeo disponible en la AMC, www.amcmh.org

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EL CENTRO DEL CONTROL DE ENFERMEDADES

El Center for Desease Control, o Centro de Control de Enfermedad, más conocido por sus iniciales, CDC, con sede en Atlanta, es una impresionante organización en la que trabajan más de cuatro mil especialistas. Cuenta con epidemiólogos, microbiólogos, físicos, biólogos, químicos, toxicólogos, médicos, agentes de salud pública, farmacéuticos, veterinarios, etc., cuyo campo de acción cubre muchos terrenos, desde la prevención de accidentes de trabajo, riesgos ambientales, la seguridad de los juguetes, problemas derivados de los alimentos, del tabaco,…y sobre todo, lo relacionado con la vigilancia y el control de las enfermedades infecciosas, tanto nacionales como internacionales.

Es precisamente en el campo de la vigilancia y control de las enfermedades infecciosas donde más notoriedad ha alcanzado. Su laboratorio recibe cada año cerca de 200.000 muestras de sangre y órganos contaminados de enfermedades todavía por conocer, procedentes no sólo de EE UU sino del mundo entero. Cuenta con enormes bancos de sueros y tejidos que contienen más de 250.000 muestras de enfermedades catalogadas.

Este organismo nació en la Segunda Guerra Mundial, en 1942, bajo el nombre de Oficina de Control del Paludismo en Zonas de Guerra. Tenía su base en Atlanta, Georgia, donde la malaria, endémica en el Sur de los EE UU, constituía una amenaza para los numerosos campos de entrenamiento militares instalados en la región. Su campo de acción se ampliaría a otras enfermedades y así, en 1946, pasa a llamarse Centro de Enfermedades Transmisibles, (CET), dotándosele con una gran infraestructura y medios.

En el año 1951 se crea, dentro del CET, el Servicio de Inteligencia de Epidemias, EIS, con una fuerza de choque formada por un centenar de jóvenes médicos de primera u otras profesiones relacionadas con la salud o la biología, (veterinarios, farmacéuticos, biólogos,…). Recién graduados en las respectivas facultades, son reclutados y sometidos a una formación intensiva durante dos años, pagada por los CDC, en los diversos departamentos de sanidad locales y estatales. Su misión es convertirse en los ojos y oídos del CDC, una red de inteligencia invisible que observa los menores núcleos de enfermedad y cuando al CDC le parece oportuno, los convierte en emergencias nacionales.

Los detectives del EIS están disponibles día y noche, dispuestos a acudir a cualquier sitio del país o fuera de él, donde aparezca una nueva epidemia.

Bryan Ellison, que dedicó en febrero de 1994 un artículo en Rethinking AIDS a la historia y manejos de EIS, cifra en más de dos mil los agentes salidos del semisecreto -ahora prácticamente secreto, según él- organismo. La inmensa mayoría de estos agentes mantiene en secreto su vinculación a este servicio de inteligencia, mientras ocupan puestos de influencia en la sociedad y en la administración pública. Se les puede encontrar desde en las universidades u oficinas locales y estatales del CDC hasta en las compañías farmacéuticas, fundaciones privadas, redacciones de medios de comunicación o en la misma OMS, (Organización Mundial de la Salud).

En todos estos lugares los agentes del EIS no actúan sólo como espías del CDC, sino que lo hacen también como falsos partidarios “espontáneos” de los planes del CDC.

El CDC fue bautizado con su nombre actual en 1980 y jugará un papel crucial en la gestación y mantenimiento del mito del sida infeccioso.

La historia del CDC conoció, junto a éxitos indudables, estrepitosos fracasos. Aquel mismo año, convencidos de que estaba a punto de estallar una epidemia mortal de gripe porcina transmisible al hombre, hicieron vacunar a 50 millones de americanos. Pues bien, no sólo no se presentó la temida epidemia, sino que cientos de personas tuvieron complicaciones por las vacunas en forma de parálisis y otros procesos, lo que dio lugar a un sonoro escándalo político y al cese del director del CDC. El estado tuvo que pagar más de cien millones de dólares en concepto de indemnizaciones.

LOS PRIMEROS CASOS

Las apremiantes súplicas del doctor Gottlieb, quien se había fijado en cinco casos de neumonía por neumocistis carini en cinco jóvenes homosexuales, en la Clínica Universitaria de Los Angeles, hicieron que el boletín semanal del CDC, (Informe Semanal de Morbilidad y Mortalidad), los publicara. Así, en junio de 1981, bajo el título de “Casos de neumocistosis”, aparecieron 46 líneas dedicadas al tema. Estos casos están considerados como los primeros casos documentados de la historia del sida. En el informe del CDC se decía que cinco jóvenes homosexuales, que no se conocían entre sí, que tenían un grave historial de enfermedades sexualmente transmisibles e inhalaban sustancias tóxicas, (aquí sí se hacían constar esos importantes antecedentes médicos), habían desarrollado una rara enfermedad, que sólo había sido vista anteriormente en casos de personas privadas de defensas inmunitarias, (enfermos gravemente desnutridos, o tras recibir quimioterapia o radioterapia contra el cáncer, ..). Gottlieb precisaba de entrada que este mal era muy grave, puesto que dos de los enfermos habían fallecido.

En aquella primavera de 1981 se iba a producir en el CDC otra llamada, procedente de la otra punta del país, alertando de la aparición de otra rara enfermedad en jóvenes homosexuales. Se trataba de un jefe de servicio de la Facultad de Medicina de la N. York University, el Dr. Alvin E. Friedman-Klein, el cual alertaba de la aparición de otra enfermedad poco frecuente, el sarcoma de Kaposi. Esa enfermedad no tenía ninguna semejanza con la encontrada en Los Angeles, salvo en una cosa: atacaba también a jóvenes homosexuales cuyo sistema inmune parecía estar fallando. En realidad hoy sabemos que esta especie de proliferación de células endoteliales –las que recubren el interior de los vasos sanguíneos- no necesita de la existencia de ninguna inmunodeficiencia para presentarse, puesto que se ve a menudo en personas cuyo recuento de CD4 es de 700, 900 ó más de 1000. El mismo CDC admitiría años más tarde que el sarcoma de Kaposi, el cual llegó a ser considerado como una de las enfermedades más emblemáticas del sida, podía no ser causado por el virus VIH, de hecho es sabido que existen cuando menos docenas de casos donde el test es negativo.

LOS ASTUTOS EPIDEMIÓLOGOS DEL CDC Y SU MODO DE ACTUAR

Alertado con estos sucesos, el doctor Jim Curran, director del Departamento de Enfermedades Venéreas del CDC, se pondría a trabajar. En lo primero que piensa Curran, naturalmente, es en la presencia de un virus sexualmente transmisible, como en el caso de la epidemia de hepatitis B.

En julio de 1981 se reúne al completo todo el estado mayor del CDC para decidir la creación de una fuerza especial de intervención, que será dirigida por el doctor Curran. Había que conocer, para actuar eficazmente, todos los parámetros de la enfermedad que iban a combatir, según los elementales preceptos de la Epidemiología, la ciencia de las epidemias, (que luego, como podremos comprobar, se saltarían a la torera).

Utilizarían la técnica epidemiológica conocida como “estudio comparativo del caso”, la cual permite comparar un gran número de enfermos con un gran número de sanos, para descubrir las diferencias entre ambos. El instrumento empleado sería un extenso cuestionario de decenas de páginas. Ahora bien, tenían que saber por dónde empezar, para elaborar el cuestionario era preciso saber un mínimo sobre las víctimas de estas enfermedades, hablar con ellas, saber un poco de su modo de vida,… Para ello, una decena de miembros del CDC se desplazaron a los puntos calientes donde estas enfermedades estaban afectando más, Los Angeles, San Francisco, N. York y Miami.

Visto por encima la mayoría de las víctimas eran personas que les preocupaba su alimentación, muchas hacían incluso deporte, la mayoría eran gente acomodada y muy jóvenes. Sorprendió a los enviados de Atlanta el grado de promiscuidad sexual, habían tenido centenares de compañeros y algunos incluso millares.

Las conversaciones confirmaron que hacían un uso masivo de diversas sustancias tóxicas, especialmente “poppers”. Esos “poppers” – comentaría Harold Jaffe, uno de los detectives enviados por el CDC, que más tarde ocuparía un lugar destacado en el “stablishment” investigador del sida- no solamente dilataban los vasos del pene y de la mucosa anal, sino que además, al disminuir la presión arterial, procuraban una sensación de euforia que prolongaba el orgasmo.
Jaffe visitó una de las “baths houses”, locales frecuentados por los homosexuales que se pusieron muy de moda en aquella época, también llamados “hots houses” y se llevó, de muestra, varias ampollas que llevaban las siglas de Burroughs Wellcome, (como todos saben, la misma compañía fabricante años más tarde del AZT), que era el laboratorio que fabricaba el producto. Jaffe se llevó también tres frascos de “Disco Roma”, el más solicitado de los “poppers”.
Al mismo tiempo, el doctor Curran mandó investigar todas las solicitudes de Pentamidina, uno de los pocos fármacos eficaces contra la neumocistosis, que habían sido hechas desde 1979 a 1981, al Servicio Farmacológico de Enfermedades Parasitarias, que era prácticamente el único lugar que lo proporcionaba en los EE UU, al ser un fármaco de existencias limitadas debido a su escaso uso.
Hizo que se estudiasen los archivos de Salud Pública de las grandes ciudades para catalogar todos los casos de este tipo de neumonías y de sarcomas identificados en los tres años anteriores. Se entrevistó también con los responsables de los 30 mayores hospitales de los EE UU en conversaciones telefónicas, así como con un gran número de médicos privados para que ninguno de estos casos escapara a su conocimiento.
En una palabra, toda la maquinaria del CDC se había puesto, de repente, a funcionar.

EL PROTOCOLO 577

La tarea inmediata del CDC se centraría en la elaboración de unos detallados y extensos cuestionarios que servirían para la realización de la encuesta epidemiológica, con vistas a descartar factores y centrarse en aquellos que más relación parecían tener con la presencia de aquellas enfermedades.

“Era el cuestionario más detallado, más imaginativo y más audaz que los cerebros de la joven ciencia de la epidemiología habían concebido nunca”, dice Lapierre refiriéndose a las más de 500 preguntas que llenaban nada menos que 23 páginas y que se llamaría en clave “CDC Protocolo 577”.

Ese cuestionario se elaboró tomando como base la experiencia adquirida durante las encuestas hechas sobre las enfermedades venéreas, las hepatitis A y B y otras enfermedades infecciosas, al cual se incorporaron datos obtenidos de un estudio, realizado cuatro años antes por dos investigadores gays, sobre los comportamientos sexuales y los usos y costumbres de unos quinientos homosexuales norteamericanos.

El dossier preparatorio fue completado con el inventario de todos los casos de neumocistosis y de Kaposi detectados en los EE UU en aquel comienzo de otoño, con su descripción lo más completa posible, que sumaban en total unos 40 casos.

Parece ser, según dice Lapierre en su libro, que Jim Curran también había recabado los conocimientos del doctor William Darrow, el especialista del CDC en el estudio sociológico de los grupos sexualmente arriesgados. Este profesor contaba con 20 años de experiencia en el estudio de las costumbres de aquellos que se veían aquejados de episodios de sífilis, blenorragia y otros problemas venéreos. “Para mí –afirmaría el profesor Darrow- no cabía la menor duda, esta siniestra epidemia era, evidentemente, transmitida por vía sexual”.

De lo descrito hasta ahora ya deducimos cómo respiraban en el CDC en cuanto al posible origen del asunto y, como vamos a ver, esa predisposición hacia la causa infecciosa iba a influir en la elaboración del cuestionario y lógicamente en la interpretación y conclusiones.

Vayamos al cuestionario, el famoso “Protocolo 577”, el cual incluía en efecto preguntas de todo tipo, nada parecía escapar a los astutos epidemiólogos del CDC, hasta el mínimo detalle sobre las costumbres de esas personas era registrado. Se preguntaba por los ingresos, ocupaciones, hábitos de consumo, alcohol, tabaco, (cantidad, tipo, marcas), antecedentes familiares, personales, naturaleza de los medicamentos consumidos en los diez últimos años, animales domésticos y causa del fallecimiento de estos, sólo faltaba registrar la marca de calzoncillos que usaban.

Informados de que su enfermedad actual podía tener que ver con el consumo de estupefacientes, se les pedía informaran del tipo de sustancia, de las fechas y de la forma en que eran usadas, si era inhalada, inyectada o vía oral. Se insistía en el tema de los “poppers”, tan apreciados por los gays por sus virtudes “sexualmente estimulantes”, se indagaba sobre su frecuencia, lugar de uso, marca, origen de fabricación,..

“Pero nobleza obliga –dice Lapierre- los médicos-detectives del CDC pusieron su mayor atención en todo lo relativo al comportamiento sexual. La parte de la encuesta que trataba de ese tema, el apartado cuarto, que era el más voluminoso, informaba de entrada a los encuestados de que era muy probable que su enfermedad fuera debida a la naturaleza específica de sus relaciones sexuales”.

Pero la nobleza también nos obliga a nosotros a preguntarnos si esa no era una forma descarada de ir predisponiendo y condicionando las respuestas hacia la causa infecciosa venérea. Vamos a saltarnos otros detalles de esa “Operación Protocolo 577” , en la que participaron 50 enfermos, algunos ya en las últimas y alrededor de 200 homosexuales sanos, pero con un comportamiento de gran riesgo. La operación comenzó el 1º de octubre de 1981 y concluyó el 1º de diciembre del mismo año, circunscrita a las ciudades de San Francisco, Los Angeles, N. York y Miami.

LAS BRILLANTES CONCLUSIONES DEL PROTOCOLO 577

“La cosa que más nos sorprendió de entrada – confesó Harol Jaffe- fue comprobar hasta qué punto los individuos afectados habían sido sexualmente mucho más activos que los individuos sanos. Aunque habian consumido mayor cantidad de “popppers”, esto nos pareció finalmente menos importante que el mayor número de intercambios sexuales, (¿Por qué esto, si se puede saber?). Muy pronto tuvimos la certeza de que todo abogaba a favor de una epidemia transmisible por vía sexual.” (Como que no necesitaban ni haber hecho la encuesta).

Parémonos un poco ahora a analizar, siquiera por encima, esta brillante conclusión a la que llegaron los astutos sabuesos médicos-policías del CDC. Tenemos que, según ellos, “la extraña plaga tenía que ser infecciosa o transmisible, por vía sexual, porque según las encuestas, los enfermos habían sido mucho más activos sexualmente que los individuos sanos”.
Pero que la única diferencia significativa entre los sanos y los enfermos consistiese únicamente en “el mayor número de compañeros sexuales o de realaciones sexuales” a favor de los enfermos, es sencillamente y por pura lógica una auténtica majadería y para verlo no hace falta ser un astuto epidemiólogo, basta con tener dos dedos de frente. ¿Por qué? Porque si estas personas tenían un número considerablemente mayor de relaciones sexuales y con personas diferentes, por fuerza tenían que tener también, como consecuencia, una mayor índice de enfermedades sexualmente transmisibles, salvo que usaran condón, lo cual no es el caso porque esta recomendación se introduce más tarde. Y sitenían más enfermedades sexualmente transmisibles, también tenían, por fuerza, que hacer un uso considerablemente mayor de antibióticos para tratarlas.

Tenemos ya dos factores sumamente estresantes de la inmunidad actuando juntos, como son las infecciones venéreas frecuentes y el abuso de antibióticos, pero hay más, ¿De dónde procedía esa líbido desbordada inagotable? ¿Cuál era la fuente de esa gran estimulación sexual? Ya lo hemos dicho, lo vieron también los astutos epidemiólogos del CDC, los “poppers”, un producto que, además de sus propiedades depresoras de la inmunidad, es cancerígeno, por lo que no debería extrañar a nadie la presencia de esta especie de tumor de piel en esos enfermos, así como la presencia de enfermedades que denotaban un colapso del sistema inmune.

Resumiendo, que no hay más ciego que el que no quiere ver, o que aquel a quien no le interesa ver. Estas personas “trabajaron duramente” durante años, combinando toda una serie de factores debilitantes de la inmunidad, (conocidos unos desde antiguo y otros –caso de los poppers- conocidos después) y como consecuencia desarrollaron inmunodefiencias muy severas.

Con respecto al uso de antibióticos, al hecho de que los homosexuales activos hayan figurado siempre entre los mayores consumidores de antibióticos, se añade que en esa época se usaron un tipo de antibióticos que en su mayoría han caído en desuso por sus efectos adversos. Tal es el caso del cloranfenicol, prácticamente retirado hoy en día por su capacidad de producir aplasias medulares, (es decir, disminución de todos los tipos de células sanguíneas, glóbulos rojos, plaquetas y globulos blancos), las sulfamidas y el septrim, productores de leucopenias, (disminución de todos los tipos de glóbulos blancos). Antibióticos como las tetraciclinas, otro antibiótico de amplio espectro prácticamente en desuso, eran usados como “preventivos” cada noche antes de ir a las “baths houses”, incluso en esos locales se podían comprar libremente.

Supongamos que los doctores no supieran de los efectos producidos por el alcohol en el higado y que de repente empezaran a ver pacientes con el hígado deshecho, imaginemos también que quien ve a estos pacientes es un doctor muy especializado en problemas infecciosos, ya tenemos la escena: “Huy, extraña enfermedad”“Es preciso hacer un estudio comparativo del caso”…Conclusión del estudio..”Lo único que hemos visto en las personas que desarrollan estos problemas de hígado, es que van mucho por los bares, por consiguiente tiene que tratarse de un problema infeccioso, contraído en esos lugares, posiblemente por los vasos mál lavados”. En consecuencia, que pueden beber todos los cubalibres que quieran, pero con pajita”.

MÉTODOS CIENTÍFICOS DE VALIDACIÓN OBJETIVA

El caso es que las arbitrarias conclusiones del famoso “Protocolo 577”, (de hecho, eran tan absurdas que ni siquiera convencieron en un primer momento ni al mismísimo doctor Gallo, según este comentó en una entrevista a Lapierre), iban a sentar un inquietante precedente, (que se convertiría en una constante en la llamada “ciencia (?) del Sida”), de cómo supuestos “métodos científicos de validación objetiva” sirven precisamente para todo lo contrario, es decir, para dar validez a lo que no la tiene y para quitársela a aquello que la tiene realmente.

Sería también mediante otro “método científico de validación objetiva”, en este caso un “ensayo clínico controlado”, como se introduciría años más tarde, de contrabando, es decir, como si fuera un fármaco útil y beneficioso, el que en realidad es el fármaco más tóxico que se aprobó jamás para consumo humano a largo plazo, el AZT, fármaco que se sigue administrando en la actualidad, incluso a embarazadas y bebés.

El “Protocolo 577” fue el primer estudio “objetivo” destinado a ir allanando el terreno para que la inmunodeficiencia adquirida, (un problema tan antiguo como la humanidad, de hecho su principal causa a nivel mundial sigue siendo la desnutrición), acabara siendo considerado un problema infeccioso, antes incluso del supuesto descubrimiento del virus causal, algo inaudito e incomprensible, pues para poder hablar de problema infeccioso es indispensable tener el agente causante. Pero aquí no fue así, primero se “decretó” que era infeccioso y luego se buscó el agente. Genial.

Y así, desde aquel momento comenzó una exhaustiva búsqueda de un virus que pudiera ser el causante. Se analizaron y encontraron numerosos candidatos, algunos, como el herpes, el citomegalovirus o el virus de Epstein Barr, presentes en un porcentaje nada despreciable de enfermos. La sífilis incluso era un problema muy extendido, pero ninguno de estos virus o patógenos podía ser considerado por sí sólo responsable del desencadenamiento de la “extraña plaga”.

CONNOTACIONES MORALES Y HOMÓFOBAS

Es por lo cual, a falta de un culpable, los médicos-detectives de Atlanta le inventaron un nombre, GRID, (una denominación un poco “barbara”, según Lapierre), que quería decir, “Déficit Inmunitario Relacionado con Gays”, nombre que se modificó, ante las lógicas protestas del colectivo gay, hacia la primavera de 1982, sustituyéndolo por el actual de Sida.

En los medios sanitarios de los EE UU empezó a denominarse a estas patologías que comenzaban a detectarse con el revelador nombre de “The Wrath of God”, “la cólera de Dios”, más digna de integristas religiosos que de profesionales de la salud que dicen practicar una medicina científica, objetiva, que no juzga ni condena moralmente.

El caso es que un año después de la identificación por el Dr. Gottlieb de los primeros casos de neumocistosis, las víctimas oficiales registradas por el CDC sumaban doscientas dos. La prensa médica líder, como el New Ingland Journal of Medicine, de Boston, y The Lancet, de Londres, empezó a publicar artículos sobre el tema. Pero los grandes centros de investigación biomédica de los EE UU no parecían, en un primer momento, implicarse en el tema, cosa que al final acabarían haciendo, empezando por el Instituto Nacional del Cáncer, NCI, donde trabajaba el doctor Robert Gallo. Pero las andanzas de Gallo quedan para otro artículo.

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Fuentes:

Dominique Lapierre, Más grandes que el amor

Bryan Ellison, Entrevistas con los disidentes, lo que no os han dicho. AMC
Peter Duesberg, Inventing the AIDS virus, Regnery Pub. Co.

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La construcción del mito del SIDA (Segunda Parte) 

El contexto histórico del Nacimiento del Mito del SIDA

Íntimamente relacionado con el tema tratado, con un repaso por las publicaciones de instituciones médicas y sanitarias de aquella época, en especial las del CDC, el artículo que no tiene desperdicio:

Disparates de antología para la historia, ¿Cómo construyó el CDC el mito de la transmisión del sida?

Leer más…

Este artículo se publicó por primera vez en la Red Superando el sida hace cuatro años, pero en realidad fue escrito hace más de 20 años, (formaba parte del proyecto de un libro que no se llegó a concluir).

El escrito intenta refrescar la memoria sobre algunos hechos históricos documentados, desconocidos por la mayoría del público, sobre aspectos médicos relevantes que fueron posteriormente tergiversados e ignorados en medio de la retórica alarmista, puesta en práctica por agentes del CDC, para impedir el imprescindible clima de reflexión y así acallar a los voces críticas que pedían calma y reflexión.

Un buen ejemplo de esta retórica alarmista puesta en marcha por el CDC es la frase, convenientemente difundida en los medios de comunicación, que formuló uno de sus eminentes oficiales: “Cuando tu casa arde no te paras a ver por qué arde, corres a apagar el fuego”. El problema es que llevamos tres décadas corriendo de un lado a otro como pollos sin cabeza y todavía no sabemos dónde está ese fuego que hay que apagar.

Es así como los miembros de una agencia estatal de salud, lejos de comportarse de un modo prudente y proceder a realizar una investigación como Dios manda, se convierten en auténticos agitadores, creando una ola de pánico, sin precedentes en la historia médica, a partir de unos hechos que no tienen nada particular cuando se examinan con atención.  

 

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El Sida se origina en los EE UU a principios de la década de los 80, siendo imposible que pudiera originarse en ningún otro lugar del mundo, ¿Por qué? Porque sólo allí se daban las especiales circunstancias que hicieron posible ese disparate. Veamos estas circunstancias.

 

La década de los 70, una época especial                    9288845698?profile=original

 

La década de los setenta en los EE UU fue un período especial en muchos sentidos, muchos lo viviríamos aquí en España cinco, diez o veinte años más tarde, fue una época de reivindicaciones y protestas, contra la guerra de Vietnam, contra la discriminación racial, etc., etc.; cayeron tabús e irrumpieron con fuerza ideas como el amor libre, el “haz el amor y no la guerra” y el no menos tópico “sexo, droga y rock and roll”, produciéndose una especie de revolución sexual. Se produjo también en esa época un espectacular aumento en el consumo de drogas, como la marihuana, el LSD, las anfetaminas, cocaína y más tarde el crack y la heroína.  Pero sobre todo en los EE UU fue la época del movimiento gay. Vamos a centrarnos en esa importante comunidad, pues ningún episodio de aquella liberación fue más impresionante que la salida a plena luz de los diecisiete millones de hombres y mujeres de la comunidad homosexual americana, lo haremos siguiendo prácticamente al pié de la letra al escritor francés Dominique Lapierre, en su documentado libro “Mas grandes que el amor” (1).

 

El auge del movimiento homosexual   

            

Según este escritor, a raíz de ciertos actos represivos y siguiendo las consignas de sus líderes, se produce, a comienzos de los setenta, una migración de homosexuales hacia las grandes ciudades como N. York, Los Ángeles, S. Francisco, Chicago, etc., pero fue San Francisco, ciudad de tradición tolerante, la ciudad que se convertiría en la capital gay, no sólo de los EE UU sino del mundo entero. En el mismo centro de esta ciudad, en el barrio de El Castro, se constituiría la primera colonia exclusivamente gay, una pequeña ciudad dentro de la ciudad, allí un gay podía llevar una vida a plena luz, ir a cualquier sitio, al banco, al médico, de compras, etc., sin encontrar a nadie que no fuese gay. Había incluso sinagoga gay, templo protestante gay y sacerdote católico gay, que celebraban matrimonios gays. El “Día de la Liberación Gay” se reunían en San Francisco doscientas cincuenta mil personas, toda la América homosexual se daba cita allí, desde las “Taxistas Lesbianas de San Francisco”, hasta los “Cowboys gays de Nevada”, o los Indios Americanos Gays”, “Judíos Gays” o “Inválidos Gays”…

 

Una minoría “desmadrada” 

 

Pero si bien la mayoría de los homosexuales americanos se mantenía dentro de la moderación, no puede decirse lo mismo de una “minoría desmadrada”. El Castro de San Francisco, nos cuenta Lapierre, se convirtió en un auténtico supermercado del sexo. El “último grito” del sexo liberado, tanto en San Francisco como en otras ciudades, lo constituyeron las llamadas “baths houses”, unos clubs especiales, con saunas, salas de baile, alcobas privadas, salones de orgías, etc., las había con piscina, con cámaras de torturas sadomasoquistas equipadas con toda suerte de utensilios. Los “Continental Baths” de N. York ofrecían un espectáculo permanente de “varietés” y en cuanto a la legendaria “Hot House” de San Francisco, podía acoger, en sus tres mil metros cuadrados y cuatro pisos, a varios cientos de clientes a la vez. Las “baths houses” se multiplicaron por todos los EE UU, sólo en San Francisco había una docena.

Lapierre cita en su libro una encuesta de 1975 del Instituto Kinsey, la cual revela que entre los gays que acudían a esto lugares, el 45% había tenido, en 12 meses, 500 compañeros sexuales, y el 25% más de 1000. Muchos gays revelaron haberse entendido con veinte o treinta compañeros en una sola velada. Diversas sustancias químicas, como los “poppers”, favorecían estos records en la cama.

He empleado la expresión “minoría desmadrada” para referirme a ese pequeño sector de la comunidad gay, (a los que Lapierre se refiere finamente como “afectados por una verdadera explosión de la líbido”), porque refleja con bastante propiedad la realidad, y se debe dejar claro que la inmensa mayoría de ese enorme colectivo de 17 millones queda fuera de toda duda, de la misma forma que el gran colectivo de los deportistas no tiene nada que ver con los problemas que aquejan a aquellos deportistas que se dopan. Se sabe que es en esa minoría de gays donde se van a producir, en los comienzos de lo que se llama sida, la práctica totalidad de las muertes. No me anima ninguna finalidad moralista ni pretendo cuestionar el legítimo derecho de las personas a relacionarse cómo y con quien ellas desean, pero tenemos el deber de hablar claro para todo el mundo, (cosa que no se hizo en el pasado, como nos confirma el Dr. Sonnabend).

Aquella minoría de gays estaban literalmente destruyéndose, con unos excesos y errores que estaban socavando su inmunidad. Combinaron durante años, lo supieran o no, toda una serie de factores debilitantes de la inmunidad, de hecho, las primeras víctimas del sida tenían todas un montón de antecedentes médicos de enorme interés. Y aquí, lo de sus relaciones sexuales, su naturaleza o su número, es en sí lo de menos, aunque fue después en lo único en que pareció insistirse, (aunque sólo fuera para mostrarnos el medio mediante el cual “contrajeron el virus”).

 

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Los “poppers”

 

Pero detengámonos un momento en estas sustancias, cuyo uso llegó a alcanzar proporciones epidémicas a mediados de los 70 en los EE UU, unos años antes del nacimiento del sida. Como dato indicativo, el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas informó que en 1979-1980 más de 5 millones de personas en los EE UU tomaron nitritos inhalados (“poppers”), al menos una vez a la semana (2).

El uso de “poppers” es algo que ha sido casi por entero exclusivo de los homosexuales. Son pequeños frascos, (al final se vendían ya por botellas), que contienen una mezcla de isobutil nitrito y otros sustancias químicas. Cuando se inhala, un poco antes del orgasmo, parece aumentar y prolongar la sensación placentera. Los “poppers” facilitan la penetración anal, aliviando la sensación dolorosa. Producen adición, al menos psicológica.

Los nitritos inhalables, (alquilnitritos, amilnitritos, butilnitritos), producen relajación de la musculatura lisa, (coo la existente en las arterias y arteriolas del corazón), es debido a esta razón por la que se han recetado para la angina de pecho y el dolor cardíaco, por la vasodilatación que producen, bien es cierto que a dosis muy inferiores que las usadas cuando se emplean como afrodisíacos. Entre otros efectos nocivos, (volveremos más adelante sobre estas sustancias), está el ser unos potentes agentes cancerígenos, íntimamente ligados con el sarcoma de Kaposi (3).

 

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El escenario desde el punto de vista sanitario

 

Todos estos excesos tenían que reflejarse forzosamente en las estadísticas sanitarias y así, cita Lapierre en su libro, una estadística del Departamento de Salud de 1973 indicaba que 2/3 de los homosexuales habían sufrido, como mínimo, de alguna enfermedad venérea y, aunque los responsables de las mismas pertenecían a una minoría, producían entre el 50-60% de todos los casos de sífilis y blenorragia de los EE UU. En 1978 otra estadística señalaba que, en tres años, el número de hepatitis e infecciones intestinales se había duplicado. En 1980, el Departamento de Salud de San Francisco precisaba que entre el 60 y 70% de los homosexuales de S. Francisco estaban contaminados con el virus de la hepatitis B.

Pero entre los heterosexuales la cosa no andaba mejor. En 5 años, del 1971 a 1976, el número de casos de blenorragia prácticamente se duplicó, y sólo hablamos de los casos declarados. Con respecto a la sífilis, de 1960 a 1980 aumentó en un 300%.

 

Opiniones de médicos de aquella época ante este panorama

 

El Dr. Joseph Sonnabend, que sería pionero en el estudio del sida y que más tarde crearía y presidiría la Fundación Americana para la Investigación del Sida, está considerado uno de los mayores expertos de los EE UU en enfermedades infecciosas. En el año 1977, el Servicio de Sanidad de la ciudad de N. York le encargó de la enseñanza en su departamento de enfermedades venéreas. En el año 1979 abriría una consulta en pleno centro del barrio gay de N. York. En declaraciones hechas a Lapierre, recordando aquello, confiesa: “Era una locura, numerosos médicos se habían instalado en aquel sector particularmente expuesto. Cuidaban en cadena casos de blenorragia, de sífilis, de infecciones parasitarias. En aquella época los antibióticos eran  la panacea. Con una o dos inyecciones de penicilina se curaba la sífilis. Y sólo costaba veinticinco o treinta dólares. No se hacía ninguna investigación profunda y la misma idea de investigación era totalmente ajena a los médicos. Lo más trágico era su negativa a hacer un papel educador con sus pacientes. La menor sugerencia, la menor advertencia sobre los peligros que les hacía correr su estilo de vida podía ser tomada por un juicio de moralidad. Era la mejor manera de perder la clientela. De todos modos, lo mismo si se trataba de médicos que luchaban sobre el terreno que de los responsables del Centro de Control de Enfermedades Infecciosas, en Atlanta, y del Departamento Federal de Salud, todo el mundo consideraba que era inútil, e incluso fútil, tratar de modificar el comportamiento de la población; que la única actitud realista era curarlos lo antes posible. Preferían decir a la gente: Continúen hundiéndose, nosotros nos ocuparemos de los daños”.

Sonnabend fue testigo aquellos años de finales de los 70 de cómo las infecciones venéreas clásicas deban paso a nuevas patologías, como por ejemplo, hepatitis víricas, erupciones gigantes de herpes genital, o infecciones de virus especialmente agresivos como el citomegalovirus, que atacaba los pulmones y el tubo digestivo. Pero era sobre todo el carácter repetitivo de esos problemas lo que al Dr. Sonnabend le parecía más grave. Algunos pacientes tenían historiales de 10 ó 15 blenorragias, otros padecían de herpes repetidos y otros vivían con los ganglios permanentemente inflamados. Según el Dr. Sonnabend, saltaba a la vista que el cuerpo humano no podía resistir tantos ataques sin que algo fallase, él estaba cada día más convencido de una cosa: el sistema inmune se estaba desmoronando.

Otro médico que por aquel entonces desempeñaba su trabajo en medio de una clientela donde predominaban los gays, era Joel Weisman, un médico internista de Los Ángeles. Weisman gozaba del favor de los gays porque él mismo lo era. Al igual que el Dr. Sonnabend, Weisman manifiesta haber atendido en aquella época, (a partir de 1977-78), a cada vez más hombres jóvenes que sufrían de fiebre muy alta, de sudores nocturnos, de diarreas, de toda clase de infecciones parasitarias y sobre todo de ganglios muy aumentados, como huevos de paloma, en el cuello, axilas e ingles. Había casos de mononucleosis, hepatitis, numerosos casos de herpes y bastantes infecciones venéreas. Él también curaba y callaba.

 

Reflexiones desde el punto de vista médico y del sentido común

 

Es de suponer que en aquellos tiempos centenares de médicos estuvieran presenciando en sus consultas decenas de casos similares. Pues bien, es en este medio, en esas circunstancias espaciotemporales, donde se va a producir el nacimiento de uno de los mitos más falaces y destructivos de toda la historia de la medicina: el Sida, pero el Sida “moderno”, el que conocemos hoy en día, ese que está causado supuestamente por un virus mutante y prodigioso, porque lo que es el sida como inmunodeficiencia adquirida, a secas, ya era conocido desde mucho tiempo antes y se venía dando desde hacía décadas en los EE UU y en cualquier parte. Este viejo sida, ni siquiera deberíamos referirnos a él en singular, sino en plural, pues había muchos, así por ejemplo:

-         El sida de los desnutridos, el que siempre ha existido en zonas como África, el sida del hambre, las guerras y la pobreza.

-         El sida de los alcohólicos, el alcohólico, como es sabido, es un inmunodeficiente por varias razones: porque su hábito conlleva una desnutrición crónica, con carencia de ciertos nutrientes necesarios para la formación y maduración de los leucocitos (células de la inmunidad).

-         El sida de los que reciben derivados sanguíneos periódicamente, como es el caso de los hemofílicos, enfermedad de pronóstico muy severo hace más de 20 años, cuyo horizonte de vida ha aumentado considerablemente tras la introducción de derivados sanguíneos purificados.

-         El sida de los toxicómanos: el de los heroinómanos, el de los consumidores habituales de cocaína, el de los consumidores de crack, etc.

-         El sida de los recién nacidos de madres con habituación a drogas, desde madres adictas a la heroína, a la cocaína, los “niños del crack”, etc.

-         Los sidas debidos a ciertos medicamentos, como los citostáticos o fármacos de quimioterapia del cáncer, el consumo prolongado de corticoides o el consumo intensivo de antibióticos.

-         Etc., etc.

Todos ellos son sidas, bien es cierto que reversibles y curables en la mayoría de los casos, siempre que no lleguemos a un punto de no retorno por la prolongación en el tiempo, su intensificación o la combinación de varias causas juntas.

Estas patologías se irían agravando, apareciendo procesos aún más serios todavía, que denotarían una claudicación total del sistema inmune, todo ello en los años siguientes, se empezaría entonces a hablar del sida, para acabar finalmente atribuyéndosele todo el mal a una especie de virus “Rambo”, al que le serían atribuidas unas propiedades totalmente fuera de lo común, un hipotético ente, jamás visto, el “virus VIH”.

Aunque analizaremos los elementos más relevantes que dieron como resultado la actual visión del virus del sida, se perfila ya con claridad, para todo aquel que tenga dos dedos de frente, una cuestión: ¿Es necesario un virus prodigioso para explicar el derrumbamiento del sistema inmune con este panorama? Todavía más: ¿Cabe esperar que alguien puede mantenerse sano de esta forma? Se nos pintaría después esta situación de otra forma, la de unas personas que estaban “sanas” y tuvieron la “mala pata” de pillar por ahí un virus letal, como el que pilla una gripe o unas ladillas. No hay nada más falso, como veremos.

Pero la idea de un virus del sida para explicar todas estas enfermedades y muertes fue en su día muy bien aceptada por la mayoría de los líderes gays. Por otro lado, un virus igualitario afectando a todo el mundo parecía ser en aquel momento una salida “políticamente correcta”, que evita la toma en consideración de la propia responsabilidad y el papel que las personas jugamos en nuestra salud.

 

El problema de la inmunodeficiencia dentro de su contexto histórico

 

Los usuarios asiduos de las “baths houses”, con su politoxicomanía en muchos casos, su promiscuidad favorecida por “poppers”, que entrañaba toda una colección de infecciones, (que iban a precisar del correspondiente uso de antibióticos), no presentaban en realidad ningún nuevo sida, sino el de siempre, sólo que con un grado e intensidad mucho mayor, como corresponde a una mayor intensificación de las causas que lo originaban. Quizás fuera esa una de las causas por las que durante años no se realizó ninguna investigación médica profunda, como señaló Sonnabend, a pesar de la amplitud del problema. Hay que esperar a que se empiecen a presentar casos que ya demuestran un desmoronamiento del sistema inmune para que se empiece a dirigir la atención de los investigadores hacia lo que estaba pasando.

La década de los 70 en los EE UU representa un auge, sin precedentes en la historia médica, de ciertos factores inmunodebilitantes, conocidos la mayoría de ellos por la medicina desde hacía muchos años. El hecho de que algunos de estos factores fueran factores médicos, (antibióticos, por ejemplo), explica también la poca importancia concedida a los mismos en los textos de medicina. Los médicos tradicionalmente hemos sido siempre muy poco críticos con los daños que nosotros mismos provocamos. Y cuando se empiece a hacer una investigación un poco más profunda del fenómeno que años más tarde acabará conociéndose como sida, no será esta, como tendremos ocasión de comprobar con escandalosa claridad, una investigación marcada por la objetividad que debe presidir toda investigación, sino que será una investigación marcada por el sensacionalismo y ¿Cómo no? Por los intereses.

¿A quién le puede interesar encontrar una causa infecciosa para el sida? Pues a los que viven de las enfermedades infecciosas, por lo que no debemos extrañarnos cuando veamos que el CDC, Centro para el Control de las Enfermedades Infecciosas de Atlanta, juegan un papel destacado y determinante desde el primer momento, manipulando los datos de un modo descarado a favor de una causa infecciosa viral. Paralelamente, ¿A quién le pueden interesar los virus? Pues a los virólogos que viven de ellos y después de la fracasada búsqueda de la vacuna del cáncer de los años 70, estos, que habían sido quienes habían acaparado los cuantiosos fondos federales para esa investigación, no sólo no veían un dólar, sino que había un ejército de ellos en situación de disponibilidad, llamémosle paro. Uno de estos “cazadores de virus”, (expresión del Dr Duesberg para referirse a los virólogos), como veremos, jugaría un papel clave en todo este asunto, el influyente y nada escrupuloso Robert Gallo.

 

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(1)   Dominique Lapierre, “Más grandes que el amor”, edit. Planeta/Seix Barral, 1993. Este libro, aunque está escrito desde la perspectiva de un escritor que nunca dudó de la validez del planteamiento oficial del Sida, contiene los testimonios de todas aquellas personas que jugaron un papel relevante en la construcción del mito, salvo indicación expresa en contra proceden de este libro la mayoría de las declaraciones de médicos y personajes que se citan en este artículo.

(2)   Duesberg, Peter, “Sida adquirido por consumo de drogas y otros factores de riesgo no contagiosos”, Rev. Medicina Holística, núm 33-34, pág. 179.

(3)   John Lauritsen, “Poppers and AIDS”, New York Native, 12 agosto 1985.

 

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Artículos relacionados de interés: 

 

 - La construcción del mito 1ª parte https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/la-construccion-del-mito-del

 

- La construcción del mito 2ª parte https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/construyendo-el-mito-del-sida

 

 

- Disparates de antología para la historia https://superandoelsida3.ning.com/profiles/blogs/disparates-de-antologia-para-la-historia-como-construyo-el-cdc-el

 

 

 

 

Leer más…

                          (Dedicado al colectivo homosexual, con motivo del Día del Orgullo Gay)

 

En julio del año 2000, con ocasión de la Conferencia Internacional de SIDA de Sudáfrica, el que era presidente en aquel momento de ese país, Thabo Mbeki, convocó un panel de científicos, en el que intervinieron defensores de la teoría del virus del sida vigente actualmente junto a científicos que discrepan desde hace más de 20 años de ese punto de vista, para que debatieran sobre la cuestión. A pesar de que ese debate fue boicoteado por los científicos oficialistas a poco de comenzar, demostrando con ello que no tenían -ni tienen- argumentos científicos sólidos que respalden su punto de vista, la iniciativa propició un mínimo contacto entre los miembros de ambas posturas.

En uno de esos diálogos entre oficialistas y disidentes, la directora del SIDA del CDC, Hellen Gayle, según comentó el Dr Giraldo en la conferencia de sida disidente de 2002 de Barcelona, preguntó sobre el por qué de la obsesión de los disidentes con el CDC y el INH…la doctora Gayle indicó que era posible que el CDC reconociera algunos errores…pero, preguntó: ¿Qué es lo que vds quieren..? ¿Por qué siempre nos señalan…?

El doctor Giraldo no se anduvo por las ramas y cuenta que le respondió: porque está escrito para la Historia en las publicaciones de ustedes que fueron ustedes quienes crearon el mito de la transmisión, fueron ustedes los que crearon un virus que no existe, y eso el mundo se lo va cobrar…

En esa charla, Las Caóticas Consecuencias del Mito de la Transmisión del Sida, el Dr. Giraldo nos mostró, ilustrándolo con ejemplos tomados de las publicaciones médicas y científicas en los primeros momentos del SIDA, en especial las aparecidas en el Boletín Epidemiológico Semanal del CDC, cómo se fue creando el mito de la transmisión del sida a partir de noticias y artículos, (convenientemente aireadas en los medios), sin que en ningún momento hubiera pruebas que lo respaldaran, es decir, sin que hubiese en ningún momento estudios o datos científicos serios que avalaran lo que se estaba publicando.

 

                             CÓMO CONSTRUYÓ EL CDC EL MITO DE LA TRANSMISIÓN

 

- El comienzo, junio de 1981: Como todo el mundo sabe, se puede decir que la historia del SIDA comienza con la publicación, el 5 de junio de 1981, en el boletín epidemiológico semanal del CDC, de un artículo del Dr. M. Gottlieb donde se informa de la aparición de cinco casos de neumonía por neumocitis carini en 5 jóvenes gays, casos que pasarían a ser reconocidos como “los 5 primeros casos de la historia del SIDA”.

Pero, ¿Qué es lo que se sabía de ese tipo de neumonía? ¿Estábamos realmente ante los primeros 5 casos de la historia del SIDA?

La respuesta, según explicó el Dr. Giraldo, es que, según una revisión publicada unos años antes sobre la neumonía por neumocistis en los EE UU, (1974 Walter et al. Pneumoystis carinii in The United States: Epidemiology, diagnostic & clinical features. Ann Intern Med; 80: 83-93), la presencia de esta enfermedad venía en aumento desde hacía años ya en el país. En esa revisión se documenta que, desde la aparición del primer caso en los EE UU en el año 1955, hay un período de 12 años, es decir, desde 1955 hasta 1967, donde se producen 107 casos, pasando de 1967 a 1970, es decir, en sólo tres años, a 194 casos. Así las cosas, es de suponer que, en 1981, es decir, 7 años más tarde de la publicación de esa revisión, habría ya como mínimo cientos de casos de neumonías por neumocistis por todo el país, por lo que en principio no habría que darle mayor importancia.

Pero vayamos a la noticia de esos 5 casos, porque es aquí, según el Dr. Giraldo, donde el CDC puso la primera piedra de la construcción del mito de la transmisión del sida, al relacionar esas neumonías, en personas que no habían tenido contacto entre ellas, con un agente infeccioso común, como figura en la editorial de su boletín epidemiológico semanal. La idea, realmente nueva, que el CDC plantea, es que, como son gays, debe de tratarse de un problema transmisible a través de contacto sexual (MMWR 30: 250-242).

Sin embargo, en las 46 líneas de su reporte, el inmunólogo Mikel Gottlieb da unos datos que el CDC pasa alegremente por alto, y es que esas cinco personas tenían un grave historial de enfermedades sexualmente transmisibles y los cinco inhalaban sustancias tóxicas, (es decir, poppers). 

No es necesario decir que la simple mención de la posibilidad de la aparición de algo de carácter contagioso, sin que existiera dato alguno que lo confirmara, supone, además de un alarmismo innecesario con claros tintes moralistas y homofóbicos, una grave irresponsabilidad, que cobra aún más relieve cuando es precisamente un organismo sanitario, precisamente quien con más prudencia debería actuar en estos casos, quien lo desencadena.  

 

- En los meses sucesivos, como consecuencia de la labor del CDC se desencadena en los EE UU una ola de pánico, siendo frecuente que en los hospitales se rechace atender a pacientes de los que se sospecha que puedan padecer la “extraña nueva enfermedad”, en otros casos las bandejas de comida se amontonan a la puerta de las habitaciones de los enfermos, donde el personal del hospital no quiere entrar por miedo al contagio, volviéndose bastante común, entre médicos y personal sanitario, la expresión “The Wrath of God”, la cólera de Dios, (el castigo divino para los viciosos)..

Se acuña en esos momentos la expresión GRID (Inmunodeficiencia Relacionada con Gays), para designar esta nueva patología, expresión que se cambiará por la de SIDA en 1982 cuando se incluyan, sin que exista tampoco base sólida alguna, otros grupos (adictos drogas intravenosas, hemofílicos, bebés…incluso en un primer momento se incluye a los haitianos), en este peculiar síndrome.

 

- El Protocolo 577: Es en ese otoño de 1981 cuando el CDC pone en marcha una iniciativa que supone otro paso importante en la construcción del mito de la transmisión del sida: el estudio epidemiológico, modelo de chapuza y ciencia basura, conocido con el nombre de Protocolo 577, (no constituyó ninguna sorpresa comprobar que, cuando se quiere indagar en Internet por ese estudio, no aparezca prácticamente referencia alguna, a pesar de que en el libro de Domique Lapierre “Más grandes que el amor” se le dedican nada menos que siete páginas, de la 104 a 110).

El Protocolo 577 se comenta ampliamente en el trabajo, realizado hace unos años, sobre la construcción del mito del sida (primera parte), por lo que sólo se tocarán algunos puntos del mismo, por ejemplo, el de las conclusiones, las cuales eran que “lo único relevante que se apreciaba en los homosexuales aquejados de inmunodeficiencia seria era el elevado número de relaciones sexuales que habían tenido, por lo que la causa tenía que ser transmisible”.

No es necesario ser un avispado epidemiólogo para ver que esas conclusiones, en especial lo de: …”lo único relevante era el elevado número de relaciones sexuales que habían tenido”, son sencillamente imposibles.

Veámoslo más en detalle: Si estas personas tenían más relaciones sexuales entonces tenían que tener, por fuerza, más enfermedades sexualmente transmisibles, (salvo que usaran preservativo, algo que como sabemos se introduce después), igualmente tenían, por fuerza, que hacer un uso mucho mayor para tratarlas de antibióticos, (y qué antibióticos), a lo que se suma la fuente de esa “líbido desbordada”, es decir, los afrodisíacos usados para facilitar las relaciones anales, los poppers, agentes químicos inmunosupresores y mutágenos, usados profusamente por esta minoría desmadrada de gays americanos aquejados de inmunodeficiencias graves.

Por otra parte, la segunda parte de esa brillante conclusión a la que llegaron los astutos sabuesos médicos-policías del CDC de Atlanta, lo de “tienen muchas relaciones luego tiene que ser un agente transmisible”, es algo que pasará a la historia, (al igual que la de “debe ser infeccioso porque son gays”), de los grandes disparates médicos.

Estas conclusiones son de hecho tan absurdas que, cuando directivos del CDC acuden con ellas, para interesarlo en la cuestión, al mismísimo Robert Gallo, el veterano “cazador de virus” no se siente en absoluto atraído y estas son sus propias palabras, para intentar explicar su desinterés inicial por la cuestión:

“Aquel asunto era extraño, ciertamente. Pero ¿Acaso la investigación no está hecha de cosas extrañas? En realidad, lo que no me convencía de aquella aventura era su aspecto sensacionalista, con todo lo que ello comportaba de turbio y un poco repugnante…” (Dominique Lapierre, Mas grandes que el amor, pág. 140).

 

- Un año después, en 1982, el mismo CDC explica en su boletín que el SIDA es causado por un agente no identificado que se transmite por sangre”(MMWR 31: 465-467).

 

- Ese mismo año 1982, en noviembre, el CDC sigue diciendo en su publicación: “la etiología de esta enfermedad es desconocida, pero una hipótesis coherente con las observaciones es la existencia de un agente transmisible…” (MMWR 31:577-580)

 

- En diciembre de 1982, el Dr. Artur Amman, del CDC, insiste en lo mismo, “que a pesar de que la causa del SIDA permanece desconocida, el hecho de que estos problemas se presenten entre varones homosexuales y drogadictos intravenosos sugiere que el SIDA puede ser causado por un agente infeccioso transmisible a través de contacto sexual o de exposición a sangre o productos sanguíneos” (MMWR 31: 652-654).

Sin embargo, como apuntó el Dr. Giraldo, no existía ninguna investigación científica que confirmara nada de esto, se trataba simplemente de un rumor que el CDC fue difundiendo a través de sus publicaciones sin tener base alguna.

 

- También en diciembre de 1982, a raíz de la aparición de inmunodeficiencias en niños el Dr. Artur Amman sugiere que estos problemas son debidos a un agente infeccioso transmisible, es aquí cuando surge la idea de la transmisión del SIDA de madre a hijo (MMWR 31:665-667).

Pero, como comentó el Dr Giraldo en su conferencia, cuando se va a examinar la documentación de este estudio, se trata de madres que usaron drogas intravenosas durante su embarazo.

 

- En el año 1983, nuevamente el CDC publica en su revista un artículo que hace referencia a un estudio hecho sobre del SIDA en prisiones, donde se concluye que “van en aumento las observaciones que sugieren que el SIDA es un problema transmisible a través de contacto sexual y de exposición a sangre o productos sanguíneos”. (MMWR 31: 700-701)

 

- Ese mismo año, 1983, en el mes de mayo, el CDC, la Oficina de Drogas y Alimentos de los EE UU (FDA), y los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), publican un artículo que es histórico en el caos del sida, según Giraldo, es decir, más de un año antes de que la declaración del supuesto descubrimiento del “virus del sida”, estas tres agencias publican, como si estuvieran ya seguras de su punto de vista, un artículo donde dan recomendaciones sobre cómo se debe prevenir el sida (MMWR 32:101-104).

 

- También en mayo de 1983, (más de un año antes del anuncio del supuesto descubrimiento del fenómeno que luego se conocerá como VIH), el CDC, el Instituto Nacional del Cáncer de los EE UU (NCI), los Institutos Nacionales de la Salud (NHI), la Universidad de Harvard y el Instituto Pasteur de París publican un artículo donde explican que “se está aislando un virus que muy probablemente es la causa del sida” (MMWR 32:233-234)

Pero, como en los casos anteriores, cuando vamos a ver las referencias científicas, lo que consta es:

1-      Gallo:”Está en publicación”.

2-      Gallo:”Datos que no han sido publicados”.

3-      Barré-Sinoussi (colaboradora de Montagnier, del Instituo Pasteur de París):”Está en publicación”.

4-      Papovic: Idem.

5-      Essex: Idem.

Es decir, según comentó Giraldo en su charla magistral, no había nada publicado y ya todas estas instituciones estaban comunicadas entre sí y avisaban de que “se estaba aislando un virus que iba a ser la causa del Sida”.

 

- El 20 de mayo de 1983, la revista Science publica un artículo del equipo de Lluc Montagnier cuyo título es “Aislamiento de un virus de pacientes con sida” (SCIENCE 220: 868-871).

De nuevo, como explicó el Dr Giraldo, por las explicaciones de especialistas en el tema como el Dr. Etienne De Harven, sabemos hoy en día que Montagnier no aisló nada, él vio unas enzimas, unas partículas, proteínas, etc., y luego concluyeron, violando todas las normas de la metodología científica, que ese era el virus del sida que todos estaban anunciando.

 

- Un mes después, el 24 de junio de 1983, en otra editorial del CDC en su revista se afirma: “La causa del sida permanece desconocida, pero todo parece indicar que es causado por un agente transmitido por vía sexual, a través de agujas contaminadas, o menos comúnmente a través de la sangre o productos sanguíneos”. (MMWR 32: 309-311).

 

- Julio de 1983, la revista del Instituto Nacional de Cáncer de los EE UU publica un artículo, donde el Dr. Francis, del CDC, el Dr. Currant, epidemiólogo del CDC y el Dr. Essex, epidemiólogo de la Universidad de Harvard señalan las “evidencias epidemiológicas” que indican que el sida es un problema transmisible: 1) Porque la epidemia es nueva; 2) Porque apareció en áreas geográficas limitadas y ahora aparece en otras áreas; 3) Porque hay casos de grupos específicos; 4) Porque el síndrome ha aparecido simultáneamente en lugares dispares…(JNCI 71: 1-4).

Estas razones por las cuales el sida es una epidemia infecciosa violan, según Giraldo, el concepto que teníamos de problema infeccioso desde Pasteur y Koch, ellos inventan una “nueva epidemiología”.

 

- En diciembre de 1983, ante la aparición de casos de sida entre pacientes hemofílicos que habían recibido transfusiones o derivados sanguíneos, nueva editorial del CDC en su revista donde se sigue insistiendo en que “aunque la causa del sida permanece desconocida la epidemiología sugiere que tiene que ser un problema de naturaleza infecciosa transmitido a través de sangre…” (MNWR 32: 613-615).

 

- Y así llegamos al 23 de abril de 1984, que es cuando se produce un hecho histórico en el sida, la conferencia de prensa multitudinaria que hace en Washington el Dr. Gallo y la ministra de salud Margaret Heckler, donde anuncian a los periodistas que se ha aislado un virus que probablemente era la causa del sida y, como llevaban tres años anunciando que muy probablemente se trataba de un virus, incluso ya habían dado las normas de cómo prevenir el contagio, como señaló el Dr. Giraldo, todos se tragaron el cuento y lo airearon a los cuatro vientos, siendo ese el origen del cuento de la transmisión.

 

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- Un mes más tarde, el 4 de mayo de 1984, la revista Science publica un artículo de R. Gallo sobre “aislamiento frecuente de un virus en pacientes de sida” (SCIENCE, 224: 500-503).

Nótese la contradicción, primeramente Gallo hace la rueda de prensa y posteriormente hace la publicación en los medios científicos, algo que viola la metodología científica, lo lógico sería publicar primero en los medios científicos y luego hacer la rueda de prensa. Esa forma de actuar de Gallo impidió que los científicos pudieran pronunciarse sobre la cuestión, (y si lo hacían se colocaban en abierta oposición a lo que decía el propio ministerio de salud).

 

- Dos meses más tarde, el 13 de julio de 1984, el CDC publica en su revista la noticia de la supuesta detección de anticuerpos contra un retrovirus asociado causalmente al sida en la población con alta frecuencia del síndrome (MNWR 33: 377-379).

En la publicación, según Giraldo, el CDC asegura que esos anticuerpos son específicos contra el VIH, cuando no había tenido lugar ninguna publicación científica sobre la fiabilidad del test ELISA.

 

- El 15 a 17 de abril de 1985, es otra fecha histórica, según Giraldo, en la que tiene lugar en Atlanta una Conferencia Internacional de SIDA, patrocinada por el CDC, el Instituto nacional de la Salud (INH), la Oficina de Drogas y Alimentos (FDA), y la Organización Mundial de Salud (OMS, o WHO, sus siglas en inglés), a la que asisten 3000 personas de 50 países, en la que se realizan una serie de recomendaciones para los países miembros de la Organización Mundial de la Salud, como por ejemplo: 1) Cómo coordinarse entre los países para la vigilancia contra la “epidemia”; 2) Cómo coordinarse para la obtención de una vacuna; 3) Cómo entrenar a los trabajadores de la salud en hacer las pruebas serológicas (que apenas estaban en estudio, según Giraldo); 4) Conveniencia de empezar a hacer pruebas serológicas en los países donde aún no había SIDA; 5)…(WHO Weekly Epidem Rec 1985; 60: 129-139)

En esa misma conferencia de sida de 1985. En esta misma conferencia, estas organizaciones explican que es obligación de los participantes explicarle al público que el sida es una enfermedad transmisible a través de contacto heterosexual y homosexual, vía sanguínea y de madre a hijo…Algo que todos los países miembros de la Organización Mundial de la Salud deberán acatar si quieren seguir siendo miembros de esa organización.

 

- El 28 de junio de 1985 se hace la segunda definición de caso de sida, (la anterior se había hecho en 1982 e incluía una serie de enfermedades), en la que se incluye como condición, además de las enfermedades definitorias, un resultado positivo en el test. (MMWR 34: 373-375).

 

- El 22-25 de octubre de 1985 tiene lugar en Bangui, capital de la República Centroafricana, una reunión de la OMS y el CDC, donde establecen la definición de “caso de Sida” para África, en el caso de un adulto, la cual no incluye la necesidad de un resultado positivo del test, bastando para ello una colección de síntomas, como pérdida de peso superior al 10%, diarrea o fiebre durante un mes, junto a otros como ciertos problemas de piel, ganglios…Siendo la definición de caso de sida para los niños muy similar. (1985, 22-25 october WHO. Workshop on AIDS in Central Africa, Bangui, Document WHO/CDC/AIDS/85.1, Geneva).

No es necesario decir que esta definición no está basada en ningún criterio objetivo, pues esos síntomas son indistinguibles de los problemas existentes ya en África, tampoco es necesario decir que, con semejantes criterios, la “epidemia de Sida” comenzó a crecer de modo galopante.

 

- Declaración de Durban: Cuando en julio de 2000 el presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki, decide hacer un debate, ¿Qué es lo que hacen los investigadores oficialistas convocados en vez de debatir? Pues, como no tienen argumentos para demostrar que el sida es un problema infeccioso y de transmisión sexual, deciden hacer la llamada Declaración de Durban, donde se afirma: …”La evidencia de que el sida es causado por el vih es clara y tajante, exhaustiva e inambigua y cumple los más altos estándares de la ciencia” (Nature 6 de julio de 2000, 406: 15-16)

En resumidas cuentas, se hace por declaración lo que no puede hacerse por demostración, según Giraldo.

 

- Pero eso no fue suficiente, días más tarde, el 9 de julio de 2000, el New York Times, (Pág. L-11), publica un artículo, firmado por 450 personas donde se hace constar que “la causa del sida es el vih y que argumentar lo contrario cuesta vidas”.

 

- Entre estas dos declaraciones, según Giraldo, hay varios artículos en la prensa internacional donde los investigadores del vih de EE UU y Europa solicitan a los gobiernos que dicten leyes para meter en la cárcel a los líderes de la disidencia del sida porque son un peligro para las personas de los distintos países.

 

- Pero cuando el presidente de Sudáfrica pregunta cómo es que el vih se transmite entre homosexuales en Europa y EE UU, y heterosexualmente en África, se le responde que…en el África la causa de la transmisión es la falta de circuncisión…o la promiscuidad de los africanos…diciéndose auténticas estupideces sobre las poblaciones africanas, como se puede apreciar en estas explicaciones aparecidas en las revistas de ciencia, como estas que citó Giraldo en conferencia: Por el exceso de sexualidad de los africanos, gran promiscuidad, prácticas sexuales inusuales, uso de sangre de mono como afrodisíaco…

Giraldo se pregunta cómo es posible que los investigadores norteamericanos digan estas burradas cuando fue en su país donde se crearon las baths houses o hot houses, clubs de orgías donde tenían lugar todo tipo de prácticas extrañas e inusuales en relación al sexo, con salas para prácticas sadomasoquistas con todo tipo de utensilios, con prácticas como el fisting, (introducción del puño en el recto), incluso llegándose al extremo, como comentó Giraldo en su charla, del uso de tubos especiales construidos por la industria americana para introducir ratones y conejos en el recto, o el uso de piscinas donde la gente se pueda bañar en orina y materias fecales… ¿Cómo se permiten estos investigadores hablar de prácticas sexuales “extrañas” en los africanos, de los que se ha llegado a decir que tenían relaciones sexuales con los monos verdes?

 

- Esto es lo que dice Gallo, en la revista Scientific America (1987 Gallo R. The AIDS virus, Scientific America 256: 47-56): El SIDA es el resultado probablemente de una nueva infección que comenzó en Africa Central posiblemente hacia 1950…Parece que el virus se ha diseminado en Africa mucho más rápidamente que en otras partes del mundo…Una hipótesis probable es que el virus de la inmunodeficiencia en simios se transmitió a los humanos de alguna forma, iniciándose una serie de mutaciones que dieron lugar a virus intermediarios que terminaron en el agresivo virus del sida.

Además de prejuicios raciales y creencias, ahí no hay nada de ciencia. Y eso se publica en la revista Scientific America, ¿Y quién lo publica? Nada menos que el director de los laboratorios de Biología de Células Tumorales del Instituto Nacional del Cáncer de los EE UU. Y claro, como comentó el Dr Giraldo, cualquiera que lo lea esto, dicho por una persona que ocupa un cargo tan importante, en una publicación tan importante, pensará que debe ser cierto.

 

- Por su parte, Montagnier no se queda atrás en sus especulaciones, esto es lo que dijo en el año 2000 en el libro que publicó (2000 Montagnier L. Virus. N. York: W.W. Norton& Co. page 42): Fue por 1982 que el sida comenzó a captar la atención de los investigadores. Por ese tiempo nosotros sabíamos que por el número de casos reportados en homosexuales que se trataba de una enfermedad transmisible…

No es necesario decir que estas declaraciones de estos dos investigadores sólo muestran prejuicios homofóbicos y sociales y nada de ciencia.

 

Así es, como comentó Giraldo en su conferencia de 2002 de Barcelona, cómo el CDC construyó el mito de la transmisión y, si preguntamos a cualquier médico o investigador que nos muestre dónde está la investigación científica que demuestre que esta enfermedad se transmite sexualmente, tal investigación no existe, se trata simplemente de un rumor, que el CDC lanzó, según Giraldo, y se fue transmitiendo de institución en institución.

Sobre las medidas implementadas en EE UU tras la declaración de Gallo el 23 de abril de 1984, que serían adoptadas en la práctica totalidad de los países por las consabidas presiones políticas, os recomendamos leer el artículo, publicado hace tiempo en nuestra página:

http://superandoelsida.ning.com/profiles/blogs/construyendo-el-mito-del-sida (2ª parte)

 

De enorme interés también, para quienes deseen conocer en qué circunstancias espacio-temporales se produce el nacimiento del mito del sida, qué estaba pasando en esos momentos en los EE UU y en qué ambiente tienen lugar los primeros casos que darán lugar al nacimiento de esta peculiar teoría, conocida como Teoría del VIH/SIDA, pueden consultar también los artículos:

La construcción del Mito del Sida (1ª parte)

El contexto histórico del Nacimiento del Mito del Sida

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Referencias:

Tomada de la propia página web del CDC, esta es una relación de publicaciones que fueron claves en la construcción del mito del sida:

  1. CDC. Pneumocystis pneumonia---Los Angeles. MMWR 1981;30:1--3.
  2. Hymes, KB, Greene JB, Marcus A, et al. Kaposi's sarcoma in homosexual men: a report of eight cases. Lancet 1981;318:598--600.
  3. Walzer PD, Perl DP, Krogstad DJ, Rawson PG, Schultz MG. Pneumocystis carinii pneumonia in the United States: epidemiologic, diagnostic, and clinical features. Ann Intern Med 1974;80:83--93.
  4. CDC. Kaposi's sarcoma and Pneumocystis pneumonia among homosexual men---New York City and California. MMWR 1981;30:305--8.
  5. CDC. Revision of the case definition of acquired immunodeficiency syndrome for national reporting---United States. MMWR 1985;34:373--5.
  6. CDC. Revision of the CDC case definition for acquired immunodeficiency syndrome. MMWR 1987;36(Suppl):82--94. 
  7. CDC. Impact of the expanded AIDS surveillance case definition on AIDS case reporting---United States, first quarter, 1993. MMWR 1993;42:308--10.
  8. CDC. Task Force on Kaposi's Sarcoma and Opportunistic Infections. Epidemiologic aspects of the current outbreak of Kaposi's sarcoma and opportunistic infections. N Engl J Med 1982;306:248--52.
  9. CDC. Persistent generalized lymphadenopathy among homosexual males. MMWR 1982;31:249--51.
  10. Jaffe HW, Choi K, Thomas PA, et al. National case control study of Kaposi's sarcoma and Pneumocystis carinii pneumonia in homosexual men: epidemiologic results. Ann Intern Med 1983;99:145--51.
  11. Rogers MF, Morens DM, Stewart JA, et al. National case-control study of Kaposi's sarcoma and Pneumocystis carinii pneumonia in homosexual men: Part 2. Laboratory results. Ann Intern Med 1983;99:151--8.
  12. CDC. A cluster of Kaposi's sarcoma and Pneumocystis carinii pneumonia among homosexual male residents of Los Angeles and Orange counties, California. MMWR 1982;31:305--7.
  13. Auerbach DM, Darrow WW, Jaffe HW, Curran JW. A cluster of cases of the acquired immune deficiency syndrome: patients linked by sexual contact. Am J Med 1984;76:487--92.
  14. CDC. Pnemocystis carini pneumonia among persons with hemophilia A. MMWR 1982;31:365--7.
  15. CDC. Unexplained immunodeficiency and opportunistic infections in infants---New York, New Jersey, California. MMWR 1982;31:665--7.
  16. Oleske J, Minnefor A, Cooper R, et al. Immune deficiency syndrome in children. JAMA 1983;249:2345--9.
  17. Rubenstein A, Sicklick M, Gupta A, et al. Acquired immunodeficiency with reversed T4/T8 ratios in infants born to promiscuous and drug-addicted mothers. JAMA 1983;249:2350--6.
  18. CDC. Immunodeficiency among female sexual partners of males with acquired immune deficiency syndrome (AIDS). MMWR 1983;31:697--8.
  19. Harris C, Small CB, Klein RS, et al, Immunodeficiency in female sexual partners of men with the acquired immunodeficiency syndrome. N Engl J Med 1983;308:1181--4.
  20. CDC. Possible transfusion-associated acquired immune deficiency syndrome (AIDS)---California. MMWR 1982;31:652--4.
  21. Curran JW, Lawrence DL, Jaffe HW, et al. Acquired immunodeficiency syndrome (AIDS) associated with transfusions. N Engl J Med 1984;310:69--75.
  22. CDC. Opportunistic infections and Kaposi's sarcoma among Haitians in the United States. MMWR 1982;31:353--61.
  23. Liautaud B, Laroche C, Duvivier J, et al. Le sarcoma de Kapsoi (maladie de Kaposi) est-il-frequent en Haiti? Presented at the 18th Congres des Medecins francophones de l'hemisphere Americain: Port-Au-Prince, Haita, April 1982.
  24. Farmer P. AIDS and accusation: Haiti and the geography of blame, Berkeley, CA: University of California Press; 1992.
  25. CDC. Acquired immune deficiency syndrome (AIDS): precautions for clinical and laboratory staffs. MMWR 1982;31:577--80.
  26. CDC. Prevention of acquired immune deficiency syndrome (AIDS): report of inter-agency recommendations. MMWR 1983;32:101--3.
  27. Barre-Sinoussi F, Chermann JC, Rey F, et al. Isolation of a T-lymphotropic retrovirus from a patient at risk for acquired immune deficiency syndrome (AIDS). Science 1983;220:868--71.
  28. Gallo RC, Salahuddin SZ, Popovic M, et al. Frequent detection and isolation of cytopathic retroviruses (HTLV-III) from patients with AIDS and at risk for AIDS. Science 1984;224:500--3.
  29. Feorino PM, Jaffe HW, Palmer E, et al. Transfusion-associated acquired immunodeficiency syndrome (AIDS): evidence for persistent infection in blood donors. N Engl J Med 1985;312:1293--6.
  30. Jaffe HW, Darrow WW, Echenberg DF, et al. AIDS, AIDS-related conditions, and exposure to HTLV- III/LAV in a cohort of homosexual men: a 6-year follow-up study. Ann Intern Med 1985;103:210--4.
  31. Morgan WM, Curran JW. Acquired immunodeficiency syndrome (AIDS): current and future trends. Public Health Rep 1986;101:459--65.
  32. Friedland GH, Saltzman BR, Rogers MF, et al. Lack of transmission of HTLV-III/LAV infection to household contacts of patients with AIDS or AIDS-related complex with oral candidiasis. N Engl J Med 1986;314:344--50.
  33. Castro KG, Lieb S, Jaffe HW, et al. Transmission of HIV in Belle Glade, Florida: lessons for other communities in the United States. Science 1988;239:193--8.
  34. McDougal JS, Martin LS, Cort SP, Mozen CM, Heidebrant CM, Evatt BL. Thermal inactivation of the acquired immunodeficiency syndrome virus, human T-lymphotropic virus--III/lymphaderopathy-associated virus, with special reference to antihemophilic factor. J Clin Invest 1985;76:875--7.
  35. CDC. Public Health Service guidelines for counseling and antibody testing to prevent HIV infection and AIDS. MMWR 1987;36:509--15.
  36. CDC. Recommendations for assisting in the prevention of perinatal transmission of human T-lymphotropic virus type III/lymphadenopathy-associated virus and acquired immunodeficiency syndrome. MMWR 1985;34:721--6.
  37. CDC. Human T-lymphotropic virus type III/lymphadenopathy associated virus antibody testing at alternate sites. MMWR 1986;35:284--7.
  38. Mann JM, Francis H, Asila PK, et al. Surveillance for acquired immunodeficiency syndrome in a central African city: Kinshasa, Zaire. JAMA 1986;255:3255--9.
  39. Mann JM. Presentation at XII International Conference on AIDS, June 28--July 3, 1998, Geneva, Switzerland.

 

 

 

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Introducción

Poner en duda, hoy en día, que el virus VIH cause el Sida puede parecer de entrada disparatado e irresponsable, sobre todo si quien lo hace es un médico, incluso puede parecer complaciente con la epidemia y poco solidario con las víctimas. Pero por extraño que parezca, las dudas acerca de si un virus, llámesele VIH o como se quiera, causa el Sida, tienen mucho más fundamento de lo que se piensa, como veremos.
Lo que sucede es que nuestra fascinación ante los avances médicos y la biotecnología, sobre todo si es “made in USA”, es tan grande, que nos parece impensable que se hayan podido cometer errores grandes en el Sida y tampoco resulta fácil de creer que, de haberse cometido errores, no digamos si estos son graves, no hayamos tenido ninguna noticia de ello durante 20 años, sobre todo los médicos, que nos tenemos por personas bien informadas, por no hablar ya de los especialistas.
Y resulta que quien ahora habla de errores en el Sida es un simple médico, desconocido, que ni siquiera es especialista, con respecto a lo cual se debe decir que los méritos personales o el “currículum” de quien únicamente se limita a transmitir lo que toda una corriente de investigadores de prestigio intentan decirnos desde hace años, poco o nada deben importar, salvo que se quiera, como vulgarmente se dice, “matar al mensajero”.
Pero antes de nada, se debe dejar bien claro que el hecho de dudar, o más bien negar, que el virus VIH cause el Sida, no le quita validez a las recomendaciones sanitarias referentes al uso de jeringas estériles o las referentes al uso del preservativo, si bien en este último caso con matizaciones.
En el caso del uso de jeringas estériles por parte de los usuarios de drogas intravenosas, por razones obvias, de hecho, su uso ya era aconsejado diez años antes de que surgiera el VIH, por lo menos en algunos países.
Con respecto al uso del preservativo, mientras todo esto no se aclare y por mera tranquilidad de las personas, quizás su uso sea recomendable y desde luego, tal como están las cosas hoy, es aconsejable su uso por los mal llamados “portadores” para evitar… posibles demandas judiciales.

¿Ciencia-ficción?

Vista por encima, la teoría o hipótesis VIH-Sida es un punto de vista, al que se le supone base científica, que afirma que existe una epidemia mundial causada por un virus de origen desconocido, que produce la muerte por inmunodeficiencia en aquellas personas que infecta. Veamos algunas particularidades.
Para empezar, a este virus los defensores de este punto de vista le han atribuido toda una serie de propiedades raras o características muy especiales, entre las que están:
- una prodigiosa capacidad para “mutar” o cambiar, que sirve de excusa para explicar la imposibilidad, después de 20 años, para encontrar una vacuna.
- la capacidad, también fuera de lo común, de poder destruir las células de la inmunidad por medio de “mecanismos indirectos”, léase por medios ocultos o desconocidos. Se han publicado teorías de lo más curiosas acerca de cómo el virus destruiría los linfocitos T: que si el virus induciría el suicidio celular, que si el virus actuaría como el jefe de una banda de matones que ordenaría a sus secuaces…
- Y esa capacidad, sin precedente en la historia de la Biología, de poder estar “latente”, es decir, dormido y a la espera, por períodos de ¡hasta 50 años!, hasta que produce la enfermedad.
Con respecto a estas características, que más parecen propias de “algunos virólogos” que de un virus, el Dr. Beverly Griffin, Director del Departamento de Virología del Royal Postgraduate Medical School, de Londres, dice: “Todas esas suposiciones carecen de pruebas y de claridad, invenciones como estas pueden ser utilizadas para acusar a cualquier microbio de cualquier enfermedad”.
Por si todo esto no fuera suficiente, resulta que la mayoría de las personas supuestamente infectadas por esta especie de “supervirus”, van a ser, ¡Qué casualidad! O drogadictos, o bien homosexuales, o negros, o personas de conducta sexual dudosa, lo que ya parece una capacidad demasiado sospechosa del virus para seleccionar.
Según la lista oficial establecida de enfermedades producidas por el virus, las personas infectadas van a verse aquejadas por problemas de lo más variado, que van desde enfermedades infecciosas, (bien sea por hongos, bacterias o virus), lo que tiene cierta lógica; cánceres, (como el de cuello de útero o el linfoma), cosa ya no tan lógica, pues implica que el supuesto virus produciría al mismo tiempo muerte y proliferación celular; o bien otras patologías que ya no sabemos qué pintan aquí, como el adelgazamiento extremo, la demencia, la diarrea.
Es más, este virus parece producir a cada grupo o persona un problema diferente, pues hay enfermedades que casi son exclusivas de unos grupos o personas y que no se dan en los otros, como es el caso del sarcoma de Kaposi, prácticamente exclusivo de “gays” y que no se ve en mujeres o niños, por ejemplo.
Al mismo tiempo, no deja de ser un contrasentido el hecho de que mientras que en el mundo occidental el virus afecta preponderantemente a hombres, (92% en EE UU y 86% en Europa), en África afecta por igual a hombres, mujeres y niños, lo que en epidemiología viene a ser como el día y la noche.
El Dr. Peter Duesberg, en su documentado trabajo “Sida adquirido por consumo de drogas y otros factores de riesgo no contagiosos” señala numerosas contradicciones como las que se acaban de exponer (1).
Y puestos a atribuir al virus extravagancias epidemiológicas y raras facultades, ya para colmo, también se admite que pueda volverse invisible, dado que los científicos ven normal el hecho de que, tras 20 años de presupuestos millonarios y un ejército de investigadores en la labor, todavía no se disponga de ninguna fotografía del virus al microscopio electrónico, tomada a partir de la sangre fresca de los enfermos o portadores. Todo ello en una época en la que incluso llegamos a tener evidencias directas de las partículas subatómicas.

Métodos ilícitos, abuso de autoridad, censura

Las incongruencias en el Sida no han pasado desapercibidas a una serie de investigadores que llevan años denunciándolas, el que los medios de comunicación no nos hayan informado de estos extremos no debería extrañar a nadie, una epidemia es como una situación de guerra al parecer y proporciona una buena excusa para la adopción de medidas irregulares, como la censura,… sobre todo si hay intereses económicos por medio.
Por la trascendencia y las consecuencias que tuvo, uno de los sucesos más graves fue el que esa situación de epidemia fuese anunciada o declarada, por las autoridades sanitarias americanas, en una multitudinaria rueda de prensa en Washington en abril de 1984, sin que hubiera sido publicado en ningún medio científico un solo estudio o trabajo que, de alguna manera, relacionara al virus presuntamente descubierto con la enfermedad.
Eso habría permitido a la comunidad científica verificar de algún modo la hipótesis. La rueda de prensa sustituyó a los trabajos científicos. Se inauguró así una nueva etapa en la Historia de la Ciencia, “la era de la ciencia a base de ruedas de prensa”, según expresión del especialista en análisis matemático Mark Craddock, quien en un artículo con ese mismo título y tras analizar algunos de los más destacados trabajos sobre el Sida, el último de ellos sobre la llamada “carga viral”, llega a decir: “(en el Sida), una cosa es lo que los científicos encuentran realmente, otra cosa es lo que cuentan en las ruedas de prensa y otra lo que los medios de comunicación cuentan al público, suponer que las tres son idénticas, incluso similares, es pura locura”.
El Sida quizás sea la primera epidemia de la historia creada y mantenida “desde los medios de comunicación”, donde las noticias en los medios van siempre por delante de los hallazgos científicos.
Por lo de pronto, los trabajos científicos que no se publicaron en las revistas científicas antes de la rueda de prensa, (siempre cabe la excusa de que la urgencia de la acción contra la epidemia hiciera pasar por alto ese “detalle”), nunca se publicaron. De haberlo sido, que era lo obligado y preceptivo, es seguro que la teoría del virus del Sida no hubiera durado un mes, tal es la cantidad de afirmaciones gratuitas, lagunas y contradicciones que contiene. De hecho, no son precisamente razones científicas las que explican su vigencia actual, sino otras.
Pero una vez proclamada oficialmente la causa viral mediante el “golpe de mano” de dicha rueda de prensa del 23 de abril de 1984, (el pánico y el alarmismo entre la población debido a la “nueva epidemia” -como luego veremos- ya habían sido creados años antes por el propio CDC de Atlanta, el Centro de Control de Enfermedades Infecciosas de los EE UU), fue bastante fácil neutralizar a los pocos científicos que mostraban dudas y objeciones al tiempo que pedían calma y reflexión.
Argumentos de este tipo fueron esgrimidos por altos oficiales del CDC para callar las voces discrepantes: “Cuando tu casa arde no te paras a reflexionar porqué arde, corres rápidamente a apagar el fuego”. Mejor ejemplo de alarmismo, imposible, (como que provenía de auténticos agitadores profesionales, como veremos).
Prueba del nulo respeto por la metodología científica es que si a cualquier persona se le ocurre investigar sobre el Sida y decide buscar las fuentes, es decir los trabajos científicos originales donde supuestamente se demuestra que el virus VIH causa el Sida, se encontrará con una enorme sorpresa, no existen siquiera las simples referencias científicas de tales trabajos en ningún lugar del mundo y ¿Por qué no existen esas referencias? Porque sencillamente no existen tales trabajos.
El Dr. Kary Mullis, Nóbel de Química de 1993 por la invención de la PCR, tras años de inútil búsqueda de esas referencias, se ha cansado de denunciarlo, “con la sensación –como él dice- de predicar en el desierto” (2).
Lo único que trascendió a la opinión pública fue el pleito entre Montagnier y Gallo por la paternidad del descubrimiento del virus, -supuesto- y los derechos comerciales derivados, lo que pareció confirmar el hecho de que: a) existía un virus y b) ese virus causaba el Sida. Hoy sabemos que ni siquiera la primera afirmación, es decir que existe el virus, se cumple, como veremos, lo que convierte la situación actual en algo especialmente patético.
Una circunstancia que llama la atención y que contribuye a aumentar la credibilidad de los científicos que denuncian estas graves irregularidades, (dejando de lado su reputación científica), es el hecho de que estén sufriendo una auténtica persecución por defender honestamente sus conclusiones, pérdida de las subvenciones para investigar incluido, cosa hoy en día bien rara por cierto, pues es sabido que buena parte de los investigadores “maquillan” los resultados de sus investigaciones, es decir mienten, para no perder las subvenciones.
Ese es el caso del Dr. Peter Duesberg, profesor de Biología Molecular de la Universidad de California-Berkeley, el primer científico que discrepó públicamente de la hipótesis VIH-Sida, cuyos trabajos y opiniones han sido boicoteados y censurados. Primero le amenazaron y después le privaron de su bolsa de investigación.
Mientras, los paladines del VIH, metidos hasta el cuello en el –llamémosle- “dinero del VIH”, reciben honores, reconocimientos y galardones, aunque alguno tenga que ir a las conferencias internacionales de Sida rodeado de guardaespaldas, como es el caso del Dr. Gallo, para protegerse sí, pero de las preguntas de los periodistas (3).
Los expertos oficiales del Sida llevan años huyendo del debate científico solicitado por los científicos críticos, alegando que estos “son una minoría” o que sus ideas “son peligrosas”, al tiempo que no dudan lo más mínimo en infundir miedo a la población con todo tipo de noticias catastrofistas sobre el Sida, sin la más mínima base objetiva, como es el caso de la pretendida “epidemia galopante de Sida en África”.
La censura, por muy nobles y elevadas que sean las razones que se aleguen, es un grave atentado contra todos nosotros, pues impide que conozcamos aquello que nos afecta, “sin conocimiento no hay libertad”.
Pero la censura acapara aún más nuestro interés, pues supone la incapacidad de los defensores de un determinado punto de vista, como es el caso de los defensores de la visión oficial del Sida, para defenderse con argumentos, con lo que implica de pérdida de credibilidad, (cosa que no parece importarles mucho, mientras puedan seguir disponiendo a su antojo de los medios de comunicación, incluida prensa científica). Kary Mullis lo dice así: “Llaman ciencia a lo que se publica en las revistas, pero lo que se publica en las revistas está escrito por ellos”.
La coacción, las amenazas y la censura constituyen, por otro lado, la única explicación lógica al hecho incomprensible de que se haya mantenido 25 años algo tan absurdo y pernicioso como es la visión VIH-Sida.

Una teoría costosa, inútil, perjudicial

¿Qué utilidad, qué beneficios ha aportado esta estrafalaria visión del virus del Sida? Veamos:

- No aclara ni explica las numerosas contradicciones de la supuesta epidemia.
- No ha sabido predecir, ni de manera aproximada, el curso de la epidemia, ni ha sabido realizar un pronóstico mínimamente acertado sobre las expectativas de vida de los supuestos infectados. Todas las predicciones han resultado ser escandalosamente erróneas, (afortunadamente).
- Ha sido incapaz de prevenir o de curar. ¿Dónde está la vacuna? ¿Dónde el tratamiento eficaz?
- Ha creado pánico innecesario en la población, al tiempo que marginación social y xenofobia.
- Supone costes desorbitados, imposibles de soportar por las economías de muchos países
- Supone un peligro para la salud de millones de ciudadanos, crea problemas en quien no los tiene y los agrava en quien los tiene, al tiempo que viola los derechos más elementales de las personas.
- Es algo que envenena, hasta extremos inverosímiles, las relaciones humanas más íntimas.
- Implica dar por válidas actuaciones ilícitas y nada éticas de investigadores, autoridades sanitarias –sobre todo americanas- industria farmacéutica, medios de comunicación, etc.

Todo ello a pesar de que la idea de que existe un virus que se transmite por vía sanguínea o sexual y provoca la muerte por inmunodeficiencia, sigue siendo, 20 años más tarde de ser anunciada en una multitudinaria rueda de prensa, un simple rumor – muy grande sí, pero…- sin confirmación científica de ningún tipo y a pesar de que, según el retrovirólogo Peter Duesberg, como base de una política sanitaria a nivel mundial, la teoría del virus “tiene la misma credibilidad científica que la idea de que vamos a ser invadidos por los marcianos de modo inminente”.
Las autoridades sanitarias de la mayoría de los países cometieron simplemente el error de fiarse sin más de las autoridades sanitarias americanas, actuaron de “buena fe”, es decir, se comportaron como auténticos creyentes en un terreno donde la fe, buena o mala, no cuenta, sólo las pruebas cuentan y, aunque tengan nuestra comprensión, lo cierto es que no solicitaron ni examinaron las pruebas pertinentes antes de embarcarse, y embarcarnos a todos, en este fiasco. Y no importa ya quién diga estas cosas, siempre que estas cosas se digan y, en la medida en que se conozcan, tenemos todos el deber moral de no colaborar con este fraude.

El Sida, un enfoque equivocado del resurgimiento de un problema antiguo

Entonces, ¿Cuál es el problema? Porque evidentemente la gente enferma y muere por algo.
Para responder a esta pregunta, debemos antes quitarnos las gafas de “horrible epidemia” que, tras 20 años de bombardeo informativo, todos llevamos puestas y atrevernos a ver, con los ojos del sentido común, tanto los orígenes del Sida como lo que la Medicina ya sabía desde antiguo sobre la inmunodeficiencia adquirida.
¿Existe el Sida? Por supuesto, es un hecho demostrado, al igual que es un hecho demostrado que siempre ha existido, es decir, existe y siempre ha existido la inmunodeficiencia adquirida como resultado de un conjunto de causas, documentadas por la Medicina desde muchos años antes de que se inventara la palabra Sida, en 1982.
Todo hace pensar que, en un momento dado -a principios de los 80- como resultado del incremento de algunas de estas causas que la producen, mayormente drogas, se produce en ciertos grupos de los EE UU un aumento de casos de inmunodeficiencia, (con aumento brusco de enfermedades que aunque conocidas, eran muy raras, como son la neumonía por pneumocystis carini y el sarcoma de Kaposi).
A pesar de las evidencias que apuntaban hacia un origen multifactorial, sobre todo factores tóxicos, dos circunstancias van a contribuir a que la investigación se encamine a la búsqueda, en exclusiva, de una causa infecciosa: por un lado la posición destacada e influyente en ese momento en la ciencia de los llamados “cazadores de virus”, los virólogos del INC, Instituto Nacional del Cáncer, cuyo exponente máximo es Robert Gallo, interesados lógicamente en una causa viral; por otro lado el papel jugado por el organismo sanitario encargado del control de las enfermedades infecciosas, el CDC de Atlanta, cuyos dirigentes, descaradamente interesados en una causa infecciosa actuaron, ya desde el principio, más como agitadores que como investigadores.
Con el empleo de todo tipo de métodos irregulares e ilícitos, que no tienen nada de científicos, como la manipulación informativa, la censura, las coacciones, más el correspondiente aporte de fondos billonarios, la visión del Sida infeccioso se acabará imponiendo, primero en los EE UU y después en el mundo entero.
La comunidad científica tarda tiempo en reaccionar y lo hará de forma independiente en países como Alemania, (Drs. Heinrich Kremer y Stefan Lanka), Colombia, (Dr. Roberto Giraldo), Australia, (Dra. Eleni Papadopulos-Eleopulos), EE UU, (Dr. Peter Duesberg), Suiza, (Dr. Alfred Hässig), Reino Unido, (Dr Gordon Stewart, epidemiólogo), etc. Paradójicamente, los argumentos relacionados con los aspectos más elementales, como la propia existencia del virus, serán los últimos en salir a la luz.
El científico más conocido por poner en duda la tesis oficial es el Dr. Peter Duesberg, considerado en aquel entonces por el propio Gallo como “la máxima autoridad mundial en retrovirus”, quien hace su denuncia pública contra la hipótesis viral en 1987. A Duesberg se le irán sumando otros científicos que llegan a constituir, en 1991, el “Grupo Internacional Para la Reevaluación de la Hipótesis VIH-Sida”, formado en la actualidad por más de dos mil investigadores de todo el mundo, destacando no tanto el número sino la cualificación de sus miembros.
Los integrantes de este grupo enviaron, nada más constituirse, un breve comunicado a las principales revistas científicas, en el que simplemente pedían que, dadas las dudas existentes, un grupo independiente de científicos examinara las evidencias a favor y en contra de la hipótesis del virus y se llevaran a cabo estudios epidemiológicos. A pesar de ir avalado por las firmas de 40 destacados investigadores, las principales revistas se negaron a publicarlo.
Durante años las ideas predominantes en el Grupo fueron las tesis de Peter Duesberg, apoyadas por numerosos datos, que plantean que el VIH, un supuesto retrovirus, no reúne las condiciones como para ser considerado la causa del Sida, siendo un pasajero oportunista más.
A mediados de los 90, a medida que empiezan a ser conocidos los trabajos de la biofísica australiana Eleni Papadopulos-Eleopulos, (alguno publicado ya en 1988), referentes al aislamiento del virus (4), sus argumentos comienzan a imponerse, siendo hoy en día los que gozan de mayor aceptación en el Grupo.
La tesis de Papadopulos se resume así: al contrario que todos los virus conocidos que causan enfermedades, el VIH nunca fue hallado, como partícula estable independiente, en la sangre fresca o tejidos sin cultivar de ningún ser humano, con o sin Sida. Por lo tanto, no podemos afirmar su existencia.
En lo que se refiere ya a las causas del Sida, el acuerdo dentro del Grupo es casi total, sus causas son predominantemente tóxicas y nutricionales, lo que coincide con lo que la Medicina ya sabía desde antiguo.
En resumen, nada nuevo, en la lista de enfermedades incluidas en la definición oficial del Sida, por otro lado, no existe ningún problema que sea nuevo, lo único nuevo aquí es la idea, nunca demostrada, de que un virus nuevo causa todos esos viejos y conocidos problemas, lo cual sí es por cierto bastante novedoso.

La inmunodeficiencia adquirida (IA) o Sida, sus causas

La IA es el debilitamiento de la capacidad de nuestro organismo para combatir las infecciones, por causas que nos van a influir después de nacer, (caso contrario la llamaríamos inmunodeficiencia congénita).
La inmunodeficiencia se va a poner de manifiesto por la presencia de infecciones.
¿Es nuevo esto? Definitivamente no, salvo que los médicos se hayan vuelto amnésicos de repente y se hayan olvidado de lo que figura en sus propios libros. La IA, al igual que la debida a causas congénitas, es algo conocido y documentado, junto con sus causas, mucho antes de que se creara el término Sida en 1982.
Pero a pesar de ser sus causas algo documentado, lo cierto es que, antes del VIH, por parte de los médicos no se les concedían demasiada importancia, pronto veremos porqué. Y después del VIH casi dejan de existir.
¿Qué causas producen IA? Hay registradas muchas causas que la provocan, pero antes de referirnos a ellas, debemos recordar algo que es de sentido común y es que una buena defensa frente a las infecciones requiere el buen estado o funcionamiento no sólo del sistema inmune, constituido básicamente por los glóbulos blancos o leucocitos, sino que precisa también del buen estado del resto de órganos y funciones.
Está comprobado que todo aquello que debilite de modo importante al organismo en general o a cualquier órgano vital en particular, va a dar como resultado una disminución de nuestra capacidad para combatir las infecciones, que será más acentuada si existe algún tipo de déficit o daño en nuestro sistema inmunológico.
Así, los médicos han visto desde antiguo que la presencia de infecciones, que es el modo de manifestarse la inmunodeficiencia, es algo frecuente en una serie de enfermedades, p. e., en personas con diabetes, con importante anemia, cirrosis hepática, otros problemas crónicos de hígado o de riñón, en problemas tiroideos, etc., así como en situaciones de estrés, agotamiento físico, etc., algo –esto último- que confirma la experiencia de cada uno.
Dentro de las numerosas causas que originan una mayor facilidad para las infecciones, vamos a fijarnos en las más importantes o aquellas que, por su coincidencia en el Sida, tienen más interés.
La desnutrición
La principal de estas causas, que es con mucho la principal causa de inmunodeficiencia a nivel mundial, la que más muertes por inmunodeficiencia causa en individuos de todas las edades actualmente en el mundo, es la desnutrición, (el hambre) o su variante, la malnutrición.
Esta causa de inmunodeficiencia figura desde antiguo en los textos médicos, siendo incomprensible lo rápidamente que nos hemos olvidado de ella, ¿Será porque la correcta nutrición -algo que se debería enseñar a la gente- brilla por su ausencia en las facultades de Medicina? “la desnutrición y la infección van invariablemente juntas
y cada una agrava a la otra” (5). Problemas como la neumonía por “pneumocystis carini”, típica enfermedad que todo el mundo asocia al VIH, han sido vistos desde antiguo en situaciones de grave desnutrición, por ejemplo, la padecieron los niños del “gueto” de Varsovia en la Segunda Guerra Mundial.
Las personas que consumen habitualmente drogas como heroína, cocaína, crack y anfetaminas, incluso los alcohólicos, sufren a menudo de importante desnutrición.
Drogas y medicamentos
Otra fuente importante de IA son drogas y medicamentos. Está muy documentado desde antiguo el papel inmunodepresor de heroína, cocaína, crack, anfetaminas y alcohol, así como el de muchos medicamentos.
Heroína
Veamos estos síntomas: “adelgazamiento, sudores nocturnos, propensión a infecciones bucales, propensión a tuberculosis, endocarditis”,… ¿Recuerdan a algo? Pues bien, estos síntomas, tomados de una publicación médica de 1909, se refieren a los efectos del consumo crónico de opiáceos.
Estudios más actuales en heroinómanos “seronegativos”, citados por Duesberg, muestran que sus niveles de glóbulos blancos, incluidos los linfocitos T4 ó CD4, popularmente las “defensas”, suelen estar más bajos de lo normal, al igual que sucede en los heroinómanos “seropositivos”, lo que demuestra que la heroína causa Sida por sí misma.
Además, la inyección de heroína a menudo no es estéril, lo que implica infecciones de todo tipo como hepatitis, septicemia o infección de la sangre, flebitis, cándidas, etc. A ello se suma el papel jugado por un sinnúmero de sustancias extrañas con las que se rebaja o “corta” la pureza de la heroína.
Hechos similares se observan en consumidores de cocaína y derivados como el “crack”, problemas como fiebre, adelgazamiento y propensión a problemas pulmonares, (bronquitis, neumonía, tuberculosis), se ven a menudo en consumidores de estas sustancias.
Anfetaminas y derivados como la metanfetamina, (“cristal”, “speed”), afectan a la nutrición y causan agotamiento físico.
En cuanto al consumo abusivo de alcohol, se debe saber que es conocido desde antiguo que los alcohólicos tienen desnutrición crónica, presentan con frecuencia infecciones y a menudo presentan “leucopenias”, es decir, disminución de todos los tipos de glóbulos blancos, incluidos los T4 ó CD4, es decir, Sida.
En el apartado de los tóxicos es obligado incluir a los niños nacidos de madres adictas a la heroína, cocaína, crack o de madres alcohólicas. ¿Qué tiene de extraño que estos bebés desarrollen deficiencias inmunes, entre otros problemas, si en el seno de la madre están expuestos a estos tóxicos que la provocan?
Una mención aparte merecen los “poppers”, nitritos inhalábles, profusamente usados como afrodisíacos por una minoría de “gays” americanos, (asiduos de las “bath houses”, tan en boga en los años 70-80). Inhalados antes de las relaciones, producen relajación de la musculatura anal, facilitando las relaciones anales y prolongando el orgasmo.
Los nitritos son agentes oxidantes muy potentes y reaccionan con muchas moléculas del organismo, incluso el agua, de ahí que sean de las sustancias más conocidas como agentes cancerígenos, además de ser inmunodepresores. Están íntimamente unidos al sarcoma de Kaposi y al nacimiento del Sida (ver nota 8).
En cuanto al papel de los medicamentos en la inmunodeficiencia, muchos son los fármacos que pueden originarla de una forma u otra, pero vamos a fijarnos solamente en algunos, como son los fármacos de quimioterapia del cáncer, el uso prolongado de cortisona y el uso prolongado o intensivo de antibióticos.
Los fármacos de quimioterapia del cáncer producen, entre otros efectos tóxicos, una disminución en la producción de células sanguíneas por la médula ósea, es decir, de glóbulos rojos, plaquetas y glóbulos blancos, estos, (recordémoslo), son las células de la inmunidad, por lo que se puede decir con toda propiedad que causan Sida por sí mismos. Se usan en los enfermos de cáncer por períodos cortos precisamente debido a su alta toxicidad. ¿Qué pasaría si se usaran por tiempo indefinido? ¿Qué se supone pasaría si se usaran en embarazadas?
El AZT o Zidovudina, (el tristemente conocido Retrovir), es un fármaco que se investigó a mediados de los años 60 para ver su posible utilidad en el cáncer y se desechó inmediatamente porque era demasiado tóxico. Pues bien, 20 años más tarde era aprobado, incomprensiblemente, para ser usado en los enfermos de Sida, es decir, lo que no servía ni para ser usado siquiera por períodos cortos en los enfermos de cáncer, debido a su alta toxicidad, ¡Se aprueba 20 años más tarde para su uso indefinido en los enfermos de Sida, embarazadas incluidas!
Se puede afirmar que, tras años de uso y a las dosis que se recetaban a los “seropositivos” cuando se empleaba en “monoterapia”, (AZT sólo), prácticamente no ha dejado supervivientes. ¿Y las consecuencias de su uso en embarazadas? Mejor ya ni imaginárnoslas. Aunque estuviera demostrado que el virus VIH es la causa del Sida,
¿Hay alguna justificación para el empleo en cualquier ser humano de algo tan sumamente tóxico como lo es el AZT?
Estudios hechos en supervivientes de Sida de larga duración, es decir personas que sobrevivían 5 años o más tras el diagnóstico de Sida, publicados a principios de los 90, confirmaron que la práctica totalidad de ellos no usaba fármacos antivirales, al tiempo que habían modificado sustancialmente su “estilo de vida” en lo que se refiere sobre todo al abandono de drogas y mejora en los hábitos nutricionales (6) .
La mayoría de los fármacos que se emplean en la actualidad para tratar el Sida, formando parte de llamado “cóctel” antivírico, son fármacos -AZT incluido- de la misma familia química del AZT, (análogos nucleósidos), si bien es cierto que a dosis sensiblemente menores, lo que no elimina su letalidad a medio-largo plazo (7) .
Fármacos de quimioterapia de cáncer son usados hoy en día por la Medicina, para tratar problemas distintos del cáncer, Sida o el rechazo en los transplantes, empleándose de modo habitual en otras enfermedades, como las llamadas “autoinmunes”, (artritis reumatoide, esclerosis múltiple, lupus, etc.).
Los tratamientos prolongados con cortisona son conocidos también por provocar una disminución de la inmunidad y aumento de infecciones oportunistas, incluida la neumonía por p. carini.
El uso prolongado o intensivo de antibióticos también es conocido por aumentar la incidencia de infecciones oportunistas. Los antibióticos son drogas pensadas para uso a corto plazo, nunca se usaron por tiempo indefinido para prevenir infecciones, práctica habitual en el Sida, sino para tratarlas cuando las hay.
Las mismas infecciones, cuando son repetidas o graves, en especial las víricas, debilitan también la inmunidad.
Las transfusiones de sangre o derivados sanguíneos también figuran asociadas desde antiguo a la IA. Es un hecho documentado que las personas que reciben transfusiones desarrollan con frecuencia neumonías. En cuanto a los hemofílicos, que reciben a menudo transfusiones de determinados derivados sanguíneos, es sabido desde siempre que presentan un mayor índice de infecciones que el resto de la población así como unas expectativas de vida más cortas.
Factores físicos como las radiaciones ionizantes: neumonías por “pneumocystis carini”y “sarcomas de Kaposi”, las dos enfermedades más típicas del Sida, ya habían sido observadas hace muchos años en personas que recibían radioterapia contra el cáncer.
Se mencionan finalmente los factores psicológicos, ya que también es sabido que emociones sostenidas como la ansiedad, el miedo, la depresión y el estrés pueden influir poderosamente en nuestra salud y causar síntomas idénticos al Sida, quizás una de las razones de ello sea el aumento de cortisol, (hormona similar en sus efectos a la cortisona), que se produce en nuestro organismo en estas situaciones.
Pensemos, sin ir más lejos, en el efecto devastador que puede tener para la vida de una persona el simple hecho de que el doctor le diga a uno, “Verá, es usted seropositvo”, (y lo que después sigue, tratamientos oficiales incluidos).
La razón de que los médicos apenas concedieran demasiada importancia a estas causas tiene sencilla respuesta si tenemos en cuenta que la primera causa indiscutible de IA, es decir, de Sida, es la desnutrición y en cuanto a las restantes, como se puede observar, muchas de ellas son casualmente tratamientos médicos.

En resumen, a la vista de todas estas causas que se han mencionado, podemos afirmar:
1 - Que estas causas, solas o combinadas, bastan por sí mismas para causar inmunodeficiencia, en muchos casos grave, es decir, causan Sida por sí mismas.
2 - Que si ahora descubriéramos una nueva causa que provoca IA, por ejemplo un virus, no por ello deberíamos olvidarnos de ellas, como ha sucedido desde que entró en escena el VIH, pues estas causas siempre serían factores agravantes que es preciso corregir.
3 - Que en todas las personas que tienen inmunodeficiencia grave, es decir Sida, es prácticamente imposible no encontrar alguna de estas causas -tratamientos oficiales del Sida incluidos- solas o combinadas.

¿Tiene cura el Sida, la IA?

En contra de la idea de que la IA o Sida es un problema originado por una única causa, un virus, que no tiene cura y que es algo que se contagia, los hechos y la experiencia demuestran que la IA, es decir el Sida, obedece a múltiples causas, corrigiendo las cuales se corrige el problema y, mientras no se demuestre lo contrario, no se transmite de unas personas a otras, o sea, no es contagioso, al igual que no lo es el cáncer ni la cirrosis etílica.

¿Cómo sabemos si una persona tiene IA, es decir, Sida?

Se manifiesta por el grado o frecuencia de las infecciones, si bien la existencia de estas no implica, en la mayoría de los casos, una merma en el sistema inmunológico como tal. Una forma sencilla de comprobar esto último, que no precisa de analíticas especiales, es la cifra total de glóbulos blancos, que figura en una simple analítica general. Los linfocitos T4 ó CD4, popularmente llamados “las defensas”, son tan sólo una pequeña fracción dentro de las células del sistema inmunológico y este tan sólo es una parte, aunque importante, de nuestras defensas.
Consecuentemente, lo de T4=defensas, como si fuera el depósito de la gasolina, suena un poco a estupidez, ya que sin negar el valor de los T4, está comprobado que su nivel muy bajo sólo tiene valor cuando coincide con una cifra alarmantemente baja del resto de los leucocitos. En todo caso conocemos muy poco aún sobre su papel como para atribuirle ese valor tan determinante como se hace hoy en día en el Sida.

¿Dónde y cómo nace el Sida?

Si entendemos el Sida como lo que es, es decir, como inmunodeficiencia adquirida, debemos saber que el Sida es casi tan antiguo como el hombre o, por lo menos, su principal causa, la desnutrición o el hambre, lo es. Lo que ocurre es que como nosotros no la padecemos, a veces nos olvidamos que existe.
Pero si entendemos el Sida como IA provocada por un virus eso es pura y simplemente un rumor” –muy sospechoso- que nace a principio de los 80 en los EE UU, siendo imposible que pudiera nacer en ningún otro lugar, puesto que como veremos sólo allí se daban las especiales circunstancias que hicieron posible disparate tal.
No hay más que hacer memoria y recordar la década los 70 en los EE UU, es la época de los “hippies”, de las protestas contra la guerra de Vietnam, de la lucha por los derechos civiles de la minoría negra, de la llamada revolución sexual, el “haz el amor y no la guerra”, es también cuando irrumpe con fuerza el movimiento “gay”. En cierto modo esa época puede resumirse con la frase tópica “sexo, droga y rock and roll”.
Las estadísticas sanitarias de los EE UU reflejan muy bien que en esa década tiene lugar un aumento epidémico en el consumo de drogas y un incremento espectacular en las enfermedades de transmisión sexual, (e incremento, lógicamente de consumo de antibióticos), tanto en la población heterosexual como homosexual (8) .
¿Qué tiene de extraño que tras esa década aparezcan muchos casos de inmunodeficiencia, algunos muy graves, con la aparición de problemas que aunque no eran nuevos eran muy poco frecuentes? Este es el caso de la neumonía por “pneumocystis carini”, conocida desde 1911, y del “sarcoma de Kaposi” una especie de tumor de piel, conocido por los médicos desde 1872. Pero vayamos a los primeros casos documentados de la historia del Sida.
A fines de 1980, el inmunólogo Michael Gottlieb ve, en la Clínica Universitaria de Los Angeles, 5 casos de neumonía por “p. carini” en 5 jóvenes “gays”. En el primer informe oficial del CDC consta que “los 5 tenían un grave historial de enfermedades sexualmente transmisibles y los 5 inhalaban sustancias tóxicas” (es decir, “poppers”).
A principios de 1981 se detectan, también en “gays”, “sarcomas de Kaposi” , a pesar de que también había una clara relación entre el uso de “poppers” y este sarcoma – las correlaciones eran de hasta el 100% en los estudios iniciales del propio CDC- este, ya desde el primer momento, empieza a sugerir una causa infecciosa común (9) .
A finales de 1981 los astutos epidemiólogos del CDC realizan una gran encuesta epidemiológica, el famoso “Protocolo 577”, para determinar según ellos las causas de aquellas patologías. Las conclusiones de este estudio, una auténtica majadería, fueron que lo único relevante en los enfermos de Sida era el “elevado número de relaciones sexuales que tenían”, por lo que la causa “tenía que ser forzosamente infecciosa” (10).
Para nada se hablaba del altísimo índice de enfermedades sexualmente transmisibles que tenían, que le es inseparable –de aquella no usaban condón- ni del elevado consumo de antibióticos para tratarlas, (antibióticos como las tetraciclinas eran consumidos por los “gays” en las “bath houses” incluso como preventivos). ¿Y qué hay del importantísimo consumo de “poppers”? Como que podían haberse ahorrado perfectamente la encuesta.
Es obligado aquí hacer un inciso para recordar que a estas alturas los agentes del CDC eran ya consumados expertos en intentar hacer pasar por epidemia infecciosa a todo cuanto problema echaban el guante, sin importar lo poco o nada infeccioso que este fuera, así habían hecho en los 60 con ciertos núcleos de leucemias y años más tarde con la enfermedad de Lyme. Que eran unos expertos en crear alarmismo y en manipular la información quedó demostrado con ocasión de la famosa “gripe porcina” en 1976, unos años antes del Sida. El CDC había alertado de que se avecinaba una gran epidemia de gripe, transmitida del cerdo al hombre, por lo que los americanos debían vacunarse. Ese mismo año estalló en Filadelfia un brote de neumonía que mató a 29 veteranos de la Legión Americana y el CDC anunció que la gripe porcina ya había estallado. Cuando se comprobó que la causa de las muertes de los legionarios era una vulgar bacteria, la legionella pneumofila, ya habían sido vacunados contra la gripe porcina 50 millones de americanos. La gripe nunca se presentó y cientos de personas quedaron paralizadas por las vacunas. El estado fue condenado a pagar más de 100 millones de dólares a las víctimas y el director del CDC fue despedido.
Volviendo al Sida, como consecuencia de la irresponsable labor de agitación del CDC, al sugerir una causa infecciosa sin tener prueba alguna, (aún faltaban más de dos años para que el científico Robert Gallo afirme en su famosa rueda de prensa haber descubierto el “virus del Sida”), el pánico empezó a cundir y en los hospitales, donde estos problemas ya eran conocidos como “la cólera de Dios”, (el castigo divino de los viciosos), nadie osaba acercarse y la comida se amontonaba a la entrada de las habitaciones de los enfermos, por miedo al “contagio”.
Llegó un momento en que los hospitales se negaron a aceptar a estos enfermos y hasta el obispo de Nueva York tuvo que intervenir para decir: “Aunque el pecado es condenable, no debemos abandonar al pecador”.
El CDC va a ir amasando estos problemas que aparecen en “gays” con otros problemas dispares, como los que aparecen en heroinómanos, o los de los hemofílicos o los que tenían las personas que recibían transfusiones, (incluso en los primeros momentos se metió dentro del saco del Sida a los haitianos), dando a todo este conglomerado de problemas la apariencia de una única epidemia infecciosa, causada por un único agente, “probablemente un virus”.

¿Qué tiene que ver Robert Gallo con todo esto?

Robert Gallo, investigador fracasado de los inexistentes virus del cáncer, con historial de “trepa” y corrupto, era un alto cargo en el Instituto Nacional del Cáncer, era un virólogo de los muchos que había en aquella época en ese importante centro. Durante muchos años la investigación del cáncer estuvo controlada por ellos, lo que explica su fracaso, pues no se investigó otra cosa que no fuera el papel de los virus en el cáncer. Al ser abandonada por fin esa inútil investigación de los virus en el cáncer, dejándonos como recuerdo la curiosa teoría de los “virus lentos”, Gallo siguió, empeñado en la búsqueda de virus donde fuera, viendo finalmente su oportunidad de oro con el Sida.
Por aquel entonces, hacia 1983, Lluc Montagnier, otro virólogo pero del Instituto Pasteur de París, cree haber descubierto un retrovirus en glóbulos blancos procedentes de nódulos linfáticos de un enfermo y lo publica en una revista. El CDC declara inmediatamente que ese virus “probablemente sea la causa del Sida”.
Robert Gallo entonces, viendo que se le esfuma el negocio, actúa rápido. Le pide unas muestras de su “virus” a Montagnier que este le envía, convence a la ministra de salud americana y convocan la rueda de prensa donde anuncian al mundo que el virus del Sida ha sido descubierto, (por Gallo naturalmente). Pero ojo, no sin antes registrar, cosa de horas antes, la patente americana de un supuesto test de detección del virus.
Al mes siguiente Gallo publicó en la revista “Science” unas fotos de su “virus”, que no era otro que el supuesto virus de Montagnier, con lo que el pleito entre ambos estaba servido. El mito del VIH había nacido y el CDC va a ser quien marque las pautas y directrices a seguir, a nivel mundial, en todo lo referente a la “pandemia del Sida”.

¿Existe el virus?

La única forma que tiene la ciencia de demostrar su existencia, es el aislamiento y el aislamiento quiere decir, ni más ni menos, la identificación del virus en sangre fresca o tejidos sin cultivar de enfermos o portadores.
Pues bien, esto no se ha producido hasta la fecha, es decir, no se ha visto jamás un VIH en la sangre fresca de ningún ser humano, de hecho, como llegó a admitir el Dr. David Ho en la Conferencia Internacional de Sida de Ginebra de 1998, ante las preguntas del periodista Huw Christie, y como antes se dijo, todavía hoy no disponemos de ninguna fotografía del virus al microscopio electrónico, pero tomada del único sitio que vale, que es la sangre fresca o tejidos sin cultivar de los enfermos o llamados portadores. Este simple hecho, comprensible por todo el mundo, echa por tierra sin remedio toda la teoría del VIH al completo.
Otra forma de decirlo es que las condiciones establecidas por la ciencia para el aislamiento de virus, incluidas las condiciones, más restringidas, para el aislamiento de retrovirus, no se cumplen, argumentos defendidos tanto por virólogos como el Dr. Stefan Lanka, retrovirólogos como el Dr. Fidias León Sarmiento, especialistas en microscopio electrónico como el Dr. Etien De Harven, o biofísicos como la Dra Papadopulos.
Por otro lado, el considerado como el “descubridor del virus”, el propio Lluc Montagnier, admitió en julio de 1997, en una entrevista para la televisión realizada por Djamel Tahi (11), en el Instituto Pasteur de París, que no había purificado el virus o, lo que es lo mismo, que no lo había aislado. El aislamiento de un virus implica su purificación de material extraño, de otro modo, ¿Cómo íbamos a poder asegurar que tales o cuales proteínas, material genético, etc., son del virus?
El “santo” de Lluc Montagnier, a quien el sinvergüenza de Robert Gallo robó el supuesto retrovirus, (el “robo del diamante falso”, según Duesberg), resultó ser otro sinvergüenza que no hizo bien su trabajo y presentó como un nuevo retrovirus algo que no lo era y que no cumplía ni las condiciones establecidas para el aislamiento de virus, ni las condiciones para el aislamiento de retrovirus, establecidas estas últimas en 1972 precisamente en el Instituto Pasteur de París, el mismo centro donde Montagnier trabajaba.
Y quienes crean que, frente a unos pocos que defienden que el virus no existe, está la “gran mayoría de los científicos” que dicen que sí existe, ignoran lo sucedido hace años en el famoso juicio “por la sangre contaminada” de Göttingen, Alemania (1995-97). En este juicio se pidió al tribunal que encontrara un solo científico, de los miles que acuden a los Congresos del Sida, que fuera capaz de comparecer para aportar pruebas y declarar, bajo juramento, que el VIH existía y causaba el Sida. ¡Nadie compareció! (12). La prensa, por supuesto, no dijo “ni pío”.
Así que el actual consenso mundial de los científicos acerca de que un virus, el VIH, es la causa del Sida, no es el producto de la existencia de pruebas sólidas que así lo demuestren, sino el resultado de la desinformación, la censura y el miedo a perder sus trabajos o subvenciones, que es bien distinto. Podrán decirnos que sí, que “el virus existe”, que “está aislado”, que los científicos “trabajan con él a diario”, que “conocen sus proteínas”, etc., etc., pero nosotros, que somos ignorantes, sólo sabemos que en un momento determinado el dinero hace maravillas y nos parece ya mucho pedirnos el que creamos, a la vista de todo este panorama que nadie, en su sano juicio, puede tomar en serio.

¿De dónde proceden entonces esas fotografías del “virus” que nos muestran?

Si eso no es un virus, ¿Qué es entonces? Según estos científicos críticos “excomulgados de la Ciencia”, que por todo lo que llevamos visto nos merecen bastante más credibilidad, las partículas que nos muestran las fotos no proceden de la sangre fresca de los enfermos -el único sitio válido- sino que son el resultado de un sofisticado proceso de laboratorio, que consiste más o menos en lo siguiente:

- Se toman glóbulos blancos de nódulos linfáticos de un “portador” y se cultivan en laboratorio.
- A esos cultivos se les añade, o bien células leucémicas, (que es el método empleado por Gallo), o bien células de cordón umbilical, (método empleado por Montagnier).
- A este conglomerado de células se lo estimula debidamente con sustancias de tipo oxidante.

Es entonces ¡Oh maravilla! que se van a producir los “virus VIH”: una conjunto de partículas inestables, (al contrario que los virus, los cuales son siempre partículas estables, un virus tiene que serlo para poder salir de la célula, incluso del propio organismo, para infectar otra célula) y heterogéneas, de distinto tamaño y forma, (otra característica de los virus, que aquí no se cumple, es que las especies víricas son siempre homogéneas).
Parece ser que si en vez de un “portador”, es un “no portador”, el resultado es el mismo, es decir se producen también esos “virus VIH”, (después de todo, el llamado “test de VIH” o “test del Sida”, que es lo que decide si se es o no portador, como ya debemos suponer, es algo que carece de la más mínima validez científica).
Y esto es en resumen lo que nos venden por VIH, una sopa de partículas diversas, producidas por células anormales en circunstancias anormales y, según todo parece indicar, inofensivas, (se producen por millones y los glóbulos blancos de los cultivos siguen tan campantes), el hecho de que no tengan estabilidad, (para ser fotografiadas al microscopio electrónico requieren cortes ultrafinos y fijación química, al contrario que los virus, que se pueden ver directamente), confirma su exclusivo uso celular, (una vez cumplida su función, se destruyen) .
Y, se debe repetir, estas partículas que se ven en laboratorio, nunca se han visto en ningún ser humano.

¿Qué pasa con el test de VIH?

Este test pretende detectar por métodos indirectos el virus en las personas, o sea, un test que pretende detectar en las personas algo que, como hemos visto antes, jamás hemos observado en ningún ser humano. Es como si pretendiéramos detectar con un test al “virus del cancer” o al “virus de la locura” o … al mismo demonio.
No podemos detectar, con ningún tipo de test, algo que jamás se ha visto en ningún ser humano, pues la única forma que existe de validar el test, es decir de comprobar que es fiable, (y no digamos ya si es un test indirecto cual es el caso de todos los tests relacionados con el VIH), es con la propia detección del virus en la sangre fresca. Por lo que podemos asegurar que todos los tipos de test que se emplean para la detección del VIH, sean de antígenos, anticuerpos o de “carga viral”, carecen de validez científica, por lo que su uso no está justificado.
Así que sabemos qué es lo que no detecta el test de VIH, que es precisamente el VIH, luego está mal llamarlo así, salvo que VIH signifique “Virus de la Imaginación Humana”, como bien dice el Dr. Fidias León Sarmiento.
Sabemos lo que no detecta y sabemos algo sobre lo que detecta, de entrada sabemos que detecta anticuerpos y algo más, puesto que existen más de 60 causas documentadas que tienden a dar positivos con los tests, mal llamados de VIH. Cuando se echa un vistazo por encima a esas causas: exposición a infecciones, (tuberculosis, malaria, hepatitis, herpes, gripe); vacunaciones, (gripe, tétanos), problemas autoinmunes, (artritis reumatoide, lupus, etc.), problemas crónicos de hígado, de riñón, aumentos de bilirrubina, de colesterol, etc. (14), salta a la vista algo evidente y es que en general se dan aumentos de anticuerpos de todo tipo o de muchos tipos. Pero aún hay más.
Habitualmente, para hacer el test de VIH a las personas, se procede a diluir mucho su suero sanguíneo y se pone en contacto con las proteínas del test. Ahora bien, se ha observado que cuando se utiliza el suero sin diluir, el 100% de las personas damos positivo en este test . ¿Qué significado tiene esto? Veamos.
Si el test da positivo en todo el mundo en esa circunstancia, eso significa que detecta algo que todos tenemos que, por lógica, no pueden ser anticuerpos contra el VIH, por lo que teniendo en cuenta la relación de causas anterior, debemos concluir que el “test de VIH” detecta anticuerpos de muchos tipos que todo el mundo tiene.
Ahora bien, si después de diluir el suero, sólo unas pocas personas dan positivo, ¿Qué debemos suponer? Sencillamente que esas personas, a las cuales el test da positivo, tienen lo mismo que tiene todo el mundo, es decir anticuerpos de todo tipo o de muchos tipos, pero en mayor cantidad.
Por otra parte, ¿Qué es lo que tienen en común todos los llamados “grupos de riesgo” o con “prácticas de riesgo” del Sida? ¿Qué es lo que tienen en común drogadictos intravenosos, receptores de transfusiones, hemofílicos, relaciones anales -sobre todo sexo anal receptivo- bebés de madres toxicómanas, etc.? Acaso estas situaciones, como consecuencia de estímulos tóxicos, infecciosos, incorporación de proteínas extrañas a la sangre, etc. ¿No es lógico que conlleven aumentos de anticuerpos en sangre? ¿Tiene algo de extraño entonces que el test de VIH tienda a dar más resultados positivos en estas personas de “grupos o prácticas de riesgo” del Sida?
En definitiva, el mal llamado test de VIH, o prueba del Sida, es un simple indicador de estrés inmune, algo que indica, cuando da positivo en las personas, que sus sistemas inmunes han sida estimulados o estresados por circunstancias de muy diversa índole, lo que origina aumentos en los niveles de anticuerpos, algo que ocurre con frecuencia y de modo normal a lo largo de la vida de las personas, por ejemplo tras vacunaciones, tras gripes, con la misma edad, etc. y en otras situaciones, (problemas crónicos de hígado, de riñón, problemas autoinmunes, etc.). Cabiendo esperar un mayor aumento en los niveles de anticuerpos tras una estimulación inmune más intensa (“grupos o prácticas de riesgo”). Que algunas de estas personas tengan además inmunodeficiencia no implica que vayan a tenerla necesariamente por el hecho de tener mayores niveles de anticuerpos, que causan los resultados positivos del test.
Si ahora tomáramos a 100 monjas de clausura mayores de 75 años y les hiciéramos el test de VIH, es muy probable que quedáramos bastante sorprendidos de la cantidad de resultados positivos y esta circunstancia no implicaría precisamente que hubieran incumplido su voto de castidad. El test de VIH, dada su nula validez científica y su enorme toxicidad psicológica para las personas, debe ser abolido cuanto antes. Como una medida precautoria, en tanto que un resultado positivo del test puede correlacionar con un estrés tóxico, infeccioso o con ciertos disturbios inmunológicos, podría rechazarse para las transfusiones la sangre positiva al test, pero no usar este test como diagnóstico de infección por VIH, como en su día señaló el biólogo molecular Harvey Byaly.

Otras aspectos, como la falacia de la “carga viral” o supuesta cantidad de virus que tienen las personas, el mito del Sida en Africa, o que aquellos a quienes se ha etiquetado de “seropositivos” se morirán de Sida si no toman los fármacos antivirales, etc. son algunas facetas más del mismo fiasco, cuya finalidad, nos tememos, es infundir miedo, (con seguridad el peor virus y el más contagioso), muy útil para que las personas consuman unos fármacos tóxicos que de otro modo no tomarían, muy conveniente para alimentar un negocio inmoral.

                                                                                              Galicia, enero 2005

              Manuel Garrido Sotelo.

              Médico, miembro del “Grupo Internacional Para la Reevaluación de la Hipótesis VIH-Sida

              Miembro fundador de la Red Internacional de Orientación y Apoyo Mutuo Superando el Sida

              www.superandoelsida.ning.com  

              e-mail: superandoelsida@gmail.com                           

                                                                                
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NOTAS

(1)  “Sida adquirido por consumo de drogas y otros factores de riesgo no contagiosos”, Peter Duesberg, rev. “Farmacology and Therapeutics, vol 55, 1992, pp 201-277. Según el biólogo molecular Harvey Byaly, ex director de la revista “Biotechnology”, el trabajo citado es la mejor refutación que se ha hecho hasta la fecha de la Hipótesis VIH-Sida. Disponible en castellano en la Asociación SAS.

(2)  Prólogo de Kary Mullis al libro “Inventing the AIDS virus”, de Peter Duesberg, Regnery Publishing Inc, Washington 1996, disponible en la Biblioteca Central de la Universidad de Santiago de Compostela.

(3)  “En la conferencia Internacional de Sida de Berlín, Gallo estaba muy tenso, iba a todas las partes acompañado de tres guardaespaldas y perdió los estribos un par de veces”… (John Lauritsen, Zenger´s Newsmagazine, 1998).

(4)  “El aislamiento del VIH: ¿Se ha llevado a cabo realmente?”, Eleni Papadopulos-Eleopulos, Departamento de Física Médica del Royal Perth Hospital, (Universidad de Australia Occidental) y David Causer, Físico Decano del mismo departamento, rev. “Continuum”, Londres 1996, 4(3), suplemento 1-24. Disponible en inglés en la Asociación SAS.

(5)  “Sida y agentes estresantes”, p. 33, Dr. Roberto Giraldo, Edit. Universidad de Antioquia, Colombia. Disponible en castellano As. SAS-seres Positivos.

(6)  “Surviving AIDS”, Michael Callen, Harper Collins, N. York 1990.

(7)  Ver las declaraciones sobre el llamado “cóctel antiviral” del Dr. Anthony Fauci, Director del Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los EE UU, recogidas en el diario “El país”del 6-2-2001.

(8)  En 1974, 5,4 millones de americanos consumieron cocaína en algún momento de su vida y en 1985 esa cifra era de 22,2 millones, por otra parte, el uso de nitritos inhalábles o “poppers” comenzó en los años 60 y alcanzó proporciones epidémicas a mediados de los 70, unos años antes de que apareciera el Sida, (Duesberg, opus cit.). De 1971 a 1976, el nº de casos de blenorragia pasó de 624.371 a 1.011.014, (sólo los casos declarados) y de 1960 a 1980 los casos de sífilis aumentaron en un 300%. Sólo los gastos anuales, en los asilos y clínicas dedicados a tratar las complicaciones neurológicas de la sífilis, superaban los 50 millones de dólares (Dominique Lapierre, “Más grandes que el amor”, p. 56).

(9)  De hecho el Sida fue bautizado inicialmente por el CDC con el nombre de  G R I D,  (Inmunodeficiencia Relacionada con Gays).

(10)  Sacar como conclusión, a partir del elevado nº de relaciones sexuales, que algo es transmisible o contagioso, es lo mismo que atribuir los problemas de salud que tienen los deportistas que se dopan al ejercicio físico. El único requisito, imprescindible para poder hablar de problema transmisible o contagioso, es que hallemos en los enfermos un agente infeccioso común que cumpla ciertas condiciones.

(11)  En esta entrevista, Montagnier dice textualmente:”¡Le repito, (al VIH) no lo hemos purificado!”. Rev. “Continuum”/ 1997/8, 5:30-34.

(12)  El tribunal dictó sentencia absolutoria el 24-feb-97, tras serle imposible encontrar un solo científico que compareciera.

(13)  Gallo patentó en 1984 un sistema para producir sus “virus VIH”, con fines de investigación o para los “tests del Sida”, mediante el cual millones de esas partículas son producidas en los laboratorios de todo el mundo en cultivos de linfocitos T, (los mismos a los que se supone que mata), los cuales viven indefinidamente sin ser afectados por esa ingente cantidad de supuestos virus, (Duesberg, opus cit.). El autor de la afirmación de que el VIH mata a los linfocitos T en la práctica “se está forrando” gracias al hecho de que suceda algo bien diferente.

(14)  Ver causas documentadas que tienden a dar positivo en los tests, (artículo de Christine Johnson en revista “Continuum”, vol. 4, nº 3).

(15)  Esta comprobación fue realizada, según el Dr. Giraldo, actual Presidente del “Grupo Para la Reevaluación de la Hipótesis VIH-Sida”, con el test ELISA, y sus resultados pueden extrapolarse perfectamente al Western Blot, dado que constan de las mismas proteínas antigénicas, con la diferencia de que en el WB están separadas en bandas y en el ELISA están todas juntas. Y aunque el WB en España se considera más fiable que el ELISA, su sensibilidad es equivalente, de hecho en el Reino Unido el WB está prohibido y sólo se usa el ELISA, aunque con un dintel más alto. Así, en el Reino Unido, con una población mucho mayor que la española, (y consecuentemente una población de riesgo mucho mayor), existen muchos menos seropositivos que en España.

 

 

 

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Se habla mucho del Sida en África, es un hecho asumido por todos como algo incuestionable. En ciertos medios, donde en relación al Sida parece imperar aquello de “más solidario cuanto más catastrofista”, puedes ser tachado de insolidario si, incluso teniendo datos en que apoyarte, se te ocurre ponerlo en duda.

Sin embargo, nada más irreal que la idea de todo un continente devastado por la epidemia que nos quieren vender, aunque sólo sea por el hecho de que en todos esos países africanos, que dicen que están siendo diezmados por el Sida, se registra aumento de población.

Hace años el biólogo molecular Harvey Byaly, exdirector de la revista “Biothechnology” y especialista en enfermedades africanas, dijo algo que resume muy bien la situación: “Para que te diagnostiquen de Sida en África, sólo tienes que tener diarrea crónica, estar desnutrido e ir a un hospital equivocado, es decir, un hospital que reciba fondos de alguna augusta fundación, de las muchas que existen para la lucha contra el Sida, en cuyo caso los médicos estarán muy interesados en difundir esa mentalidad”.

El hecho clave, ignorado y omitido por sistema cuando se aborda el tema, que basta por sí mismo para crear dudas sobre todas las valoraciones acerca del Sida en ese continente, es que en África puede diagnosticarse el Sida sin necesidad de hacer el test de VIH. Mientras que en Occidente, para un diagnóstico de Sida, se precisa un resultado positivo del test y el desarrollo de una al menos de 29-30 enfermedades, en África no es obligatorio hacer el test, lo que quiere decir ya de entrada que los médicos y autoridades sanitarias pueden atribuir enfermedades y muertes al virus del Sida sin temor a contradecirse.

No resulta fácil de creer y menos fácil de creer aún es que sea precisamente la Organización Mundial de la Salud (OMS), la institución de política sanitaria con más peso e influencia a nivel mundial, quien así lo haya estipulado. Por la llamada “Definición de Bangui”, resolución adoptada la capital de la República Centroafricana, (recogida en el “Informe Epidemiológico Semanal de la OMS” 1986:61:69-76), el organismo de la ONU estableció unas normas, a todas luces impresentables desde cualquier punto de vista, para el diagnóstico de Sida sin tests. Brevemente, basta con tener 10% o más de pérdida de peso, trastornos de crecimiento, fiebre de un mes o diarrea de un mes. Con las enormes limitaciones económicas que hay para hacer tests y dada la fuerte presencia de estos síntomas en la población africana, por el hambre, las guerras, las malas condiciones higiénico sanitarias y males endémicos, como la malaria o la disentería, se puede uno imaginar que media África está siendo arrasada por el Sida. Pero este Sida poco o nada tiene que ver con una nueva epidemia causada por un virus, sino con lo que ha ocurrido toda la vida en África.

En suma, podemos decir sin miedo que en África el Sida se diagnostica “a ojo”. Si tenemos en cuenta que, según la OMS, que es el referente máximo al que se remiten los medios cuando se trata de dar estadísticas sanitarias, el 80% de la epidemia mundial de Sida se localiza en África, siendo la situación allí como se acaba de exponer, podemos suponer qué queda al final de la famosa “epidemia mundial de Sida”.

Si a esto añadimos que el Sida incumple las mínimas condiciones que debe reunir una epidemia para ser considerada como tal, como es el crecimiento exponencial en la población no inmunizada, típico de la aparición de microbios nuevos para los cuales no existe vacuna ni tratamiento, (como es el caso del supuesto virus VIH), debemos concluir que no existe ninguna epidemia, ni mucho menos mundial de Sida.

Ahora bien, ¿Por qué toda esta manipulación? ¿A qué viene inventarse una epidemia de Sida en África que no existe? Muy sencillo, cuando a mediados de los 80 se anuncia en los EE UU la existencia de una epidemia de Sida que se propaga heterosexualmente, hasta un niño podía ver que afectaba casi exclusivamente a hombres, cosa que sucede aún hoy en los EE UU y en Europa, en donde el 92% y el 86% de los casos son hombres. Esto no podía ser, había que hacer algo, así que con la invención del Sida africano, afectando por igual a hombres, mujeres y niños, (el hambre y la malaria no saben de sexos ni de edades), se tenía lo que se necesitaba para poder hablar de transmisión heterosexual, con lo que de repente todos estábamos en peligro y los presupuestos se remontarían. Había también otros intereses como la venta a los países africanos de los tests del Sida y tóxicos como el AZT que ya empezaban a ser rechazados.

Recientemente ha cobrado actualidad en los medios la lucha que desde hace un tiempo lidera Sudáfrica contra las multinacionales farmacéuticas, para conseguir el abaratamiento del precio de los llamados “medicamentos esenciales”, aquellos fármacos necesarios para tratar los problemas más básicos, desde las aspirinas a los antibióticos para tratar la tuberculosis, la malaria, etc. Esta batalla ha sido sutilmente manipulada en los medios, haciéndose hincapié en la demanda de unos fármacos para el Sida más baratos, que lleva implícita la idea de una epidemia de Sida galopante en Sudáfrica, (casualmente el país con mayor potencial de crecimiento económico del área).

Al mismo tiempo se silencian otras cosas, como que Thabo Mbeki, el presidente de Sudáfrica, un hombre muy bien informado y que sabe muy bien lo que hace, manifestó su intención de no destinar dinero para comprar unos fármacos tóxicos, inútiles y caros –aunque se los vendan a precios regalados- pudiendo destinarlos a erradicar las enfermedades de la pobreza.

Hace poco la prensa informaba de la reunión en Chicago sobre fármacos antivirales, en la que las autoridades sanitarias americanas recomendaron que se retrasara en lo posible la aplicación de los llamados “cócteles antivirales”, en base a “sus efectos tóxicos y potencialmente letales”, (El país, 6-2-2001), después de afirmar durante años que con ellos “podía convertirse la enfermedad en crónica” y cuando hasta entonces la estrategia consistía en “atacar fuerte y rápido”.

Queda todavía lo más importante: todos los que han profundizado un mínimo en el tema del Sida saben que hoy en día está todo muy en el aire en lo que se refiere a su validez científica, (desde hace años cientos de investigadores de todo el mundo plantean serias dudas que alcanzan aspectos tan elementales como la propia existencia del virus VIH). En este sentido, Sudáfrica es el único país del mundo que busca una salida al Sida basada en criterios mínimamente objetivos, de hecho la primera acción de su presidente, por la que tuvo que soportar la histeria e insultos en su país y fuera de él, fue promover un auténticco debate científico para despejar estas cuestiones.

Mbeki quiso que en los debates estuvieran presentes los defensores del modelo VIH y al mismo tiempo oír lo que los científicos disidentes, censurados en el mundo occidental, tenían que decir. En estos debates se decidió, de común acuerdo, verificar la validez de los llamados tests de VIH, con lo que eso implica: la verificación de que el virus puede aislarse en los enfermos. De esto no hablan nada los medios.

De lo que no hay duda es de que en África el miedo al Sida tiene dimensiones realmente epidémicas, al punto de que la población evita ir a los hospitales, vista la gran facilidad con que la catalogan de Sida, lo que supone el total aislamiento por parte de sus convecinos, según declaraciones de médicos africanos a la periodista británica Joan Shenton.

Lamentable que muchas ONGs, en una actitud calcada a la del más fanático e interesado activismo antisida, exijan para África, ahora más baratos, esos fármacos tóxicos y caros que Occidente rechaza, viviendo del “maná” de las subvenciones, provenientes en parte del bolsillo del contribuyente, en el vano intento de combatir una epidemia fantasma, que en realidad sólo sirve para ocultar grandes intereses económicos, oscuras políticas de control demográfico y para encubrir los problemas reales de África.

Con todo, aún nos queda mucho que aprender de los africanos, por lo menos de algunos.

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